We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Coronavirus
Parloteo en el mercado
Las manifestaciones de protesta al gobierno han servido para sopesar el valor de la libertad y la vigencia de las clases sociales
Sobre mi bicicleta, entre el agitar de banderas secuestradas que portaban manos enfervorecidas de oficiantes, daba gusto ver de nuevo el atasco de los coches por céntricas calles y plazas, el alegre ruido de los motores, la rítmica música de los claxon, el perfume de la gasolina quemada y, ah, esa negra humareda que salía por los tubos de escape como incensarios luctuosos a un dios supuestamente llamado libertad. Observé que muchos de los vehículos eran de alta gama y no pocos descapotables, cuyos propietarios aprovechaban la soleada mañana para lucirlos. Aquello era como una orgía nacionalista y olía a “victoria”, que diría el militar yanqui de Apocalisis Now al olor del napal sobre la jungla de Vietnam. ¡Dimisión! y ¡Libertad! eran los gritos más coreados.
-Muy irónico, sí señor. Pero de usted se espera más –me dijo Jacinta.
-Pues le añadiré que es una minoría muy ideologizada y que está en su derecho en el uso de la libertad de manifestación.
-Pues a mí, y usted perdone, a mí eso de la libertad me chirría sabiendo de donde vienen y a donde quieren ir, que yo a los de aquí los conozco. ¿Pero en qué mundo vivimos? ¿Es que nos hemos vuelto amnésicos, somos tontos? Lo que más indigna es que, en el sistema en que vivimos, la libertad es el dinero y a muchos de esos, rodeados de paro, angustia y miseria, no les falta lo uno, por lo mismo que les sobra lo otro. Pero no son pijos. ¡Qué va! Hay mucha clase media y trabajadores que están descontentos… Por cierto, dicen que es un movimiento de clases medias, pero niegan la sociedad de clases. Y lo que yo digo es que si hay clases medias es porque habrá gente por arriba y por debajo de la media, digo yo. O sea, que hay clases. Lo que quieren es armonía entre las clases, el trágala, o sueltan los diablos desde los púlpitos a las alcantarillas. Y lo que menos les gusta es, precisamente, que haya una sola clase. Ni siquiera una sola clase por arriba, pues así Jacinta de don Perignon de Sosalandia y señora del marqués de Lomismo sería igual a Jacinta López, la del puesto de verduras, aquí presente.
-Tanto gusto –dije dando un sesgo de broma. Pero ella siguió.
-Ahora montan su manifestación festiva exigiendo libertad de movimiento y reunión y llegan a la barbaridad de protestar por el confinamiento ante una pandemia. ¡Habrá más inconsciencia! Porque no es eso, no señor. Los mueven razones económicas y buscan la política ideal a sus intereses, por lo mismo que acusan al Gobierno de utilizar el Estado de Alarma para colarle lo que les perjudica. ¿Ha visto el pitote que se ha formado con la Reforma de la Ley Laboral? ¿O la alarma por el salario mínimo vital? ¿De dónde va a sacarse el dinero?, preguntan escandalizados. Y no miran el trasvase continuo de fondos del erario público a las empresas privadas: subvenciones, exenciones fiscales, leyes laborales, etc, etc. La coalición de gobierno busca un reajuste entre las clases a través de políticas sociales para evitar el estallido social. Lo que la ultraderecha quiere es tumbar al Gobierno y poner a otro que les dé más garantías o, como ellos dicen con un eufemismo cínico, que gestione mejor la crisis. ¡Já! Tienen más que cara: tan nacionalistas y no son más que empleados de las multinacionales. ¿No le parece a usted?
-Señora, ya que me incita, solo se me ocurre citar a Solé-Tura, padre constitucional, cuando escribe que el fascismo, al final e irrevocablemente, transfiere su base social de las clases medias al capital monopolista.
-Eso será –acabó el parloteo pasándome el cartucho de tomates.
Coronavirus
Compra en el mercado
Cada uno tiene su obsesión en esta oscuridad que nos rodea ante el enemigo invisible. La mía fue la mascarilla.