Culturas
Cuando flamencos y jipis descubrieron que no eran lo mismo, pero eran iguales

El historiador Antonio Orihuela explica su libro ‘100 hogueras. Flamencos, hippies y poetas en la Andalucia contracultural’ y se enfrenta a los mitos del flamenco puro y salvaje. También habla del “hippismo de clase obrera” de la Andalucía de la época nacido a la sombra de las bases norteamericanas
El guitarrista flamenco Diego del Gastor
El guitarrista flamenco Diego del Gastor.
6 jul 2023 06:00

La contracultura andaluza fue de clase obrera, fue flamenca, fue política sin saberlo ni pretenderlo, fue fugaz y fue canalla. En los años 60, en pleno franquismo, al calor de la llegada de los turistas con sus tópicos y buscando su sol y playa, a la sombra de las entonces recientes bases militares estadounidenses y con la cultura como excusa para la juerga. Una lucha por la libertad que fue fagocitada por la industria y por el mismo tipismo contra el que se revelaba, pero que hoy en día se mantiene con vida en los márgenes de un flamenco siempre híbrido y en movimiento.

Son algunas de las conclusiones de 100 hogueras. Flamencos, hippies y poetas en la Andalucía contracultural (Piedra Papel, 2023), el prolijo ensayo que el historiador Antonio Orihuela ha dedicado a aquella al encuentro, durante poco más de dos décadas, entre los jipis que trajo la apertura del régimen franquista al turismo y el aliado estadounidense y el mundo del flamenco amateur, aquellos que decía Gonzalo García Pelayo que “un día descubrieron que eran lo mismo”.

En su libro, Orihuela no se atreve tanto a contradecir al productor musical y cineasta jerezano como a matizar aquella afirmación: “No es que fueran lo mismo, pero había aspectos que los hermanaban, sobre todo a los flamencos que encarnaban las convenciones de la vieja bohemia. Como sus formas de vida, con un pie dentro y otro fuera del sistema productivo, su desconfianza de los valores de la clase media, sus formas culturales consumidas y producidas en comunidad y complicidad, a menudo fuera de foco, que desdibujaban las fronteras entre arte y vida hasta resultar intercambiables…”.

La historia que quiere contar 100 hogueras arranca cronológicamente con la llegada de las bases norteamericanas, en 1953, los Pactos de Madrid que daban legitimidad internacional al régimen de Franco por la vía de aceptar la presencia militar estadounidense en plena Guerra Fría. En esos años 50 empezarán a llegar los primeros turistas, que provocarán una progresiva apertura, al menos en la forma y de puertas hacia fuera, de la mano dictatorial. Y provoca que en Morón de la Frontera, a la sombra de una de esas bases, se encuentren dos hombres: el guitarrista Diego del Gastor y el estudioso norteamericano Don Pohren, entonces recién llegado a España.

Pohren aterriza primero en Madrid, como estudiante de Filosofía y Letras, y luego se traslada a Sevilla en 1956. Va en busca del flamenco, que había descubierto en México de la mano de Carmen Amaya, y acaba persiguiéndolo por los pueblos de la provincia. En el festival del Potaje Gitano de Utrera de 1960 conoce a Del Gastor y desde entonces no cejará hasta conseguir su sueño: el cortijo Espartero, situado en Morón, una mezcla de centro de flamencología y lugar de juerga constante, que Orihuela describe como pantagruélicas, que se convierte en foco de atención para los popes de la contracultura de su país. Un proyecto que, en parte, financió trabajando como contable civil para la base aérea y que se convirtió en epicentro de migración tanto flamenca como jipi.

“La finca Espartero era una especie de universidad de verano donde vivir la experiencia del flamenco de primera mano, y así lo publicitaba en los Estados Unidos”, explica el autor. “Pero su efecto llamada tuvo consecuencias imprevisibles: Morón fue incluido en las guías y artículos de viajes de las revistas underground europeas y norteamericanas como parada obligada en el tour low cost del mundillo jipi”. Llegaron buscando a Diego del Gastor y los suyos no para aprender música, “sino para asistir a alguno de aquellos rituales flamencos de los que habían oído hablar, en los que el guitarrista de Morón fue elevado a una especie de gurú, y constatar hasta qué punto su corte gitana coincidía con lo que describía Lorca en su Romancero Gitano o en su Poema del Cante Jondo”.

Antonio Orihuela, historiador, escritor, ensayista y poeta, nació en Moguer en 1965. Desde allí organiza el encuentro poético anual Voces del Extremo, y allí también ha desarrollado la mayor parte de su carrera. En la misma editorial Piedra Papel con la que ahora publica 100 hogueras ya apareció en 2020 El refugio más breve. Contracultura y cultura de masas en España (1962-1982). Y señala también cómo la contracultura andaluza tuvo sus diferencias con la que se produjo en otras partes de España, como la más urbana de Madrid o Barcelona. Sus protagonistas no eran hijos de la burguesía acomodada, sino obreros o trabajadores del campo, cuando no puro lumpen.

“Esa contracultura andaluza bebía de muchas prácticas de resistencia al poder y la autoridad que ya existían antes de que los jipis descubrieran la vida en común, el apoyo mutuo, la autarquía, el compartir, las relaciones horizontales, el antidogmatismo, la valoración del mundo natural, el gusto por el contacto físico, la fiesta, la calle o el cante”, dice Antonio Orihuela

“Contracultura” es el término que acuñó Theodore Roszak en 1968, que abarcaba aquellas prácticas políticas y culturales transformadoras que se estaban dando entre los jóvenes, y que constituían una impugnación del modelo de sociedad capitalista y consumista, y sus mecanismos de opresión y violencia, entre ellos la cultura. “En Andalucía, estos modelos contraculturales se irán fraguando durante los años 60 y 70, a medida que el país se introduce en la sociedad de consumo, y la cultura urbana desplaza los valores del mundo rural preindustrial”, explica Orihuela. “Lo característico es que esa contracultura andaluza, más allá de lo que hoy reconocemos como sus artefactos, bebía de muchas prácticas de resistencia al poder y la autoridad que ya existían antes de que los jipis descubrieran la vida en común, el apoyo mutuo, la autarquía, el compartir, las relaciones horizontales, el antidogmatismo, la valoración del mundo natural, el gusto por el contacto físico, la fiesta, la calle o el cante. Todo este magma libertario, mucho más intangible, ya estaba aquí como una manera de ser, estar y vivir, y atraviesa toda la historia contemporánea de las clases subalternas andaluzas”.

Los jipis andaluces, en su inmensa mayoría, “eran gente sin recursos y sin apoyos de ningún tipo”, que se hicieron jipis “en un proceso más o menos consciente de adopción de las nuevas formas culturales que llegaban de fuera” para luego adaptarlas a su propia idiosincrasia, “dentro de los márgenes que permitía la experiencia de la vida cotidiana en la dictadura, entrando en conflicto con la normalidad instituida, cuando no rozando la mera ilegalidad”.

Orihuela los desmitifica en lo posible: “Eran jóvenes precarios, muy entusiastas, pero que hacían lo que podían con los medios a su alcance. No eran muy numerosos, pero sí fácilmente reconocibles. Entrados los años 70 no hubo pueblo que no tuviera su pequeña representación de melenudos que hacían lo que podían por reafirmar su identidad, fundamentalmente agrupándose en torno a un proyecto teatral, una banda de rock, un fanzine o un espacio comunitario”.

“El antifranquismo militante, fundamentalmente organizado en torno al PCE, vivió de espaldas a la contracultura. Su objetivo era derrocar el franquismo y tomar el poder. Veían la contracultura como otro agente más al servicio del imperialismo yanqui”, explica Orihuela

Son hechos históricos, o arqueología cultural, que pelean contra la mencionada romantización. Con matices, Orihuela compara a los jipis con los hispanistas que recorrieron España en el siglo XIX de resaca de las Guerra Napoleónicas y en medio de otra tiranía que la mantenía alejada de Europa, la de Fernando VII. Pero insiste en separar esa contracultura y ese flamenco subterráneo de la expresión política. “El antifranquismo militante, fundamentalmente organizado en torno al PCE, vivió de espaldas a la contracultura. Su objetivo era derrocar el franquismo y tomar el poder. Veían la contracultura como otro agente más al servicio del imperialismo yanqui”, explica.

Los jipis flamencos de aquella Andalucía, “lejos querer tomar el poder o tener un programa político sólido que confrontar con el régimen, se dedicaron a vivir entre las grietas del tardofranquismo. No tenían nada que ver con él, aunque estuviera ahí y de vez en cuando les hiciera correr por las calles o intentara coartar la libertad que ellos se habían otorgado por su cuenta y riesgo. Lo sufrían, pero no vivían bajo su influencia, ellos ya eran demócratas y libres en su fuero interno, y como tales se comportaban”.

Finalmente, el otro mito romántico que intenta desmontar es de un flamenco subterráneo que se enfrentaba al oficial. “Fueron muchos los que se lanzaron a la busca del artista que solo concebían químicamente puro, como el carismático Diego del Gastor, que encajaba perfectamente en el retrato del estereotipo del flamenco que buscaban los jipis extranjeros como los autóctonos militantes del neo-jondismo”.

Eran intelectuales que “concebían el flamenco como un arte ancestral, absolutamente visceral y espontáneo, apenas conservado en espacios marginales gracias a unos pocos artistas, primitivos y genuinos”. Ese flamenco “no es que haya quedado fuera de la historia oficial, es que conserva su potencia mítica, y eso aunque los resultados de todas esas investigaciones fueron lamentables, pues ni el flamenco perdido que recuperaron era significativo en cuanto a la cantidad de formas halladas, ni en cuanto a la calidad de las mismas, ni los artistas desconocidos eran tampoco numerosos, ni artistas siquiera, en la mayoría de los casos. Que no es que huyeran de la profesionalización y despreciaran la comercialización de su arte, sino todo lo contrario, la buscaban para poder vivir y profesionalizarse”.

De aquellos años de experimento quedó “la experiencia reflejada en el espejo del tiempo. La industria absorbió lo que consideró que se podía convertir en dinero”. Fue “un proceso lento, que arranca a comienzo de los años 60 y dura hasta hoy”. Pero, para Orihuela, “eso no significa que el flamenco haya renunciado a transitar por las prácticas contraculturales”. Si una conclusión extrae de 100 hogueras, después de enfrentarse a tantas reclamaciones de pureza, es que “paradójicamente, el flamenco seguirá asegurándose su inmortalidad gracias a su capacidad de corromperse”.


Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

A Catapulta
A Catapulta Esther F. Carrodeguas, dignidade en escena
A multifacética artista rianxeira achéganos á súa carreira teatral e poética no programa A Catapulta
Opinión
Opinión Razones para leer a Fredric Jameson
Gracias a las herramientas teóricas que desplegó Fredric Jameson es posible interpretar con acierto lo que sucede en las sociedades del capitalismo tardío.
Xunta de Galicia
Investigación A Xunta encargou a unha empresa vinculada ao PP e Audasa o informe sobre o rescate da AP-9 por 18.000 euros
O Goberno de Alfonso Rueda elixiu para iso a Eptisa, unha consultora que traballa para a propia concesionaria da autoestrada do Atlántico e onde o exconselleiro de Agricultura, Tomás Pérez Vidal, foi presidente para Galiza.
Marxismo
Pedro Rey “Todas as clases están suxeitas á dominación capitalista”
O investigador valora a recepción da obra de Marx en Galiza e defende que esta é o mellor compás para orientarnos nas batallas políticas deste tempo. É hora de volver ao xenio de Tréveris? Pode previrnos do desencanto?
Palestina
Genocidio Un fin de semana de movilizaciones contra la impunidad israelí tras doce meses de genocidio
Más de 50 ciudades en todo el territorio se han sumado a la convocatoria de la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina durante el fin de semana, mientras que el movimiento Masar Badil propone dos convocatorias el domingo y el lunes.
Opinión
Opinión Gaza, música de ascensor
O gran roubo do século, diagnostican os especialistas, é o roubo da atención. A época non permite fixar a ollada en ningures, obriga a un estado de dispersión xeneralizada que nos inmuniza ante a barbarie.
Fronteras
Fronteras La ruta de los Balcanes: vanguardia de la violencia fronteriza europea
Los acuerdos asumidos por los países balcánicos para su adhesión al espacio Schengen están convirtiendo la región en una frontera cada vez más violenta.
Ocupación israelí
Ocupación israelí Airbnb y Booking desoyen a la ONU y ofertan alojamientos en tierras palestinas robadas
Los gigantes de las reservas turísticas incluyen en sus listados centenares de alojamientos en asentamientos ilegales en territorios ocupados, donde la violencia de los colonos israelíes contra la población palestina se ha disparado.

Últimas

Formación El Salto
Formación El Salto Las Otras Economías: hay vida más allá del capitalismo (segunda edición)
Tras una primera edición, vuelve esta formación online de nuestra sección de economía El Salmón Contracorriente. Un curso coordinado por Yago Álvarez, en el que aprender y practicar economías alternativas a la dominante.
Violencia sexual
Caso Dominique Pelicot Francia, de vetar el consentimiento en Europa a anunciar que cambia su Código Penal tras el caso Pel
El Gobierno francés se muestra abierto a cambiar el Código Penal para incluir una definición de violación basada en la ausencia de consentimiento. La actual indica que debe haber “violencia, coacción, amenaza o sorpresa”.
Comunidad El Salto
Comunidad El Salto Suscríbete a El Salto y llévate ‘El Estado feroz’, el primer libro de Pablo Elorduy
El responsable de Política de El Salto firma este ensayo donde recoge la historia política de las últimas dos décadas y la “restauración del orden tras el estallido de lo inesperado”.
Industria
CAPITALISMO FOSIL Así copiaron el PP gallego y los empresarios vascos de ENCE el modelo jeltzale de Petronor
Tres grandes fortunas vascas de la lista Forbes controlan la compañía propietaria de la fábrica de papel instalada en la ría de Pontevedra gracias a que convencieron al PP gallego para que aplicara el modus operandi del Gobierno Vasco.
Más noticias
Soberanía alimentaria
Soberanía alimentaria ¿Se puede transformar el sistema alimentario de Madrid?
Nace el Consejo Alimentario Madrid Región que pretende fomentar los sistemas alimentarios sostenibles, promoverá la soberanía y justicia alimentarias y el derecho a una alimentación adecuada.
Análisis
Análisis China y el desafío de transitar hacia un modelo de crecimiento basado en el consumo
La estrategia del Gobierno chino de impulsar el crecimiento mediante un incremento de la inversión en manufactura y la contención del consumo sigue siendo problemática

Recomendadas

Laboral
Laboral Trabajar en la jubilación y currar de baja: las nuevas propuestas del Ministerio de Seguridad Social
Los nombres formales son “jubilación flexible” y “baja flexible”. El 31 de julio se aprobó un plazo de seis meses para darle un empujón a la primera; ayer se anunció la creación de un grupo de trabajo para impulsar la segunda.
Galicia
Investigación La Xunta encargó a una empresa vinculada al PP y Audasa el informe sobre el rescate de la AP-9 por 18.000 euros
El Gobierno de Alfonso Rueda eligió para ello a Eptisa, una consultora que trabaja para la propia concesionaria de la autopista del Atlántico y donde el exconselleiro de Agricultura, Tomás Pérez Vidal, fue presidente para Galicia.
Centroamérica
Centroamérica De la crisis a la migración: cómo el cambio climático afecta al Corredor Seco de Guatemala
La prolongada sequía, las lluvias erráticas y el aumento de las temperaturas ponen en riesgo la viabilidad de la agricultura, sustento principal para muchas familias.