Opinión
Los domingos de Rosalía

La fe ciega no existe. Mientras ‘Lux’ es la pregunta tramposa y a la vez la respuesta con todas las certezas, Alauda Ruiz de Azúa permite en ‘Los domingos’ pensar en los intersticios de la duda.
Los domingos
Fotograma de la película 'Los domingos', dirigida por Alauda Ruiz de Azúa. Foto de BTeamPictures

No existe la fe ciega, ni siquiera en un convento de clausura. Existe el temblor. Un desajuste entre la respiración y el mundo, justo cuando el cuerpo se expone sin guía de vida. De hecho, hay una canción que se canta con la mandíbula temblando y las orejas en los estómagos. Es esa que dice: “Aitortzen dut, izan zarela ene bizitzaren onena / Baina orain, maitia lehen baino lehen aska gaitezan” [Confieso que has sido lo mejor de mi vida / Pero ahora, liberémonos cuanto antes cariño].

Una confesión es el acto de descerrajarse un tiro en una rodilla mientras el otro, al que uno se confiesa, observa con una mueca y rascándose el codo. La canción, compuesta por Hertzainak, fue pensada como una confesión, como una despedida. Aunque suene paradójico, no hay forma más honesta de darse que despedirse. Por eso los personajes de Alauda Ruiz de Azúa en  Los domingos  se despiden en silencio, con un coro replicando el adiós de Hertzainak. Mientras, para decir adiós en Lux, Rosalía rellena su agujero y pide: “Tírame magnolias / Tírame magnolias”. 

No hay más puntos de unión entre Los domingos y Lux, más allá de que son dos trabajos donde se cabalgan propuestas místicas y desazones. Podrían ser incluso trabajos opuestos, más allá, claro, de la vocación o intención de sus creadoras.

Los personajes construidos por Ruiz de Azúa han descubierto que el encuentro es un íntimo desgarramiento. Como escribió Unamuno, vivir es darse, y darse es, inevitablemente, empezar a morir.

Los personajes construidos por Ruiz de Azúa han descubierto que el encuentro es un íntimo desgarramiento. Como escribió Unamuno, vivir es darse, y darse es, inevitablemente, empezar a morir. Por tanto, toda entrega es siempre riesgo y herida. El abrazo es despedida de uno mismo para permitir la aparición de otro. “Nos unimos a otro, pero es para partirnos; ese más íntimo abrazo no es sino un más íntimo desgarramiento”, que escribió también Unamuno. La comunidad del futuro se funda así: como pérdida, no como acumulación. Dándolo todo por los que lo dieron todo. Las imágenes producidas por Rosalía prefieren acorazarse. Quedarse quietas. Obstaculizar, en definitiva, que nos entendamos. 

Excurso autojustificativo: esto no es una review, ni siquiera un análisis comparativo. Tanto el film de Ruiz de Azúa como el disco de la cantante catalana son piezas admirables para experimentar con placer. Pero quién pudiera, como se lamenta Rosalía en Sexo, violencia y llantas, “vivir entre los dos / Primero amar el mundo / y luego amar a Dios”. Como hasta ahora eso no ha sido posible, ahondaremos en por qué odiamos el mundo o por qué el arte, que prefigura nuestra sensibilidad política, filtra nuestra interpretación del mismo, es decir, cómo empalabrarse en un mundo en desaparición. 

El Lux de Rosalía es “deslumbrante, ambicioso, técnicamente apabullante. Pero emocionalmente intermitente”. Son palabras de Yeray S. Iborra en MondoSonoro. Los domingos, ganadora de la Concha de Oro del Zinemaldia 2025, es “una obra delicada, ambigua y profunda” que nos hace pensar en una advertencia de Joseph Ratzinger “sobre el riesgo de deriva solipsista de una fe que no surgiese del encuentro genuino con Cristo y con el prójimo”. Es la crítica de Rubén de la Prida en la revista Ecclesia, de la Conferencia Episcopal Española. Estas dos opiniones sacian hasta ahora nuestra idea de estos dos productos del momento.

El desborde de la explicación lingüística

El encuentro, como germen de la movilización sensible, no sucede cuando se pronuncia, como piensa Rosalía, sino cuando un mundo entero puede sostenerse sobre ese gesto sin partirlo. La palabra dicha no siempre sostiene; a veces cría termita de impotencia y desazón. Impide así que la vibración tenga posibilidad de hacerse carne, y la carne, juntura. Ahí se encuentra la frontera entre el protoamor dirigido a crear una “comunidad del tender” (liebende Gemeinschaft, en alemán), un proyecto político para el futuro de los nuestros, como plantearía Husserl, y el protoamor falsificado como mecanismo de contención de la subversión, del temblor. Canta: “I els rajos de la Lluna / La nodreixen de fredor / I privar-se és la indulgència / Que practica per amor”. Y escuchamos el eco.

En Los domingos, la directora bizkaitarra permite que el temblor exista. La película se sostiene en despedidas silenciosas: el adiós no se dice, se vive. Se escucha el eco de Hertzainak en sus escenas: se cierra una puerta, un niño se queda dormido. La fe aparece ahí como sensibilidad política, como forma de estar con otros en su incertidumbre. Se produce la mediación a través del desborde lingüístico. “Estar en contacto con algo que a veces te llena y se siente como un abrazo, pero que otras veces te desconcierta, porque no está”, dice Ruiz de Azúa.

'Lux' clausura la experiencia afectiva al imponer su signo tramposo, restringiendo la posibilidad de pensar/sentir fuera del marco lingüístico de quien se quedó sin diccionario. Rosalía nunca pronunció la palabra genocidio, pero ahora canta en 13 idiomas.

En su último disco, la artista de Sant Esteve Sesrovires crea un espaciotiempo que tiende al repliegue. No hay horizonte ni fuga, solo su paisaje unicelular. Su atomósfera, mágica y plena de destellos, no acoge. No tensa el mundo, lo cimenta. Su voz mediadora ha convertido en signo suplantador de la suplantación que era el signo por sí solo. Canta: “¿Cuántas historias caben metidas en veintiún gramos?” o “Y una pirámide cabe en un vaso de leche / Y un vaso de leche ocupa un ejército”. No hay tren de la historia que nos explique cómo demonios una pirámide cabe en un vaso de leche, pero tampoco un tiempo de futuro donde vayamos a comprenderlo. Solo un presente de salvación hipertrofiado.

Lux clausura la experiencia afectiva al imponer su signo tramposo, restringiendo la posibilidad de pensar/sentir fuera del marco lingüístico de quien se quedó sin diccionario en el momento perfecto para Sony o Columbia Records: recordemos su tibieza. Nunca pronunció, cuando se imploraba, la palabra genocidio, pero ahora canta en 13 idiomas. Meses después, parece que sí: condena el genocidio, pero antes de hacerlo, avisa: “Mira, yo respeto mucho el activismo, el real. Pero si un artista está haciendo un disco no puede estar también haciendo un activismo con sentido”.

Rosalía ha sido incapaz de autodonarse entregándose a la causa como lo haría cualquier renacido que se creyera el último. Lux es, así, una oclusión más, el cierre de la mediación por su superposición lingüística: la letra, domada, no desborda el signo de lo real ni abre una vía para la comunión. No nos redime, ni nos salva. Nos usa para su propia liberación. El obispo de Sant Feliu de Llobregat, en una carta abierta en la hoja dominical, ha sabido decirlo con más belleza: “Pareces vivir el arte como una travesía espiritual, donde la creación es una forma de peregrinaje hacia aquello que transciende. Pero, no acabas de hacerlo... y sin soltar amarras no será fácil llegar al puerto que anhelas. Si es que quisieras llegar”.

Lingüística algorítmica

Rosalía ha tenido la posibilidad de poner música al íntimo desgarramiento, pero ha preferido impedir que este pudiera darse. “Rezaré por ti”, truena en medio del cine. Solo lo que puede decirse puede pensarse; y solo si puede pensarse puedo proyectarse. Así es, precisamente, como se erradica el cuerpo. El disco pretende que los límites de nuestro mundo sean los de su lenguaje industrial. I'll fuck you till you love me, dijo Wittgenstein en el Tractatus Logico-Philosophicus.

Rosalía quiere que nuestro mundo quepa en sus palabras, y para ello no inventa las palabras más grandes, sino las más apropiadas. Lenguaje matemático algorítmico: ¿qué funciona? El namedropping de Midas Alonso pero con verbos y algún dog-whistle para lectores de Byung-Chul Han y otros 18 targets más. Munitis, Newcastle, Ujfaluši, Bwin, Jägermeister, Sturridge, une el madrileño; Playboy, 13-14, Jerez, Blunt, Reliquia, Llantas, junta la catalana. “Comercial y calidad no son necesariamente opuestos”. Lo dijo Juan del Val.

“Necesitamos un tiempo de contemplación ante esta oscuridad que habitamos, en la que comprender lo que tenemos delante requiere de un esfuerzo gigantesco y las trazas de alteridad, como los fantasmas, revelan y se revelan”.

La respuesta no es siempre fácil, pero Rosalía siempre tiene al menos una. Frente a ello, frente a la erradicación de la duda, una pregunta más grande, más rara, más compleja, más penumbra. Como apuntaban David Vidal, Cristina Garde y Patricia Ventura: “Ante lo no evidente o lo no visible, que con frecuencia subyace a lo inmediato y lo urgente, necesitamos un tiempo de contemplación ante esta oscuridad. En la penumbra que habitamos, comprender lo que tenemos delante requiere de un esfuerzo gigantesco. En esta penumbra, las trazas de alteridad, como los fantasmas, revelan y se revelan”. 

Lux es lo que ocurre cuando te lees las preguntas del Trivial antes de invitar a unos amigos a jugar. Lux es también una operación sintética de toma de decisiones: antes que experimentar el mundo, prefiero administrar lo que siento. 

Una cuestión estética –reorganizar la sensibilidad, que diría Rancière– es siempre una cuestión de clase. Crear lenguajes es, por supuesto, conjurar criaderos de futuros, pero no por lo que el lenguaje describe, sino por su efecto detonador, por su capacidad de abrirse al mundo.

Si necesitamos nuevas palabras es para transformar el régimen de sensibilidad en sensibilidad política, no para reducir el mundo a la herida particular. Solo el lenguaje y el cuerpo, desde la perspectiva materialista marxista, encierran como una sola cosa el mundo. “El lenguaje nace, como la consciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás”, pensaba el propio Marx. Terry Eagleton, releyendo a Marx, añadía que en tanto que criaturas de carne, llevamos con nosotros algo de la naturaleza densa y refractaria de la materia, tan cerca y pegada como la propia respiración.

Necesitamos nuevas palabras para entender nuestro mundo, para interpretarlo y más tarde cambiarlo, para por fin emprender el viaje de su transformación, para empalabrarlo con la fuerza radical del doloroso movimiento desgarrador. Precisamos de más procesos de discernimiento y quiebre, como se dibuja piadosamente en Los domingos.

Los domingos 2
Momento de la película 'Los domingos', con la joven actriz Blanca Soroa como protagonista. Foto de BTeamPictures

Religión, como recordaba Lluís Duch, es lo que une o reúne, lo que liga o vuelve a ligar; re-ligare. El acto lingüístico de Rosalía es un ataque violento contra nuestro universo simbólico, que es a su vez parte de nuestro ejército de liberación. “Toda representación icónica es, antes que nada, signo de una ausencia”, por lo que la interpretación que se limite a la representación está destinada fatalmente a responder al intento deficiente de llenar huecos vacíos que no comprendemos con paladas vacías de interpretación muerta. Lux contribuye a la desazón desposeyéndonos del silencio.

El disco de Rosalía es un loop que nos retiene braceando en una piscina inmensa en medio del océano. No funciona como mito, pero tampoco como símbolo; esto es, no torna “mediatamente presente lo inmediatamente ausente”.

Con urgencia, necesitamos representadores implicados en las formas de la palabra, intermediarios inventivos del narrar, que sean como filtros esponjosos, como glosadores embarrados. Ante la impotencia de arrancar un cacho del mundo con los dedos, precisamos mediaciones que conduzcan al estallido. Lux es un loop que nos retiene braceando en una piscina inmensa en medio del océano. No funciona como mito, pero tampoco como símbolo; esto es, no torna mediatamente presente lo inmediatamente ausente, usando la formulación de Duch. No dice nada a lo que podamos agarrarnos.

La fe de Rosalía nunca habla en plural ni piensa, ni traza, ni proyecta, ni repara en, ni confabula un nosotros. Si encontrarnos es el primer paso de la prolongada guerra por el futuro, ¿tiene derecho, Rosalía, a regar la semilla del desencuentro? No, su libertad artística termina donde comienza nuestra capacidad para organizarnos. En Lux encontramos sabotaje: una gestión del flujo somatopolítico, sin una grieta por donde serpentear hacia afuera. Rosalía encuentra en sí misma –un Dios que le pone voz y al que revelará– la certeza para lanzarnos a todos a la incertidumbre a través de Lux.

Si encontrarnos es el primer paso de la prolongada guerra por el futuro, ¿tiene derecho, Rosalía, a regar la semilla del desencuentro? No, su libertad artística termina donde comienza nuestra capacidad para organizarnos.

Pero Los domingos expone la incertidumbre para reconocer honestamente la ausencia total de certidumbre. “Yo, que tiendo a cuestionármelo todo, de repente, me tenía que enfrentar a alguien que ha encontrado una certeza absoluta en la vida”, decía la directora vasca en una entrevista con Cultura 2.

Los domingos permite al espectador, cuya mirada está enturbiada de mundo presente, desaparecer y volver en sí con una pregunta mejor, más punzante. La fe es una experiencia humana en tanto que nos permite organizarnos políticamente; o, mejor dicho, es una sensibilidad humana y, por ello, una explicación política.

El grito desesperado de Patricia López Arnaiz frente a la inmovilidad de Blanca Soroa dibuja un momento, con su espaciotiempo delimitado: implorar se convierte en amar a quien se implora, pidiendo una palabra, un estoy aquí, un te oigo. La llamada musitada, de rodillas, también dibuja un momento humanamente político: clamar se convierte en amar a quien se clama, exigiendo, por fin, una palabra que nunca se pronuncia.

Las épocas asediadas por crisis globales, aparejadas llevan un vaciamiento expresivo. Por eso Rosalía no dice nada y con su nada crecerán naderías. Esas últimas naderías, por cierto, sí lo son todo para formular la polifonía de este mundo en mutación. Las épocas críticas, decíamos, provocan la debilidad de los lenguajes. O “cierto agotamiento de los recursos verbales”, en palabras de Steiner o, cierta pérdida de la fuerza no solo denotativa, también alusiva, “que permitía que ‘el querer decir’ de las palabras y de las expresiones constituyera una especie de referencia última y decisiva, que capacitaba a los individuos y a las colectividades para la recreación del ámbito actual y efectivo de la locuacidad humana”, decía Duch.

Un mundo piadoso

Como opinaba en vida el antropólogo y monje de Montserrat, el mito constituye un auténtico antídoto contra la comunicación mortal o moribunda de los individuos porque, precisamente, el mito es comunicación. El mito imposibilita que lo dicho quede en uno, fraguando en todos. El mito como acto narrativo, como arte narrativo, no se ancla en aspectos circunstanciales de la existencia humana [Perdí mi lengua en París / Mi tiempo en L.A / Los heels en Milán / La sonrisa en U.K]. Más bien, en palabras de Duch, tiene la misión de “centrar al individuo y la comunidad en torno a las verdaderas motivaciones para vivir y para morir, las cuales, muy a menudo, permanecen, para una gran mayoría, en la oscuridad más negra”.

Lluís Duch, diagnosticando el dolor –estamos enfermos de aquí y ahora [malalta de present, una vez escribió Montserrat Roig]–, invitaba a salvar el espacio y el tiempo, esto es, a salvarnos como seres humanos. Para ello, explicaba, es necesario “ser piadosos”, es decir, configurarnos socialmente con dimensiones “a la medida humana”: “La gran impiedad es querer ser como dioses, intentar situarse en el espacio y tiempo de los dioses”, aseguraba.

O Teleclube
'O Teleclube' reúnese para debater 'Os Domingos'
A directora vasca, Alauda Ruiz de Azúa, lévanos a misa para asistir a un drama familiar que remove as emocións.
Cine
‘Querer’, un relato del calvario que enfrentan las mujeres mayores al denunciar la violencia machista
La miniserie de la directora y guionista Alauda Ruiz de Azúa arroja luz sobre las múltiples especificidades del maltrato psicológico y sexual en el seno de los matrimonios “de toda la vida”.
Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...