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Argentina
Balas de goma contra jubilados e hinchas

La policía reprimió una fiesta inolvidable. La convocatoria estaba hecha a las 17 horas en las cercanías del Congreso de la Nación. Hinchas y agrupaciones de clubes de Argentina, dejando de lado las diferencias de colores, habían alcanzado un hecho inédito: marchar juntos para defender a los jubilados que venían sufriendo represión por reclamar contra las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei.
Como si jugase la selección campeona del mundo o fuese una fecha de un acontecimiento deportivo trascendental, en el hall de la terminal de Constitución, donde arriban trenes de la zona sur de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad de La Plata, resonaban parches de bombos, el fraseo carnavalesco de una trompeta y un canto compuesto por cientos de voces: “Policía, policía, no te lo decimos más, si nos tocan a los viejos, qué quilombo se va a armar”.
Los hombres y mujeres que bajan de los colectivos y trenes camino al centro político de Buenos Aires no son barrabravas, como se buscó estigmatizar desde el Ministerio de Seguridad comandado por Patricia Bullrich. “La convocatoria la armaron hinchas de todos los clubes, nucleados en espacios de derechos humanos, de cultura, antifascistas también”, dice Felipe Bertola, integrante de la asociación Identidad Pincharrata, quien estuvo organizando durante la semana con hinchas de su club Estudiantes y con agrupaciones de Gimnasia y Esgrima, rivales históricos de la ciudad de La Plata.
“Cuando el Estado no hace las cosas que tiene que hacer, se retira por completo, aparece un nivel de solidaridad que emociona. Lo de hoy, esta unidad futbolística, de hinchadas, es una muestra de lo que somos”, decía Felipe Bertola, hincha de Estudiantes de La Plata, antes de la actuación policial
“Los clubes de fútbol de Argentina no son solamente ver al equipo de primera e ir a la cancha los domingos. Vuelcan un sinfín de cosas en la sociedad. Yo me imagino que va a ser una de esas fechas donde vamos a demostrar lo que somos como pueblo. Cuando el Estado no hace las cosas que tiene que hacer, se retira por completo, aparece un nivel de solidaridad que emociona. Lo de hoy, esta unidad futbolística, de hinchadas, es una muestra de lo que somos”, decía Bertola ilusionado antes de la cacería que comenzó Javier Milei a cargo del aparato represivo del Estado.
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Antes de las balas, los heridos y los detenidos, hubo una serie de hechos que fueron desencadenando el estallido. El primer movimiento lo hicieron hinchas del club Chacarita durante la primera semana de marzo, cuando un policía le dio un golpe en la cabeza a Carlos Dawlowfki, jubilado de 75 años, que, vestido con la camiseta de Chacarita, protestaba por el recorte de haberes y la merma en la distribución de remedios gratuitos por medio del PAMI (Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados). La imagen, difundida por redes y medios nacionales, activó un mensaje sagrado, que despegó desde un más allá de lucha y resistencia, de memoria futbolera y cultural. Una voz que resonó en los oídos de hinchas argentinas y argentinos, una frase de su dios pagano, Diego Maradona, quien en 1992, en una marcha frente a Tribunales en defensa de los jubilados, dijo “hay que ser muy cagones para no defender a los jubilados. A muerte estoy con los jubilados. Lo que les hacen es una vergüenza”.
La frase, como los versos de autores clásicos, volvió a circular y actualizarse pasadas más de tres décadas. Apareció en memes y flyers que convocaban a la marcha, se escribió con aerosol en paredes, flameó en banderas blancas, brillaba inscrita en camisetas de fútbol vestidas por cuerpos viejos y jóvenes, de hombres y mujeres, que avanzaban hacia la plaza del Congreso. Una frase que se volvió grito, convocatoria, defensa e irreverencia.

Con olfato político, Cherno, integrante de la Coordinadora de Hinchas —organización política y social que nació en 2016 para enfrentar a quienes quieren que los clubes se conviertan en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD)—, intuía horas antes de la represión lo que podía llegar a suceder en la calle. “Toda movilización que no les gusta, que genera un reclamo, el gobierno tiene la estrategia de estigmatizar y catalogarla como algo malo. Ejemplos: cuando fue la marcha de los estudiantes, era gente politizada, casta política; cuando fue el reclamo de los docentes, eran sindicalistas, corruptos, docentes que no trabajaban; cuando fue la protesta de la comunidad LGTBIQ+, les respondió que eran pedofilos; a los muertos de hambre los llamaron planeros, vagos, zurdos, mientras dejaban pudrirse comida en depósitos; a los discapacitados, les dicen idiotas. Yo puedo ser todo eso que nos dicen, pero ellos son fascistas. Tratar a todos los reclamos como algo malo es ser fascista”.
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Minutos previos al horario de la convocatoria, la Policía Federal comandada por Bullrich activó un operativo policial ilegal, según la conceptualización del Centro de Estudios Legales y Sociales. Los manifestantes fueron reprimidos con gases lacrimógenos, hubo policías que le pegaron un bastonazo por la espalda a una mujer de 87 años, camiones hidrantes de la Policía de la Ciudad arrinconaron a hinchas y jubilados al grito de “vengan zurdos”, mostrando el valor performativo de una de las frases que más le gusta a decir a Milei. El saldo fue de más de 150 detenidos que en su mayoría fueron liberados a las pocas horas por la Jueza Karina Andrade, para que no se vulnere “un derecho constitucional fundamental como es el derecho a la protesta, a manifestarse en democracia y a la libertad de expresión”. También hubo más de una decena de heridos, entre los que se cuenta el fotoperiodista Pablo Grillo, internado en estado de gravedad tras recibir el impacto en su cabeza de un cartucho de gas lacrimógeno lanzado por la Policía Federal.
“La marcha y la organización social le tocan a este gobierno —dice Analía Castro, integrante del Movimiento Peronista Riverplatense—, le molesta que sean los clubes, que sea la sociedad civil la que se pare frente a las medidas del gobierno, y reprimen para bajar la participación popular. El gobierno de Milei empieza a entrar en un declive y el pueblo ya no se come el discurso de la motosierra y el cambio, se empieza a cuestionar un modelo”.
Durante el último mes, el gobierno de Milei empieza a acusar cierta fragilidad. El pedido desesperado al FMI por un préstamo que no llega, una economía que no despega, acusaciones de estafa por difundir una crypto estafa, sospechas sobre Karina Milei para recaudar dádivas, valijas que pasan de incógnito por la aduana, lamebotismo internacional, pérdida de reservas en el banco central, peleas internas en el Congreso, escraches públicos por su inhumanidad ante catástrofes socioambientales, arbitrismo institucional, baja significativa en su imagen pública, según encuestas que se leen con atención en la Casa Rosada. Señales de un proyecto político y económico en descomposición, de un gobierno que, ante la escasez de soluciones y respuestas, apela a la represión y la mentira sistemática para suplir la ausencia de talento político e inteligencia económica.