Análisis
¿Qué está pasando en Alemania? Del Congreso Palestino al Occupy the occupation: la política contra la historia

Breve crónica, desde dentro y desde abajo, de lo que acontece en Berlín en estos días respecto a la lucha de apoyo a Palestina y la represión en aumento.
Germany Palestina
"Alemania complice" cartel en la protesta contra la prohibición del Congreso por Palestina. Montecruz foto
22 abr 2024 09:21

Lo que ha ocurrido con el Congreso sobre Palestina se vislumbraba desde hace semanas y no por ello ha resultado menos escalofriante.

A principios de año, tras varios meses ya de ataque en Gaza y de represión política y mediática en Alemania (donde la sucesión de eventos, manifestaciones, declaraciones y campañas tampoco ha cesado) empieza a circular la idea de organizar un Congreso, un proyecto ambicioso de visibilización y denuncia en una ciudad tensionada desde hace meses, donde la primera pregunta que nos asalta al oír la propuesta es ¿dónde? Un evento de tales dimensiones se piensa siempre en el marco de una infraestructura que pueda alojar una multitud pero sabemos que en Berlín ni la Universidad, ni los Centros Públicos van a a aceptar una propuesta con este contenido. Así que uno de los trabajos duros tenía que ver con alojar algo que la infraestructura pública va a rechazar de plano y adaptar sus dimensiones a lo posible ¿cómo hacer?

Islamofobia
Islamofobia El Estado alemán veta a Varoufakis por su discurso para el Congreso proPalestina
Tres personas fueron detenidas en el contexto de un Congreso en el que iban a participar políticos y activistas internacionales. La organización ha convocado una manifestación de repulsa por la prohibición.

El entramado de organizaciones pero sobre todo de personas voluntarias implicadas se ponen manos a la obra para hacerlo posible. Pero no es fácil, los pequeños eventos informativos y recaudatorios también son boicoteados, las amenazas llegan, y los anuncios de cancelación se suceden. Hay que lidiar con un régimen que está, de facto, impidiendo la libertad de reunión, de opinión y de expresión. En ese clima es en el que se toma la decisión de no anunciar la localización (un salón de bodas) hasta el último momento. La amenaza no es, o no solo, un ataque por parte de la ultraderecha o el sionismo alemán, la amenaza (alimentada de forma incendiaria durante meses por los medios de comunicación) es la censura política por parte del estado, una amenaza bien real, como hemos visto después.

A pesar de todas las dificultades se logra armar un programa, se venden las 800 entradas previstas, y varios grupos organizan espacios para poder seguirlo colectivamente en directo retransmitido por streaming y multiplicar así su alcance y difusión. Y así llegamos al 12 de Abril, fechas en la que yo me encontraba en la acampada asentada frente al Reichstag desde el domingo 8 de Abril.

Besetzung gegen Besatzung

Ocupación contra la ocupación. Ese es el lema de la acción que arranca el lunes 8 de Abril. Una asamblea compuesta por algunos grupos y personas vinculadas de una u otra manera a las convocatorias que se van sucediendo estos meses (sentadas masivas, manifestaciones, eventos culturales de apoyo a Palestina..) convoca un día de acción frente al Parlamente Alemán. En esa acción se retransmitirá en directo la demanda interpuesta por Nicaragua contra Alemania por complicidad en el genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, como otrora hiciera Sudáfrica con Israel. La jornada frente al Reichstag es una acción que quiere señalar directamente la implicación alemana en el genocidio y el aumento del comercio de armas en estos meses. El día es soleado, lo cual facilita que la mera presencia en la amplia explanada de hierba frente al Reichstag la haga pasar de ser mero escenario de selfies de turistas a convertirse en una presencia pacífica pero disruptora ante la cúpula y sus tres banderas ondeantes, la alemana, la europea y la israelí.

No es una acción masiva, es lunes. Hemos pasado el fin de semana recopilando materiales, una pequeña exposición recoge el absurdo de los elementos cuya entrada ha sido prohibida por Israel en Gaza— alimentos, material sanitario, vestidos de novia, dátiles— hay una puerta, con esos productos escritos en ella, pancartas, un equipo de sonido y personas con mantas sobre la hierba, escuchando la sesión de la Corte Internacional. A las 18h acaba la acción que dará paso a la siguiente: la acampada. Se ha pedido permiso, debemos solo trasladar las cosas (porque no podemos quedarnos tan cerca del Parlamento) y montar las tiendas, pero hay que esperar media hora: entre una convocatoria y otra hay media hora de diferencia, un vacío legal, y la policía no permite iniciar la segunda acción hasta la hora estipulada. Esa será la primera de la miríada de normas absurdas con las que hasta el día de hoy la policía trata de controlar la marea.

Nos trasladamos, algunas vamos a casa a buscar una tienda de campaña y un saco y pasamos la noche allí, afortunadamente, la más calurosa por el momento de lo que llevamos de 2024. Dormir en el centro de Berlín con vistas a la cúpula del Reichstag y gratis, oferta inmejorable. Todo lo que pueda contar a partir de ahora, sobre autoorganización interna de un plan que no tenía más capítulos pre escritos, va a tener muchas resonancias con otras experiencias de acampada política: de la nada empiezan a formarse equipos, grupos de trabajo, gestos de solidaridad. Entre un día y otro, todo ha cambiado, y en el arco de pocos días hay una mínima infraestructura que sostiene la acampada.

En la acampada previa al Congreso Palestino la policía prohíbe hablar en otro idioma que no sea alemán ni inglés. Tampoco se puede cantar, hay que entregar el contenido de las letras traducido

A pesar de que es una acción comunicada y legalizada la presencia policial es constante y el acoso también. Empiezan las prohibiciones de todo tipo. Burocracia como sistema de control. Relatar esa burocratización no es anecdótico: las tiendas no pueden tener piquetas en el suelo y no se puede colgar nada de los arboles, hace viento, utilizamos todas las garrafas de agua para que las tiendas no se vuelen. En una media de cada cinco o diez minutos la policía viene con una regla nueva, hasta que las prohibiciones ya no se circunscriben a lo material sino sobre los contenidos, las ideas y las libertades básicas: prohíben hablar en otro idioma que no sea alemán ni inglés. Tampoco se puede cantar, hay que entregar a la policía el contenido de las letras traducido para que lo apruebe. Hay coros que han venido a hacer talleres con canciones palestinas, y no se sabe bien si eso puede ser objeto de detención. Además, estamos en Ramadán, hay gente que reza en el campo, y no lo hace en alemán... inundamos de consultas a los abogados sobre hasta menor de los detalles...pero seguimos adelante.

Llega el viernes, en el campamento también se ha decidido hacer una retransmisión streaming del Congreso. La policía trata de prohibir la retransmisión si no le anunciamos quien habla y que va a decir, a pesar de que el programa del Congreso está publicado en su web. Empiezan a llegarnos las noticias, la gente que iba a acudir al Congreso está bloqueada en la calle por la policía, no les dejan entrar, no les dejan irse, bloqueados en la calle se les acusa de hacer una concentración ilegal...estamos viendo la transmisión del Congreso que empieza con una relatoría de todo lo que la policía ha comunicado que está prohibido decir en el Congreso. Es distópico, pero refleja muy bien la situación así que el moderador se preocupa de comunicarlo literalmente. No han dejado entrar a prensa internacional, solo medios alemanes. Tampoco a los asistentes con entrada, han copado el aforo con los plumillas del sionismo alemán y con doscientos robocops.

La retransmisión es caótica, escuchamos entrecortada la primera intervención pero cuando llega la hora del video de Salman Abu Sitta empieza el revuelo, y en un momento como si del desalojo de radio Alice en la Bologna del 77 se tratase, una de las moderadoras de la mesa de conferencias empieza a relatar lo que está pasando dentro (ya no podemos verlo, solo oír) “la policía se quiere llevar el micrófono”....y se corta la comunicación. Pero existen las redes y los teléfonos, nos cuentan que han cortado la electricidad del espacio del congreso para impedir su consecución.

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La gente que estaba allí se dirige al campamento y nos preparamos para recibirles. Tenemos un equipo de sonido y se suceden los relatos de lo que ha pasado, incluido el de la periodista palestina Heb Jamal primera y única ponente del Congreso antes de su cancelación. El número de personas en el campamento se multiplica y se convierte en un acto de protesta. La policía acosa, detiene e identifica, y graba sistemáticamente, como acostumbra hacer en todas las manifestaciones. Los cantos no cesan. Al día siguiente se convoca una manifestación de protesta. Durante el fin de semana hay intervenciones en streaming del congreso que no pudo ser. Otro de los ponentes vetados Yanis Varoufakis también comparte por internet su intervención objeto de veto alemán, el contenido se disemina por las redes.

El campamento vuelve a registrarse para prolongarlo una semana más. Llega el frío y la lluvia. Hay cansancio pero también termos de agua caliente , dulces, café, baterías externas para el móvil que se colectivizan, personas que llevan comida, o sacos, un increíble equipo de voluntaries que se encarga de la seguridad y la mediación con la hiperpresente policía, otro que genera programación cada día, un grupo de redes sociales... Hay caos y hay cansancio y hay conflictos, el control férreo hace muy difícil el desborde, y la represión deja fuera de juego a la población más vulnerable en términos de status legal, pero a pesar de ello está ocurriendo. Hay que llevar cuidado, mejor no irse sola con una kufiya al cuello.

Podrían hacerse muchos paralelismo con nuestro 15M a pesar de las infinitas diferencias, una similitud es que este movimiento está suponiendo un proceso de politización colectivo y de rabia contra la máquina, una diferencia es que aquí no hay riesgo de cooptación, porque no hay partido que quiera comprar la patata caliente de Palestina en Alemania...esto no es necesariamente una ventaja: la marginalidad, vulnerabilidad y el nivel represivo nos coloca en un escenario muy poco alentador en términos de conculcación de derechos fundamentales.

Podrían hacerse muchos paralelismo con nuestro 15M, una similitud es que este movimiento está suponiendo un proceso de politización colectivo y de rabia contra la máquina

La ofensiva mediática y el “Doxing”

Los médios de comunicación alemanes se están cubriendo de gloria —no solo por su papel en el Congreso sino a lo largo de estos meses— en su función de propaganda pro Israel, en la que los términos de “Israel haters” o “antisemitas” son los únicos conceptos usados para describir manifestaciones de apoyo a Palestina o contra el comercio de armas con el estado genocida.

El 13 de marzo se celebraba una manifestación bajo el lema “doxing is not journalism” en protesta por los artículos del Tagesspiegel en los que no solo se señala a personas que participan de eventos o manifestaciones en solidaridad con Palestina como antisemitas o fomentadores del odio hacia Israel (aun cuando muchas de esas personas son judías) sino que escarban de manera amarillista, sexista y racista en detalles de su vida, de su aspecto, de su orientación sexual o su profesión. Algo así como colgarles una marca.

El viernes 5 de Abril, una acción performativa tenía lugar delante de la flamante comisaria de reciente apertura en Kottbuser Tor en el corazón de Kreuzberg. Se trataba sencillamente de algunas personas en pijama, paradas en medio de la calle, en signo de protesta por los asaltos que la policía ha estado realizando de madrugada en casa de personas que han participado de alguna manera en estos meses en el movimiento de apoyo a Palestina (manifestaciones o un simple post en instagram)

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Análisis ¿Qué está pasando en Alemania? La izquierda alemana, la organización desde abajo y las garras del Estado
Tercera y última parte de la serie de tres artículos sobre lo que pasa en Alemania desde el 7 de octubre. La última pregunta a la que trata de responder su autora es '¿qué pasa en la izquierda alemana?'.

En esa concentración, una de las personas víctima tanto del llamado “doxing” como, recientemente, de la visita policial en su domicilio, relataba su caso. Pero decía algo interesante al respecto de lo que está ocurriendo, algo en lo que muchas personas se sentirán reconocidas o deberían hacerlo: esta persona decía que apenas seis meses atrás, nunca se había preocupado demasiado del conflicto en Palestina más allá de un genérico “free Palestine”. Pero que “cuando ves a la policía fascista en tu barrio pateando a gente por acudir a una manifestación o llevar una kufiya, entonces no puedes quedarte en casa”. Eso está pasando, aunque a la vez esté pasando poco entre la población blanca alemana. Una politización. Pero también una fragilidad. Y esa fractura, está volviendo a partir esta ciudad en dos.

Volvamos al Congreso. Decían dos compañeros de la Asamblea migrante recientemente en un programa monográfico de La Base sobre este asunto, que los dos objetivos fundamentales del Congreso eran señalar la colaboración alemana en el genocidio a través no solo de su apoyo incondicional a Israel sino de su aumento significativo en el comercio de armas, así como la visibilización de la cuestión Paestina. El papel de la prensa internacional aquí es superar el cerco censor de la prensa alemana. Y lo necesitamos. Los objetivos del campamento que a día de hoy, cargado de incertidumbre y acosado por las fuerzas de seguridad alemanas, sigue su curso, también eran esos: visibilidad y denuncia, fin al comercio de armas, fin a la ocupación, y derecho de retorno, así como el fin de las políticas represivas contra el movimiento en el estado alemán. La absurda represión va en aumento y buscarán cualquier excusa para desmantelarlo, pero la politización tampoco cesa.

La primera asamblea que hicimos en la acampada fue interrumpida porque nos llegó la noticia de que habían matado en Gaza a los familiares de tres personas que estaban presentes

La primera asamblea que hicimos en la acampada fue interrumpida porque nos llegó la noticia de que habían matado en Gaza a los familiares de tres personas que estaban presentes. Quedamos mudas, y después continuamos, porque había que continuar. Esa es la realidad. Hay cansancio hay dolor hay rabia. Hay también, dentro de la fragilidad que sabemos conlleva la prolongación de estos gestos (por el cansancio, las dinámicas internas, el peso de la represión), una potencia en esta acción, y es que en ella se activa la imaginación política con gestos a veces nimios, absurdos, divertidos. Cuando se prohibió usar otros idiomas, alguien inmediatamente se puso a traducir los cánticos al hebreo “a ver si así también lo prohíben”, en un gesto de espontaneidad, muy quinceeme, alguien apareció con un sofá para el campamento. La policía los detuvo de inmediato: a la persona y al sofá. Está grabado. Al día siguiente ya había una cuenta de Istagram que se llama @comradesofa, pegatinas de #freethesofa y claro, el sofá volvió al campamento...Puede parecer banal, pero no son cosas que se vean aquí habitualmente, el estallido de la imaginación en el país de las normas. La absurda represión esconde un peligrosísimo autoritarismo, no permitir otros idiomas, controlar las palabras (lo conocemos, en el estado Español tenemos a una persona en la cárcel y otra en el exilio por una canción).

Dice uno de los testimonio del largometraje Tantura, un valiosísimo trabajo documental sobre la disputa por la narrativa y la memoria de la nakba, que la verdad tiene su propia fuerza. Hay que hablar la verdad y no mirar hacia otro lado, que el futuro no nos interrogue con un ¿y tu que hacías, donde estabas? No importa si son cosas pequeñas. Cuando hay un genocidio en curso, cuando el fascismo está en casa, lo único que no podemos hacer es nada.

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