Cádiz
¿Qué pasa con el metal en Cádiz? Elementos estructurales que conforman el “sentir metalero”

Cuando hablamos de Cádiz y de metal, inevitablemente surge una palabra que envuelve a ambos como una marea persistente, que los mece con un vaivén temporal casi eterno. Esa palabra no es otra que “huelga”.
Metal Cádiz 2025 - 7
Trabajadores y vecinos en la manifestación del pasado lunes Samuel Vega

La Bahía de Cádiz y su gente siempre han estado íntimamente ligados a la lucha obrera. Una lucha que se detiene, sí, pero que siempre resurge; que a veces se frena, pero nunca desaparece del todo. Permanece ahí, envuelta en un incesante halo de malestar y precariedad que ha hecho del gaditano y de la gaditana un ser combativo, y de la industria del metal en la Bahía, un foco constante de protesta. Una protesta de quienes no temen cortar la calle, aunque eso signifique ser recibidos con una lluvia de pelotas de goma. Porque si algo le sobra a los gaditanos —como decía Carlos Cano— son “pelotas”. Pero, ¿Cuáles son los factores estructurales que han legitimado la precariedad de la clase obrera gaditana, y por ende, su constante malestar?

Cuando vi por primera vez al pueblo gaditano sumergirse en la protesta, la primera vez desde que tengo uso de razón, en el año 2021, no pude evitar sentirme orgulloso de que mis paisanos salieran a la calle para reivindicar sus derechos como trabajadores. Pero este sentir estaba envuelto en muchas preguntas que rondaban por mi cabeza, más aún, cuando me enteré de que no era algo “nuevo” y que no era la primera vez que el pueblo de la Bahía tenía que salir a la calle. Algo importante tiene que pasar para que ni la brutalidad policial sufrida en esa protesta (recordemos la tanqueta el 23 de noviembre de 2021) frene a los obreros del metal, me repetía constantemente.

La curiosidad luego se convirtió en rabia e impotencia, cuando llegue a comprender que el pan de mi gente estaba sujeto a una serie de factores estructurales que ni quemando contenedores ni cortando puentes habíamos conseguido revertir

Empecé a escuchar a mi padre, que había estado vinculado en alguna que otra protesta del sector en los años 90, a mi tío, que junto a su hermano fue una figura importante en el movimiento del 87, e incluso a muchos y muchas que jamás habían tenido una relación directa con la industria metalúrgica gaditana, pero que sabían de sobra cuáles eran los factores que tanto daño hacían a nuestra industria, a nuestra economía y a nuestra gente. Hice también algún ensayo en la universidad, me entreviste con distintas figuras sindicales, pasadas y presentes, y trate de resolver esas dudas que rondaban por mi cabeza con mucho trabajo de campo, mucha revisión historiográfica, y principalmente, mucha curiosidad, curiosidad que luego se convirtió en rabia e impotencia, cuando llegue a comprender que el pan de mi gente estaba sujeto a una serie de factores estructurales que ni quemando contenedores ni cortando puentes habíamos conseguido revertir. ¿Cuáles son los que considero primordiales?

Cádiz
Derechos laborales Más de 25.000 trabajadores se unen a la huelga del metal de Cádiz en su primera jornada
Los sindicatos apuntan que el 95% de los trabajadores del sector se han unido a la huelga para denunciar la situación laboral y los abusos laborales de compañías como Airbus, Navantia o Dragados Offshore.

Elementos del pasado que marcan el presente

“Todo empieza con la entrada en la Comunidad Económica Europea”. Esa fue una de las primeras frases que escuche salir de la boca de uno de los grandes referentes del movimiento del 87. Y es que, tal y como me explicaba a continuación, la fusión del mercado europeo en uno conjunto, impulsada por Felipe González, marcó un antes y un después en la economía de nuestro país. “No interesaba hacer barcos porque ya se hacían en otro lado”, continuaba. Parte de la industria de nuestro país dejó de ser importante en el marco de una economía “europeizada”, no solo fue la Bahía, fue Euskalduna (País Vasco), fue Ferrol (Galicia), fue Sagunto (Valencia), y fueron algunos puntos más de la geografía española, donde los principales focos de producción, y por tanto, de empleo, dejaron de ser rentables de cara a los ojos de Europa, y ahora, había que “reconvertirlos”.

Primero fue la “reconversión industrial”, impulsada por Carlos Solchaga, y luego llegaron las “ZUR” (zonas de urgente reconversión), ese eufemismo con el que se mal- llamaron a las zonas donde “hacer lo que se hacía” ya no interesaba. Se redujeron las plantillas, se eliminaron puestos de trabajo y después se recolocaron en otros sectores industriales, incentivados económicamente por el ministerio de industria de la época. Muchas de las empresas que se acogieron a estos incentivos, rápidamente cerraron sus puertas diciendo “si” al dinero y “no a la creación de empleo, y a los trabajadores, ¿Qué les quedó?, pues ni industria, ni trabajo. La reconversión se materializó en desindustrialización y abandono.

El pueblo de Cádiz luchó, incesante ante esta amenaza que apuntaba con destruir lo que, para pueblos como Puerto Real, era su sustento. Pero la lucha se tornó gris, llegaron las promesas, llegaron las “misteriosas” prejubilaciones, “los sordos del dique”, como hablaba interviú (haciendo referencia a las numerosas prejubilaciones por déficit auditivo que se dieron, de manera extraña, en el personal de los astilleros de la Bahía), y en ese momento, en el que entraron en juego todos esos elementos, quedó malherida, moribunda, la industria de los gaditanos.

Las subcontratas

Pero quizás fue por esa lucha, por lo que la industria gaditana quedó maltrecha pero no muerta en combate. Siguieron llegando barcos a los astilleros de la Bahía, en menor medida, pero llegaron, y además, se lograron acuerdos para favorecer esta llegada. “Hay un año.. el 2000 … a partir de ahí se unifica lo que es los astilleros militares con los astilleros civiles … y se unifica porque dice que es más fácil disimular las pérdidas de los civiles”. Pero, ¿Qué pasa cuando sigue existiendo demanda pero mucho menos constante y más disgregada en el tiempo?. La respuesta a esta pregunta es sencilla. Hacen falta trabajadores pero no hacen falta siempre.

Esta relación, tan propia del sentido común, supuso otro varapalo para la clase obrera y los trabajadores del metal de la industria naval gaditana. Las patronales saben esto y saben de donde tirar para hacer frente a esa demanda esporádica: las subcontratas, empresas auxiliares que dan respuesta a estas necesidades, pero que promueven la temporalidad en el empleo, la incertidumbre ante los despidos, el miedo, y en su fin último, un conglomerado de elementos que fomentan la precariedad de los trabajadores y las malas condiciones de estos.

Pero, ¿Qué sujeta a los clase obrera gaditana a una industria tan malherida?. Responder a esta pregunta supone afrontar muchas otras, como: ¿y que nos quedaría, el turismo?, ¿renunciar a nuestra tierra y nuestra cultura en busca de otras oportunidades?, son muchos los elementos que legitiman el resistir ante la precariedad laboral, pero recuerdo una relación que me marcó mucho en una de mis entrevistas: “tú imagínate, tú tienes dos críos y te dan un contrato de 6 meses …. tú aprovechas lo que puedas en estos seis meses, aunque te exploten, porque tú no sabes el séptimo si le vas a poder dar un yogurt a tu hijo, coño”. Y no hay más que eso. Cuando es el yogurt de tus hijos lo que está en juego, se trata de resistir, y la resistencia implica precariedad, pero también lucha.

La lucha obrera desde prismas diferenciados

Me di cuenta, a medida que iba acrecentándose mi interés sobre la temática, que la lucha obrera, a pesar de la fuerte connotación e indudable relación con el proletariado y la defensa de sus derechos laborales, es interpretada desde prismas bien diferenciados entre grupos sociales. Más aún, me di cuenta de que la lógica aplicada a este concepto, difiere según quien la apliqué, y principalmente, puestos a hablar de lucha obrera, hablemos de los sindicatos.

En Cádiz, ser “metalero” no es que te guste Metálica ni los Iron Maiden. En Cádiz, ser “metalero” es un sentimiento, es identificarse con la situación que vive tu vecino, que vivieron tus padres o tus abuelos. Es apiadarte de la situación de tu industria

En el contexto de la Bahía de Cádiz y la lucha del metal, siempre han existido distintos grupos sindicales, que a pesar de compartir intereses, no siempre han compartido la misma forma de llevar a cabo la lucha obrera. Primero fue CCOO, UGT, CNT, etc., luego, prosiguieron la mayoría y nacieron otros, CGT, CTM, etc. Los nombres han cambiado durante el transcurso de la historia, pero la dinámica con la que se desarrollan los movimientos sigue siendo similar. A unos grupos, con mayor peso en los comités de empresa y las mesas negociadoras, les gusta dialogar, y a otros tantos, sin tanto peso en estos ámbitos, les gusta la acción colectiva, la “calle”.

Me hablaba un profesor de sociología del trabajo de la universidad, el mismo que tutorizó uno de mis proyectos, de los significantes flotantes de Laclau, un filósofo argento-catalán. El concepto de lucha obrera, interpreto, que es uno de estos significantes. Un concepto que difiere, en sentido, según quien lo interprete. Es debido a esta dicotomía, por la que la lucha obrera de los gaditanos siempre ha estado marcada por confrontación y falta de diálogo entre sindicatos, dialogo que a veces se ha intentado (en 1987 se crea una coordinadora de sindicatos), pero que pocas veces se ha conseguido.

Es lógico comprender que a nadie le gusta que decidan por uno mismo, la autodeterminación, defendida por muchos de los sindicatos anteriormente mencionados, es primordial a la hora de conseguir logros representativos para los trabajadores, pero, ¿Qué pensarán los trabajadores si sus representantes no se ponen de acuerdo?, este fenómeno, tal y como me han expresado numerosos trabajadores, ha supuesto un enorme receso en la identificación con el movimiento sindical, y en términos cuantitativos, en el número de personas sindicadas.

El “sentimiento metalero”

Si de algo estoy seguro, es que en Cádiz y en los pueblos que conforman la Bahía, la lucha del metal trasciende del obrero. En Cádiz, ser “metalero” no es que te guste Metálica ni los Iron Maiden. En Cádiz, ser “metalero” es un sentimiento, es identificarse con la situación que vive tu vecino, que vivieron tus padres o tus abuelos. Es apiadarte de la situación de tu industria. Es solidarizar con el que lo pasa mal. Es aplaudir cuando los obreros que se manifiestan pasan por tu balcón. Es emocionarte con un “currante” que expresa la situación de toda una clase, sin tapujos, ante el alcalde. Es unirte cuando te alientan con gritos de “compañero, únete”.

Porque en Cádiz y en su Bahía, la lucha no es una consigna. Es el pan. Es el miedo a no poder pagar el yogur de tus hijos, pero también la rabia de saber que no es culpa tuya. Que esto viene de lejos. Que lo llamaron “reconversión” para no decir “abandono”. Y que mientras sigamos teniendo barcos sin industria propia, contratos sin derechos, trabajo sin futuro, Cádiz seguirá haciendo lo que mejor sabe: resistir.

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