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Memoria histórica
La película que desafía al olvido de las víctimas de la transición: Las armas no borrarán tu sonrisa
El próximo 4 de abril en Granada tendrá lugar el estreno en Andalucía de la película documental Las armas no borrarán tu sonrisa. De nuevo el director Adolfo Dufour (Madrid, 1955) aborda un trabajo sobre víctimas del franquismo y de la transición como ya hiciera con su reconocida Septiembre 75 (2009), y una película donde la memoria y otra perspectiva de la historia oficial son protagonistas como en Lo posible y lo necesario (2018) o Luis Cernuda, el habitante del olvido (2023). Esta nueva película fue estrenada este año el pasado 23 de enero ante más de medio millar de personas en Palacio de la Prensa, en plena Gran Vía con Callao en Madrid, a muy pocos metros del lugar donde fue asesinado Arturo Ruiz, joven granadino asesinado por un comando ultraderechista de Legionarios de Cristo Rey. El estreno andaluz de la cinta en Granada tiene un valor simbólico y emocional importante para la familia y el Colectivo por los Olvidados de la Transición (C.O.T.), asociación promotora y productora del filme, que por cierto estarán presentes en la presentación en el cine Megarama.
“Manuel Ruiz me dijo de hacer una película documental acerca de lo ocurrido” confiesa el propio director al comienzo de la peli. Manuel Ruiz, hermano del asesinado Arturo, nos dejó a finales del 2023 pero le dio lugar a impulsar y protagonizar en cierta forma esta película, a la vez que ha sido un ejemplo de tesón y esfuerzo por sacar la realidad del caso de su hermano y la situación de impunidad que viven los asesinos. Tuvo la enorme satisfacción de saber dónde vive y qué ha hecho el asesino de su hermano durante todo este tiempo. Como dice Miguel, otro de los luchadores y hermano de Manuel, a este hombre lo han tenido que proteger desde el propio gobierno español que está manchado de mierda y de sangre hasta el cuello. Gracias a la fuerza de esta familia y al trabajo de Adolfo y su equipo se ha podido sacar adelante una película diferente y necesaria sobre el caso de Arturo Ruiz y la llamada semana negra de Madrid de 1977 (asesinado de Mari Luz Nájera y atentado en Atocha 55).
Una película reflexiva pero cargada de datos y nombres y apellidos, de una buena parte de los alrededor de 300 casos recogidos en diferentes estudios de asesinatos por violencia política por parte de grupos paramilitares, ultras y los cuerpos y fuerzas de seguridad. Una película que rompe el silencio de las tumbas y el de los hogares y que ya está despertando a mucha gente que tiene un familiar o un conocido que ha sufrido y sufre a consecuencia de la violencia ultra. Así algunas personas han aparecido como familiares de víctimas…y esperamos seguir encontrando más personas que puedan agruparse, unirse, tal como lo están haciendo otras en el C.O.T. donde por ejemplo su presidente Javier Almazán, hermano del asesinado Ángel Almazán por una paliza brutal de la policía en 1976, ya ha llegado a la conclusión de lo que significa tanta sangre en la “modélica” transición española: “en la Transición se impuso el terror frente a la alternativa de ruptura con el régimen”.
Una conclusión clara del filme a ojos del público que no ha conocido nunca esta realidad es que el manto de silencio y olvido sobre esta transición sangrienta ha sido una estrategia para acallar el ruido de balas y tapar el rastro de sangre que desde el poder se hizo para acabar con otro posible modelo de país. Con los muertos sobre la mesa la negociación de la transición se hizo de otra manera. Si bien el miedo ya formaba parte del adn de la ciudadanía más comprometida, con cuarenta años de sangrienta dictadura de Franco, no es de extrañar que la transición también se hiciera sobre la base de la represión y el consiguiente miedo, sobre todo para conseguir un efecto de amnesia sobre el pasado. Como bien dice el documental en la voz de la actriz Susana Martíns: “Miedo. Miedo al castigo. A la autoridad impuesta. Al ejército, a la policía, a la guardia civil, a los jueces, a los poderosos, a los enriquecidos, ¿no desencadeno a guerra civil una asonada de los ricos temerosos de perder sus privilegios ante los pobres, tanto votar estos a quien no debían? Miedo. Poso de la dictadura aventado desde el poder político para lograr la sumisión de la población a sus designios y acallar conciencias. Miedo heredado, manejado por los timoneles de la transición para atemorizar a la disidencia con mano inflexible todos tenían miedo. Miedo del rey a perder su trono, miedo del ejercito a perder su estatus, miedo del poder económico a perder su condición, miedo de las clases dominantes a perder sus privilegios, miedo de las jerarquías a perder su dominio, miedo de que las luchas obreras, vecinales y estudiantiles diesen vuelco al orden social establecidos y los desamparados dejasen de serlo. Miedo desafiado por los audaces que saltaron la barrera obstaculizadora de una mayor libertad. Los cuerpos tiroteados yacen en tierra de nadie, la del olvido. Miedo de los familiares de las víctimas a gritar su desgarro, miedo de la oposición a no conseguir su lugar, y el miedo se disfrazó de prudencia, el dinero cayó en los orígenes y la riqueza de los poderosos fingió respetabilidad, colocado todo en su sitio, como de siempre estuvo. Como dios mandaba. El tiempo uniformó el país con el olvido. Enjambre de vida nueva que no sabían de lo pasado, o lo ignoraban conociéndolo”.
Merece la pena ver esta película por el poso de verdad que tiene, de investigación real de las propias familias y otras buenas gentes que se han preocupado por dar luz ante tanta oscuridad, y la perspectiva y el guion del propio director que ayuda sobremanera a conocer la verdad. La película además se ha hecho con los medios adecuados, de forma sencilla y profesional, y consigue emocionar en su conjunto de una manera humana y enriquecedora también, por qué no, ante un drama y un desastre humano. Aporta dignidad y esperanza y eso nos hace romper la frustración y nos da fuerza. Como la fuerza que sigue dando Manuel Ruiz aunque ya no esté con nosotros, que acompaña en esta película a su hermano y a tantos otros hermanos o hermanas víctimas, porque esto creo que sí lo consigue la peli: nos hace ser partícipes de una gran familia olvidada, la de las víctimas de la transición.
La banda sonora también ayuda a abrazar aún más desde la nostalgia y el recuerdo a estos seres queridos que fueron asesinados, también nos ayuda a hacerlos nuestros, a acercarlos a nuestro interior. Hay una canción que nos genera ternura y cierto desgarro, memoria y amor: Fueron días heridos, días que llevan tu nombre/ Días de abrir los rincones y aventar lo que esconden/Días de niebla buscando un lugar en el tiempo/Días de sueños pendientes, días de alas al viento. Bernardo Fuster y Luis Mendo, conocidos músicos madrileños (los Suburbano) que han realizado bandas sonoras para pelis como Makinavaja o El otro lado de la cama, y enormes hits como “La puerta de Alcalá”, han creado una música que como bien describe Raúl Luis García (Radio Clásica, Vamos al cine) en su introducción al CD de la B.S.O. de próxima aparición. No dejemos de ir a verla: “La música, a través de la claridad melódica, armónica o tímbrica, ya sea orquestal o con la canción de autor, acompañan estos caminos de la memoria. En esta ocasión han sido Bernardo Fuster y Luis Merlo quienes retratan con sus letras y evocan con su música a los seres queridos arrinconados por la historia. Para restaurar este puente del olvido acuden a una guitarra, un bajo, un teclado que sustenta una voz desnuda, sincera, que deja respirar -y escuchar- cada verso y cada palabra, que son la voz de los que, con su vida, nos obligan a recordar que la justicia no sólo está en las sentencias sino en nuestro recuerdo