Análisis
La izquierda y la política de rearme de la Unión Europea

El aumento en defensa pondrá en marcha una nueva carrera armamentística que no puede resultar más que en un mayor empobrecimiento de las clases populares.
Frontex
La fuerza de fronteras Frontex es uno de los ejemplos de la militarización de la UE previa a la confrontación con Rusia.

Pocos espectáculos más deprimentes estos días que ver a algunos representantes, militantes y simpatizantes de la sedicente izquierda europea sumarse a las llamadas oficiales al rearme de la Unión Europea. Éste es otro de los resultados de la lenta, pero constante, corrosión de sus fundamentos políticos y filosóficos desde hace años: el cambio brusco, sin transiciones, de posiciones idealistas a la aceptación fatalista de una real politik que a la hora de la verdad se lleva a cabo bajo numerosas capas de ideología. Como ha escrito Ingar Solty para Jacobin, “la horrible guerra en Ucrania es, en varios sentidos, una lección en imperialismos: clásico versus nuevo, formal versus informal, estúpido versus inteligente.” Para Solty, este conflicto es “también una lección general en epistemologías, en las claves que usamos para interpretar el mundo, y en su utilidad o no”, y, “como tal, revela bancarrotas intelectuales, políticas y morales”, la más importante de las cuales es el abandono de aquello que antaño se resumía como el análisis concreto de la situación concreta.

“¿Para qué perder tiempo en dialogar con la historia global y regional, la economía política internacional, la teoría del imperialismo y los estudios de la guerra para encontrarse en la incómoda posición de entrar en conflicto con la propaganda y el poder de los estados liberales occidentales y sus medios de comunicación, y sus intereses?”, se preguntaba Solty. La respuesta, de acuerdo con este autor, es que profundizar en esta posición de “engaño patológico” es “su manera de no tener que admitir que se han equivocado política y moralmente mientras se arrojan más vidas a la fuerza en el matadero”, y, a un mismo tiempo, “su manera de no tener que enfrentarse a una reformulación completa de su educación académica (que podría conducir a una epistemología capaz de explicar la realidad de la guerra) y, de ese modo, revisar la manera en la que entienden el mundo.”

En este punto conviene recordar que una década atrás –lo que, políticamente hablando, no es mucho, a pesar de que el ecosistema de medios y redes sociales pueda hacer que parezca lo contrario– una de las propuestas de la izquierda europea era la creación de una arquitectura de defensa y seguridad común europea más amplia y que incluyese a Rusia, una propuesta de la que formaría parte una reforzada Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y el apoyo decidido a la resolución de los conflictos por la vía diplomática, en consonancia con la conocida frase Willy Brandt de que la guerra no es la ultima ratio, sino la ultima irratio, especialmente cuando hay potencias nucleares implicadas. “Nuestra tarea no consiste meramente en manifestar con fuerza el amor por la paz de la socialdemocracia, sino, ante todo, ilustrar a las masas sobre la esencia del militarismo y la diferencia de principio entre la socialdemocracia y los amantes de la paz de la burguesía de manera precisa y clara”, escribía Rosa Luxemburg en 1911.

El rearme, y sus implicaciones políticas y sociales

A pesar de que son varios los expertos en defensa han observado estos últimos días que el problema de la Unión Europea no es tanto el dinero que se invierte, sino a qué se destina, el foco de la política y los medios de comunicación sigue centrado en el incremento de los presupuestos, sin más. En 2023 los estados miembro de la UE destinaron 279 mil millones de euros a defensa, según recoge la Agencia de Defensa Europea (ADE) en su último informe. De acuerdo con el informe para ese mismo año del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Rusia destinó 109 mil millones de dólares a defensa. Solamente la suma del dinero invertido por Francia (75,189 millones de dólares) y Alemania (66,826 millones de dólares) en 2023 fue de 142,015 millones de dólares, es decir unos 42 mil millones de dólares más que lo invertido por Rusia ese año.

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Este apoyo digno de mejor causa a los planes de la Comisión Europea de movilizar hasta 800.000 millones de euros para su industria de defensa no puede acabar más que en desastre para la izquierda, que no tiene ninguna capacidad de influir en la distribución y el uso de estos recursos en un sector industrial por lo demás notorio por su falta de transparencia y su corrupción. Pocos ejemplos más claros de las tesis leninistas sobre la fusión del capital financiero y el industrial y el imperialismo que la estructura del accionariado de estas compañías, en las que, aunque los estados nacionales poseen por lo general un porcentaje que les permite retener el control en la toma de decisiones, el sector privado está presente con algunos nombres de sobras conocidos: en la alemana Rheinmetall participan Goldman Sachs, BlackRock, UBS, Bank of America y Société Générale, la italiana Leonardo —en la que participan asimismo varios fondos de inversión, aunque con porcentajes muy bajos— tiene incluso más accionistas estadounidenses que italianos.

Una izquierda que alimente la industria de defensa en el escenario actual es una izquierda que alimenta la militarización del control de fronteras, irónicamente, una de sus denuncias recurrentes

Por lo demás, el sector de defensa, regado con dinero público, atraerá con salarios más elevados a técnicos e ingenieros para sus proyectos de investigación y desarrollo (I+D) que llevarían un trabajo, claro está, muy diferente de continuar en el sector civil, en particular en otros donde su contribución podría tener un impacto positivo en las generaciones futuras, como el de las energías renovables. Para financiar el rearme de la UE se han sopesado la posibilidad de emitir eurobonos, excepciones al tope de deuda (como en Alemania) y el incremento de los impuestos a las rentas más elevadas (como en Francia), todo lo que, en definitiva, era tabú cuando se hablaba de otras áreas presupuestarias. “No hay nada fuera de la mesa”, ha llegado a decir la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Dada la correlación de fuerzas actual en la mayoría de parlamentos nacionales y en el europeo, un incremento del gasto en defensa puede tensar presupuestos y la situación política y social interna de muchos países, un escenario del que serían beneficiarios unos partidos de ultraderecha ahora mismo mejor posicionados y que se presentan, incluso, y con brutal cinismo, como representantes de la paz. “Recomendaría encarecidamente a los políticos y expertos europeos que leyesen Las consecuencias económicas de la paz de Keynes antes de sopesar recortar el Estado del bienestar (welfare state) para construir el Estado de guerra (warfare state)”, comentaba en redes sociales la economista Isabella M. Weber, profesora en la Universidad de Massachusetts.

Una izquierda que alimente la industria de defensa en el escenario actual es una izquierda que alimenta la militarización del control de fronteras, irónicamente, una de sus denuncias recurrentes. Como la campaña Abolish Frontex viene repetidamente denunciando, esta agencia tiene vínculos estrechos con las compañías de defensa europeas, cuyos expertos, a su vez, pasan a ser invitados en los consejos asesores de la UE para ofrecer soluciones al control de las fronteras. “De este modo la industria militar y de seguridad ha sido capaz de forzar una narrativa según la cual la inmigración se enmarca como un problema de seguridad que ha de combatirse con los productos y servicios que la propia industria tiene en venta”, alertan al señalar que “las grandes compañías de defensa europeas como Airbus, Leonardo o Thales son los principales ganadores” gracias a la venta desde vehículos a drones pasando por equipos para la identificación biométrica de inmigrantes y refugiados.

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Una vez puesta en marcha una maquinaria que no puede controlarse, las consecuencias pueden ser del todo punto imprevisibles. Como afirma el dicho popular: para quien tiene un martillo, el mundo se asemeja a un clavo. La tentación de recurrir al uso de la fuerza crece en detrimento de la prevención y la resolución pacífica de conflictos por la vía diplomática. El aumento en defensa pondrá en marcha una nueva carrera armamentística que no puede resultar más que en un mayor empobrecimiento de las clases populares a medida que aumente el porcentaje del PIB destinado a defensa a costa de otros ámbitos, por mucho que algunos, como el primer ministro polaco, Donald Tusk, se muestren confiados en ganar esa carrera y quebrarle el espinazo a Rusia como si se tratase de una segunda vuelta de la guerra fría.

Por lo pronto, Moscú ya ha expresado que responderá al anuncio de la UE de aumentar su inversión en defensa. “Vemos que la Unión Europea está debatiendo activamente la militarización de la UE y el desarrollo de su sector de defensa”, afirmó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, en una de sus últimas comparecencias al agregar que “éste es un proceso que estamos observando de cerca, porque la UE está posicionando a Rusia como su principal adversario”. Y queda la desmoralización de la izquierda misma, de manera acaso no muy diferente a la que experimentó durante la campaña para el referendo de la OTAN —del que el año que viene se celebrará el 40 aniversario—, como advirtiera entonces Manuel Sacristán.

El largo camino a la militarización de la UE

Como afirman Ainhora Ruiz, Bram Vranken, Francesco Vignarca, Jordi Calvo, Laëtitia Sédou y Wendela de Vries para un informe de 2011 —recientemente actualizado— para la Fundación Rosa Luxemburg en colaboración con la Red Europea Contra el Comercio de Armas (ENAAT), la tendencia hacia la militarización de la Unión Europea es anterior a la invasión rusa de Ucrania en 2022 y la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024. Estos autores han señalado que la adhesión de Crimea a Rusia en 2014 y el Brexit de 2016 ya reforzaron la idea de que el proyecto europeo se encontraba amenazado y se necesitaba “una Europa más fuerte”. Ya en el año 2010 el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, declaró en su discurso sobre el estado de la Unión ante el Parlamento Europeo estar “impaciente por ver a la Unión desempeñar en los asuntos mundiales el papel que corresponde a su peso económico […] Si no actuamos conjuntamente, Europa no será una potencia mundial, y nuestros socios seguirán adelante sin nosotros: sin la Unión Europea, pero también sin sus Estados miembros.” “No nos hagamos ilusiones”, dijo Barroso hacia el final de su discurso, “no tendremos el peso que nos corresponde a nivel mundial sin una política de defensa común.”

Las ideas de una política de defensa europea o de un ejército europeo no son exactamente nuevas. Un ejército europeo lo propuso Winston Churchill al Consejo de Europa en agosto de 1950. En octubre de ese mismo año el primer ministro de Francia, René Pleven, presentó la idea a la Asamblea Nacional. Pleven, que había sido ministro de Defensa, ya vio entonces los problemas que supondría poner en obra una idea como aquella y que hoy, con veintisiete ejércitos nacionales, se antoja más complicada todavía, toda vez que cuatro estados miembro no forman parte de la OTAN (Irlanda, Austria, Chipre y Malta; teniendo sobre todo el primero de ellos un fuerte compromiso histórico con la neutralidad y un reconocido prestigio internacional por su participación en contingentes internacionales de tropas de paz):

“No puede crearse un ejército europeo simplemente alineando una al lado de otra las unidades militares nacionales, puesto que, en la práctica, esto significaría meramente una coalición del viejo tipo. Las tareas que únicamente pueden abordarse en común han de estar igualadas por instituciones comunes. Un ejército europeo unido, compuesto de fuerzas de varias naciones europeas, debe, en la medida de lo posible, mancomunar todos sus componentes humanos y materiales bajo una sola autoridad militar y política europea. Los gobiernos miembro nombrarían un ministro de Defensa que respondería, de una manera todavía por determinar, a quienes lo han nombrado y a la Asamblea Europea. […] El ejército europeo sería financiado de un presupuesto común”.

El Tratado por el cual se establece una Comunidad de Defensa Europea fue firmado por Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos, Francia, Italia y Alemania occidental el 27 de mayo de 1952. El proyecto de crear una Comunidad de Defensa Europea —también conocido como Plan Pleven— nunca se llevó a cabo porque, aunque Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Alemania occidental ratificaron el tratado, en la Asamblea Nacional francesa una mayoría formada por gaullistas, comunistas y socialistas votó en su contra, bloqueando su avance. La idea ha seguido circulando desde entonces, sin contar nunca con los apoyos suficientes para su materialización. En enero la Alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, volvió a enterrar públicamente el proyecto al declarar en la conferencia anual de la Agencia de Defensa Europea que “no necesitamos un ejército europeo”, sino “27 ejércitos europeos que sean capaces y puedan trabajar de manera efectiva juntos para detener a nuestros rivales y defender Europa.”

Fue el Tratado de la Unión Europea (TUE) de 1992, conocido popularmente como Tratado de Maastricht, el que creó el sustrato político de la UE actual, incluyendo las líneas de su política de defensa. En su artículo J.4, el TUE establece que “la política exterior y de seguridad común abarcará todas las cuestiones relativas a la seguridad de la Unión Europea, incluida la definición, en el futuro, de una política de defensa común, que pudiera conducir en su momento a una defensa común.” En 1998 Francia y Reino Unido firmaron la declaración de Saint-Malo para crear una fuerza militar europea, y en la reunión del Consejo Europeo celebrada al año siguiente en Helsinki se fijó el objetivo —renovado en 2004— de crear una Fuerza de Reacción Rápida Europea, capaz de desplegar potencialmente a un total de 60.000 soldados en un período de 60 días para misiones de hasta un año. En julio de ese mismo año se constituyó la Agencia de Defensa Europea —con sede en Bruselas y cuyo presupuesto ha ido aumentando año tras año hasta alcanzar los 43 millones de euros en 2023—, y en noviembre se crearon los grupos de combate europeos (EUBG). Estos grupos de combate son unidades supranacionales —hay por ejemplo un EUBG hispano-italiano de fuerzas anfibias o un EUBG compuesto por los estados Visegrado (Polonia, República checa, Eslovaquia y Hungría)— que cuentan con capacidad operativa desde el 1 de enero de 2007.

Desde hace años tanto la UE como la OTAN han propuesto que los estados miembro se especialicen en tareas concretas para evitar la redundancia y la duplicación de recursos. En el caso de las repúblicas bálticas, la Alianza Atlántica planteó años atrás, por ejemplo, que Letonia se especializase en descontaminación nuclear, biológica y química (NBC), Lituania, en medicina militar, y Estonia, en la detección y retirada de explosivos. La UE propuso en 2010 una estrategia de pooling and sharing para profundizar la cooperación militar entre estados miembro y optimizar recursos. Este mismo año debería estar operativa una Fuerza de Despliegue Rápido comunitaria con el objetivo de “mejorar la habilidad de la UE para responder a amenazas inminentes o reaccionar rápidamente a una situación de crisis fuera de la Unión en todas las fases del conflicto” y diseñada para responder a “todo el espectro de tareas de gestión de crisis cubiertas por el Tratado de la Unión Europea y las respectivas conclusiones del Consejo en el área de Seguridad y Defensa”, aunque no sea responsabilidad suya la defensa colectiva.

La UE no carece por lo tanto ni de herramientas ni de fondos para hacer frente a los retos de defensa y seguridad, cuya definición, por lo demás, acostumbra a ser las más de las veces política, sin que los medios de comunicación ni los analistas independientes tengan pleno acceso a la información en la que se fundamentan y que guían las políticas de defensa y seguridad comunitarias, como ha denunciado tanto ENAAT como otras organizaciones dedicadas a su estudio.

El rearme europeo, más allá de Rusia

Rusia monopoliza de manera clara el discurso de defensa. Pero en un segundo plano, menos visible, pero que no debería ser pasado por alto, se encuentra el temor de las élites políticas y económicas europeas a perder su posición de dominio ante un posible repliegue militar de los Estados Unidos —o como mínimo una reordenación de sus intereses—. Las fuerzas de izquierda no deberían tampoco obviar las implicaciones internacionales que tendría una política de defensa diseñada para —por citar el documento arriba referido— “mejorar la habilidad de la UE para responder a amenazas inminentes o reaccionar rápidamente a una situación de crisis fuera de la Unión en todas las fases del conflicto” en un escenario global de competición por unos recursos cada vez más escasos —a los hidrocarburos y las materias primas necesarias para la transición digital y energética quizá haya que añadir dentro de unos años también recursos hídricos—. Unos recursos que se encuentran, en su inmensa mayoría, en el subsuelo de países y regiones fuera de la UE, que son en su mayoría países en vías de desarrollo, muchos de los cuales, a mayor abundamiento, antiguas colonias europeas. Por retomar la crítica de Rosa Luxemburg, que hoy resuena de manera no muy diferente a entonces:

“No los partidos socialdemócratas, sino la burguesía propone cada cierto tiempo la idea de una federación europea. Ésta siempre se presentó, no obstante, con una clara tendencia reaccionaria, Personas como el profesor Julius Wolf, un conocido antisocialista, son quienes propagaron la idea de una comunidad económica europea, que no significa otra cosa que una unión aduanera para la guerra comercial contra los Estados Unidos de América, y así fue percibida y criticada por los socialdemócratas. Y cada vez que los políticos burgueses enarbolaron el estandarte del europeísmo, de la federación de los estados europeos, fue en referencia explícita o tácita contra el ‘peligro amarillo’, contra ‘la parte negra del mundo’, contra ‘las razas inferiores’, en pocas palabras, fue, en todo momento, un aborto imperialista. […] Las cosas tienen su propia y objetiva lógica. Y la solución de la federación europea sólo puede significar objetivamente en el seno de la sociedad capitalista una guerra aduanera contra los Estados Unidos en el terreno comercial y una lucha racial, colonial y patriótica en el terreno político. La campaña china de los regimientos europeos unidos con el mariscal mundial Waldersee al frente y el evangelio de los hunos como bandera: ésta es la expresión real y fantástica, la única posible, de ‘la federación de estados europeos’ en la sociedad actual.”

Las palabras de Luxemburg no tuvieron por desgracia mucha repercusión entre sus compañeros socialdemócratas. “¡No queremos ninguna guerra! ¡Abajo las guerras! ¡Arriba la fraternidad entre pueblos internacional!”, declaraba la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) el 25 de julio de 1914. Menos de un mes después, el 4 de agosto de 1914, el grupo parlamentario del SPD publicaba un comunicado en el que se adhería a la política de Burgfrieden y en el que afirmaba que “en la hora de la verdad no abandonamos a nuestra propia patria”. En el otro bando, el Imperio británico se alió con la Francia colonial y el Imperio ruso para “la defensa de las pequeñas naciones”, de manera no muy diferente a cómo hoy Bruselas denuncia la agresión rusa en Ucrania mientras hace negocios con Ankara y Bakú. El resto, como se dice, es historia.

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pabloss
12/3/2025 19:13

La izquierda no es la que se autoadjudica una etiqueta de izquierdas, es la que pone en práctica una política de izquierdas. Por ese motivo en este momento no hay izquierdas.

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marcelino.benitoro
11/3/2025 16:35

Y luego nos preguntamos, por que crece la extrema derecha???
Tampoco hay que olvidar que aumentar el gasto militar es una orden de EEUU y su objetivo no es crear una defensa autonoma europea es poner mas medios para la OTAN.
No nos dejemos engañar por los "junta letras y creadores de opinion" (mal llamados periodista)

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Asanuma
11/3/2025 10:45

Excelente artículo. También SUMAR forma parte de esa izquierda militarista que solo llega a un acuerdo de mínimos sobre este tema presionados por IU, que por otra parte no entiendo su estrategia, porque los de SUMAR solo quieren sus votos y ninguna de sus propuestas: https://www.publico.es/politica/partidos/partidos-sumar-llegan-pacto-minimos-entrar-carrera-armamentistica.html

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