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Editorial
Que se jodan los bares
Desde una perspectiva estrictamente epidemiológica, la mejor respuesta frente a la epidemia es reducir al máximo el riesgo de contagios, bajar los ingresos hospitalarios, aplastar la curva y salvar vidas. En su versión más drástica, toque de queda incluido, supone cerrar casi todo a cal y canto: administración, centros de estudio, fábricas, oficinas, tiendas, transporte público... y, por descontado, bares y terrazas.
Pero, en cualquiera de las variantes del confinamiento, se olvida que la epidemiología es la menos científica de las ciencias médicas. Tucídides, a cuenta del tifus que asoló Atenas en el año 430 antes de Cristo, señalaba que las condiciones de vida de las personas más pobres de la polis eran uno de los principales vectores de transmisión. Cualquier omisión de que la epidemiología es, también, una ciencia social enfocada al control de poblaciones —no solo de enfermedades— responde a ideologías reaccionarias.
El marco del debate lo ponen los sectores con capacidad de agencia, representación política, y participación en los medios de comunicación: clase media, pequeña burguesía y élites. Ello explica que, en el debate sobre “abrir” o “cerrar” la hostelería, se soslaye que es un sector precarizado con un alto porcentaje de contratos falseados, y donde es habitual que las horas extras no se cobren: de ahí que las medidas compensatorias actuales no estén garantizando la reproducción digna de la vida. Y ello explica, también, la ausencia de personas migrantes en las manifestaciones en defensa de la hostelería, cuando son una gran parte de la masa laboral en cocinas, comedores, barras y mesas. ¿Dónde están? ¿A cuánto ascienden sus ingresos? ¿Han sido despedidas o, simplemente, no les han renovado sus contratos? La izquierda responsable, tanto da en Euskal Herria como en el Estado español, no está para perder el tiempo con la emergencia vital de esos centenares de miles de personas precarias.
Ante este panorama desolador, las medidas de la democracia cristiana alemana suenan casi revolucionarias: cierre total del interior de bares y comercios acompañado del pago, a cargo del Estado, del 75% de lo facturado en las mismas fechas del año anterior, para todo autónomo o empresa con menos de 50 empleados. Se protege la salud colectiva... y lo paga, vía aumento de los impuestos, esa clase media asustada que clama por su seguridad, y que ha vaciado los estantes de las bicicletas estáticas en las grandes superficies comerciales.
Los ayuntamientos de Iruñea, Gasteiz, Donostia y Bilbao se han apresurado a realizar exenciones de las tasas de terrazas que, por otro lado, ya eran ridículas. Pero ni esos consistorios, ni los gobiernos vasco y navarro, dicen nada de incrementar la fiscalidad para impulsar políticas públicas resolutivas, ni de aumentar el espacio para las terrazas quitándoselo al coche en las calles y avenidas, en vez de privatizar las plazas. Son esas administraciones mediocres las que están hundiendo la hostelería.
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Parece que no ha salido mi comentario anterior. Sólo quería preguntar a qué co.. viene eso de hablar de Euskal Herria y el Estado Español. Estoy de acuerdo con respecto al tema de los hosteleros pero yo no vivo en el Estado Español sino en España. El Estado me cobra impuestos a cambio de unos derechos que me otorga. No sé si salgo ganando o perdiendo. Lo que sí sé es que no vivo en el Estado Español sino en España. Me parece perfecto que Euskal Herria (aunque confieso que no sé muy bien lo que es) sea independiente si así lo deciden sus pobladores. Creo que buena parte, quizá la mayoría, del resto de españoles comparten mi opinión. Lo que no entiendo es la falta de respeto hacia quienes viven en España y no en el Estado Español. ¿No entendéis que eso perjudica vuestra causa?¿Se puede pedir respeto cuando no se respeta? ¿Os parecería normal que os dijeran que vivís en la Diputación de Álava, Vizcaya o Guipúzcoa? ¿En verdad queréis la independencia? Si es así ¿cómo sois tan torpes? El referéndum puede llegar en cuestión de tiempo pero no hay que encabronar al que está en disposición de concederlo (no me refiero a mí, obviamente, sino al conjunto del pueblo español). Bastaría decir: "oye, nos caéis muy bien, pero creo que estaremos mejor solos". Con esto, la mayoría de españoles aprobaría el referéndum y que decidieran las urnas. Si insistís en ofender, los ánimos se exasperan y no se llega a ninguna parte. No puedo entender ni creo que los vascos sean tan necios cuando es una de las regiones más prósperas, o quizá la más próspera, de la península ibérica. Y como no lo creo, sólo puedo pensar que hay un ánimo protervo en todo esto.
La hostelería tiene todo mi respeto. Yo, como muchos, creo que incluso la mayoría, hemos trabajado en ella alguna vez. Ahora bien, ¿a qué viene hablar de Euskal Herria y el Estado español? Yo, y muchos millones de españoles, no tenemos ningún problema en que se haga un referéndum en el País Vasco (no diré provincias vascongadas porque sé que molesta) y no me importa en absoluto el resultado. Pero, ¿a qué viene insultar a otros habitantes de la península hablando de Estado Español? Yo no vivo en el Estado Español- El Estado Español me impone obligaciones, al igual que me otorga derechos. No sé si salgo ganando o perdiendo. Creo que lo segundo. En todo caso, yo vivo en España, no en el Estado Español. España puede ser más grande o más pequeña. Puede incluir los territorios vascos o no. La verdad es que a la mayoría no le importa pero es difícil de comprender que se pida respeto para un país cuando se le falta el respeto a otro. Sobre la hostelería y el resto de su comentario no tengo nada que decir. Sólo agradecería que fuera más respetuoso con aquellos que quizá tengan más ganas de separarse que los mismos que presumen de separatistas.
En un barrio obrero los hosteleros no defraudan, no explotan...solo lo hacen los burgueses de clase media!