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Educación pública
Profesorado servil y colapso civilizatorio
La obediencia ciega del profesorado ante el disparate que está suponiendo el inicio de curso muestra unos valores serviles que estamos transmitiendo a una generación que, probablemente, sea testigo del fin de la vida humana.
En el ya lejano 2006 el estado de Oaxaca (México) vivió una revuelta popular que obligó a los poderes estatales y a las fuerzas del orden a abandonar la capital. Oaxaca al completo se levantó contra el entonces Gobernador Ulises Ruiz y sus políticas de muerte y despojo. Durante casi seis meses la capital vivió una experiencia de autoorganización que incluso llegó a compararse con la famosa Comuna de París de 1871.
A partir de un plantón del colectivo magisterial en el Zócalo capitalino y el intento violento de la policía de desalojarlo, Oaxaca al completo dio un paso adelante y dijo basta. La población salió a la calle a apoyar tanto a los y las maestras como unas reinvindicaciones que, enriquecidas con las de otros colectivos como los propios pueblos indígenas de la región, apuntaban directamente a un cambio estructural en la política y la economía mexicanas.
La dignidad mostrada por el magisterio y el pueblo oaxaqueños fue respondida con la habitual violencia del estado y los poderes fácticos. No podía ser de otra manera. Y la sangre de maestros y maestras fue derramada. Una dignidad que, al parecer, está lejos de la que está mostrando el profesorado en estas latitudes.
El hecho de que en el contexto actual resulte impensable que el colectivo docente salga a las calles a pedir algo más que una escuela pública de calidad —lo cual ya sería todo un logro— resulta sintomático acerca de la implicación del mismo en el papel que se le supone como motor de cambio social. Que el colectivo al que pertenezco se comprometa verdaderamente —en las aulas pero también en las calles— en la lucha contra un sistema que con total seguridad nos llevará a la extinción parece, incluso, fuera de lugar. Pero es que, ahora mismo, incluso la violación de los derechos laborales más básicos del profesorado —y estoy hablando del derecho a la salud y a la vida— tampoco parece que sean motivo suficiente como para levantar la voz de manera clara y contundente. Cuando ni siquiera cierto grado de corporativismo nos hace mover un dedo, resulta impensable que el colectivo docente muestre la más mínima intención de jugar el papel que le corresponde en la sociedad.
El hecho de que en el contexto actual resulte impensable que el colectivo docente salga a las calles a pedir algo más que una escuela pública de calidad [...] resulta sintomático acerca de la implicación del mismo en el papel que se le supone como motor de cambio social.
Ante el disparate que está suponiendo la vuelta al cole en unas condiciones que todos y todas las especialistas defienden como incompatibles con la apertura de las escuelas; ante unas administraciones educativas tan ineptas —cuando no directamente con claros síntomas de sociopatía— como ajenas a la legalidad que ellas mismas construyen según sus propios intereses; ante el juego macabro que despliegan políticos y poderes económicos en sus despachos con la complicidad de los medios de comunicación; ante la vulneración de nuestros derechos laborales —y no solo laborales—, la actitud mayoritaria es la de agachar la cabeza y obedecer. “En estos momentos todos debemos remar en la misma dirección”, me comentaba el otro día un compañero. Poco importa, parece, que esa dirección sea la del desastre más absoluto.
Y esos son, al parecer, los valores que consideramos adecuado trasmitir en las aulas: los de la obediencia y el servilismo hacia el poder aunque lo que esté en juego sean nuestras propias vidas. Toda una lección para quienes, muy probablemente, se tengan que enfrentar a una hecatombe nunca vista por el ser humano. Una enseñanza del todo adecuada cuando, en realidad, lo que deberíamos es incluir como elemento transversal del curriculum escolar —por decirlo en términos que las administraciones educativas entiendan— la desobediencia y la rebeldía como valores fundamentales para la supervivencia.
La escuela pública se muere. Y lo hace bajo el peso hercúleo de los poderes exteriores expresados en la ineptitud y la avaricia sin límites, pero también el de los poderes interiores que nos han convertido en aguerridos servidores de quienes van a acabar con el mundo y con nuestras vidas. Poco margen nos queda para la reacción. Pero seguro que por ahí hay alguna serie pendiente de ver que cuenta muy bien cómo el colapso está a la vuelta de la esquina. Igual, hasta la ponemos en clase.
- Sergio de Castro Sánchez es autor del libro Oaxaca: más allá de la insurrección. Oaxaca: Ediciones Basta, 2009.
Educación
Google, doctrina del shock y liquidación de la escuela pública
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No he entendido nada del artículo. Lo fundamental es que las medidas son desproporcionadas a una epidemia leve (0,2-1% letalidad). Han destruido la economía popular y los derechos para entregárselos a la banca privada, en otra vuelta de tuerca. Estamos en manos de locos autoritarios. Lo más terrible es que la dictadura, la censura, las medidas totalitarias por 8 meses son asumidas como si la gente ya supiera que esto iba a ocurrir. La gente no está sorprendida, agacha la cabeza y se pone la máscara. Es como una película de terror. Estoy perplejo.
Estamos en manos de locos, solo preocupados de mantenerse en el poder. Han entregado el país a nuestros acreedores..y cuantas van...Estamos ya en dictadura abierta. Con Podemos en el Gobierno, el tercio de la población que normalmente reflexiona está inmovilizado, estupefacto desde hace 7 meses. Pensamos que era un partido populista, democrático. Ahora sabemos lo qué es.
Con las últimas reformas político-educativas han relegado a los colegios a meros departamentos administrativos. Nunca hubo tanta burocracia en una labor cuya razón de ser debería ser la formación integral del ser humano, basada en el respeto, la tolerancia y la libertad de expresión. Como sacarse una plaza de oposición se ha convertido en un negocio (masters, dobles titulaciones, nivel B2 en inglés...), muchos docentes que consiguen su objetivo, sostienen interesadamente su puesto (esto lo sabe la administración de turno), defendiendo el adoctrinamiento (informes PISA, modelo finlandés, negocio editorial, ahora las grandes empresas tecnológicas como: Google, Microsoft...) frente a una educación en auténticos valores. La libertad de cátedra pronto pertenecerá a la ficción. Tras más de dos décadas ejerciendo en la Educación y a pesar del maquillaje actual con todo eso de “los jóvenes mejores preparados de la historia”, cada vez estoy más convencido, que todo esto es una estrategia encubierta para privatizar la Enseñanza y acabar con el poco espíritu crítico que hay. Pronto las escuelas serán cárceles morales, celdas de pensamiento acrítico, calabozos de conformismo, mazmorras de infelices superficiales. La ignorancia otorga poder al Poder, pero esto no importa, ni casi ninguna otra cosa, porque “el tema de moda” arrasa en los Medios de Manipulación de Masas y sus bastardos de Internet.
Soy “profe”. Me alegra y me fascina que puedan existir compañer@s con tiempo para estas reflexiones. Yo, ando todo el día preocupado y ocupado con el bienestar intelectual de mi alumnado. Los chicos y chicas necesitan mi acompañamiento y tutoría, y lo noto. Quizá prima en mí un instinto de protección y guía...
Perdón: no me queda tiempo ni sensibilidad para estas visiones globales histórico-políticas... Alguna vez he llamado a mi sindicato (CCOO) para delegar en ellos la avanzadilla sobre estas cuestiones. Diez llamadas, pero siempre les pillo “reunidos” y no consigo hablar con nadie.
En fin: me voy a clase (tenía “guardia” ahora) para ver si consigo aunar fortaleza y alegría en el conocimiento, que es lo que muchos seres humanos jóvenes necesitan. Y yo voy a dárselo.
Sigan la revolución por mí, y manténganme informado.
Gracias.
Para estar todo el día ahí preocupado y tal, buen ladrillo has soltado
En general, los funcionarios han acatado y justificado con diligencia, disciplina cada una de las ordenes , leyes y regulaciones absurdas e incluso anticonstitucionales (palabra de moda) que ha impuesto el gobierno.
Es normal, les va el sueldo en ello. Y además, cuestionando las ordenes uno se cuestiona a sí mismo, y es duro darse cuenta de las propias incoherencias y contradicciones. De todas formas , bravo por las honrosas excepciones al comportamiento general de los funcionarios. Algunos son conscientes de qué va todo esto, y eso es mucho en estos tiempos de zozobra.