Crisis energética
Desconexión de Rusia: la UE pretende hacer en diez meses lo que no hizo en diez años

Europa lanza un plan para desengancharse de Moscú mientras aumenta las compras de gas ruso y sigue financiando el grueso de la maquinaria bélica de Putin. Pese a la retórica belicista, enmendar en menos de un año los errores estratégicos de décadas no va a ser fácil.
Galería la guerra de Lviv - 4
Una mujer refugiada de Ucrania mira por la ventana en una estación de Polonia. Edu León
@MartinCuneo78
@martincuneo.bsky.social
20 mar 2022 06:00

La Unión Europea quiere independizarse de Moscú y para hacerlo ha aumentado las importaciones de gas ruso a 800 millones de euros diarios, un 54% más que a principios de año.

Pese a las bombas que caen sobre las principales ciudades de Ucrania, pese a las medidas que afectan al sistema bancario, al grano o a las posesiones de los multimillonarios cercanos a Vladimir Putin, el sector energético ha conseguido esquivar hasta ahora el fuego cruzado. 

Solo Estados Unidos y Reino Unido han mostrado su disposición a dejar de comprar  petróleo ruso, una medida simbólica según la prensa económica. Todos los gasoductos rusos, incluido el que pasa por Ucrania, siguen en pleno funcionamiento y continúan financiando el esfuerzo bélico en Ucrania.

“Rusia vive fundamentalmente de la exportación energética. Vemos la dependencia de nuestro lado y la tenemos, pero Rusia también necesita vender ese gas y ese petróleo para mantener su economía”

Las escasas medidas que han rozado los intereses energéticos rusos no han disminuido los flujos de energía y dinero entre ambos bloques. La sanción de mayor calado fue tomada antes del inicio de la guerra y no ha tenido consecuencias ya que afecta a una instalación que nunca se llegó a inaugurar pese a estar terminada: la segunda tubería del gasoducto Nord Stream, que conecta Rusia y Alemania. Sin contar con esta infraestructura de 10.000 millones de euros, el 55% del gas que consume hoy Alemania viene de Rusia. Con esa segunda tubería bombeando gas, la dependencia de la principal potencia europea de Moscú sería casi absoluta. 

Ni siquiera la cuarta ronda de sanciones europeas del 15 de marzo, que pretendían arrinconar el “complejo militar-industrial del Kremlin”, ha cambiado la situación: las medidas castigan las nuevas inversiones en el sector energético ruso, pero excluyen buena parte de la energía nuclear civil y las energías dirigidas a la UE. Estas sanciones afectarán a las grandes petroleras rusas, Rosneft, Transneft y Gazprom Neft, pero los países europeos podrán seguir comprándoles petróleo y gas. Y en la inminente quinta ronda de sanciones tampoco hay consenso sobre cortar las compras de combustible ruso, una demanda cada vez más extendida entre algunos países de la Unión. 

De la misma forma, el principal banco vinculado con Gazprom, Gazprombank, se cayó de la lista inicial de entidades financieras castigadas con su exclusión de la red Swift de pagos internacionales. Según publicaba The Wall Street Journal, los diplomáticos de la UE insistieron en dejar este banco fuera de las sanciones ya que “el pago de las importaciones de gas y petróleo deben continuar”. 

Hasta la decisión europea de llenar antes del próximo invierno al 90% unos depósitos de gas que hoy están a un tercio de su capacidad lleva a aumentar los pagos a Moscú. A corto plazo, no hay alternativa rápida a los combustibles que aporta Rusia. El 26,9% del petróleo, el 45,3% del gas y el 46,7% del carbón que consume Europa provienen de Rusia. Para conseguirlo, Europa debería construir plantas regasificadoras —Alemania no tiene ninguna— y gasoductos que tardarían años en finalizarse y costarían decenas de miles de millones de euros.

La escalada de amenazas y discursos con olor a Guerra Fría esconden una “dependencia mutua”, explica a El Salto Pedro Fresco, responsable de Transición Ecológica de la Generalitat catalana. “Rusia vive fundamentalmente de la exportación energética. Vemos la dependencia de nuestro lado y la tenemos, pero Rusia también necesita vender ese gas y ese petróleo para mantener su economía”, dice. Y la posibilidad de que Rusia derive el grueso de su producción de combustibles a los mercados asiáticos, en especial hacia China, no es sencilla, ya que hoy no existen infraestructuras que lo permitan. “Una cosa es sancionar y otra sancionarte”, resume la doble dependencia Alfons Pérez, analista del Observatori del Deute en la Globalització (ODG).

A pesar de las declaraciones grandilocuentes, Alfons Pérez, del ODG, cree que el escenario más realista es “un segundo entendimiento con Rusia cuando las aguas estén más calmadas”. Al fin y al cabo, para activar el Nord Stream II solo hay que firmar un papel

La estrategia europea que la Comisión hizo pública el pasado 8 de marzo, además de abrir la puerta por primera vez a la intervención del mercado eléctrico, planteaba una estrategia de desconexión de Rusia de cara al siguiente invierno. El plan REPowerEU se basa en una diversificación de las fuentes energéticas para reducir la dependencia energética de Rusia a una tercera parte. “Debemos ser independientes del petróleo, el carbón y el gas rusos. Sencillamente, no podemos confiar en un proveedor que nos amenaza de manera explícita”, declaró ese día la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Las piezas clave de esta diversificación son la apuesta por el gas natural licuado (GNL), que se transporta en barcos metaneros principalmente desde EE UU, Qatar o Noruega, y una aceleración de la transición ecológica. La importación de GNL debería cubrir la mitad del gas comprado actualmente a Rusia, aunque no se concreta cómo se conseguiría ese objetivo en menos de un año dado que hoy no existen ni las plantas de regasificación necesarias ni los gasoductos para que el combustible se distribuya por Europa.

Además, la Comisión anunció que multiplicaría por dos el objetivo de producción de biogás para 2030. “Pasemos a las energías renovables a la velocidad del rayo”, dijo el vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans. Sin embargo, la apuesta por la diversificación, la desconexión del gas ruso y las energías renovables está plagada de obstáculos después de décadas de políticas energéticas comunitarias que apuntaban a la dirección contraria.

¿Adiós a la Madre Rusia?

La dependencia europea de los combustibles rusos es total. Y no es porque faltaran las advertencias, explica Alfons Pérez. Entre 2006 y 2009, el conflicto entre Rusia y Ucrania hizo que Moscú cerrará en dos ocasiones el grifo del gasoducto que atraviesa la república exsoviética en dirección a Europa. Los cortes de suministro de varios días generaron una ola de pánico y problemas reales en algunos países europeos, como Italia y Hungría. Entonces, solo un tercio del gas que consumía Alemania provenía de Rusia y el 80% de este suministro pasaba por Ucrania. 

La solución de Alemania, que cuenta con las mayores instalaciones de almacenaje de gas de Europa, fue iniciar en 2010 —un año después del último corte— la construcción de una infraestraestructura gasística que uniera directamente Rusia y Alemania, el gasoducto Nord Stream bajo el Mar Báltico, para que el suministro de gas no dependiera de los problemas de Rusia con sus vecinos. Ahora, que ese gasoducto está en pleno rendimiento y la dependencia de Moscú es aún mayor, se ha demostrado que la solución de los problemas de Alemania y Europa llevaba a un callejón sin salida.

“Nos hemos equivocado sistemáticamente y no hemos aprendido las lecciones de nuestra historia. Siempre hemos ignorado la cuestión de la seguridad energética o la exposición de los países a una crisis. La diversificación y la construcción de más infraestructuras de gas solo sirven a Rusia, porque una vez construidas las infraestructuras, Rusia puede ganar a cualquiera en precio”, señalaba recientemente Julian Popov, ex ministro de Medio Ambiente y Aguas de Bulgaria.

“Como existe una dependencia absoluta de la UE de sus combustibles fósiles, Putin previó que la guerra le iba a salir gratis. Ese incremento del precio del gas y el petróleo es lo que le está permitiendo a Putin pagar al ejército que está atacando a Ucrania”, dice Sánchez Herrero, de Nuevo Modelo Energético

El plan europeo de desconexión no es creíble, dice Pérez. Para este analista del ODG resulta “imposible hacer en diez meses lo que no se ha hecho en diez años”. Detrás de la iniciativa de la Comisión, identifica tres mensajes para tres destinatarios: uno para tranquilizar a los mercados y “calmar las subidas de precio”, otro para los ciudadanos para indicar que Europa está reaccionando a la amenaza rusa y otro destinado al mismísimo Putin. A pesar de las declaraciones grandilocuentes, Pérez cree que el escenario más realista es “un segundo entendimiento con Rusia cuando las aguas estén más calmadas”. Al fin y al cabo, para activar el Nord Stream II solo hay que firmar un papel y hay intereses de grandes empresas europeas de por medio, explica Pérez. Mientras, las conexiones gasísticas entre países europeos y la construcción de puertos regasificadores representan una inversión milmillonaria a varios años que pueden convertirse en innecesarias antes de su finalización. 

Según la Comisión Europa, las seis plantas regasificadoras de España —indispensables para tratar el gas licuado que llega en barco— pueden jugar un papel esencial en la estrategia de desconexión de Rusia. El único problema es que para sacar el gas de España se necesitaría resucitar el proyecto de MidCat, un gasoducto entre España y Francia que debe atravesar los Pirineos desechado por la oposición ecologista y por las autoridades francesas en 2018, que en su momento lo consideraron innecesario. 

Según recuerda Marina Gros Breto, responsable de la campaña ‘La verdad del gas’ de Ecologistas en Acción, la construcción de esta infraestructura podría llevar entre dos y seis años y solo podría cubrir el 2,2% de la demanda europea de gas. Además, continúa, el MidCat “tendría una vida como mucho de una década”, en referencia al objetivo climático de la UE de eliminar el gas fósil del sistema energético en 2035 como muy tarde.

La decisión española de reconocer la autonomía del Sáhara Occidental para hacer la paces con Marruecos ha complicado aún más la ecuación. Argelia es el principal aliado internacional de Frente Saharaui y el encargado de suministrar por gasoducto la mitad del gas a España. Tras el anuncio del Gobierno, Argelia llamó a consultas a su embajador en España, aumentando las incertidumbres de suministro de combustibles en Europa también en el frente sur. 

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El momento en el que se inserta esta crisis da pistas sobre cómo terminará. No es casualidad el momento elegido por Rusia para lanzar su ofensiva sobre Ucrania y tensar las relaciones con occidente, indica Mario Sánchez Herrero, analista de Nuevo Modelo Energético. La crisis energética global y los altos precios de los combustibles registrados desde el verano de 2021 colocaban a Europa en una posición de debilidad frente a Rusia,  un contexto perfecto para iniciar cualquier tipo de aventura. “Lo que ha hecho Putin es hacer caja durante estos meses, desde la primavera del año pasado, vendiendo todo el gas que pudo cuando los precios ya estaban disparados. Y como existe una dependencia absoluta de la UE de sus combustibles fósiles, Putin previó que la guerra le iba a salir gratis. Ese incremento del precio del gas y el petróleo es lo que le está permitiendo a Putin pagar al ejército que está atacando a Ucrania”, argumenta.

Entre las razones de esta crisis energética previa a la guerra, además del desacople entre la oferta y la demanda producido por la pandemia, figuran las previsiones de escasez y una acelerada desinversión en combustibles fósiles, tanto en nuevas prospecciones como en las infraestructuras que hacen posible su extracción y distribución, señala Sánchez Herrero. “Hemos alcanzado el pico de los combustibles fósiles o estamos a punto de alcanzarlo. Un cambio climático cada vez más evidente hace desaconsejable invertir en toda la cadena de valor de los combustibles fósiles y los capitales internacionales empiezan a considerar este tipo de apuestas como inversiones de riesgo”, explica a El Salto.

Para el responsable de Transición Ecológica de la Generalitat, la línea de diversificación y apuesta por las renovables es vital aunque se formalice en días o semanas un acuerdo de paz con Rusia. “Incluso aunque arreglemos este problema a nivel diplomático, eso no evita que volvamos a estar en una situación parecida en el futuro cercano, por guerras, por problemas económicos o por desinversión. Por tanto, la estrategia, la solución definitiva, cualquiera sea las circunstancias, es agilizar la transición energética. Aunque nos encontremos con Rusia, mañana tendría que seguir siendo la solución”, dice Pedro Fresco a El Salto.

El acelerador en la transición energética

El plan de Europa para desconectarse de Rusia suena contradictorio para las organizaciones ecologistas. “La UE debe acabar con la dependencia del gas, no buscar otros países a los que seguir comprando”, señala Greenpeace. La apuesta por el gas licuado “no solucionará la vulnerabilidad de Europa ante las crisis energéticas y acelerará el colapso climático”, apunta en un comunicado. 

“Europa debe dejar de financiar la maquinaria bélica de Putin, pero el problema es más profundo que abordar de dónde viene el gas fósil que usamos. El problema es que quemamos mucho gas. Otras fuentes de gas fósil, hidrógeno o biogás mantendrían a la UE enganchada a la quema de combustibles y vulnerable a futuras crisis energéticas, además de empeorar la crisis climática”, señala Silvia Pastorelli, responsable de la campaña europea de energía y clima de Greenpeace. “Los esfuerzos de la UE deben centrarse en reducir la demanda de energía y acelerar las energías renovables lo más rápido posible; esto nos ayudará a reducir las importaciones no solo de gas ruso, sino también de petróleo y carbón, así como a evitar empujar a millones de personas a la pobreza energética”, apunta.

 “Aunque arreglemos este problema a nivel diplomático, eso no evita que volvamos a estar en una situación parecida en el futuro cercano, por guerras, por problemas económicos o por desinversión”, dice a El Salto Pedro Fresco, responsable de Transición Ecológica de la Generalitat

Desde la organización internacional Global Witness, la responsable de la campàña sobre el gas, Tara Connolly, insiste en la urgencia de centrar los esfuerzos en las energías renovables en vez de invertir en las infraestructuras necesarias para que el gas licuado llegue a dónde se necesita: “Las capitales de la UE deben llevar a cabo un despliegue sin precedentes de capacidad de energía renovable, bombas de calor y aislamiento antes del próximo invierno y más allá. Sin embargo, las propuestas de construcción de nuevas terminales para la importación de GNL y los planes de hidrógeno descabellados que no cumplen con sus objetivos socavarían gravemente los planes de la Comisión Europea, y mantendrían a la UE en una mayor dependencia del gas fósil, caro y perjudicial para el clima”.

Desde la Fundación Renovables coinciden en el análisis pero matizan que esa aceleración de la transición energética no se puede llevar por delante las declaraciones de impacto ambiental ni basarse en macroproyectos energéticos. Esa aceleración debería basarse más bien en un impulso del autoconsumo y una generación de energía renovable distribuida y próxima a su consumo. “Nos encontramos en un momento decisivo en el que la electricidad debe ser el puntal de la descarbonización, apostando e impulsando las reformas necesarias para abaratar su precio y para que su acceso sea universal al ser un bien básico para toda la sociedad”, defienden.

Para el responsable de Transición Ecológica de la Generalitat, es en las renovables donde está la única salida a la dependencia energética de Rusia, aunque “las posibilidades de acelerar la instalación de renovables es limitada”, admite a El Salto. “Lo único que podemos hacer de forma eficiente es intentar acelerar al máximo la instalación de renovables, intentar quitar todas las trabas burocráticas que podamos al autoconsumo e intentar potenciar cuestiones como la eficiencia energética nuestra en nuestra estructura económica”, dice.

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Alfons Pérez también se muestra escéptico sobre las posibilidades de cubrir con renovables las importaciones de gas ruso en el corto y medio plazo, no solo por los impactos que pueden generar los macroproyectos sino porque “las tecnologías verdes dependen de los mismos materiales críticos que se fabrican mayoritariamente en China” y cuya disponibilidad para alimentar una gran transición ecológica ha sido puesta en duda por numerosos estudios. “Lo que no ha podido el cambio climático lo podrá Putin”, ironiza Pérez sobre las repentinas prisas de la Comisión Europea por la transición ecológica.

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