Filosofía
Díaz Ayuso, socialista de ocasión

La libertad no se crea ni se destruye, solo se transforma (según interese).

Isabel Díaz Ayuso
Jornada de clausura Convención 2019 Partido Popular en Madrid Wikimedia Commons
Profesor de Filosofía
19 nov 2019 10:00

Las palabras de la Ministra de Educación Isabel Celaá —en la práctica gran defensora de la escuela concertada— negando la supuesta exigencia constitucional según la cual el estado debe asegurar la libertad de elección de centro a través de la financiación de la escuela concertada, han provocado una cascada de réplicas venidas tanto desde las filas del Partido Popular como de sus acólitos.

Como un resorte perfectamente engrasado, las declaraciones y las cuentas de Twitter de sus pesos pesados volvían a repetir el dichoso mantra según el cual lo que está en juego es la libertad. Así, Isabel Díaz Ayuso advertía con vehemencia que "la libertad educativa en la Comunidad de Madrid no se toca". La cuenta del PP madrileño replicaba las palabras de su carismática dirigente e insistía en que "la educación concertada en Madrid no se toca. Los padres de nuestra región van a seguir eligiendo centro educativo en libertad".

Lo cierto es que escuchar a liberales defender la intervención del estado para garantizar la libertad es algo, cuanto menos, llamativo. Yo pensaba que para los defensores a ultranza de la libertad en su concepción liberal, el estado es más un obstáculo para la misma que un elemento necesario para equilibrar las desigualdades sociales. Desde luego estaría muy bien oír el mismo discurso en relación a otros derechos constitucionales, como pueda ser la vivienda. Al fin y al cabo, tampoco es que se pida que el estado intervenga para que la gente pueda elegir si vivir en un ático o en un dúplex, en la playa o en la montaña, sino que lo haga simplemente para que la gente tenga donde vivir.

Y es que la manera en que que los y las liberales entienden la libertad [...] varía a la par que el intervencionismo estatal pasa de ser sinónimo de "puro comunismo" [...] a garante de las libertades individuales.

Y es que la manera en que los y las liberales entienden la libertad como base de sus propuestas políticas, varía cuando el intervencionismo estatal pasa de ser sinónimo de "puro comunismo" —como calificó Díaz Ayuso a Madrid Central— a garante de las libertades individuales.

Si hablamos de educación, el estado debe garantizar la libertad de "las familias" para que su progenie sea educada en los valores que ellos y ellas consideren adecuados —lo cual se reduce a alejarlos del "izquierdismo totalitario y sectario" de la escuela pública—. Aquí, los y las liberales defienden la necesidad de que el estado intervenga para garantizar la libertad educativa e ideológica.

La conversión ad hoc al socialismo del liberal ibérico —permitidme que me ponga nostálgico— llama la atención. Una metamorfosis que ni Kafka hubiera imaginado les lleva a sostener, sin quererlo, que la realidad social incluye desequilibrios que el mercado —de cuya lógica no se escapa la educación— no puede resolver más que con la participación del estado. Si cualquier actividad resulta más eficaz sin la intromisión del mismo en la lógica mercantilista que rige toda actividad humana, ¿por qué en este caso la libertad —que no deja de ser más que la igualdad para poder educar a sus hijos e hijas como deseen— debe ser garantizada por el estado? ¿Se está aceptando la necesidad de que el estado acompañe las relaciones mercantiles para que la libertad quede garantizada?

Pero esta visión "socialista" de la relación entre la libertad individual y de mercado por un lado y el estado por otro no la entienden de la misma manera cuando el negocio está en otra parte. Por ejemplo, como decíamos más arriba, si se trata de una familia que no tiene donde vivir —no la del caso anterior, que a buen seguro dispone de una o varias "propiedades inmobiliarias"—, el estado debe mantenerse al margen y vender las viviendas sociales a fondos buitre. El mercado resolverá las desigualdades y la gente podrá elegir con libertad una vivienda. Si, como suele ocurrir, ese mercado acaba negándoles lo que en definitiva es un derecho constitucional y buscan una alternativa habitacional que vaya contra el sacrosanto pilar fundamental del estado de derecho —la propiedad privada—, se debe hacer uso de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, que para algo les pagamos.

Un caso similar lo encontramos en relación a las casas de apuestas. La derecha sigue votando en contra de su regulación por parte del estado, a pesar de la epidemia de ludopatía que está provocando el crecimiento exponencial del sector. Insisten en la libertad individual como base de una autorregulación personal en la que el estado no debe entrar si no queremos acabar como la URSS. Una afirmación que la propia existencia de la publicidad y de los cada vez más complejos sistemas de marketing desmienten por si solos. Pero las obviedades no interesan demasiado al poder. Quizá sea mejor que el estado no tome cartas en el asunto, no vayan a optar por la posición que defienden en el ámbito educativo y acaben financiando casas de apuestas "concertadas" en la España vaciada —donde no serían del todo rentables— para que todo español pueda ejercer libremente la opción de convertirse en un ludópata.

Para resolver este entuerto no hay más que actuar como se hace en las películas sobre corruptos, mafiosos y estafadores: hay que seguir el rastro del dinero. Más de mil millones de euros desviados en el 2018 a la escuela concertada madrileña bien valen los pequeños flirteos con el socialismo de Díaz Ayuso. No te digo si de lo que hablamos es de decenas de miles de millones de euros dedicados a rescatar bancos, autopistas y proyectos energéticos fallidos. Ahora bien, si los miles de millones sirven para enriquecer fondos buitre como Blackstone, entonces hay que hacer caso a la ortodoxia liberal y dejar los derechos fundamentales en manos del mercado.

Por supuesto, el carácter ideológico y adoctrinador acompaña las variopintas maneras que tiene la derecha de entender el papel del estado en la sociedad y en la economía. La escuela concertada, bien es sabido, en un pilar fundamental de lo que Chomsky denominó "fabricación del consentimiento" (manufacturing consent), y la subsiguiente división entre una clase dirigente y otra compuesta por la mayoría de la población, a la que hay que "hacer que dirija su atención a cualquier otra cosa" que no sean las verdaderas razones por las que sus vidas son una mierda.

Y esa otra cosa pueden ser perfectamente las casas de apuestas; mejor si se sitúan a las puertas de los centros educativos, públicos obviamente. Bien está que el "rebaño desconcertado" —cuanto antes mejor— aprenda a distraerse, con la esperanza de que la promesa de esos pequeños triunfos doten de sentido a su existencia, pleno de ese orgullo meritocrático —basado en su buen olfato y su intuición— que les permita convertirse en auténticos ganadores en esta sociedad de perdedores.

Pero, como sugería, el adoctrinamiento ideológico solo forma parte de la hoja de ruta que lleva al verdadero fin de la vida y la política, y la aparente contradicción que convierte a personajes como Díaz Ayuso en una "socialista" de ocasión queda resuelta cuando descubrimos el elemento que da fundamento a todos los posicionamientos políticos de la derecha al respecto del tema que nos ocupa: la libertad es lo que da dinero.

Sobre o blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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