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Después de lo que ha sido un auténtico terremoto político en nuestro país, la publicación del barómetro de este mes por parte del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha generado una gran expectación. No sólo por el escándalo político a raíz de la dimisión de Errejón, sino también por la catástrofe provocada por la dana en Valencia. Sin duda, la situación política ha cambiado en España desde entonces. Quizás, con un rumbo que aún no sabemos.
En este sentido, —y como no puede ser de otra manera— una ‘cocina’ alternativa a la de Tezanos nos lleva a una situación política muy diferente a la que señala el CIS, aunque más ajustada a la realidad, en la línea de lo que señalan el resto de encuestas.
Aunque los cambios no son muy evidentes con respecto al último barómetro, la realidad es que la situación de Valencia y la crisis de Sumar parecen haber agravado las tendencias que ya se estaban manifestando previamente.
¿Significa esto que Feijóo es un líder apreciado por los votantes del PP? Ni mucho menos. En estos momentos, Feijóo es, entre sus propios votantes, un mal menor frente al ‘sanchismo’. De hecho, la situación en Valencia ha provocado que la preferencia del líder de los populares para ser presidente del Gobierno pase del 48,6% al 38,6% en un sólo mes. Una caída de diez puntos, mientras que el «Ninguno/a de ellos/as» —la desafección política— ha pasado del 19,5% al 30,9%. No les gusta Feijóo, pero les gusta aún menos Sánchez y el Gobierno.
La situación en Valencia ha provocado que la preferencia del líder de los populares para ser presidente del Gobierno pase del 48,6% al 38,6% en un solo mes
Por un lado, el PP de Feijóo continúa profundizando en una caída que lleva produciéndose desde que comenzó el año. En aquel entonces, antes de que comenzara el ciclo electoral autonómico —Galicia, País Vasco y Cataluña— se situó muy cerca del 38% de los votos, superando por casi 10 puntos a los socialistas. En estos momentos, los populares se situarían seis puntos por debajo, en torno al 32%, con el PSOE a sólo dos puntos.
Sin embargo, esta caída les situaría en el entorno de los 141 escaños. Un resultado muy similar al del 23J, aunque ligeramente superior por la pérdida de competitividad del PSOE y Sumar. Ahora bien, este resultado serviría para llevar a Feijóo a la Moncloa, pues Vox superaría los 40 escaños.
Por otro lado, el PSOE, que también sale perjudicado por la desafección política, resiste el envite mejor que sus rivales. Aunque pierde unas décimas, cayendo de la barrera del 30% de los votos, la distancia con los populares está en una buena situación para ellos, tiene margen para la recuperación.
Además, la fidelidad de voto de los votantes del PSOE se mantiene en torno al 70%, al igual que la preferencia por Sánchez para seguir al frente de la Presidencia del Gobierno, que se mantiene estable. Únicamente ha caído su valoración, aunque entre el resto de partidos políticos, especialmente entre los votantes de Sumar —¿quizás por una posible adjudicación de culpas tras la catástrofe provocada por la dana en Valencia?—.
La elección de Errejón para la portavocía de Sumar en el Congreso de los Diputados, en la que, inevitablemente, participó Díaz, parece haber perjudicado notablemente a ésta
En definitiva, el PSOE resiste tanto a la crisis de su socio minoritario a raíz de la dimisión de Errejón como a la catástrofe de la dana en Valencia, que ha sufrido mucho más el Gobierno de Mazón, que aún agoniza, a pesar de los intentos del PP en el resto de España —y en Europa—.
En tercer lugar, la situación de Sumar, que ya era preocupante antes del escándalo de Errejón, se vuelve aún más difícil. Esta situación ha profundizado en un problema que ya venía sufriendo Sumar: cada vez más menos votantes de la coalición de Yolanda Díaz repetirían su papeleta. Hace un mes, un 46,1%. Ahora, un 37,8%.
A su vez, la valoración de Díaz entre el electorado de izquierdas es cada vez más frágil. Desde el 23J, no ha hecho más que caer, pero esta situación ha profundizado en esta caída. La elección de Errejón para la portavocía de Sumar en el Congreso de los Diputados, en la que, inevitablemente, participó Díaz, parece haberle perjudicado notablemente.
Ahora bien, esto no está beneficiando a Podemos o al PSOE, al contrario de lo que muchos podrían pensar —o desearían que ocurriese—. No hay ‘sorpasso’ a la vista, ni se espera que ocurra. Una gran parte del electorado de Sumar prefiere la indecisión o, incluso, la abstención antes que a Podemos. Según los datos, quienes podrían ir a parar a Podemos ya lo han hecho: un 20% de sus votantes del 23J. No más.
Opinión
Opinión Cuando fuimos los peores
Vox crece con la desafección
Por último, Vox es el único partido político que crece al calor de la desafección política. Desde hace unos meses, no sólo las transferencias de voto hacia el PP de Feijóo están en mínimos históricos —sólo un 5,4% de los votantes de Vox votaría al PP—, sino que el porcentaje de votantes de Vox que prefiere a Feijóo, Ayuso o, incluso, Alvise, está en cifras muy bajas —un 1,9%, un 7,4% y un 5,9%, respectivamente—.
Justo después del 23J, un 35% de su electorado se decantaba por alguno de los líderes del PP, Ayuso o Feijóo. Ahora, la cifra está en torno a un 15%. Eso sí, hay mucha más desafección política con los líderes políticos entre los votantes de Vox.
Vox también es el primer partido entre quienes no tenían edad para votar hace un año. Un 31,8% de ellos votarían ahora por los de Abascal
Además, frente a las profecías de que Alvise podía haber provocado una herida fatal en el flanco derecho de los de Abascal, la realidad parece haber pasado por encima. Se Acabó La Fiesta (SALF) no está ni se le espera. En estos momentos, ya sería un éxito para ellos poder arañar el escaño de Alvise, pero no está previsto que logren mucho más.
Por si fuera poco, Vox también es el primer partido entre quienes no tenían edad para votar hace un año. Un 31,8% de ellos votarían ahora por los de Abascal, seguido por el PP con un 23% y por el PSOE con un 16,2%. Esta cifra, eso sí, hay que tomarla con cautela, pues el tamaño muestral —el número de personas encuestadas— es relativamente bajo.
En definitiva, la situación de Valencia está golpeando en la línea de flotación de un Gobierno que ya de por sí se encontraba débil. No sólo está siendo incapaz de aprobar nada en el Congreso de los Diputados —pues la ‘mayoría progresista’ choca de frente con los intereses del PNV y Junts, a los que el apellido ‘progresista’ les queda grande—, sino que, con un flanco izquierdo en descomposición, la desafección política creciendo cada vez más y los Presupuestos Generales del Estado en prórroga la pregunta es hasta cuándo sobrevivirá Sánchez y, con él, este Gobierno.
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