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Filosofía
Con ojos de Estado II. Resistencia y legibilidad
El presente texto ha sido elaborado por Julieta Gaztañaga, Brenda Canelo, Laura Berisso, Avelina Brown, Carla Gerber, Hebe Montenegro, Facundo Gaitán, Lisandro Orlando, Anabel Pavone y Paloma Posadas (Depto. de Cs. Antropológicas-FFyL, Universidad de Buenos Aires, Argentina)
Filosofía
Con ojos de Estado I. Un mapa para leer a Scott
Como mencionamos en la parte de I de este ensayo, en el año 2022 tuvimos la fortuna de tener dos obras de James Scott traducidas al castellano. En esta segunda parte, profundizaremos en algunas cuestiones del libro Lo que ve el Estado poniéndolas en relación con otras contribuciones del autor que tienen una vigencia fundamental para nuestros tiempos.
Esta obra que nos ocupa viene a complementar otra que, en nuestras latitudes sociolingüísticas de habla hispana, había recibido la mayor atención. Nos referimos a Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos (México: Ediciones Era, 1990), traducido al castellano por Jorge Aguilar Mora cinco años más tarde que su publicación original.
En Lo que ve el Estado. Cómo ciertos esquemas para mejorar la condición humana han fracasado, Scott se centra en el problema de la legibilidad. Es decir, el problema de cómo el Estado, a través de sus instituciones y agentes, logra simplificar, reducir, desterrar y transformar ciertas praxis sociales en estatales. ¿En qué sentido? Pues transformando lo que eran prácticas locales excepcionalmente complejas y por lo tanto “ilegibles” en términos estatales, en plantillas, campos de visión aptos para la lectura y la intromisión estatal. Este proceso atañe en especial a las prácticas relativas a la tenencia de la tierra y a la denominación de las cosas.
La legibilidad adquiere fuerza y dinamismo propio cuando el Estado [...] crea una cuadrícula estándar, simplificada y uniforme. Esta cuadrícula es capaz de permitir registrar y monitorear de manera centralizada a la totalidad que en ese movimiento así ha sido creada. Una verdadera magia estatal.
La legibilidad adquiere fuerza y dinamismo propio cuando el Estado, a través de un extenso funcionariado de saberes diversos unidos en el arte de ordenar y nominar, crea una cuadrícula estándar, simplificada y uniforme. Esta cuadrícula es capaz de permitir registrar y monitorear de manera centralizada a la totalidad que en ese movimiento así ha sido creada. Una verdadera magia estatal.
Para construir la analítica de la legibilidad, Scott examinó otros problemas ligados de maneras más o menos directas al proceso por el cual el Estado construye esa técnica, campo y forma de visión. Referiremos sucintamente a tres: 1) la relación entre legibilidad y el arte de gobernar; 2) la relación entre legibilidad y soberanía y 3) la relación entre legibilidad y la biopolítica o la inscripción de la legibilidad en los cuerpos y sus espacios.
La relación entre legibilidad y el arte de gobernar
Scott propone ver a la legibilidad como un problema central en el “arte de gobernar”. Tal como lo desarrolló Michael Foucault (2006), entre el siglo XVI y el XVIII se fue conformando un nuevo arte de gobernar que difería de la visión maquiavélica, basada en proteger la relación entre el príncipe y su principado, y que apuntaba a las habilidades y saberes prácticos del soberano concentrado en gobernar el territorio y la población que lo habita. El desarrollo de un nuevo arte de gobernar orientado al “fin oportuno” de las cosas que deben gobernarse (a disponer las cosas en lugar de meramente imponer la ley), estuvo ligado a un conjunto de transformaciones del aparato administrativo de las monarquías, de saberes específicos como la estadística, y de intentos de racionalizar o economizar el ejercicio del poder; surge, por ejemplo, la economía política como estudio de las relaciones entre población, riqueza y territorio. Pero, sobre todo, emerge la idea de que los seres humanos conformamos una colectividad natural de seres vivos, con características diferentes a las voluntades individuales. Este es el “problema de la población”, que fue resuelto o abordado en el lenguaje de las regularidades estadísticas, y proporcionó la evidencia de que había efectos económicos diferentes a los de la agregación familiar como modelo de gobierno. A partir de allí, las poblaciones son entendidas con saberes específicos y gobernadas a través de técnicas particulares: campañas directas o indirectas para estimular el aumento del índice de natalidad, movimientos poblacionales, doctrinas de “razón de estado” que intervienen en los hábitos y actividades de las personas (Rose, 2007).
El análisis desde la legibilidad le permite a Scott complementar este largo y complejo proceso en el cual la población pasa a ser fin e instrumento del gobierno. En su trabajo, enfatiza en la importancia de romper con la teología de la eficacia estatal y, en cambio, considerar el papel crucial de los desaciertos, cegueras, errores y planes fallidos. En este sentido, el “estado premoderno” era parcialmente ciego; sabía muy poco sobre sus súbditos, su riqueza, sus propiedades y rendimientos, su ubicación, su propia identidad. Carecía de algo parecido a un “mapa” detallado de su terreno y su gente. No contaba con una métrica que le permitiera “traducir” aquello que sí conocía en un estándar común necesario para armar un cuadro sinóptico, sistemático de las cosas y la gente en relación con las cosas. Como resultado, sus intervenciones fueron a menudo crudas y contraproducentes.
Antropología
Cómo cambiar el curso de la historia humana, o al menos lo que ya pasó
Un autor que ha abordado este problema de una manera que permite completar el nexo entre ambos aportes es David Graeber. En la literatura especializada sobre el poder, señala, abunda la cuestión sobre la “visibilidad” y la “invisibilidad”, expresada en conceptos como “panóptico” y “la mirada del poder” (Graeber, 2018: 163-4). Su uso remite, en su mayor parte, a la obra de Michel Foucault, especialmente Vigilar y castigar (1975). Se trata de que mientras que en el sistema feudal el poder era lo que se veía y su lugar eran las catedrales, los palacios y el cuerpo del rey (mostrado de manera constante en festividades y espectáculos reales), hacia el fin del Estado feudal, a comienzos del siglo XVIII, los términos del poder se invirtieron. En el feudalismo, sólo los poderosos eran individualizados, dignos de existencias materiales y particulares, sus rostros se exhibían en pinturas y monedas y sus genealogías y hazañas se convertían en la historia oficial del Estado; mientras, los no poderosos eran espectadores sin rostro. En cambio, en los “sistemas disciplinarios”, el poder pasó a ser ejercido por burocracias sin rostro, invisibles, que inspeccionan, examinan y evalúan a sus sujetos. Se trata de una lógica de la vigilancia, consagrada en las nuevas instituciones como la fábrica, la inspección en los hospitales, los exámenes escolares y la revista militar. Dentro de esas instituciones, no sólo quienes ejercen el poder se vuelven abstracciones despersonalizadas, sino que los objetos de vigilancia se individualizan: cada uno es pasible de ser inspeccionado, juzgado y clasificado de acuerdo con criterios formales específicos (Foucault, 1975).
La relación entre legibilidad y soberanía
Otro elemento que subraya la obra de Scott es la importancia de lo local como construcción política clave que evidencia los límites, además de los alcances territoriales, de los procesos de centralización y la universalización de las funciones estatales. En este sentido, el propio Foucault señaló que la soberanía y la disciplina no dejan de existir al erigirse el gobierno como modo de poder. Y aunque a veces la analítica foucaultiana los presenta como un quiebre entre regímenes, es claro que ambas modalidades de poder coexisten, tal como muestra Scott en su análisis de la legibilidad estatal. Subrayar esta coexistencia es crucial porque si aplicamos la propuesta foucaultiana de una ontología del poder no esencialista (que va más allá de nociones de orígenes y centros de poder, o de la continuidad de sus formas culturales usualmente atendidas por lxs antropólogxs) a todo lo que respecta al poder soberano estatal, encontramos efectos contraproducentes.
Como argumentan Hansen y Steputtat (2006) la visión del poder foucaultiana impregnó y guio toda la reinvención de la antropología política y del Estado desde la década de 1990. Pero la hegemonía de cierta visión dispersa y capilar del poder por sobre otras resultan problemáticas. Si el poder está disperso en toda la sociedad, en instituciones, disciplinas y rituales en los que se produce a sí mismo, ¿cómo explicar la proliferación del discurso legalista, la idea popular generalizada del Estado como centro social, la persistencia de la visión del Estado como legislador central y como árbitro? En términos de Scott, ¿qué decir de la legibilidad incorporada y la impuesta de pronto y coactivamente, su rechazo y su deseo, su evitación y reclamación? ¿Cómo entender las ideas de la corrupción como un mal que emana de ciertos centros, personas o dominios ocultos? (Gupta, 2005) ¿De qué manera interpretar que la violencia destruye los lazos sociales, pero también produce autoridad informal? Así como el camino usual ha sido recurrir a la obra de Agamben para repensar la relación entre la soberanía y las modalidades disciplinarias de poder (Das y Poole, 2008); consideramos que el trabajo de Scott y su minuciosa atención a las formas locales que desafían la soberanía como poder unificado es igualmente crucial. El poder soberano existe en los estados modernos junto a, y entrelazado con, las racionalidades biopolíticas que apuntan a reproducir vidas y sociedades como posibilidad permanente de perder la ciudadanía y los derechos, incluso de quedar reducido a una forma puramente biológica.
Si el poder está disperso en toda la sociedad, en instituciones, disciplinas y rituales en los que se produce a sí mismo, ¿cómo explicar la proliferación del discurso legalista, la idea popular generalizada del Estado como centro social, la persistencia de la visión del Estado como legislador central y como árbitro?
El trabajo de Scott complementa los análisis de las mentalidades y de los proyectos de los funcionarios con las indagaciones sobre cómo se configura el gobierno y el poder soberano en la práctica y en la vida cotidiana. Por ejemplo, como examina Nikolai Ssorin-Chaikov (2003) en los paradigmas de conocimiento y gobierno, imperial y soviético en Siberia, algunos estados coloniales eran “estados etnográficos” que empleaban la recopilación y categorización de datos científicos para generar una realidad gobernable susceptible de intervenciones.
La relación entre legibilidad y la biopolítica
Las “tecnologías políticas gubernamentales”. Antes de profundizar en el concepto de biopolítica, Foucault examinó ciertas tecnologías que operaban como condición de posibilidad de aquel biopoder. La analítica de la gubernamentalidad no parte de la unidad del Estado, sino de situarlo como un punto de objetivación de prácticas gubernamentales que tienen por finalidad conducir las conductas de otros (Castro-Gómez, 2010). El propio Scott, antes de focalizar en la legibilidad, se interesó en comprender por qué el Estado siempre parece ser el enemigo de la gente que se desplaza y por qué sus proyectos siempre parecen destinados a inmovilizarlos (sedentarizarlos, confinarlos, localizarlos).
En esta dirección, cabe recordar aquel señalamiento de David Graeber (2004) quien, retomando la obra de Yann Moulier Boutang, un historiador en la línea del autonomismo, argumentaba que la historia del capitalismo es la historia de los intentos de resolver el problema de la movilidad de los trabajadores, incluyendo la creación de regímenes especiales de contratos laborales y las formas de control de las fronteras. De lo contrario, los trabajadores deberían ser “libres” para vender o no vender su fuerza de trabajo.
Antropología
Los albores de todo: la imaginación política es (también) despabilarnos del pasado
Los esfuerzos de sedentarización son parte del intento de hacer una sociedad legible, de ordenar a la población y simplificar las funciones estatales clásicas de impuestos, reclutamiento y prevención de rebeliones. La propuesta de Scott de pensar a la legibilidad de las poblaciones y los territorios como un proyecto estatal de largo alcance y que se construye a lo largo de varios siglos, nos permite incluso pensar problemas específicos que han sido abordados por diversxs autores, dentro y fuera del marxismo, y con otros enfoques. Es decir, la legibilidad como categoría analítica es fértil yendo más allá de la obra de Scott. Podemos pensarla como una herramienta para diferentes problemas o fenómenos del Estado y contra el Estado, o para desmenuzar las perspectivas y aristas de los procesos concretos que configuran y moldean las visiones estatales.
Por ejemplo, en los trabajos de Henri Lefebvre, y especialmente en La producción del espacio (1974), se examinan los modos en que el espacio urbano se encuentra constantemente disputado, entendiéndolo como una dimensión fundamental de la lucha de clases. Allí opera una “trialéctica” de categorías: el espacio concebido, el espacio percibido y el espacio vivido. Esta última se refiere a la dimensión simbólica del espacio, a los sentidos e imaginarios que las personas construyen sobre él. El espacio percibido se refiere a las prácticas cotidianas de lxs sujetxs sobre un territorio, refiere a los diversos usos que se le da al espacio urbano, particularmente al espacio público. Mientras que el espacio concebido es propuesto como el espacio del poder, el de la planificación urbana, y de la norma por la norma, del deber ser. Un ejemplo de estas dos últimas categorías que podemos pensar en nuestra cotidianidad son los semáforos: en la planificación urbana, cuando está en rojo no se puede cruzar, sin embargo, muchas personas en sus prácticas cotidianas igual lo hacen. El espacio concebido propone una cosa, y el espacio percibido otra diferente. Desde Scott, el proyecto estatal de la legibilidad se expresa en la construcción de semáforos que regulan y organizan el tránsito urbano, tanto de personas a pie como en autos. Sin embargo, las prácticas de lxs sujetxs nunca se condicen al 100% con las propuestas estatales y, a su vez, adquieren siempre sus particularidades locales.
Referencias bibliográficas citadas
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