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El 26 de abril de 1986 tuvo lugar en la central nuclear de Chernóbil el accidente nuclear más grave de la historia. La zona de exclusión de 2.600 kilómetros cuadrados creada alrededor de la central se abrió al turismo en 2011, aunque hacía años que se podían encontrar tours ilegales. En 2017 ya había más de 50 empresas registradas ofreciendo visitas guiadas en las que puedes visitar guarderías, hospitales, parques de atracciones y hacer noche en un hotel en el mismo Chernóbil. Según el departamento de turismo de Kiev —Chernóbil está en la provincia de Kiev, a unos 140km de distancia de la capital de Ucrania—, 60.000 personas visitaron la zona de exclusión de Chernóbil en 2018.
El éxito de Chernobyl, la miniserie de HBO sobre el accidente nuclear de 1986, ha multiplicado el éxito de este tipo de tours. “Sí, ha habido un incremento significativo en el número de reservas después de la serie. No te puedo decir cuántas, pero en las últimas semanas hemos tenido cientos de reservas más”, dice Michal Krajčír, responsable de marketing de Chernobyl Welcome, empresa que lleva operando en Chernóbil desde antes que se legalizase. Otras empresas hablan de un incremento del número de reservas de entre el 30% y el 40% desde que se lanzó la serie.
Solo esta empresa ha llevado a más de 10.000 personas a través de la zona de exclusión de Chernóbil. ¿Cómo es esta gente? Según Michal Krajčír, son gente muy diversa, procedente de todo el mundo. Desde jóvenes aventureros a gente más mayor que quiere visitar la ciudad fantasma de Prípiat. Y muy respetuosos, aunque la realidad no sea como se la imaginan. “Cuando vienen y escuchan las historias de cómo el desastre afectó a la vida en la zona de exclusión, Ucrania, Bielorrusia y otros países de la Unión Soviética, respetan y entienden mejor el heroísmo de los liquidadores y cómo evitaron otro accidente aún peor. Hasta que no lo ves con tus propios ojos, no te imaginas lo grave que fue”, dice Michal.
Sus palabras contrastan con algunas de las reseñas que podemos encontrar en Tripadvisor sobre los tours de Chernóbil. Alguna afirma que “pasó un gran día” y resalta lo sabroso del almuerzo y que existiera una opción vegetariana. Otras reseñas hablan de una experiencia increíble, llena de comodidades, en la que “todo el viaje fue un placer”.
La catástrofe a través de un filtro de Instagram
Este impacto de la serie en el turismo de la zona también se ha reflejado en la cantidad de fotos publicadas en Instagram.Desde que se emitió la serie, el uso de los hashtags #chernobyl y #prypiat ha crecido de manera vertiginosa. No todas las fotos publicadas con esos hashtags, o en esas localizaciones, son fotos hechas en Chernóbil. Muchas son memes o imágenes de la serie.
Otras, como las publicadas por la usuaria @nz.nik, se aprovechan de la popularidad de la serie para atraer visitantes a sus fotos. Una de sus imágenes, en la que la modelo, vestida con un traje antiradiación abierto, deja entrever un tanga blanco, fue señalada en Twitter junto con otras tres cuentas de Instagram como un ejemplo de influencers irresponsables e irrespetuosos con la historia de Chernóbil. Después de la viralización de esa denuncia (ahora borrada), la cuenta de @nz.nik pasó de apenas 1,500 seguidores a más de 20.000. Su foto tiene más de 10.000 me gusta y casi 9.000 comentarios. “Tienes mierda en la cabeza”, “estúpida”, “idiota”, “sociópata narcisista”, “instazorra”, “espero que mueras de cáncer”, son solo una pequeña muestra del acoso al que se ha visto sometida. Muchos otros turistas han publicado selfies en Instagram tomados dentro de la zona de exclusión de Chernóbil, pero ha sido esta quizá la que más reacciones negativas ha provocado.
El mismo guionista de Chernobyl, Craig Mazin, participó en el debate, pidiendo a los fans de la serie que “si visitáis [Chernóbil], por favor recordad que allí tuvo lugar una terrible tragedia. Respetad a todos los que sufrieron y se sacrificaron”. Pero lo cierto es que probablemente la mayor parte de las fotos con el hashtag o la geolocalización en Prípiat o Chernóbil no hayan sido tomadas allí. Cualquiera puede sacar una foto en el salón de su casa y geolocalizarla en Prípiat si así lo desea. La propia @nz.nik reconocía en una foto posterior que su polémica imagen no fue tomada en Prípiat, como así lo sugería la etiqueta geográfica de la foto. El Memorial de Auschwitz tuvo que publicar en Twitter una queja similar después de que varios visitantes publicasen fotos haciendo equilibrio sobre los raíles que transportaban a los prisioneros judíos al campo de exterminio.
No es la primera vez que ocurre algo similar. Hace cinco años se hizo viral el sonriente selfie de una chica americana en Auschwitz que recibió críticas similares, y que fue publicado en medios como Buzzfeed o Business Insider.
Culturas
Un ‘selfie’ en Chernóbil
El selfie es la representación de una historia, de cada una de nuestras historias. Y, por lo tanto, forma parte —es un hilo— de los telares de la historia. La historia misma es una representación, al igual que el selfie.
Lo cierto es que como cultura aún existe una disociación entre nuestra necesidad de compartir y comunicar nuestra vida a través de nuestro móvil y nuestra percepción de esas mismas imágenes. Nos tomamos un selfie en Auschwitz, el Monumento al Holocausto Judío en Berlín o el Memorial de los atentados del 11-S de NY porque queremos recordar que estuvimos allí. Y compartimos esas imágenes con cientos (o miles) de desconocidos que la van a interpretar como un momento público, no íntimo. ¿Hasta qué punto la turistificación de estos lugares sirve para confrontar nuestro pasado en vez de trivializarlo? Y otra pregunta, quizá más importante: ¿quién se beneficia de nuestra visita?
Desastres fotogénicos: otros lugares de turismo de desastres
Chernóbil no es el único lugar del mundo que atrae a los turistas del desastre. De hecho, teniendo en cuenta nuestra atracción por las ruinas del mundo, se podría decir que gran parte del turismo es un turismo de desastres. Pompeya es un precedente claro de una tragedia reducida a un destino turístico gracias al paso del tiempo. Pero hay otros ejemplos más cercanos: Auschwitz, Hiroshima, los Campos de la Muerte de los Jemeres Rojos, la Zona Cero de Nueva York o el Lower Ninth Ward en Nueva Orleans son otros lugares afectados por desastres, guerras y accidentes ahora convertidos en fondos de selfies o escenarios para cazar Pokémons. Incluso la central nuclear de Ignalina, en Lituania, donde se rodó la serie de Chernobyl, ha aprovechado el boom turístico con visitas guiadas a su reactor.Fukushima es un caso aparte. Apenas alguna de las más de 500.000 imágenes con el hashtag #fukushima hace referencia al desastre de la central nuclear de Fukushima-Daichii provocado en 2011 por un tsunami. Y las que lo hacen son para resaltar la recuperación de la región. El hecho de que la zona de exclusión de 20 kilómetros alrededor de la central esté todavía cerrada a la población (con la curiosa excepción de la carretera que la atraviesa), hace que este desastre todavía no haya sido explotado turísticamente al mismo nivel que Chernóbil. Lo que no significa que no existan ya tours en la zona que te ofrecen visitar “el área donde las personas no pueden vivir debido a la alta dosis de radiación. Podrás entender lo terrible de la situación”. Otro tour del área de la central nuclear de Fukushima-Daiichi, esta vez desde el mar, te da la posibilidad de “capturar un pez en frente de Daiichi y comprobar su nivel de contaminación”, para luego “recuperar tu cuerpo en un manantial termal después de un tour intenso”.
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