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Memoria histórica
Combatir la pesadilla fascista, ya lo dijo manolo

Un 14 de junio del año 1939 nació Manuel Vázquez Montalbán. Por pura casualidad el mismo día está dedicado en Andalucía a la memoria democrática. Manolo escribió el 2 de octubre de 1976 lo siguiente, a colación de la formación de una asociación de expresos políticos franquistas: “Cuando empezaron a conformarse las asociaciones de expresos políticos no faltaron bienintencionadas críticas dentro del campo democrático: ¿Qué objetivos podría cumplir una organización de excautivos de signo contrario a la del montaje fascista?, ¿pasar factura por los sufrimientos históricos?, ¿convertirse en grupo de presión revanchista en la hora del cambio histórico?. En varias ocasiones hemos tranquilizados a nuestros críticos bienintencionados y hemos insistido en el papel educacional, preventivo y asistencial que puede cumplir nuestro movimiento. Educacional porque plantea al conjunto de la sociedad la evidencia de una larga lucha por la democracia ocultada o mixtificada por los aparatos ideológicos del franquismo. Preventiva porque filosofía de los expresos políticos es la lucha por las libertades fundamentales, la lucha porque nunca sea posible, a ningún sistema de gobierno sean cuales sean sus apellidos, encarcelar, coaccionar, matar en nombre de un supuesto Bien Común predeterminado por el propio poder represivo”. A los pocos meses de este artículo vendría la llamada semana negra de Madrid (Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera, abogados de Atocha…) como hito en la transición donde las balas caídas del cielo mataron centenares de personas desde antes que muriera el dictador y mucho después. El franquismo siguió matando sin Franco.
Ahora se conmemoran los cincuenta años de libertad por el Gobierno del PSOE y llama poderosamente la atención cómo detrás de esta conmemoración hay un runrún, que incluso se le escucha decir a los propios socialistas, de que se ha llegado demasiado tarde. Y es cierto, porque a las puertas del Gobierno ya está llamando la derecha, que en es España nunca dejó de ser ultra, aunque haya modulado su pelaje en cada momento histórico o electoral y ahora más que nunca se han quitado la piel de cordero. Algo habrá hecho mal la llamada izquierda de este país, cuando se van a cumplir 50 años de la muerte del dictador. Esto también es un runrún: “algo mal habremos hecho…”. Lo que escucho son pocas alternativas reales. En todos los escenarios y tribunas don se habla de recuperación de la memoria histórica y democrática se convoca como una especie de mantra a la educación como herramienta para parar el fascismo. Se habla de educación, de conocer la verdad, … pero siento en mi interior que todo eso es muy difícil de materializar, que convertirlo en una alternativa real es complicado cuando sabemos que buena parte de la chavalería (y sobre todo los pequefachas) están adoctrinados en no querer saber nada. Estas generaciones jóvenes son las que van a votar en las próximas elecciones y hay una disputa importante de este voto joven. Porque por mucho ruido que hagan los ultras, hay una juventud silente, estudiante o no, que sigue soñando una sociedad más justa, diversa y sostenible. Yo ante tanta facherío solo pienso que hay una alternativa, la de motivar (nos) y movilizar(nos) en una batalla cultural e ideológica con los que quieren hacer que la sociedad no evolucione. No hay otra, hay que hacer de cada día una batalla cultural por (con)vencer a los demás, desde la barra de un bar a la cola del supermercado, desde la asamblea de vecinos al grupo de antiguos alumnos del año 86…
La desafección con la política, entendida esta como el espacio de representación, está cada vez más devaluada porque la corrupción se ha hecho endémica en las estructuras del poder político. Hay que generar otra política a la que la gente se pueda abrazar sin taparse la nariz, una política que supere la visión institucional de la misma. Nada nuevo, lo que estoy diciendo, pero es volver a un paradigma tan necesario como vital.
El genial Manolo Vázquez Montalbán en ese artículo prosigue diciendo: Durante más de treinta años, los aparatos ideológicos del Franquismo se aplicaban a destruir la memoria popular como paso previo para destruir su identidad cultural e histórica. No bastaba con la liquidación institucional de la Segunda República, con las masacres, ni con la persecución sistemática cotidiana, brutal, contra los discrepantes, debía ser silenciada para que el público llegara a creer que la discrepancia había desaparecido bajo el manto mayestático del Nuevo orden, superador de los “viejos antagonismos”. Los doscientos mil españoles liquidados por la represión entre 1939 y 1950 (cifras aportadas por Jackson o Tamames, sin que nadie las haya desmentido), los miles y miles que hemos conocido experiencias policiales y carcelarias, pasábamos por los sótanos de la realidad, ocultados a las miradas de nuestros conciudadanos, para que el simple espectador de la represión no les invitara a plantearse las causas”.
De nuevo se quiere blanquear el fascismo en nuestro país. En cierta forma Franco consiguió borrar la memoria de la lucha antifranquista. Y casi cincuenta años después de muerto hemos avanzado mucho en políticas de memoria, pero ahí seguimos, ahí…Hoy se trata de seguir disputando la memoria, aunque caigamos en la desesperanza, lo único que nos hará (con)vencer será nuestro tesón y la unidad de la masa crítica que haya en nuestros barrios y pueblos.
Ya lo dijo Manolo en ese artículo de 1976: “Por eso hoy es urgente la acción del recuerdo, la acción de la recuperación de nuestra memoria, la estadística de la represión que puedan presentar todos los que lucharon contra la pesadilla fascista”.