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Editorial
El espejismo del horizonte público-comunitario
Se conmemoran cinco décadas del nacimiento del neoliberalismo con una guerra en las puertas de Europa, genocidios en directo, la mayor desigualdad de la historia, la ultraderecha presente en casi todos los parlamentos del mundo, así como en muchos gobiernos, y una crisis climática mundial. La respuesta progresista en Euskal Herria, que debería ser tan radical como internacionalista, se refiere a la necesidad de un horizonte público-comunitario para lograr una forma de gobernanza democrática a escala regional que pueda hacer frente al modelo caciquil reinante en esta comarca. Algunas dudas.
El término “comunitario” ha sido tan manoseado y desvirtuado que ya no tiene un significado claro. En su ambigüedad, permite que se imponga cualquier proyecto corporativo, o simplemente que se convierta en una extensión de la incapacidad institucional, clientelismo no jeltzale, aunque igual de anquilosado en su gestión. “Comunitario” es todo aquello que beneficia al común pensando para el común, empezando por algunas prácticas arraigadas en la vida cotidiana, en los espacios de socialización concreta; se debe articular sobre una materialidad sólida y compleja global para producir, colectivamente, un mundo distinto.
Cuidados
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Es también una estrategia de pendiente resbaladiza para desmercantilizar cualquier esfera de la existencia humana, como los cuidados. Y se sostiene sobre la “publificación” total de los servicios esenciales, que no debe dejar espacio para hacer concesiones al poder del capital, aunque sea cooperativo. Al respecto, tanto la fiscalidad regresiva y la legislación de extranjería deben ser desmanteladas porque perpetúan desigualdades que no pueden resolverse con el mero hecho de “repartir” responsabilidades.
Por eso, y especialmente cuando algo tan importante como los cuidados se colocan en el centro de las propuestas para un sistema público-comunitario, la lucha real debe enfocarse en desmantelar la división sexual del trabajo, estructura que sustenta el orden patriarcal, y todas las instituciones legales y económicas que la perpetúan. El resto es marketing político.