Ecologismo
Apología de la Ecología

Apuntes críticos para una reivindicación del ecologismo y de la Ecología como ciencia, a pesar de sus enemigos y también a pesar de sus amigos.

Desde hace varias décadas llevamos escuchando voces muy autorizadas del mundo de la ecología científica y militante advirtiendo del peligro sanitario que implicaba el acoso sistemático a la biodiversidad y de la destrucción acelerada de ecosistemas y recursos naturales. La propia ONU acaba de publicar un informe en el que reconoce que “las mismas actividades humanas que provocan el Cambio Climático y la pérdida de biodiversidad también son responsables del riesgo de pandemias (...) y que los impactos en el Medio Ambiente son el camino a las pandemias”. Sin embargo, la Ecología, tanto en su vertiente científica como en la de movimiento socio-político, parece sufrir la maldición mitológica de Casandra. Los mitos son narraciones de hechos que nunca ocurrieron pero que siempre están aconteciendo, y como Casandra, que poseía el don de la profecía pero Apolo condenó a no ser creída por nadie, al ecologismo, que por lo menos desde el primer informe del Club de Roma de 1972 lleva alertando de los riesgos también sanitarios de la deriva desarrollista, nadie o casi nadie le prestó atención.

Agroecología
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Acupunturas agroecológicas indispensables para una Extremadura desangrada demográficamente, camino de convertirse en monocultivo agroexportador y campamento minero.


Y no sólo no se escucharon estas advertencias, sino que paradójicamente la crisis sanitaria y socio-económica derivada de la Covid 19 ha supuesto una auténtica contraofensiva contra el movimiento y la contracultura ecologista. Ya se venían recibiendo ataques y difamaciones interesadas desde antes de la crisis de salud pública global por parte de sectores que se sentían damnificados por el trabajo cultural y político del movimiento verde. Valgan como ejemplos la ofensiva permanente de la revista de caza y pesca Jara y Sedal, del sector taurino y de las empresas eléctricas etc... Esta animadversión, que podemos denominar ecofobia, tiene su lógica porque estos sectores están en el ojo del huracán de la destrucción ecológica y la violencia contra los animale,s con lo que padecen directamente la labor de zapa del “viejo topo ecologista”. Así que no nos extraña nada que en estos ámbitos, con tan evidentes intereses económicos, se aproveche la Covid para arrear a los adversarios.

La crisis sanitaria y socio-económica de la COVID 19 ha supuesto una auténtica contraofensiva contra el movimiento y la contracultura ecologista

Tampoco extraña, aunque duela, que con la excusa de la pandemia y la recesión económica se haya implementado una auténtica contraofensiva desreguladora por parte de la administración central, de las autonómicas y de los municipios para desmantelar los pocos límites legales y administrativos a la rapiña de recursos y a la destrucción ecológica que se habían logrado después de largos años de luchas sociales y en los tribunales por parte de la ciudadanía. Contraofensiva merecedora de otro u otros artículos, pero que podemos ilustrar con algunos ejemplos sangrantes y escandalosos. A nivel estatal: la prórroga del plazo de explotación de las centrales nucleares o el rescate a la industria automovilística y aeronáutica, mientras se sacrifican a decenas de miles de autónomos. A nivel extremeño tenemos el ejemplo de la proliferación de la minería a cielo abierto o el empecinamiento en malgastar dinero en un AVE que Lisboa ya ha dicho por activa y por pasiva que nunca va a existir, o la consideración de la caza como actividad esencial de modo que sortee el futuro confinamiento, o la declaración de las rehalas como bien de interés cultural en prevención de que al “gobierno más progresista de la historia” le diera por hacer una ley de los derechos de los animales digna...

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Menos lógica tiene que en el sector agroganadero haya muchas voces que se sumen también a la ofensiva anti-verde. Se mire como se mire, la ganadería y la agricultura constituyen el sector productivo que más depende directamente de la estabilidad climática, de la autorregulación ecosistémica y de la conservación de la biodiversidad. Es un sector que sufre primero y más cruelmente lo que la ecología lleva medio siglo advirtiendo, enfrentando, criticando: la sequía, las tormentas e inundaciones, las olas de calor, la falta de polinizadores, las plagas, la erosión, los incendios, la pérdida de variedad agrofitogenética, la contaminación de aire, tierra y aguas…

Todos esos enemigos de la Ecología y de los grupos ecologistas lo son también de las agricultoras y agricultores, de las ganaderas y del mundo rural en general. Sin embargo, la mayoría de las organizaciones agrarias se han sumado, ya desde tiempo atrás, a la campaña de ecofobia con ardor digno de mejor causa. Las repugnantes declaraciones de los dirigentes de ASAJA en Extremadura o su oposición a la Reserva de la Biosfera de la Siberia, el comunicado de la Unión de Extremadura arremetiendo contra los ecologistas después de los incendios trágicos de este verano, las posiciones de UPA y COAG en la vecina Castilla y León contra el lobo o las recientes críticas a las muy tímidas e insuficientes medidas de “verdeo” de la nueva PAC ilustran la profunda brecha de conciencia que se interpone entre un sector muy importante del mundo rural y el ecologismo.

Una tragedia, porque esta incapacidad de las organizaciones agrarias de pensar más allá del beneficio a corto plazo supone tirar piedras a su propio tejado a medio plazo, con el añadido de que el desprecio militante de la agricultura industrial hacia las leyes de la Ecología les deja a merced de las multinacionales del agro-negocio que están acabando con la agro-ganadería a pequeña escala y familiar, lo que es lo mismo que acabar con el mundo rural y aumentar la despoblación. Por suerte, en el mundo rural también hay un florecimiento de iniciativas agroecológicas que prefiguran el diálogo cooperativo que debe haber entre la agronomía y la ecología de cara a hacer compatible la alimentación de las comunidades humanas y la preservación de las condiciones climáticas y ecológicas que hagan posible la producción y la reproducción de la vida toda.

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Lo que no se esperaba en los ámbitos de la ecología militante es que con la llegada de la pandemia también se sumaran a este coro de negacionistas climáticos y aceleracionistas entrópicos voces procedentes desde la izquierda. En estos meses —ya de por sí tristes y dramáticos— hemos tenido que lamentar, además, cómo desde algunas facciones de la izquierda más gobernista, o desde posiciones de rancio obrerismo “antidiverso” y/o rozando el rojipardismo, se han permitido sacar a la luz pública un rencor probablemente antiguo contra la Ecología. Descalificaciones gruesas y difamaciones lamentables del tipo: “insolidarios”, “cursis”, “misántropos”, “posmos”, “ecofascistas” y otras perlas que, aunque produzcan cierta tristeza, en el fondo denotan que no hay nada nuevo bajo el sol: ya desde Mayo del 68, que es cuando nacen ecologismo, feminismo y pacifismo, la vieja izquierda autoritaria menospreció y zahirió como pudo a los nuevos movimientos sociales que desafiaban su estrechez teórica y su hegemonía política. Es esa izquierda que en sus programas políticos dedicaba el penúltimo capítulo al feminismo y el último a la ecología porque lo morado y lo verde lucían mucho y eran un buen reclamo para atraer votos… siempre que llegados al poder no interfirieran en los verdaderos objetivos: el empleo, el crecimiento, gobernar para todos, etc. La izquierda autoritaria está muy lejos todavía de entender la impugnación radical que la Ecología supone para algunas de sus premisas principales, y por eso embisten.

Lo que no se esperaba en los ámbitos de la ecología militante es que con la llegada de la pandemia también se sumaran a este coro de negacionistas climáticos y aceleracionistas entrópicos voces procedentes desde la izquierda

Hay que reconocer, empero, que “el enemigo también anida dentro”. En el seno de la amplia y diversa galaxia de lo verde también cuecen habas, hay divisiones ásperas, hay incoherencias y flancos muy débiles. Por un lado, están las ongs, fundaciones y demás, que viven de las subvenciones del Estado, de las que siempre cabe sospechar sobre la integridad de sus objetivos y hasta dónde llega su grado de colaboración con las maniobras de lavado de cara verde de las administraciones y las empresas. Ahí tenemos los ejemplos de la SEO colaborando con la mafia contaminante de ECOEMBES a nivel nacional, y de ADENEX a nivel regional, u organizaciones como Amigos de la Tierra o WWF que se llevan respectivamente 170.000 y 270.000 euros de subvenciones del MITECO sin que nadie jamás les haya visto en ninguna acción en la calle. Hay que recordar que en el caso de WWF tuvo como presidente de honor a ese más que dudoso “ecologista” que es el Borbón que se ha dado a la fuga, hasta el patético asunto del elefante de Botswana.

Y por supuesto que habría que mencionar, siquiera de pasada, las inconsistencias discursivas de un ecologismo que muchas veces peca de urbanocentrismo y no es capaz de empatizar con el mundo rural, o la deriva capitalista de ciertos sectores que tratan de vender el Green New Deal como una forma de superar la imposibilidad de conjugar crecimiento económico y sostenibilidad. Quizás también sería fructífero reflexionar sobre la deriva excesivamente institucional y legalista que ha ido asumiendo la lucha ecologista en detrimento de una estrategia más de movilización y conflicto, un abandono de la acción directa y la resistencia ecologista que ha sido paralela a la domesticación y profesionalización de cierto ecologismo sin dientes y muy cómodo para los gobernantes. Ahí está el ejemplo de la lucha contra la urbanización ilegal de Valdecañas y la reciente retirada de ADENEX del contencioso. Y eso por no hablar de la muy patética historia de la Ecología Política en el estado español, que tardó casi tres décadas en ponerse mínimamente de acuerdo en unirse en un solo partido verde y que, en menos de una década, ha vuelto a destruir todo atisbo de unidad y esperanza por el personalismo y afán de puestecito de sus líderes y el oportunismo y tacticismo de otras fuerzas políticas que han buscado votos en los caladeros verdes. Además, dentro de los grupos que se mueven en esta área no faltan las divisiones, los debates identitarios, las ásperas polémicas y las rupturas tan comunes en las izquierdas en general. Para ser un movimiento tan débil y acosado desde fuera, sorprende la cantidad de energía que se emplea en divisiones internas: veganos, antiespecistas, animalistas, ecosocialistas, conservacionistas, decrecentistas, colapsólogos, ecosocialistas, ecolibertarios, ecocapitalistas, ecofeministas (con todas sus propias segmentaciones), etc, etc.

En el seno de la amplia y diversa galaxia de lo verde también cuecen habas, hay divisiones ásperas, hay incoherencias y flancos muy débiles

Y sin embargo, pese a toda la ofensiva externa y pese a todo el fuego amigo, la ecología es, con el feminismo, un relato de esperanza, de vida, un camino de transformación social y utopía que está más vigente que nunca.

La actual pandemia es un síntoma de una enfermedad más grave que, al menos, lleva medio siglo anunciándose y frente a la que todavía la mayoría de la sociedad y la casi la totalidad de las élites políticas y económicas prefieren mirar para otro lado: el sistema capitalista está chocando con los límites de la biosfera, la economía global está destruyendo las bases de la vida. El capitalismo sigue negando las leyes de la física, de la termodinámica y de la biología, sigue violando todos los límites éticos, entrópicos y biológicos, destruyendo trabajo vivo, consumiendo recursos renovables por encima de su tasa de restitución, consumiendo recursos fósiles y minerales irreemplazables, insertando residuos en el bioma global por encima de su capacidad de asimilación y depuración, alterando los grandes ciclos geobioquímicos de los que depende la vida de todos los seres del planeta (el ciclo del Carbono, el del Nitrógeno, el del Agua, el del Fósforo, etc). Se puede seguir disparando, y no dudamos de que adversarios e incluso amigos lo harán, al mensajero (el ecologismo) e incluso matarlo; el propio mensajero puede cometer errores sin número, venderse o rendirse de la desesperación, pero eso no cambia la verdad incómoda de que la fiesta se ha acabado.

No podemos ser optimistas: viendo la reacción social exagerada ante las pequeñas incomodidades que nos impone la pandemia (la mascarilla, restricciones de movimientos, sacrificios económicos…) podemos presagiar lo peor cuando lleguen las más fuertes restricciones y sacrificios en el nivel de vida que va a imponer el progresivo agotamiento de los recursos fósiles, la disrupción del clima y sus efectos tremendos sobre la agricultura y la nutrición globales.

La actual pandemia es un síntoma de una enfermedad más grave (...) el sistema capitalista está chocando con los límites de la biosfera, la economía global está destruyendo las bases de la vida

Pero tampoco podemos rendirnos, en eso debemos imitar a la naturaleza, y en ella nadie se rinde. En otras versiones del mito, a Casandra lo que le conceden no es el don de la profecía sino el de entender el lenguaje de los animales. Quizá es una imagen que puede servirnos de consuelo; el ecologismo, y sobre todo la Ecología como ciencia, conoce el lenguaje de “los 10.000 seres” que decía el budismo, el lenguaje de la vida toda, ese idioma que el antropocentrismo, el individualismo y el industrialismo capitalista se han empeñado en que olvidemos porque de otro modo no podría haber extendido su dominio global. El ecologismo es la filología de la vida, es el lenguaje de la comunidad de la biosfera de la que el ser humano es parte, muy importante, pero sólo parte. El ecologismo es la voz humana de GAIA, el gran holobionte que ha hecho de la Tierra el milagro de ser  un planeta único, bello y habitable, esa voz puede desafinar a veces, puede molestar y errar otras, pero en general contiene la única canción de esperanza, el único relato de vida, la verdad más común y comunitaria por la que merece la pena vivir y luchar e incluso morir, la canción de una comunidad de la que también forman parte las plantas, los animales, los muertos y los que no han nacido todavía pero tienen todo el derecho a hacerlo en el futuro del que debemos preocuparnos y responsabilizarnos. Por eso, aunque ladren, Casandra no va a callar nunca.

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#86558
6/4/2021 1:36

Hoy en día la ecología es primordial para nuestra sostenibilidad ya que es por el bien del mundo en el que vivimos y por consecuente también el de bien de nosotros mismos. Si el mundo se acaba nosotros también. Por eso la necesidad de actividades que eviten esto y motiven a las personas a aportar su granito de arena en estos propósitos verdes - Gustavo Copelmayer

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#73985
10/11/2020 22:36

Jo... Fernando Llorente, con muchos amigos comunes, aún no nos hemos mirado.. que pasada y repasada, que se mereciera un diálogo con varios. En general comparto todo lo que dices, pero es que tb la ecología militante y no sujeta a los poderes.. tb ha fallado, les ha fallado -hemos- a los que nos llamaban como si fuéramos el SEPRONA por ese litigio homo ( pues no es exclusivamente patriarcal) que se da entre tierras, territoiros, querellas, a lo Lorca.. o a lo relatado por ellas y ellos , los poetas muertos de hambre, o los desesperados por las miserias de lo poco enfrentado a lo poco.. después.. todo bien pero hablas de agroecologia y animales.. es que no puedo ni quiero decirte por aquí que el sistema nos divide y que las izquierdas nos han traicionado y que andamos juntas pero no nos dejan juntarnos y ahora menos... pero que estéis al loro de los que compran y venden su territorio, provocan fuegos, de los sin tierra también pero que acostumbraban a cobrar ayudas de la PAC por hectárea de tierra donada en la que robaban ,cazaban o maltrataban un sitio que no era suyo o de las y los que matan por una linde.. como si no hubiera pasado el tiempo o se hubiera congelao- pervertido- la memoria. Muchas de nosotras, las pocas que no andamos en redes y no tenemos mas que el ordenador del trabajo y cinco horas presenciales con mascarilla impuesta y hablando.. a pesar de qe enseñamos qué es la hipercapnia, a veces nos hemos desesperado, y tb como dicen varias coplillas...menos mal que nos queda.. ( me gustaría poder debatir con vosotros.. compañeros cercanos pues muchas nos sentimos muy sólas y sobretodo traicionadas por una izquierda ( una anarca de corazón) que únicamente nos atrevimos a votar una vez.. y CCOO y los comunistas extremeños.. ( algunos de los que comparten charla contigo... un despropósitoy Alamaraz no se cierra porque no os veo en las últimas, ni Valdecañas se derrumba por lo mismo ni te he visto jamás en charlas antimineras ni en apoyo en contra de la mina en CC ni nada de nada.. es que una o uno estamos un día iluminados y nos sale la vena pero o lo decimos hilando o a las palabras se las lleva el viento..y es por eso por lo que no convencemos.. date cuenta que a esos agricultores muertosd de jambre... en una generación, ha venido europa, les ha IMPUESTO LOS CULTIVOS, les ha pervertido literalmente y ahora prefieren cultivar lo incultivable y arrancar olivos por subveción al monocultivo agua-aceite y no sigo.. porque entonces me metería con el extensivo y las vacas..( creo que tú ya me entiendes) ha fracasado la izqierda cainita pero tb el mov ecologista ( y coincido con las siglas que conocemos y has mencionado.. si supieras lo que se ve en los planes de expltacion de minería.. es que son copy-paste de trabajos por los qe pagan a la SEO---) y ADENEX.. con fincas propias donde alquilan para cazadores ya ni nos contamos.. Pero de hacer la vista gorda a estos hechos somos cómplices muchos de tus y mis amigos comunes

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#73984
10/11/2020 22:16

Una crítica justa y necesaria con la que molestar al españolito medio de bien, de un lado y otro del espectro bipolar.

En Europa los verdes han asumido su papel de nuevos celotes del neocapitalismo, ese que solo es postureo y amiguismo

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#73972
10/11/2020 20:21

Pero este periodista no sabe escribir un artículo sin insultar a los demás? malos argumentos son las descalificaciones

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