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Constitución
Andalucía tras la efeméride constitucional
Más allá de la “fiesta de la democracia”, cuando algunos domingos somos llamados a las urnas, poco se ha avanzado –o retrocedido, según se mire-. La democracia económica o en los centros de trabajo sencillamente no existe. El pleno empleo es una absoluta quimera y las tasas de desempleo y precariedad son las más altas de la Unión Europea sin previsión alguna de cambio.
Concluidos ya los fastos de la cuadragésima efeméride constitucional, puede ser oportuno reflexionar con serenidad sobre el panorama actual en Andalucía. Del grito de “Libertad, amnistía y estatuto de autonomía” pasamos al texto constitucional del 78. La Transición se dio por terminada y así se inició la fase democrática. Con el referéndum constitucional, sus valedores obtuvieron un excelente resultado de votos afirmativos en Andalucía, donde se alcanzó el 92,4% de votos afirmativos. Se trata de un documento de alto valor –la norma suprema del ordenamiento- presentado como “de consenso” y llamado a cerrar las viejas heridas entre las “Españas roja y azul”.
No obstante, 40 años después de la promulgación de esa Carta Magna, las cunetas y fosas siguen llenas de cadáveres humanos. De aquellos que lucharon contra una dictadura que los asesinó impunemente, en muchos casos extrajudicialmente y sin respeto a norma ni garantía alguna. La impunidad y la mentira que la sustentan hoy permanecen vigentes.
Es paradigmático, que en pleno siglo XXI, continuemos en Andalucía sin conocer el paradero de Blas Infante, padre de la patria andaluza, sacado de su casa violentamente a pasear por el sargento Crespo de Falange y cuyo fusilamiento se sitúa en el kilómetro 4 de la carreta Sevilla-Carmona. 40 años de constitucionalismo no han servido para dignificar siquiera la sepultura de unos de los principales ideólogos del autonomismo andaluz. Ni siquiera hoy se la perdonado que fuera el valedor de aquel Estatuto de Autonomía para Andalucía que no pudo llegar a debatirse y aprobarse en las Cortes Generales. Los sublevados cercenaron esa posibilidad.
Y los herederos ideológicos de aquellos hechos con sus nuevos aliados han conseguido que del grito de libertad durante la Transición, hoy nos quede solo un retroceso espectacular en derechos y libertades fundamentales. Que se detenga y encarcele sistemáticamente a artistas (cantantes de rap, titiriteros, humoristas, etc.) por sus diferentes expresiones es lamentable. Que derechos como la libertad de expresión se encuentre en esta situación de peligro es paradigmático del grado de desarrollo democrático alcanzado.
Y de la democracia formal también merece decirse algo. Más allá de la “fiesta de la democracia”, cuando algunos domingos somos llamados a las urnas, poco se ha avanzado –o retrocedido, según se mire-. La democracia económica o en los centros de trabajo sencillamente no existe. El pleno empleo es una absoluta quimera y las tasas de desempleo y precariedad son las más altas de la Unión Europea sin previsión alguna de cambio. Si a esto añadimos los efectos de la siniestralidad laboral, las contrarreformas laborales, el ataque a las pensiones públicas, el procesamiento masivo de los máximos dirigentes de las Consejerías de Trabajo y Empleo de la Junta de Andalucía por su indebida y ratera gestión de los fondos para los despidos colectivos, el panorama es desolador. Un Linares en cada pueblo: es la deslocalización del capital. Empleos precarios, trabajadores pobres, juventud sin expectativas y colas de “andaluces por el mundo” en los mostradores de las compañías aéreas de bajo coste. Son los modernos largos trenes de la emigración de finales de los años 60. Antes las maletas de la emigración iban amarradas con cuerda y ahora han mutado con formato duro, tamaño adaptado a las normas de cabina y de vivos colores. Andalucía Orienta, la Segunda Modernización, Andalucía Emprende, etc. son las denominaciones fracasadas de los planes de desarrollo tan cacareados como frustrados.
Así, el orden militar exterior se impone desde las bases de Rota y de Morón y el interno desde Ronda y Viatór. La basura nuclear rebosa El Cabril y los residuos industriales se concentran en la provincia de Huelva. Somos un territorio con función de basurero, además de gendarme del estrecho, el cementerio acuático más grande del mundo. Y eso es Gibraltar donde además de las casas de apuestas también hay otra base militar. La situación de colonia interna se manifiesta prácticamente en todos los órdenes. ¿Dónde están escondidos los autodenominados patriotas, tanto a izquierdas como a derechas? ¿Por qué callan sobre esto? ¿Son cómplices de las soberanías yankee y británica?
Mientras tanto, Canal Sur sigue televisando horas y horas de telebasura. Programas folcloristas de baja calidad y el uso (y abuso) recurrente de niños que cuentan chistes o loan a los duques de Alba y ancianos que buscan pareja para así generar entretenimiento. Ocio como negocio en un territorio cuya especialización productiva se limita a la agricultura intensiva bajo plástico, la minería y el sol y playa de los tour operadores. La Alhambra, la Mezquita, la Giralda o el litoral no son más que meros reclamos turísticos. El hotel del Algarrobico es el mejor exponente de esta tendencia. Poco más o menos que coincide la estructura económica con la de los tiempos de los Tartessos. Y para ello no hay más que ver la difusión minera que Cobre las Cruces o Matsa repiten en sus manidos publirreportajes. O al Gobierno andaluz arrodillado ante el Banco Santander y trufado de corbatas y trajes rojo –su color corporativo, nada que ver con el movimiento obrero- para arrancar una sonrisa cómplice a sus amos.
Hoy día se hace más necesaria que nunca una reflexión serena, sincera y analítica de qué Andalucía habitamos y sobre todo de hacia dónde nos dirigimos. Andalucía no debe seguir siendo el vagón de cola de la Unión Europea, la cenicienta de España o el vertedero industrial en que nos hemos convertido. Para ello, la sociedad civil ha de protagonizar un proceso de concienciación y activación de nuestras claves de identidad. Porque solo así participaremos de ese necesario cambio social que sea digno de tal nombre.