Opinión
SOS Ecuador: romper el cerco mediático

Una visión desde la diáspora de la reciente historia de Ecuador, marcada por una creciente violencia, el autoritarismo de la extrema derecha en el poder y la resistencia indígena.
Noboa dictador
Karol Jaramillo Una mujer sostiene una pancarta contra el presidente Noboa en una de las protestas del paro nacional contra el gobierno ecuatoriano. (K. Jaramillo es comunicadora de Inredh)

Integrante de la colectiva La Nocturna

16 oct 2025 06:00

Las redes, los periódicos y los algoritmos dibujan los afectos, nuestros afectos. Ponen en juego lo que ocurre y lo que no ocurre en el mundo. Mientras unos territorios y su gente reciben muchísima atención, hay otros que pasan desapercibidos; sus valiosas vidas y sus muertes no merecen ni siquiera ser nombradas. Ya lo sabemos, aquello que no se nombra, no existe. Y aquello que no se ve en Europa, desaparece, se queda en la sombra, no produce emoción. Basta mirar un poco: el Congo, Somalia, Haití, Nicaragua. No hay que explicarlo. Es obvio, ¿no?

Desde España se mira mucho hacia Abya Yala, se sostiene una relación colonial que se perpetúa en el tiempo, de modos disimiles y en varias capas. Ecuador, durante muchos años, fue centro de atención, especialmente de los medios y partidos de izquierda. Los acuerdos y alianzas entre el correísmo y activistas de izquierda y partidos como Unidas Podemos o los Comunes, eran conocidos.

Quienes formamos parte de la diáspora y estamos vinculados a los movimientos sociales en Ecuador, sufrimos una doble decepción: por una parte, con el desarrollo de una “revolución ciudadana” que, con el tiempo, se desdibujó hasta convertirse en un garabato. Y por otra parte, por la falta de escucha, por parte de las fuerzas progresistas en España, hacia lo que ocurría en las calles, los páramos, los ríos y los territorios en Ecuador en aquellos días. Las voces y las luchas desplegadas en el contexto de un proyecto bolivariano decadente pasaron desapercibidas.

Cuando el correísmo se dedicó a perseguir a miembros del movimiento indígena acusados de terrorismo, ellos callaron; cuando las feministas fueron denostadas y agredidas, ellos callaron; cuando el gobierno puso en marcha un modelo extractivista que arrasó con los derechos de la naturaleza que fueron aprobados en la Constitución del 2008, ellos callaron.

¿Cuándo no callaban? Nos prestaban atención cada vez que había que mover ficha a favor del proyecto correísta en un tablero de juego en el que cualquier tipo de crítica era leído, en España, como una traición. Se trataba de una ecuación muy simple -y similar en su tratamiento hacia las voces críticas hacia el gobierno de Maduro en Venezuela o el de Ortega en Nicaragua-: si no apoyas al líder, eres de derechas. El pensamiento plano que simplifica y no matiza, no entiende que se puede ser crítico con un gobierno que se asume de izquierdas y, sin embargo, ser de izquierdas, antimperialista y anticolonial. No puede ser tan difícil.

Durante el correísmo, se tenía que poder y se debía cuestionar un proyecto político cuyo origen recibió el apoyo contundente de los movimientos sociales, pero que, con el tiempo, se convirtió en un circo. No olvidamos las palabras de Monedero en las elecciones presidenciales del 2021, cuando dijo que uno de los candidatos no era “un indígena real”. Un señor español clasificando racialmente a la población y decidiendo quién es qué en Abya Yala, ¿no les suena conocido? Son más de quinientos años de lo mismo.

Ecuador atraviesa un período de violencia estatal que supera todo lo que habíamos vivido anteriormente y que cada día se agrava más. Noboa ha establecido acuerdos en materia de seguridad con el gobierno de los EEUU e Israel

En estos momentos, el Ecuador atraviesa un período de violencia estatal que supera todo lo que habíamos vivido anteriormente y que cada día se agrava más. El presidente Daniel Noboa, nacido en Miami e hijo de un empresario bananero multimillonario, ha establecido acuerdos en materia de seguridad con el gobierno de los EEUU e Israel. El fin es proteger una serie de medidas que no solo desmantelan el Estado, enriquecen más a los ricos y empobrecen al resto de la población, también aceleran un modelo económico narco-extractivista que se sostiene sobre unos niveles de violencia que baten récords mundiales. El país está herido.

La gota que derramó el vaso es el Decreto 126 emitido el 12 de septiembre. El gobierno dispuso la eliminación del subsidio al diésel; una decisión que forma parte de los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para acceder a nuevos desembolsos crediticios. Intentos similares ya se habían registrado en el pasado: en 2019, durante el gobierno de Lenin Moreno, y en 2022, bajo la administración de Guillermo Lasso. En ambos casos, las masivas protestas sociales obligaron a los gobiernos a revertir la medida. En contraste, la actual gestión de Noboa ha implementado una estrategia más estricta de control ante posibles manifestaciones, que incluye la declaración de estados de excepción, la presencia militar en las calles, el bloqueo de cuentas bancarias pertenecientes a organizaciones y dirigentes sociales, indígenas, ambientales y de derechos humanos, así como la criminalización de la protesta mediante acusaciones por delitos como “terrorismo”.

Hoy, 16 de octubre del 2025, ya son 24 de días de paro nacional. Pero la criminalización de la violencia, el uso desmedido de la fuerza, las comunidades ahogadas en gases, el allanamiento en las casas y hospitales, lxs niñxs traumatizadxs, lxs periodistas heridos, las personas desaparecidas y muertas, Otavalo y otras comunidades militarizadas, no producen ningún ruido; nadie dice nada. Google, los algoritmos, la comunidad internacional, los medios de comunicación, todos callan. Estamos frente a un cerco mediático que no habíamos experimentado con tanta contundencia en el pasado.

En España, los medios de comunicación progresistas dicen poco. El periódico El País apenas ha publicado un artículo cuyo titular es engañoso y recoge mayormente la perspectiva estatal de lo que está ocurriendo y el diario.es publica a cuentagotas. La mayoría de noticias que aparecen en ambos medios sobre Abya Yala se refieren a Argentina, un país que es leído como blanco por lxs españoles. ¿Casualidad? No lo creemos. El Salto ha sido uno de los pocos espacios que se ha hecho eco de la situación a través de buenos artículos de opinión. Hay aliadas, por supuesto. Laura Arroyo, le dedicó un espacio importante a Ecuador en su programa en Canal Red y Tatiana Romero entrevistó a la escritora kwicha Wayra Vélazquez para Pikara. Hay aliadas, pero no es suficiente. En general, en España hay un silencio pasmoso que se convierte en indiferencia.

¿De verdad es tan difícil enterarse? Basta con seguir los medios alternativos locales o a la CONAIE en Ecuador. Basta con informarse un poco para saber que necesitamos ayuda porque nos enfrentamos a un Estado terrorista

¿De verdad es tan difícil enterarse? No, no lo es. Basta con seguir los medios alternativos locales o a la CONAIE en Ecuador para ver en directo lo que está ocurriendo. Basta con informarse un poco para saber que necesitamos ayuda porque nos enfrentamos a un Estado terrorista. Por eso, las comunidades militarizadas, las warmis, el movimiento indígena, las organizaciones populares, lxs niñxs y los migrantes ecuatorianxs hacemos un llamado urgente a la comunidad internacional, a nuestrxs amigxs y aliadxs, a los partidos políticos de izquierda que hoy callan y a los medios de comunicación en España. De forma urgente, necesitamos que nos ayuden a romper el cerco mediático. ¿Cómo? Hablando sobre Ecuador con los medios de los que se dispone.

El presidente Noboa ha decretado una docena de estados de excepción de modo consecutivo, pero paradójicamente, no nos ha logrado paralizar. El actor político principal del país es el movimiento indígena el cual es y ha sido un referente de lucha en toda Latinoamérica y el mundo. El digno legado que nos deja es invaluable. Es hora de la retribución, por favor, no dejen de hablar de Ecuador.

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