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Coches
Marisol Mendizabal Crespo: “Me gustan los motores y el vino”
Nacida en Pamplona en 1963, en 1979 empezó a trabajar en el negocio familiar, un taller de reparaciones de coches. Y hasta hoy.
Nacida en Pamplona en 1963. Por parte de padre, urretxuarra y comunista, de abuelo jornalero y abuela ama de casa. Por parte de madre, de Armañanzas, le precede una saga campesina autosuficiente pero sin alardes. Estudió para administrativa en la formación profesional de la Transición. En 1979 empezó a trabajar en el negocio familiar, un taller de reparaciones de coches, y hasta hoy: la jubilación queda lejos. Le gusta leer, bailar swing, ir al teatro y viajar.
¿Vinisteis del pueblo con los bártulos?
Tal cual. Mi madre iba todas las semanas a la vieja estación de autobuses a recoger la cesta que le mandaban con chorizos, gallinas y esas cosas. Vivíamos ocho en un piso de la Rotxapea: los padres con el hermano pequeño en un dormitorio, el abuelo y la abuela en otro, mi hermano y yo en un cuarto y un tío abuelo en el salón. Luego progresamos.
No habría tiempo para aburrirse...
¿Eso qué es? Yo empecé en el taller a los 16 años. Trabajábamos doce horas al día, mi padre de lunes a domingo. Cuando nació mi hijo tuve dos semanas de baja.
Tiene fama de ser un gremio difícil para las mujeres.
Es un trabajo duro. Es habitual tener enfermedades profesionales como la epicondilitis, las lesiones de hombros, o las hernias lumbares. Es peor que la cadena de montaje de la Volkswagen, porque tienes la presión añadida de que el coche tiene que estar arreglado para anteayer. Y eso que nos dedicamos a la mecánica y a la electrónica, que han cambiado horrores, para bien.
¿Por qué?
Cuando empecé era otra época. Tenía veinte años y la gente ni me escuchaba. Me preguntaban por el mecánico. En las presentaciones de productos o en los cursillos me hacían el vacío. Almorzando en el bar, me preguntaban eso de “¿qué haces tomándote el café sola?”. Ahora hay mujeres en los talleres de reparaciones y en las tiendas de recambios. En nuestro caso, el 70% de la clientela es femenina.
¿Cada vez más mujeres llevan el coche al taller?
La mujer es más independiente. Tiene su casa, su trabajo, su coche y se preocupa más de tenerlo a punto. Y luego se está produciendo un fenómeno curioso: los chicos cada vez saben menos de mecánica y las chicas cada vez entienden más de averías.
“Los chicos cada vez saben menos de mecánica y las chicas cada vez entienden más de averías”
¿La gente sabe de coches?
Yo ya no sé ni qué pensar. Años y años comprándose vehículos diésel para andar 5.000 kilómetros al año por ciudad. Luego van a la ITV y tienen la contaminación de gases disparada porque hay carbonilla en la caja de mariposa, en las válvulas, en los filtros y hasta en el carnet de identidad. Y como los gases que no se echan por el tubo de escape vuelven al circuito, tienen que gastarse un dineral para quitar el hollín. A lo mejor es que ya nadie explica en los concesionarios que la ciudad no es para el coche diésel.
¿Las mujeres son mejores clientas?
Una mujer que tiene que venir por segunda vez en poco tiempo te preguntará, correctamente, algo así como “oye, el otro día me arreglaste esto, y sale otra vez, ¿podemos mirarlo?”, mientras que un hombre, con el mismo problema, es más probable que te diga: “Me cago en todo, otra vez tengo que traerte el coche por el puto chivato”.
No será todo color de rosa...
No, claro. A la mayoría de las mujeres les gusta la seguridad pero no quieren gastarse dinero en el coche. Y luego hay muchas que se equivocan cuando se separan. Pelean por quedarse con el coche, por jorobarle al otro. Eso es un error: es mejor no dejarse llevar por las tripas y quedarse con el dinero.
42 años apretando tuercas darán para muchas historias.
Para escribir varios libros. Hace cuatro meses vino un señor explicándome que tenía el rodamiento delantero derecho roto y que había que cambiarlo. Probé el vehículo y le expliqué que el problema estaba en el rodamiento trasero izquierdo. El tipo erre que erre y, en un momento dado, me dije a mí misma: “Déjalo, y hazle lo que quiere”. Se lo arreglé, le llamé, vino, dio una vuelta con el coche... y hacía más ruido que antes. Imagínate la conversación de después.
¿Hay que ser una mujer dura?
A mí es que siempre me ha encantado el ambiente del taller.
¿Por encima de todas las cosas?
Leo, me gusta bailar y he viajado bastante por Europa. Siempre que puedo me escapo a ver teatro amateur y, de vez en cuando, ópera, musicales o espectáculos de compañías consagradas como la Fura dels Baus. Pero lo que realmente me apasiona es socializar con mis compañeros de profesión. O sea que, en resumen, me gustan los motores y el vino. Y luego todo lo demás. Si no, no seguiría aquí.