Periodista y escritor
En estos días en que el Estado se ha levantado ante la catástrofe, mostrándose público de verdad por necesidad imperiosa mientras lo privado demuestra que es de unos pocos y la caridad no llega ni a la indigencia, ha surgido como un fuego la idea de nacionalizar los servicios estratégicos, y ese es el debate de calado al que los bomberos en defensa del capital se han apresurado a echar agua y sordina.
Escuchen, si no, a Pablo Casado mostrando los colmillos con dos ejemplos de nacionalizaciones: Venezuela y Grecia. Lo de Venezuela le vino como una letanía, pero lo de Grecia es novedoso y no sé si contraproducente. Grecia es, más que un ejemplo, una amenaza. ¿O es que Casado ha olvidado que, pese a la voluntad manifestada por el pueblo griego dos referendos oponiéndose al Memorando de la Troika, Siriza tuvo que aceptar por las bravas un programa de recortes brutales que acabó por desprestigiarle y perder el poder a favor de Nueva Democracia, corrupta y nepotista, que había hundido al país cuatro años antes? Hoy (¿todavía?) el programa del gobierno de derechas de Mitsotakis es privatizar y privatizar -alfa y omega del neoliberalismo-; reducir los impuestos a los ricos; fomentar la inversión extranjera, manteniendo bajos los salarios y las pensiones y los servicios gubernamentales al mínimo; promocionar la venta forzada a precio de saldo del patrimonio público al capital extranjero; traspasar los créditos morosos de los bancos griegos a “fondos buitre”, etc. Es decir, la trágala, de la que nosotros nos hemos empachado. A Tsipra no le dejaron nacionalizar, para aviso de navegantes.
Yo creo que Pablo Casado está pensando en Pablo Iglesias cuando hace años pedía nacionalizar las eléctricas, que falta hacía, pero debería de ir tomando nota de que la corriente de nacionalizar no es un invento malévolo de Unidas Podemos, sino más bien algo que se cae de cajón.
Los ejemplos son más de dos. Portugal no descarta nacionalizar empresas estratégicas. El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, declara: “Puede hacerse a través de una recapitalización, que puede ser adquiriendo una participación, y también puedo usar el término nacionalización si es necesario". Andrew Cuomo, gobernador de New York exige “nacionalizar las empresas de fabricación de productos farmacéuticos”. Noruega plantea nacionalizar las líneas aéreas Norwegian. Ángela Merkel no solo se embarca en el del déficit público sino que está pensando “nacionalizar empresas de automoción y participar en otras”. (Es la misma señora que afirmaba en 2012 que “sin las privatizaciones no habrá ayuda para Grecia” o la que en 2009 contemplaba la posibilidad de nacionalizar bancos “como último recurso”. Fue lo que hizo el PP con Bankia y ahora el Gobierno no sabe qué hacer con ella). Y, para no ir tan lejos, Ezquerra Republicana, por boca de Rufián, habla de nacionalizar también, y otros partidos directamente acabar con la sanidad privada. Para rematar, está Kevin Khüner, del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), quien dice cosas como: “Las ventajas de la concentración de capitales en China para movilizarlos hacia compras externas en sectores clave son evidentes para la competitividad”. ¿En qué está pensando este hombre?
En fin, el papá-Estado se da cuenta que la empresa privada se hunde ante el coronavirus y no sabe si echarle un flotador o nacionalizar por algún lado. Pero lo que no podrá hacer ya más es recortar la sanidad pública. El pueblo se le echaría encima.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!