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Antifascismo
¿Sería legítima una república vasca antifascista? Una hipótesis para el debate
Hemos asistido este año a un deterioro sin precedentes de los derechos humanos y la democracia en buena parte del planeta, tanto en el llamado norte global como en el sur. El genocidio palestino ha dejado definitivamente al descubierto la doble vara de medir de los gobiernos occidentales frente a los autoritarismos violentos, defendiendo a “nuestros hijos de puta” y demonizando a los demás, independientemente de su cumplimiento o no de cualquier atisbo del Derecho Internacional de Derechos Humanos.
La impotencia de Naciones Unidas para ni siquiera humanizar mínimamente los conflictos ponen en cuestión la validez de un sistema puesto en marcha tras la Segunda Guerra Mundial y que hace aguas acosado por sus propias limitaciones estructurales y por la laminación que sufre desde los poderes económicos transnacionales y el creciente auge del autoritarismo, la guerra y la impunidad de los poderosos.
La propia idea de democracia tal y como la conocemos, es decir la democracia liberal, está en crisis, aunque todavía se la considere mayoritariamente como el menos malo de los sistemas. Sin embargo, la crisis de las democracias es sobre todo interna, a pesar de los intentos mainstream para dibujar un escenario de guerra entre totalitarismos y democracias, algo que cada vez es más difícil de sostener desde una mirada mínimamente objetiva de los conflictos internacionales.
El avance de la extrema derecha es global, aun con características diferentes en el norte y en el sur global, o dicho de otra forma, en los centros y en las periferias del mundo, y se extiende como una mancha de aceite al ritmo de la música militar de las cada vez más numerosos guerras que asolan el planeta, a mayor gloria del nuevo capitalismo militarizado.
En semejante tesitura, para las personas de izquierdas antiautoritarias que tratamos de cambiar ese sistema, se abren cuestiones cruciales que deberemos afrontar si queremos tener una mínima oportunidad para lograrlo.
¿Cómo se combate un nuevo fascismo que se apoya en buena medida en el apoyo electoral mayoritario? ¿Debemos aceptar los desmanes de gobiernos autoritarios por ser respaldados por esas mayorías? ¿Hasta qué punto y en que ámbitos? Responder estas preguntas supone reflexionar sobre los límites y posibilidades emancipatorias de las democracias liberales realmente existentes.
¿Cómo se combate un nuevo fascismo que se apoya en buena medida en el apoyo electoral mayoritario?
En realidad, es éste un debate que no tiene nada de nuevo y que se ha suscitado en distintos momentos de la historia de las luchas populares. El periodista vasco francés Prosper Olivier Lissagaray, en su crónica en primera persona de la Comuna de París, relata una y otra vez los problemas de los sectores más avanzados de la revolución comunera con la Asamblea Nacional, que invocaba el sufragio universal del conjunto de la nación para aprobar medidas que ya se estaban poniendo en práctica en distintos barrios de París de manera autónoma y asamblearia, y que eran fundamentales para su defensa.
También podemos leer al médico y revolucionario anarquista vasco Isaac Puente, cuando, tras el triunfo de las derechas en las elecciones republicanas españolas, escribía: «Han triunfado las derechas en el tinglado político. Los políticos están obligados a dejarles libre el paso de la legalidad. Pero nosotros no estamos dispuestos a consentirlo ni a respetar esa legalidad».
El caso argentino es tal vez el más actual y llamativo, pero desde luego no es ni mucho menos el único en que la extrema derecha llega al gobierno sin poner en cuestión-por lo menos en su retórica- la democracia, pero sí laminándola y debilitándola en la práctica.
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Sidecar La motosierra de Milei
En el Estado español, la posibilidad de la llegada al poder por la vía electoral de la derecha extrema es una amenaza muy real, que ya se da en otros lugares de Europa de manera más o menos explícita.
¿Qué podemos hacer desde Euskal Herria para evitarlo? Y, en caso de producirse, ¿cómo deberíamos actuar? O dicho de otra forma: ¿Qué argumentos y prácticas podemos esgrimir desde la izquierda antiautoritaria vasca para confrontar con el neofascismo español?
Para empezar, deberíamos recordar que la democracia -por lo menos una visión progresista de la democracia- no se limita a la celebración de elecciones, sino que implica el respeto y cumplimiento de los derechos humanos, entendidos como reglas básicas de interacción social de las que nos hemos dotado como humanidad libre e igual en derechos y deberes, así como la separación de poderes en el marco de una ciudadanía informada y consciente.
El derecho a la resistencia, la acción directa y la desobediencia civil, son parte de nuestro bagaje político y no debemos dudar en emplearlas cuando sea necesario, con inteligencia y cautela, pero a la vez con decisión
De forma, que por mucho que la extrema derecha autoritaria tenga mayoría en determinado ámbito electoral eso no le da derecho a discriminar a las minorías, ni a laminar derechos sociales básicos como la salud, la educación o la vivienda, y desde luego tampoco a atacar el derecho a la libre asociación y circulación, incluido el derecho a la huelga, la manifestación pública, el derecho de asilo…
En esto es necesario ser radicales e intransigentes, no puede ser de otra forma, pues no se puede utilizar la democracia para acabar con ella, y debemos serlo no sólo con los partidos y gobiernos expresamente autoritarios sino con los que a la chita callando llevan a cabo las mismas políticas antidemocráticas.
El derecho a la resistencia, la acción directa y la desobediencia civil, son parte de nuestro bagaje político y no debemos dudar en emplearlas cuando sea necesario, con inteligencia y cautela, pero a la vez con decisión.
En ese sentido, si un territorio como el vasco, inserto en un Estado donde ha triunfado un régimen autoritario que es rechazado mayoritariamente en Euskal Herria, estará legitimado para reivindicarse como sujeto soberano y ejercer su derecho de autodeterminación para liberarse y proteger a su ciudadanía de la tiranía.
En puridad, también cualquier grupo, comunidad o individuo estaría en su derecho de negarse a cumplir leyes injustas, y a ejercitar la desobediencia civil frente a la imposición de la mayoría electoral en el Estado al que pertenece si se vulneran sus derechos inalienables según el Derecho Internacional de Derechos Humanos.
De manera, que si la reacción neofascista triunfara en España (dejemos por un momento aparte la cuestión francesa), Euskal Herria se vería legitimada a ejercitar el derecho de autodeterminación, separándose del Reino de España para proteger a su ciudadanía y salvaguardarla de normas discriminatorias y contrarias a los derechos humanos, desde luego, en el supuesto de que la ciudadanía vasca así lo decidiera de manera mayoritaria.
Tal vez, podría aducirse que tal acción sería insolidaria con la población resistente española, dejándola vendida a su suerte. La respuesta a ese argumento debería darse desde el campo de la solidaridad internacionalista, incluido el derecho de asilo a las personas perseguidas por el neofascismo español, así como el apoyo a la resistencia antifascista española desde las instituciones y la sociedad vasca.
Si la reacción neofascista triunfara en España, Euskal Herria se vería legitimada a ejercitar el derecho de autodeterminación, para proteger a su ciudadanía y salvaguardarla de normas discriminatorias y contrarias a los derechos humanos
Dicho sea todo esto sin obviar tampoco, que en nuestra tierra también puede producirse un avance neofascista, adoptando alguna de las mil caras de la hidra autoritaria global, sin exceptuar un nacionalismo vasco excluyente, racista y xenófobo, como los brotes recién nacidos en Cataluña, o el rojo-pardismo racista, como ya sucede entre la izquierda alemana.
Opciones que de momento vemos lejanas, pero no descartables en el futuro si no se hace una labor de pedagogía, también desde el ejemplo y la práctica de políticas de izquierdas, antiautoritarias, ecológicas, feministas y descoloniales.
Es necesario apuntar, en ese sentido, que nuestro argumento también valdría para legitimar que un Estado Nación, por ejemplo la hipotética república vasca, prohibiera normas locales que provocaran discriminación o conculcaciones graves de los derechos humanos, por ejemplo discriminación flagrante a los derechos de las mujeres o bien a las minorías étnicas, personas migrantes, LGTIB… en un determinado municipio.
Obviamente, no será posible constituir esa potencial republica como un ente separado del resto del mundo, y habrá que optar y ser coherentes apoyando a los pueblos del sur en sus justos reclamos de equidad en las relaciones internacionales, a la vez que se desarrollan políticas de izquierdas no autoritarias al interior.
Esto no puede quedarse en mera retórica y habría que hacer renuncias imprescindibles para una mínima coherencia, como la prohibición de la industria y el comercio de armas y su conversión en industria de valor social, así como la salida de la OTAN.
Desde luego, esto implicara encarar un debate de fondo sobre nuestra política de alianzas y relaciones geopolíticas y económicas, incluida la pertenencia a la UE o la política de acogida a las personas migrantes.
La republica debería también encarar la senda del decrecimiento, o mejor de un crecimiento alternativo, no fósil, no neoliberal, no desarrollista, limitando el consumo superfluo y fomentando una nueva escala de valores solidarios frente a la triada neofascista de miedo, odio y venganza.
Debemos asumir, para no viajar por los mundos de Yupi, que la ciudadanía vasca no está ahora mismo dispuesta ni preparada para estos cambios, pero también es verdad que-por lo menos de momento- también es contraria a la vía neofascista, de manera que haríamos mal si diéramos por perdida esta contienda política antes de haberla librado, pues podría ser que no hubiera términos medios a los que agarrarse.
La republica debería también encarar la senda del decrecimiento, o mejor de un crecimiento alternativo, no fósil, no neoliberal, limitando el consumo superfluo y fomentando una nueva escala de valores solidarios
Una parte relevante de la sociedad vasca responde en las encuestas que estaría a favor de la independencia dependiendo de las circunstancias; algo que deja una ventana de oportunidad abierta para debates como este.
Imaginación y cautela en el accionar político, reforzamiento de los vínculos comunitarios, pedagogía desde el ejemplo, frentes amplios antiautoritarios, batalla cultural… no hay otra salida, no hay atajos; pero también deberemos ser firmes en nuestras convicciones por la justicia social, la igualdad de oportunidades y el apoyo mutuo; sin hacernos trampas al solitario sobrevalorando nuestras fuerzas, pero tampoco asumiendo de forma acrítica las propuestas de quienes apuestan por dejarse llevar por la corriente del neoliberalismo autoritario, limitando solamente algunos de sus aspectos más lesivos.
Puede que estas ideas parezcan un tanto marcianas o fuera del debate político actual, que va por otros derroteros, pero –según todo parece indicar- estamos ante la agudización de una crisis global que incluye el auge del autoritarismo neofascista, y que precisará de propuestas valientes e imaginativas. En cualquier caso, el debate está servido.