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Antiespecismo
Viajes responsables para un verano salvaje
Tanto si te vas de vacaciones a un destino lejano como si quieres hacer algo diferente el próximo fin de semana, hay formas sencillas de hacerlo de forma responsable y no contribuir con la explotación animal, algo que es, literalmente, de vital importancia.
La sirena de la emergencia climática no ha dejado de ulular en los últimos meses, y con el eco de esa alarma, cada vez es más habitual que se deslice entre conversaciones cierta preocupación por los efectos que tienen nuestras actividades en este planeta al que llamamos casa. Ahora que estamos en plena temporada estival –en el hemisferio norte–, el barómetro vacacional nos indica que seis de cada diez viajaremos aprovechando los días de asueto, y quizá por eso, uno de los temas que se cuela entre esas conversaciones es la sostenibilidad de nuestras aventuras.
Llevarnos de vuelta nuestros residuos cuando volvamos, tener en cuenta la huella de carbono que supone desplazarnos en avión y elegir, si podemos, medios de transporte más sostenibles, o consumir productos locales e integrarnos en la cultura del lugar visitado con respeto pueden ser algunas de las claves básicas cuando hablamos de viajar de forma responsable. Sin embargo, al recordar que compartimos el planeta con otros animales, la charla puede extenderse mucho más. Por ejemplo, abordando el problema ético que supone la utilización de animales no humanos para nuestra diversión, en este caso en contextos vacacionales.
Hace unos años, las redes sociales se incendiaron con una historia que indignó a los navegantes del teclado: un grupo de turistas habría matado, según las noticias, a un bebé delfín en una playa de Buenos Aires, tras sacarlo del agua y pasárselo de unos a otros como si fuese un juguete, con el objetivo de hacerse selfies con él. Poco después, de nuevo unos turistas arrancaban plumas a cuatro pavos reales mientras visitaban un zoo situado en la provincia de Jiangsu, al Este de China, para guardarlas como souvenir.
No existen datos de la cantidad de animales —salvajes o cautivos— que mueren cada año en el mundo por el deseo humano de protagonizar imágenes junto a ellos, pero las noticias de incidentes que menoscaban el bienestar o incluso terminan con la muerte de animales humanos o no humanos como resultado de estas interacciones son cada vez más habituales.
Según Andrea Torres y María Moreno, especialistas en asesoramiento sobre animales salvajes en entretenimiento para la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), en los últimos años ha habido un incremento muy notable del número de personas que viajan por todo el mundo y, en consecuencia, también se ha intensificado la oferta de actividades turísticas con animales: “Hay muchísimas personas que aman a los animales y que en sus viajes les gusta ver animales del país que visitan, por lo que muchas empresas, centros y agencias han visto un negocio de esto. Además, el gran uso de las redes sociales hoy en día también ha influido, puesto que las fotografías con animales gustan mucho, es decir, dan muchos likes”.
Desde esta fundación han detectado que la cantidad de actividades en las que se utilizan animales para el turismo ha ascendido, y por ello decidieron crear una campaña y una web específica “para concienciar a las personas que viajan, así como para explicar la problemática al sector turístico, para que dejaran de ofrecer este tipo de actividades”.
Su vida por una foto
Para el caso concreto de las fotografías, los problemas son más graves de lo que puede parecer. Desde FAADA nos aclaran que “en caso de que el selfi se haga con animales en libertad, puede comportar que le cause un gran estrés, perjudicando así su salud o incluso provocando su muerte, o bien que el animal se sienta intimidado y sus instintos naturales le hagan atacar a la persona que se está intentando hacer la foto con él”. Por otra parte estarían los selfis de pago, hechos con animales cautivos. En este caso, “la gente paga a la persona o centro que los tiene cautivos para hacerse la foto con ellos, de manera que está contribuyendo a un negocio que se sustenta a base de explotar animales. Esos animales viven en condiciones miserables siendo esclavos de un negocio alimentado por los turistas”.
Estos negocios implican, en muchas ocasiones, la cría clandestina, según los responsables de la ONG Chelui4lions. Para esta organización, participar en estas interacciones supone “apoyar un negocio cruel que agrupa la cría en cautividad y la caza enlatada”, dado que los cachorros que son empleados para hacerse las fotografías, cuando crecen y ya no sirven para hacerse selfis, son confinados a áreas limitadas que garantizan una caza con ventaja, ya que además de estar en un lugar concreto, el hecho de que el animal ha sido criado en cautividad hace que “esté acostumbrado a los humanos y no haga nada por huir al ver la partida de cazadores”.
Otro caso que implica muertes por el capricho de turistas son las estrellas de mar, “unos animales preciosos que, cuando la gente los ve, tiene la fatal manía de sacarlos del agua para hacerse una foto, sin ser conscientes de que ese simple gesto supone la muerte del animal”.
¿Y qué otro tipo de actividades utilizan a los otros animales para la diversión de los humanos? María y Andrea nos cuentan que algunos ejemplos serían “paseos a lomos de elefantes, baños con delfines, espectáculos de todo tipo, paseos en camello o a caballo, avistamientos irresponsables de animales en libertad, alimentación de animales salvajes que se acostumbran al ser humano...”.
Falsos santuarios
Muy habituales son los zoológicos, los delfinarios y los circos, cuya problemática ética, que supone encerrar a animales que deberían vivir en libertad, viene siendo denunciada desde hace décadas por todo tipo de colectivos relacionados con la liberación animal. Pero desde FAADA nos informan de que “aparte están los núcleos zoológicos o colecciones privadas de particulares, las ferias medievales, los hoteles que tienen ‘exhibiciones aisladas’, los individuos de la calle... Una cantidad enorme, millones de actividades diferentes en todo el mundo que implican, por tanto, las vidas de millones de animales. Un gran negocio que mueve muchísimo dinero”.
A todo esto hay que añadir un engaño para personas viajeras de buena voluntad. Se trata de los falsos santuarios o falsos centros de rescate que en la práctica funcionan igual que zoológicos, “que se vanaglorian de tener animales en buenas condiciones, y que en realidad no son más que lugares que viven a costa de los animales, utilizándolos y explotándolos, porque se crearon con la visión de hacer negocio fácil con ellos”, denuncian desde la fundación.
Los paseos en elefante son una de las actividades más utilizadas para dar un punto de exotismo en las fotos para las redes sociales. En ocasiones, los lugares que propician este tipo de actividad se venden como santuarios animales, pero es importante tener en cuenta que ningún santuario verdadero utilizará a los refugiados en sus instalaciones para el entretenimiento de visitantes. Desde FAADA precisan que “un centro de rescate o santuario puede cobrar entrada para tirar adelante su proyecto, pero nunca se lucrará de los animales. Un centro bueno no hará ningún tipo de espectáculo, ni actividades no naturales para el animal, ni permitirá un contacto directo con éstos, como selfis, alimentación, baño u otras actividades que impliquen este tipo de interacción”.
Otra diferencia entre los verdaderos santuarios y los fraudes es la procedencia de los animales, que “deben ser rescatados, no comprados ni intercambiados”. Por último, la “no reproducción” es otra particularidad de los santuarios genuinos. Tal y como nos explican desde FAADA, “un centro de rescate quiere salvar al máximo posible de animales y darles así una mejor vida, por lo que no debe potenciar su reproducción, a no ser que la reproducción fuera ligada a un programa de conservación con la posterior reintroducción del animal en la naturaleza, algo muy complicado que se hace en ocasiones muy contadas”. Es decir, “un centro de rescate o santuario real no quiere que nazcan nuevos individuos para sentenciarlos a una vida de cautividad, y menos que ocupen un espacio que podría ser para animales que necesiten ser rescatados”, añaden.
Nadar con delfines
Otra de las actividades más populares de los últimos años, los baños con delfines, nos cuentan desde FAADA, “también es una actividad muy demandada, sobre todo en las áreas del Caribe o en islas tropicales, y comportan un gran sufrimiento para los animales, que son privados de su libertad y forzados a interaccionar”.
Se estima que actualmente hay en 60 países del mundo unos 2.000 cetáceos mantenidos en cautiverio. Principalmente delfines, aunque también marsopas y belugas, la mayoría capturados en su estado salvaje mediante métodos “invasivos, estresantes y potencialmente letales”, según la web de la coalición internacional SOSDelfines, liderada por FAADA. La mayoría de estos animales viven en delfinarios y parques acuáticos, pero también los hay cautivos en centros comerciales, e incluso discotecas y hoteles. España ocupa el séptimo lugar en la lista de países con mayor número de delfinarios, después de Japón, China, EE UU, México, Rusia y Ucrania.
La vida de estos animales no es compatible con la cautividad, que supone unas condiciones totalmente antinaturales que conllevan la pérdida total de bienestar tanto físico como psicológico, según la web de la campaña SOSDelfines: “El estrés que supone capturarlos, separarlos de sus grupos y colocarlos en pequeños tanques les deprime y debilita, llevando a la muerte a algunos ejemplares durante los primeros días de su captura”. Además, “al ser los cetáceos animales altamente sociales, la captura de un solo individuo puede afectar profundamente las estructuras de la manada y la población entera”, explican desde la ONG.
Antiespecismo
Delfines en el zoo: el sufrimiento tras la sonrisa
Malnutrición, estrés, hematomas… Activistas por los derechos de los animales denuncian las condiciones de vida de delfines como los que viven en el Zoo Aquarium de Madrid, tras una denuncia del Proyecto Gran Simio basada en información de la organización internacional Sea Shepherd Conservation Society.
Los tanques en los que son encerrados estos animales que, en libertad, nadarían entre 95 y 160 kilómetros cada día, son poco profundos y con agua tratada químicamente. Por otra parte, los ruidos presentes en este tipo de instalaciones —música a todo volumen, gritos y aplausos del público, golpeteos repetitivos de las bombas de agua y filtros— causan estrés a los cetáceos, que utilizan sus hábiles sentidos auditivos en más medida que su visión, según explican desde esta organización.
Safaris y avistamientos forzados
Según FAADA, aunque es posible realizar un safari —excursión para ver o fotografíar animales salvajes— de forma ética, se trata de algo muy difícil de controlar, “dependiendo en gran medida del comportamiento de las personas viajeras”. Además hay otro tipo de avistamientos en libertad, “actividades como ir en barco a ver cetáceos, que dependen completamente de que la compañía que contratas lo haga bien, es decir que respeten las normas y mantengan la distancia de seguridad con los animales, apaguen el motor cuando sea necesario, etc”. Es necesario no interferir con el comportamiento salvaje de los animales que se observan.
Existen compañías que realizan este tipo de visitas que tratan de compensar su huella de CO2 con el plantado de árboles autóctonos, y también las hay que aprovechan para hacer campañas contra el plástico y de limpieza de basura flotante presente en el océano, sobre todo proveniente de aparejos de pesca, pero son casos excepcionales y conviene informarse bien de las actitudes de la compañía antes de contratar la excursión.
Por otro lado, tal y como nos cuentan Andrea y María desde FAADA, “están los avistamientos forzados. Un ejemplo claro es la actividad de ir a ver el tiburón ballena en Oslob (Filipinas), una zona donde los atraen con alimento. El alimento es el cebo que ha hecho que los tiburones ballenas de la zona hayan aprendido que cada día a la misma hora y en el mismo lugar tienen acceso a alimento fácil —eso sí, rodeados de turistas que se tiran al agua peleándose por una foto con ellos—. Estos animales son especies migratorias que han dejado de migrar, es decir han cambiado su ritmo biológico natural, por culpa de los humanos”.
En este sentido, la fundación destaca que “algo tan sencillo como alimentar a animales salvajes les hace perder el miedo al ser humano, con los problemas que esto les puede comportar, entre otros, problemas de salud que se pueden derivar de una alimentación que no sea la adecuada”.
Cerrado por turistificación
En todo el mundo hay lugares que están limitando o directamente cerrando el acceso a humanos por los problemas causados por la sobreturistificación. Desde Galicia a Tailandia, pasando por Dubrovnik, se hace necesario controlar los problemas derivados del sobreaforo de humanos, que ponen en peligro tanto a los animales como al medioambiente en el que viven.
¿Qué hacer, entonces, en caso de que decidamos viajar en nuestras vacaciones, para asegurarnos de hacerlo del modo más ético posible? Desde FAADA nos recomiendan “muchísimas cosas, desde no participar en actividades que comporten utilización de animales a no malgastar los recursos del país que visitamos, o fomentar el desarrollo local, o intentar viajar produciendo el mínimo de residuos posibles”.
Una iniciativa interesante es el proyecto Vivir sin plástico. “Hay que tener en cuenta además que millones de animales mueren por culpa del plástico a diario”, nos recuerdan María y Andrea. Otra pista es el Manifiesto del Viajero Responsable, promovido por la empresa de seguros Intermundial, y que explica muy bien lo que debería hacer un viajero responsable si quiere disminuir al máximo su huella al viajar.
Visitar centros de rescate o santuarios “que lo sean de verdad”, matizan desde FAADA, es una buena opción, “pero hay que mirarlo muy bien antes de visitar cualquiera, puesto que actualmente el número de santuarios falsos va en crecimiento y algunos cuestan mucho diferenciar”, explican. Es decir, hay que cerciorarse con antelación “para no encontrarse en medio de un timo que, además, esté perjudicando a los animales. Nos tenemos que asegurar mucho que nuestra participación y dinero van destinados a una buena causa”, añaden.
En el mapa interactivo de la web Turismo Responsable de FAADA se pueden explorar diferentes países de todo el mundo, donde la organización detalla los problemas de cada uno de ellos “así como de las ONG a las que se pueden dirigir si han de denunciar algo que vean durante el viaje y los proyectos recomendados para visitar”.
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La responsabilidad de nuestras acciones pasa también por diferenciar qué comemos de a quién nos comemos.