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Filosofía
Indias, putas y lesbianas: María Galindo y la desobediencia feminista
Como anticipo del “Marzo feminista” que os propondremos desde nuestro blog, os ofrecemos esta entrevista a María Galindo ―que visitará Madrid en los próximos días― en la que repasamos algunos de los elementos fundamentales de su propuesta tanto teórica como práctica.
sino el sabotaje permanente y tenaz”
María Galindo
Conversamos con María Galindo, una de las voces más subversivas del feminismo boliviano. Fundadora del colectivo Mujeres Creando, movimiento que lleva más de 20 años construyendo una verdadera “utopía feminista” rebelde, crítica, desobediente y profundamente poética, Galindo ha hecho del deseo, del grafiti, de la acción callejera y de la performance verdadera poesía y alquimia combativa. Debemos a Galindo el lúcido concepto de “despatriarcalización”, una potente herramienta de análisis y de desmontaje de aquellos dispositivos de poder patriarcales y coloniales que históricamente han servido para someter a las mujeres. “Indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas”, tal es la matriz política inesperada y prohibida del feminismo anticolonial y antisistémico que defiende Galindo como espacio de lucha para la transformación social y personal.
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En una de las paredes de “La Virgen de los deseos”, esa mágica casa de Mujeres Creando en La Paz, hay un grafiti que dice: “pensar es altamente femenino”. Situar el pensamiento, la racionalidad, cuya propiedad histórica ha sido siempre masculina y falocéntrica, como un acto femenino resulta en sí mismo un acto de subversión y de desobediencia. ¿Acaso no es eso lo que llevan haciendo en estos años desde Mujeres Creando? ¿Dar voz y palabra, apropiarse del espacio de lo político, de la calle, a través de la crítica, el deseo y la resistencia feminista?
Estamos llenas de contradicciones. Somos un espacio experimental donde nos atrevemos a todo; somos las que no tenemos nada que perder; somos menos de las que quisiéramos ser y más de las que suponen que somos; somos un equipo de mujeres al que se suman mujeres porque somos una fuerza magnética y se bajan mujeres porque simplemente no es fácil ser de Mujeres Creando en Bolivia. Nos vamos equivocando paso a paso y en tantos años de lucha y organización hay muchas veces que sentimos que todo lo hecho es arena entre las manos. Somos un equipo de trabajo y yo soy parte de ese equipo; firmamos lo que hacemos como colectivo, pero también individualmente para no borrar el esfuerzo de cada una. Combinamos trabajo manual, trabajo intelectual y trabajo creativo como tres partes de un mismo proceso separado y jerarquizado por el capitalismo.
Con una mano sujetamos las urgencias, con la otra acariciamos las utopías.
Cultivamos la heterogeneidad y el conflicto como los ingredientes principales de nuestra cotidianidad. Estamos unidas por nuestras rebeldías y no constituimos un pacto ideológico, sino un pacto ético que se sustenta en prácticas concretas.
Uno de los elementos que más nos cohesiona y da sentido es que no producimos únicamente “ideología” ―en el mas amplio sentido de la palabra― sino que producimos algo que hemos llamado “política concreta”, que son un conjunto de prácticas feministas transformadoras, útiles y tangibles, como garantizar el acceso a un aborto seguro y legal. Con una mano sujetamos las urgencias, con la otra acariciamos las utopías.
En esa lucha por la resignificación de voces femeninas, siempre ilegítimas y excluidas de los debates políticos, me gustaría preguntarte por el “Parlamento de las mujeres”. ¿Puedes contarnos en qué consiste dicho parlamento? ¿Qué actividades realizan y cuál es su finalidad?
El Parlamento de las mujeres combina dos vertientes: por un lado, como base principal, parte de la propuesta de Paul B. Preciado del “Parlamento de los cuerpos” que nace en la Documenta 14. Su propuesta se inspira en la Grecia de Alexis Tsipras en el contexto de la aplicación del ajuste estructural y frente a un aparato democrático incapaz de dar una salida. Como segundo ingrediente, la tradición de los movimientos populares en Bolivia, que siempre han tenido como práctica debates interminables, pero donde el monopolio de la voz ha sido para los hombres. De esa combinación nace el Parlamento de las mujeres como una herramienta de emergencia. Bolivia está militarizada, el país ha sido sometido a una guerra psicológica instrumentada desde las redes sociales, se desarrollaron acciones de terror como quemar las casas de personajes de la vida pública para instalar miedo, silencio y paralización. El parlamento boliviano formal no lograba reunirse ni menos dar una salida, tal cual aconteció en Grecia. En ese contexto, lanzamos el primer Parlamento de las mujeres, que se ha organizado ya en 5 ciudades del país y con el que hemos llegado a mover en total unas 3000 mujeres. Estos parlamentos han sido organizados por diferentes colectivos recogiendo la metodología dual a la que me refería al principio.
El Parlamento de las mujeres es historia viva y lucidez colectiva, es herramienta antifascista eficaz, es un lugar de materialización de una democracia radical.
El Parlamento de las mujeres abre un espacio de lucidez colectiva, de deliberación horizontal, de toma de la palabra en primera persona por fuera de toda lógica de representación, y ha logrado materializar esperanza en el más cabal sentido de la palabra. Al mismo tiempo, ha logrado desplazar las “voces oficiales” para ponernos a escuchar voces anónimas pertenecientes a los más variados escenarios sociales. En este momento, en Bolivia el Parlamento de las mujeres es historia viva y lucidez colectiva, es herramienta antifascista eficaz, es un lugar de materialización de una democracia radical, es un lugar hiperpolitizado por fuera de partidos políticos y ya todo eso es mucho. No tengo la menor idea de cuál es el curso que vaya a tomar porque tiene vida propia.
De forma inédita es la expropiación al estado del concepto de parlamento y eso me gusta mucho porque el estado ha venido históricamente expropiando a los movimientos categorías, procesos y de todo: hoy lo hacemos al revés.
Feminismos
Conversatorio abierto con María Galindo
El próximo viernes 28 de febrero hablaremos de Feminismos, Fascismos y Estado liberal con la cofundadora de Mujeres Creando y autora de No se puede Descolonizar sin Despatriarcalizar o No hay Libertad Política sin libertad sexual.
El estatalismo está en la tradición popular boliviana metido hasta el tuétano. Es irónico que en una sociedad donde el estado es colonial y pequeño la lógica de demanda ante al estado sea la máxima expresión de sentido político para los movimientos de masas. En el caso del cabildo es una forma de populismo de derechas que mueve masas desde la frustración y el resentimiento y que sirve para construir otras formas de caudillismo y adjudicar a la masa la voluntad de un pequeño círculo de intereses. Así es como está funcionando en Bolivia, donde la cultura de la movilización social es muy fuerte. La machocracia es uno de los nombres de la democracia formal real que vivimos y no interesa cuántas mujeres forman parte de ella porque eso no cambia su carácter de machocracia, aunque el nombre de necrocracia que le da Paul B. Preciado me gusta también mucho.
La izquierda yo creo que está en una crisis terminal. La idea de absorber las luchas feministas, ecologistas, animalistas, indígenas y otras para reinventarse es una idea fallida porque incorporan esas luchas sin cambiar de paradigma y no están dispuestos a profundizar en el debate. Hacen ofertas a todos esos movimientos para legitimarse desde una visión que ha caducado con el siglo XX. Hoy ya no se sostiene. No es maquillaje lo que falta sino la necesidad de inventar nuevos métodos, nuevos paradigmas de organización. Es necesario formular utopías y desatar prácticas políticas donde confluir colectivamente.
A mí las definiciones de izquierda y derecha no me sirven no por neutralidad, sino por caducidad y porque nos inducen a una lógica binaria simplista. La derecha se ha decantado en un propuesta fascista y se está retroalimentando de un delirante discurso de un fanatismo cristiano que lee la Biblia literalmente y que plantea abiertamente una teocracia. En el caso de la izquierda, se ha convertido en un escenario posibilista que se diferencia muy poco de la derecha, que no tiene propuesta contra el neoliberalismo y que necesita constantemente utilizar las ideas que producimos los movimientos para poder decir algo y para negociarlas mutilándoles casualmente siempre el corazón. Ese péndulo no me interesa, esa lógica del mal menor tampoco.
La idea [de la izquierda] de absorber las luchas feministas, ecologistas, animalistas, indígenas y otras para reinventarse es una idea fallida porque incorporan esas luchas sin cambiar de paradigma y no están dispuestos a profundizar en el debate.
Siguiendo con tu análisis de la estructura patriarcal que atraviesa esas lógicas estado-céntricas, ¿podrías explicar qué es y cómo funciona eso que has denominado “tecnocracia de género”?
La tecnocracia de género ha sido el cuerpo compuesto de mujeres profesionales, categorías, organismos internacionales y oenegés que han introducido en América latina las bases para que la fuerza social de las mujeres se convierta en un soporte del modelo neoliberal y en un amortiguador de la aplicación del ajuste estructural. Nace en los 90s y pervive hasta hoy.
En lo referente al carácter patriarcal y colonial del estado, se trata de un mal crónico, anquilosado y fundacional que pasa por diferentes momentos históricos, por eso no es cuestión de obtener “derechos” o de “feminizar” con mujeres espacios estatales: se trata de una cuestión más profunda.
Lo que tenemos que superar es la fijación de que la relación con el estado es la única relación política relevante. Es urgente como feministas construir relaciones con la sociedad, espacios de autonomía, formas de política que trasciendan lo que el estado puede entender. Es urgente al mismo tiempo descomponer la cuestión de “las mujeres”; la interseccionalidad es un instrumento valioso pero creo que hay que reinventar esas categorías y complejizarlas mucho más. Una mujer no representa a otra mujer sino únicamente bajo el criterio biológico y no ideológico. El lugar de las trans erosiona el concepto y lo interpela. En el Parlamento de las mujeres las mujeres trans aportaron al discurso no como diferencia sino como sustancial análisis, porque fueron muchas las que acudieron con voz propia a poner todo patas arriba. Sin ellas imposible hablar de Parlamento de las mujeres.
¿Son estos procesos que describes los que recogería tu acertado concepto de “despatriarcalización”? ¿Qué es y en qué consiste este complejo proceso que cual martillo feminista ha comenzado a desestructurar distintos dispositivos de poder que considerábamos intocables? ¿Qué relaciones hay entre los procesos de descolonización y la despatriarcalización?
La despatriarcalización es un concepto complejo parido en el contexto de la asamblea constituyente boliviana, escenario en el que se reiteraba la idea hegemónica liberal de que las cuestiones se resuelven con otorgación retórica de derechos o con enunciación de los mismos. En respuesta a eso es que formulo la tesis de la despatriarcalizacion. Tiene la potencia de recolocar los feminismos por fuera del discurso liberal de derechos y en un plano antisistémico. No se trata de feminizar sino de despatriarcalizar. La despatriarcalizacion es alternativa a la idea de igualdad, de inclusión y de derechos y pretende abrir una nueva matriz de luchas y propuestas porque pone en cuestión las estructuras.
La descolonización es otra gran vertiente de transformación social imprescindible a la que cuestionamos el hecho de la ausencia de análisis de las relaciones coloniales como estructuras patriarcales, por eso planteo que no se puede descolonizar sin despatriarcalizar y viceversa. Conectar la despatriarcalizacion con la descolonización ha sido también la manera de intervenir el indianismo fundamentalista incapaz de reconocer siquiera la autonomía política de las mujeres y que critica, señala y ridiculiza la desidentificación indígena que protagonizan muchísimas mujeres jóvenes que no desean ser las depositarias de “la tradición”, la “comunidad” y la tiranía del control social cultural.
Eres muy crítica con cierto feminismo. Has llegado a hablar de una “fallida revolución feminista” y abogas por buscar un término distinto a “feminismo”. También has cuestionado el manido concepto de “empoderamiento”. ¿A qué te refieres con esa fallida revolución? ¿Qué diferencias habría entre dicho empoderamiento y un proceso de desobediencia verdaderamente horizontal, antagónico y desestructurante?
El discurso feminista está siendo cooptado por estados, partidos políticos y empresas. En muchos casos esa cooptación se la celebra con triunfalismo y francamente estoy un poco cansada de aclarar que ese feminismo no es el mío, por ello estoy buscando una palabra que pueda representar esa diferenciación. La fallida revolución feminista se visualiza muy bien en torno de las confusiones y simplificaciones del uso de la categoría de género, como por ejemplo, la idea de la equidad de género y otras.
Frente al poder no te empoderas, te rebelas; esa es la única forma de desestructurar cualquier relación de poder.
La fórmula del empoderamiento representa muy bien el mismo problema, se abandona el análisis del poder y las relaciones de poder y automáticamente se nos propone esto del empoderamiento, que en el fondo es decirnos que lo que nos falta a quienes estamos “abajo” es poder. Se hace lo mismo con pueblos indígenas, poblaciones LGTBI, poblaciones llamadas discapacitadas y otras. Es una trampa clarísima pero que ha cundido en muchos escenarios. Lo que yo propongo es ir a contracorriente tomándoles la palabra y exigiendo no empoderamiento, sino desempoderamiento de banqueros, jueces, policías, curas, médicos, psiquiatras, profesores y otros. Frente al poder no te empoderas, te rebelas; esa es la única forma de desestructurar cualquier relación de poder.
Si la genealogía histórica del feminismo se nos presenta como “una ideología occidental colonial”, ¿qué tipo de genealogías insospechadas debemos asumir las feministas latinoamericanas para no ser consideradas un simple apéndice exótico del feminismo blanco y europeo?
Debemos enunciar la multiplicidad de genealogías, su carácter paralelo y simultáneo y rascar en la historia descolonizando la historia de la filosofía, del arte, de la humanidad y de la ciencia, no hay otro camino. Justamente por ejemplo en mi libro No hay libertad política si no hay libertad sexual me dedico en el capítulo sobre el universo mal llamado “indígena” a indagar, por ejemplo, en las voces lingüísticas del aymara para decir hombre y para decir mujer, voces que revelan un no binarismo de género, sino una multiplicidad compleja que fue perseguida y extirpada por la Iglesia Católica en esta parte del mundo en los primeros años del régimen colonial.
Más allá de eso se trata de escribir, de producir teoría y de leer la realidad que nos contiene, no de leer a las autoras europeas y forzar la aplicación de sus teorías y visiones. Lo cual es un canon del pensamiento académico en esta parte del mundo.
No entiendo cómo no se ha hecho aun una revisión históricamente crítica de la Historia de la Sexualidad de Foucault, históricamente en el mundo andino ha sido de mayor impacto la extirpación de Idolatrías que la época Victoriana por citar un solo ejemplo.
¿Cómo redefinir, entonces, el feminismo desde matrices de pensamiento y bases teóricas diferentes, subversivas, radicalmente combativas, críticas y antisistémicas? En ocasiones, te refieres a un “feminismo intuitivo”, indigesto, inapropiable e inaceptable, que da lugar a alianzas imposibles, insólitas y prohibidas. ¿Podrías describirme cómo concibes ese horizonte utópico?
No soy capaz de hacerlo en dos palabras. No creo que se trate de dibujar una sociedad ideal, creo que la idea de una revolución finalista a la que le demandamos perfección está superada. Vivo en una sociedad que combina el culto al sacrificio con el más profundo hedonismo. Tiene sentido porque lo más incierto por acá es tu propia vida, ya sólo este hecho te coloca en el presente inmediato permanentemente.
Tenemos la opción de construir espacios minúsculos que alcanzan un valor descomunal gracias a la fuerza utópica que contengan, gracias a la capacidad de complejizar sus aristas de relacionamiento con la sociedad. Espacios así son sólo posibles si son por fuera de la institución, por fuera de la lógica identitaria cualquiera fuera esta, por fuera de la lógica de demanda de derechos cualquiera fueran estos. Tenemos que proponernos producir justicia, salud, sistemas económicos o educación por ejemplo desde visiones autónomas experimentales, antiestatales y antiinstitucionales. Nosotras, por ejemplo, nos concebimos como una fábrica de producción de justicia entre otras cosas y a esta altura hemos logrado que la sociedad misma nos reconozca de ese modo.
Esto que estoy diciendo que parece muy extraño es pan de cada día en Bolivia. Por ponerte un ejemplo, los circuitos de la medicina tradicional ancestral son más confiables, más amigables y más extendidos que los que el estado puede otorgar y funcionan bajo paradigmas contrarios a los de la medicina occidental. Allí, por ejemplo, la psicosomática es estructural, todo es psicosomático de antemano. El médico da miedo y tiene que disputar su credibilidad con la del yatiri que es visto al menos en la parte andina del país con más respeto y credibilidad.
También eres muy crítica tanto con los discursos de la inclusión como con las políticas de la identidad. Retomo una pregunta que tú misma has lanzado: ¿realmente constituyen las identidades una amenaza subversiva contra el sistema patriarcal, colonial, capitalista y heterosexista?
Como lesbiana me aburrí de los colectivos lésbico-feministas y de su capacidad para repetir discursos eternamente. La identidad es siempre una envoltura homogeneizante, en muchos casos se convierte en testimonial y victimista, otras veces se convierte en escenario de fundamentalismos. Estoy convencida de que solo si construimos sujetos políticos complejos fundados en lo que he llamado “alianzas insólitas", podemos encontrar claves más certeras para desmontar estructuras, lógicas y dinámicas de opresión. Las políticas y espacios identitarios convertidos en anaqueles rígidos con guiones oficiales de los que no se puede salir son parte de la política neoliberal.
Yo creo, por ejemplo, que es heterosexista demandar el matrimonio igualitario no solo por la historia misma innegable del matrimonio como contrato de propiedad, sino porque deriva en la reiteración de la estructura familiar patriarcal aunque esté protagonizada por dos madres o dos padres. Ese es uno de los mejores ejemplos de que las políticas identitarias terminan sus agendas en un circuito muy corto y conservador. Por supuesto que la oposición de la derecha fascista y de las iglesias al matrimonio igualitario le dan un margen para presentarse como instrumento de desestabilización, pero es un margen estrecho.
No estoy dispuesta a perder ni un segundo de vida en una política identitaria, aunque me presento públicamente como lesbiana. En mi caso esto cobra sentido por fuera de los escenarios de reivindicación de la diferencia para convertirse en discurso indigesto. Así, sí.
Feminismos
Bolivia: golpe y censura al feminismo
En Bolivia, tras el derrocamiento de Evo Morales, se ha instalado una visión polarizante y fascistizante de bandos: estás conmigo o estás contra mi. Una supuesta dicotomía entre izquierda representada por Evo Morales y derecha representada por el actual gobierno. El enfrentamiento ha sido cruel y ha habido hasta el momento dos masacres y las ciudades del país están militarizadas. En el partido del Movimiento al Socialismo (MAS) ha habido una estampida, han huido casi todos, y personajes anónimos como la actual presidenta del senado Eva Copa, una estudiante de trabajo social de la universidad pública de una de las ciudades más pobres del continente como es El Alto, han asumido responsabilidades muy duras.
Los que han golpeado contra el gobierno de Morales eran sus propios aliados en la región de Santa Cruz, una región de estructura feudal terrateniente que quemó el bosque chiquitano en agosto de este mismo año con los proyectos de exportación de carne a la China y de ampliación de la frontera agrícola para la producción de necrodiesel. Las iglesias fundamentalistas que son parte del golpe de estado han sido sus aliadas, razón por la cual en Bolivia no se ha despenalizado el aborto y se ha declarado anticonstitucional la ley de identidad de género, convirtiéndola en inservible para la población trans porque no garantiza más que el cambio de nombre en el documento de identidad sin las garantías de ejercicio de ningún otro derecho.
Levantar un espacio por fuera de esa visión binaria, polarizante y fascista a nosotras nos está costando todo tipo de amenazas, todo tipo de insultos y colocarnos en un lugar que mucha gente aplaude y necesita pero que es de mucha visibilidad y exposición, mientras que una gran masa crítica se ha refugiado en el silencio. No puedo dejar de decir que es muy fácil opinar desde fuera del país sobre lo que está sucediendo. Es muy cómodo y necesario para la izquierda internacional victimizar a Evo Morales y seguir alimentando una polarización tóxica porque en ello se juegan su propia vacunación contra toda crítica. Estar contra el binarismo político y contra la fascistizacion no es asumir una neutralidad. Me toca llamar a decenas de personas para hablar en la radio que cómodamente prefieren callar, pero yo igual salgo al aire cada mañana. Si hay una voz hoy de denuncia de todo lo que se está cometiendo en Bolivia somos nosotras; si hubo una voz contra el fascismo que iba tomando fuerza fuimos nosotras, pero eso no significa que asumamos el bando de Evo Morales.
Es un conflicto que tiene muchas capas. Hay una nueva guerra por el control de las materias primas, en este caso el litio; hay una promesa de retorno a la supremacía blanca, por lo tanto es un proceso abiertamente racista; hay una relegitimación del hombre violento como actor principal, por lo que hay una promesa al violento de retornarle el poder de control sobre las mujeres; hay una promesa abiertamente homofóbica y misógina; hay una promesa de garantizar el control sobre la tierra al empresariado terrateniente y el agronegocio. En fin, muchos pliegues para los cuales el gobierno de Evo Morales tampoco fue una alternativa. Bolivia necesita salir de la encerrona golpe/no golpe, de Evo víctima o malvado.
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Hay que tener la cara muy dura para participar en el golpe contra Evo Morales, un presidente indígena que tras medio siglo de esclavitud había sacado a millones de la pobreza, y venir a contarnos que su arma es pensar, que no está en la izquierda ni en la derecha, y que ahora hay un momento "polarizante" que ellas mismas ayudaron a construir.
Una vez mas EL SALTO perdido en el posmodernismo sin saber a quien da voz.
Esta señora tiene algún tipo de cuota aquí en el salto? Podéis buscar otros referentes?
Alguien cree que esta señora es un referente del feminismo??
Alguien con tanta misandría nos es necesaria??
De verdad alguien cree que nuestra lucha se basa en el odio a todo lo masculino???
No podemos ni debemos excluir a los hombres de nuestra lucha, flaco favor nos hace personas como la entrevistada
María Galindo es un referente indispensable para entender el mundo contemporáneo y aprender a pensar hoy y ahora. La intelectualidad le tiene rabia, envidia y no llega a la altura de ella creando conceptos, descifrando imaginarios , interpretando las realidades más complejas en Bolivia y en el resto del mundo también. Gracias a Salto por hacer que esta mujer nos enseñe tanto y tan bien. Gracias a María por hacer camino disfrutando y...hasta la utopía siempre!
Sí, efectivamente. La progresía no la soporta porque desmonta todos sus paradigmas de “vanguardia iluminada” y sus concepciones estatalistas neokeynesianas. El feminismo “blanco” tampoco la aguanta, porque desenmascara sus aspiraciones “empoderantes” e “igualitaristas”, demostrando que dan prioridad a “la igualdad” aunque esta sea para protagonizar guerras o lugares de explotadoras, junto a los machos. Lúcida como pocas. Imprescindible para pensar la contemporaneidad fuera de prejuicios y moralinas anacrónicas.