Opinión socias
Orwell y el nuevo mundo

Ahora que se han normalizado brutales situaciones de desigualdad, de injusticia, de violencia, guerra y muerte, haríamos bien en recuperar a Orwell.
Orwell
George Orwell, c. 1940 Wikipedia

Hace 75 años que falleció George Orwell, en Londres, a la edad de 46 años. Pasé una vez junto a su casa, en la calle Portobello, caminando por Notting Hill. Esa preciosa casa azul, con una placa conmemorativa. Pertenezco a esa tribu que busca este tipo de sitios en los viajes. No por ansias de ser distinto, sino por buscarme a mí mismo en mis referencias personales.

He leído algunas noticias que recuerdan este 75 aniversario. Sólo algunas. Bastantes más fueron las noticias que nos recordaron, hace un año, la primera edición de 1984, uno de los libros más famosos de Orwell, una de las mayores distopías concebidas por un escritor.

Hace varios centenares de años los escritores renacentistas concebían utopías que imaginaban, con mayor o menor acierto, nuevos y mejores mundos. De dos siglos a esta parte nos hemos decantado por prestar atención a grandes distopías perfectamente posibles.

Las distopías se han multiplicado, especialmente desde que Mary Godwin Wolstonecraft, apellidos heredados de su anarquista padre y de su feminista madre, más conocida como Mary Shelley, apellido éste heredado de su esposo, el poeta Percy B. Shelley, decidiera competir con su marido, con el poeta Lord Byron y con el médico John William Polidori y escribir un cuento de terror, Frankenstein, o el moderno Prometeo.

La tremenda historia del monstruo creado por el ser humano y su tecnología, nace cerca de Ginebra, a orillas del lago Lemán, en una de aquellas noches que pasaron juntos en la Villa Diodati, en pleno proceso de un cambio climático provocado por el volcán Tambora, que convirtió 1816 en el año sin verano.

Mary Shelley creó aquella noche a Frankenstein, mientras Polidori daba vida al moderno Vampiro. Seres distópicos que han dado mucho juego desde entonces. Obras que, más tarde, transitaron hacia otros mundos nunca imaginados, como los concebidos por Orwell en 1984, por Ray Bradbury en Farenheit 451, o Aldoux Huxley al escribir Un mundo feliz.

Muchas otras obras como Rebelión en la granja, del mismo Orwell, El señor de las moscas de William Golding, o las increíbles El castillo, o El proceso, de Franz Kafka, se han adentrado en nuestros peores sueños

Para llegar a estos momentos hubo que esperar a que el mundo industrial, global y tecnológico, desembocase en los horrores de las guerras mundiales, la explosión extractora y desbocada del capitalismo, la aparición brutal del fascismo, el nazismo y de las peores versiones del comunismo estalinista.

Muchas otras obras como Rebelión en la granja, del mismo Orwell, El señor de las moscas de William Golding, o las increíbles El castillo, o El proceso, de Franz Kafka, se han adentrado en nuestros peores sueños, para dejarnos entrever el horror al que puede conducirnos un mundo en el que los humanos damos rienda suelta a nuestros miedos y nuestras pesadillas.

Quiso Orwell un mundo mejor. Luchó por él en contiendas como la Guerra de España, en la que participó como miliciano en el POUM, lo cual le ha granjeado fama de trotskista, aunque posteriormente afirmase que tal vez debiera haberse alistado en las milicias de la CNT.

Orwel nos vaticinó, de forma temprana, casi profética, cuanto había de suceder tras la Guerra Mundial

Participó en las jornadas de mayo, de enfrentamiento entre fuerzas republicanas, en Barcelona, en 1937, donde se afianzó en su rechazo a los métodos comunistas, contra los totalitarismos y a favor de una izquierda democrática. De aquellas experiencias, que le marcaron en toda su evolución posterior, tanto en sus convicciones políticas como en su trabajo literario, nacieron libros como Homenaje a Cataluña.

Orwel nos vaticinó, de forma temprana, casi profética, cuanto había de suceder tras la Guerra Mundial. La derrota del nazismo alemán, o del fascismo italiano, no iban a suponer una victoria definitiva sobre los totalitarismos, ni mucho menos sobre el poder de la propaganda, más allá incluso de los famosos principios de Joseph Goebbels.

Cada vez que he leído sus reflexiones sobre el poder, la propaganda, o el uso del lenguaje, he sentido la actualidad de unos planteamientos nacidos en las inmediaciones del final de la II Guerra Mundial y que, de otras formas y maneras, he podido reconocer leyendo textos de Noam Chomsky, como las Diez estrategias de manipulación mediática, o algunas reflexiones de Todorov, como Los abusos de la memoria, entre otros.

En los tiempos que corren, cuando han caído las máscaras y los poderosos, los ricos, han tomado el poder, a las bravas, sobre nuestras vidas. Ahora que se han normalizado brutales situaciones de desigualdad, de injusticia, de violencia, guerra y muerte, haríamos bien en recuperar a Orwell, su apuesta por la democracia y la libertad. Su lucha constante contra los totalitarismos. Su alerta permanente ante las distopías que se anuncian en el horizonte.

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