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Opinión
La extraña cruzada del urbanismo del PP contra los árboles
Durante los últimos meses hemos asistido a una cruzada sinpar por parte de los gobiernos del Partido Popular en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid contra todo atisbo de vegetación. Contra todo principio de arquitectura moderna, la única lógica imperante es la del asfalto, porque es de sobra conocido la capacidad de este derivado del petróleo para hacer la fotosíntesis.
De los sucesos que arrasaron el Jardín Vecinal Gloria Fuertes de Plaza Lavapiés a los crímenes de lesa humanidad que se han llevado por delante el Parque de La Cornisa, y en proceso están con el Parque Atenas; pasando por el abandono sistemático de las jardineras de la Plaza de Tirso de Molina, la Cebada, Arturo Barea y otros puntos del Distrito Centro de Madrid, como el Dos de Mayo, Chueca o el Barrio de las Letras.
Los ejemplos del ecocidio sistematizado que están desempeñando las administraciones del Partido Popular se cuentan por doquier y se materializan no sólo en yermas plazas, sino en políticas tan infames como la Ley Ómnibus, que atenta contra los espacios naturales de la Cuenca Alta del Manzanares y los cursos de todos los ríos de la región. Sobre la Ley Ómnibus, entendemos que la, de momento, señora presidenta Isabel Díaz Ayuso no sale de la almendra de la M30 más que para ir a insultar a la Asamblea de Madrid o para hacerse viajes propagandísticos a otras urbes extranjeras, aunque este es otro tema.
Ecologismo
Ecología 'No a la tala': la ciudadanía madrileña defiende los árboles de Madrid Río
La cuestión es que en la ciudad de Madrid, su alcalde y, con especial fijeza, el concejal presidente de Centro, el ya célebre José Fernández Sánchez, tienen una guerra declarada a los árboles. Desempeñando un vandalismo institucional que ha arrasado jardines autogestionados, clausurando alcorques –¿qué se sabe del Plan Alcorques Cero del flamante concejal de Medio Ambiente, Borja Carabante?– o emparedando árboles en la calle de Ponzano, la lista parece no tener fin y, a menos de 100 días de las elecciones, parece que hasta se pueden superar.
La puntilla a esta crispación política que están generando Ayuso y Almeida con los ataques indiscriminados contra todo lo “verde” parece estar llegando a su cúlmen con el proyecto que planea la tala, o replantación, de más de 1.000 árboles para la necesaria prolongación necesaria de la Línea 11 de Metro. Todo sin informes ambientales porque, total, ¡para que las haga el hermano de Carabante! Tras la manifestación que reunió a más de 2.000 personas en la que las y los vecinos de ambas orillas del Manzanares se unieron para defender la arboleda de plataneros de Madrid Río, como bien apunta Pablo Rivas, nos encontramos el espejismo de que la tala se ha paralizado.
La protesta, sin embargo, sí que señala el camino para hacerles torcer el brazo al Partido Popular con su política negacionista y ecocida: más lucha vecinal. Lucha vecinal para paralizar, no sólo la tala en la ribera del río o el negro futuro que le esperan al Parque Darwin o el Parque de Comillas, sino para que cejen en su política de atentados sistemáticos contra la naturaleza. A esta lucha ayudaría otro modelo de gobierno de ciudad en el que las Juntas Municipales de Distrito tuvieran vocación decisoria, y no consultiva, y sirvieran para algo más que para que el señor José Fernández Sánchez le falte al respeto a las vecinas y vecinos —pregunten a los colectivos de Replantamos Lavapiés o Vecinas Corniseras—.
Un ejemplo es el vivido en la última sesión de 2022, en la que el Partido Popular en Centro votó a favor todas las proposiciones de los partidos de la oposición y en contra de las propias decisiones que había tomado el Área de Medio Ambiente. El Partido Popular necesita replantearse seriamente el modelo de ciudad que quiere para Madrid, porque ese modelo pasa por un desierto sin árboles, con más humo y mucho más asfalto, convirtiendo la urbe en una trampa mortal de calor en verano y en un yermo páramo en invierno. La ciudad ha perdido 78.616 árboles desde que Almeida tiene el bastón de mando de la ciudad, esto es una quinta parte de todos los árboles que tenía la ciudad y la idea pasajera de crear pasillos verdes con muros vegetales en la M30, además de costosa económicamente, deja muy claro que para el Partido Popular los coches tiene un mayor estatus social que muchas vecinas y vecinos que no pueden pasear por una ciudad con jardines, árboles, matorrales o vegetación en general.
Dicho esto, y reiterando la idea que he planteado antes, la única solución de momento pasa por mantener la lucha vecinal para defender no sólo los árboles, sino para reivindicar más dotaciones públicas, para exigir rendiciones de cuentas y que no se repitan casos como el de las comisiones de Luceño y Medina por el tema mascarillas o el del hermano de Borja Carabante con la valoración del soterramiento de la A5. Hay esperanza y todavía margen para transformar Madrid y que ésta sea una ciudad en la que se pueda vivir, no una ciudad para ser sufrida. Y como queda esperanza, que mejor que terminar este artículo con las reclamaciones de los niños de Arganzuela y Comillas, porque también tenemos que pensar la ciudad para los que vendrán.