Cine
La película que vio venir el auge de la extrema derecha
Dirigida y escrita por James DeMonaco, 'La Purga' auguró las consecuencias de la crisis económica de 2008.

Corría el año 2013 y un hombre negro clamaba ayuda ante la verja de la casa de Ethan Hawke. Este, pseudoprotagonista de la película La Purga (igual que Janet Leight lo es de Psicosis), veía cómo al rato un grupo de blancos bien ataviados exigía que ese joven negro abandonara la vivienda para poder desmenuzarlo con toda precisión y dedicación; tendón a tendón.
Esta cinta, que pese a ser catalogada como terror y para mayores de edad, logró alcanzar los 80 millones de euros en taquilla (dos de ellos en España), narra un futuro distópico en el que una noche al año todo tipo de delitos son legales, incluido el asesinato. Una forma de destensionar las hostilidades cotidianas en pro de un mundo donde impere el orden. James DeMonaco, con criterio sibilino, consiguió insertar en el mercado una historia que, de forma velada, auguraba el auge de Trump, de la extrema derecha, del fascismo.
Con el paso de los años, las películas fueron haciéndose más evidentes en su mensaje. Por lo que fuera, el primer largometraje de esta saga tuvo que contenerse y solamente mostraba a un hombre negro perseguido por un puñado de blanquitos vengativos y sedientos de dolor. Pasados los primeros 20 minutos, la película se convierte en terror clásico, incluso infantil, para aplastar cualquier tipo de moraleja política. Incluso primaba otro mensaje por encima de la advertencia racista. El personaje de Ethan Hawke, constructor de protecciones para los hogares que quisieran fortificarse durante la noche de la purga para evitar altercados, terminaba por revelar que los sistemas eran fraudulentos, fácilmente destructibles y nada seguros. Una historia que, en plena crisis económica (España con un 26% de paro, pero ya campeona del Mundo y de Europa de fútbol, para compensar), plasmaba las mentiras sistémicas que en Occidente se hicieron tragar con embudo a toda la clase trabajadora.
Faltaban aún cuatro años para la llegada de Trump, para que Spike Lee volviera a sus orígenes con cintas como Infiltrado en el KKK; ni hablar de Vox o de Bolsonaro y Orbán era un lobo solitario en Europa, aunque Erdogán ya daba pistas de su autoritarismo.
Todas las continuaciones de La Purga fueron aumentando su valor crítico con la política estadounidense, que termina por reflejarse en el resto de parlamentos del planeta, imbuidos por lo norteamericano igual Los Vengadores invade el cine o el gangsta rap encuentra adeptos en el barrio de La Moraleja.
Pese al enfoque más naif de La Purga: Anarquía (2014), la tercera entrega, La Purga: Año de Elecciones (2016), se atrevía a encontrar en una senadora y en grupos armados una alternativa a esta noche para desclasados. Finalmente, fue con La primera purga (2018) y la serie La Purga, cuando la irrupción del mensaje se hizo evidente. El serial televisivo, disponible en Amazon con dos temporadas y actores e iluminadores de segunda regional, ahonda en las heridas tibiamente desveladas en sus hermanas mayores estrenadas en los cines.
Igual que tímidamente hiciera Rian Johnson en la atrevida pero tediosa Los últimos Jedi (2017), los villanos purgadores son hombres blancos. Hombres de traje y corbata de clase alta destapados como sanguinarios depuradores, que por poco no beben la sangre de aquellos que aniquilan. Las víctimas, en cambio, son mujeres, migrantes, negros, mexicanos... aquellos que ahora más que nunca (por crudo que suene) son el blanco de todas las dianas.
Si La Purga alguna vez pareció sobrepasar los límites de la ficción o pudo ser considerada como una versión exagerada de los tiempos que corren, la foto tomada en Sant Louis, donde un matrimonio salía a la puerta de su mansión armados hasta los dientes, casi con ganas de que los manifestantes (negros) pisaran una baldosa de su terreno para justificar un disparo en el pecho, vuelve a poner sobre la mesa la escalada de violencia contemporánea. La Purga quiso advertirnos cuando aún había tiempo de reacción.
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