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Hace unos meses asistimos al debate de una nueva ley de educación promovida por el PSOE y en la que, a pesar del compromiso que este partido había adquirido, la asignatura de Ética volvió a quedar fuera del currículo de secundaria. Nada nuevo bajo el sol, ni que el PSOE no cumpla sus promesas ni el ninguneo a la filosofía.
En ese contexto se produjo una amplia movilización en defensa de la Ética que se sustanció en campañas en redes sociales y artículos de opinión en diferentes medios de comunicación. En dicha campaña, la figura de Sócrates aparecía de modo recurrente como modelo de ciudadano y paladín de la ética, incluso, en ocasiones, de los valores democráticos que quienes defendemos la presencia de la Ética en la enseñanza secundaria tenemos a gala defender. A pesar de lo extendido de esa opinión, de ese lugar común que hace de Sócrates defensor de altos ideales, nada más alejado de la realidad, por lo que resulta inadecuado, a mi modo de ver, emplear la figura del maestro de Platón para cualquier reivindicación que tenga que ver con valores democráticos o una ética ciudadana, pues Sócrates supone el paradigma de la reacción.
Sócrates reinterpreta el “Conócete a ti mismo” délfico, convirtiéndolo en una consigna contra las pretensiones de participación política del demos.
Contextualizar a Sócrates
Hay un ejercicio demasiado habitual en el campo de la filosofía que resulta tremendamente inconveniente y peligroso a la hora de interpretar a un autor: su descontextualización. Estamos acostumbrados a que las aproximaciones a la filosofía se realicen como si sus protagonistas vivieran al margen de su sociedad y su pensamiento poco o nada tuviera que ver con los debates y conflictos que en ella se producen. Nada más alejado de la realidad. Quien se acerca al papel en blanco para colocar sobre él sus reflexiones lo hace, siempre, condicionado, de una u otra manera, por el espacio vital que habita.
Grecia no es, en modo alguno, una excepción, tal como nos recuerda en sus textos Antonio Capizzi, quien nos habla de las pasiones ciudadanas que atravesaron a los principales filósofos, entre ellos Sócrates. Cómo no iba a ser así, en el caso de éste, cuando le tocó vivir una época enormemente convulsa en la que el conflicto entre aristocracia y democracia se sustanció en unas guerras panhelénicas, las del Peloponeso, y en las paralelas tensiones sociales que se producen en Atenas y que nos hablan de una larvada guerra civil que llevó a una violenta represión aristocrática en los años finales del siglo V a. de E. De hecho, Protágoras, el más insigne de los sofistas, murió ahogado en 411 huyendo del golpe de Estado que la aristocracia ateniense promovió contra el sistema democrático.
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Atenas venía viviendo, desde las reformas de Solón de 580 a. de E., un proceso de democratización que va arrancando, poco a poco, privilegios a la aristocracia y que culmina, como es bien sabido, con las reformas de Pericles. Anteriormente a este, Efialtes, quien promovió la reforma del Areópago, cámara tradicional del poder aristocrático, fue asesinado (461 a. de E.), lo que nos habla de la virulencia del conflicto entre el demos y la aristocracia. Atenas, a finales del siglo V a. de E., era una verdadera olla a presión en la que los jóvenes aristócratas y demócratas se juramentaban para confrontar a muerte entre ellos. El conflicto entre los sofistas y Sócrates y sus discípulos, en especial Platón y Jenofonte, es la expresión teórica de ese conflicto social.
Sócrates no es, en absoluto, un pensador desvinculado de su contexto social, sino un teórico filoespartano y antidemócrata que no deja de manifestar su desprecio por el demos y su participación política, tal como sus propios discípulos se encargan de poner de manifiesto en obras como el Politico de Platón y Recuerdos III y IV de Jenofonte. Es cierto que estos dos autores, en sus obras apologéticas más cercanas a la muerte de su maestro, se esfuerzan, tal como recuerda Solana en su Más allá de la ciudad. El pensamiento político de Sócrates, por presentar una imagen de éste menos crítica con la democracia, pero eso puede tener que ver con el riesgo que ellos mismos corrían como seguidores de quien había sido condenado por la ciudad. Sin embargo, con el paso del tiempo, el verdadero perfil del maestro es puesto de manifiesto por sus discípulos.
Hay en Sócrates una inteligentísima estrategia para retornar a formas políticas aristocráticas en las que el demos recupere su añorada condición de colectivo sometido y silencioso. Esa estrategia pasa por una inversión de la sofrosyne, principio ético que la ciudad democrática había hecho suyo frente a la hybris aristocrática. Para ello, Sócrates reinterpreta el “Conócete a ti mismo” délfico, convirtiéndolo en una consigna contra las pretensiones de participación política del demos.
En efecto, ese “Conócete a ti mismo”, que la tradición dominante se empeña en presentarnos como si del título de un manual de autoayuda avant la lettre se tratase, no es, en boca de Sócrates, sino el modo de indicar al demos su incapacidad para la acción política, pues su modo de ser le incapacita, como ya le ocurriera al Tersites de la Ilíada, para ejercer el gobierno de la ciudad. Quien, perteneciente al demos, se analice a sí mismo, deberá colegir su incapacidad política y, por tanto, abandonar ese campo, reservado exclusivamente a los sabios. De no hacerlo, contravendrá el ideal de sofrosyne y se dejará llevar por una inconveniente hybris.
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La sofrosyne, que había sido instrumento para poner límite a los excesos de la aristocracia, se convierte en manos de Sócrates en argumento contra la participación política del demos. En resumidas cuentas, “zapatero a tus zapatos”. De este modo, el gobierno deberá quedar en manos de los mejores, los aristoi, ahora entendidos como los más sabios. Acaso no sea inapropiado recordar que Sócrates mismo indica, en diferentes ocasiones, que el oráculo délfico le había señalado como el más sabio entre los griegos. La conclusión se extrae sin excesivo esfuerzo.
Este pasaje nos coloca sobre la pista del enorme esfuerzo desarrollado por Sócrates para colocar la religión como fundamento de lo político, en una estrategia de retranscendentalización del discurso. Si la filosofía nace en Grecia con una vocación de inmanencia, es decir, desvinculándose de cualquier explicación teológica, Sócrates recupera la teología que había sido la base del poder aristocrático. Sócrates entiende, según narra Jenofonte, que las leyes tradicionales no escritas tienen un origen divino y son superiores a las leyes de la ciudad. La primera de esas leyes, la obligación de venerar a los dioses. Sócrates se considera comisionado por la divinidad para llevar a cabo un plan que consiste en examinar el modo de vida de sus conciudadanos, tal como señala José Solana. Como si de una reedición de la Antígona de Sófocles se tratara, Sócrates se envuelve en la ley divina y se convierte en sabio juez de la razón ciudadana, a la que, sin ninguna duda, condena. Como bien señaló Castoriadis en referencia a la mencionada tragedia, es la hybris, la soberbia, lo que se halla detrás del conflicto. Una soberbia de la que Sócrates, en sus propias palabras el más sabio de los griegos, rezuma por los cuatro costados.
No es dignidad ni respeto a la ley lo que guía la actuación de Sócrates, es la enorme soberbia de quien se cree por encima de la ley, al margen de la ciudad; de quien no soporta ser juzgado por otros a los que no considera sus iguales.
Sócrates contra la democracia
Si a lo dicho hasta ahora unimos las reiteradas críticas tanto a la elección como al sorteo, se nos revela un perfil de Sócrates en abierta oposición a los usos y costumbres de la democracia ateniense. Perfil que también será cultivado por Platón. En ese turbulento final del siglo V a. de E., Sócrates y Platón son, de modo evidente, la expresión teórica de las posiciones políticas de la aristocracia. Es decir, toman partido, teórico y práctico, contra la democracia ateniense. Una democracia, seguro, con sus defectos y miserias, pero que, por primera vez, había promovido la participación del demos en los asuntos públicos. El odio de Platón a la democracia ateniense no es consecuencia de la muerte de su maestro, viene de antes, de su formación filoespartana y de su condición aristocrática. Viene de tan lejos como el de su propio maestro.
Por ello, convertir a Sócrates en argumento ético resulta improcedente, por cuanto atribuye al personaje unas virtudes completamente alejadas de su real orientación política y social. Quien despreció al demos, quien pretendió privarle de la participación política, quien restituyó los poderes de la religión y la superstición, quien, en suma, abominó de la democracia no puede presentarse como referente de inquietudes sociales que se encuentran en las antípodas de su pensamiento.
Sócrates da inicio a un potente conglomerado teórico cuyo objetivo fundamental es la restitución de la ideología aristocrática, con la consiguiente marginación del demos del ámbito político. Platón culminará su desarrollo y le proporcionará fundamento ontológico con su delirante dualismo, sustento de una concepción teológica de la filosofía que se hará dominante hasta el siglo XIX y que será aplaudida por todas las religiones monoteístas. No es dignidad ni respeto a la ley lo que guía la actuación de Sócrates, es la enorme soberbia de quien se cree por encima de la ley, al margen de la ciudad; de quien no soporta ser juzgado por otros a los que no considera sus iguales. El Oráculo de Delfos ya lo había advertido.
Juan Manuel Aragüés es autor de numerosas obras, entre las que podemos destacar Deleuze (1998), Sartre en la encrucijada (2004), El dispositivo de Karl Marx (2018), Deseo de multitud. Diferencia, antagonismo y política materialista (2019), De la vanguardia al cyborg (2020) o De idiotas a koinotas. Para una política de la multitud (2020). Su libro más reciente es Ochenta sombras de Marx, Nietzsche y Freud. Diccionario de filósofos y filósofas en la senda de la sospecha (2021).
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Venga, ya está bien ya! Queremos un cara a cara (o mascarilla a mascarilla) Aragues-Liria ya... Que ya son muchos temas ya. El Marx Idealista o materialista...el Sócrates demócrata o aristócrata...
(Cuanto ya, ya, ya... Parezco un dictador yo ya también, joer)
A posteriori, se puede especular sin fin sobre Sócrates. Por trazar el límite a la especulación (fértil), quiero señalar que Sócrates es “enseñado” no por sus ideas concretas o su propuesta ética y política... Es ante todo el referente de la convicción humana sobre que estos asuntos pueden “ser pensados”, razonados. Observando la Historia, los milenios durante los que tradición y autoridad fueron lo dado, Sócrates representa un planteamiento distinto de los asuntos humanos y tomamos ese rasgo para nombrarle padre de la filosofía occidental. Pero parece que se olvida que es un pensador antiguo, rudimentario, como es la Filosofìa de su tiempo. Él, Platón y los demás, sustentaron algunas ideas criticables, y algunas incluso estúpidas si se juzgan con baremos del mundo contemporáneo.
Es frecuente en profesores de Filosofía la afición a levantar las faldas a los filósofos, haciendo un aporte académico al tiempo que destilan su resentimiento.
Fíjate que me he acordado de esa frase de Nietzsche que habla de los "sacerdotes de rodillas desolladas...". El sacerdocio está muy alejado de una actitud filosófica.
Platón era claramente un manipulador y no sabemos hasta qué punto utilizó a Sócrates para publicitar su aristocratismo (su jerarquismo). Eso no significa que no existieran en el pensamiento de Sócrates estos sesgos.
Tal vez le interese este artículo al autor: https://www.letraslibres.com/mexico/politica/socrates-democrata
Me sorprende la rotundidad de sus afirmaciones, más que nada porque Sócrates es conocido por no haber dejado escritos sobre su pensamiento, y lo que sabemos de él es a través de sus discípulos (ej. Platón) y otros autores, los cuales también fueron influidos por su contexto y política.
La descontextualización es siempre sencilla, no solo incluso durante la propia edad antigua, sino también a través de la re-interpretación de este antiguo contexto desde nuestra propia visión descontextualizada presente, como si la mención de espartano fuera de por sí un descalificativo. Tal vez algunos historiadores le sirvan de ayuda para contextualizarse mejor en el futuro, y por supuesto entiendo que todos necesitamos comer, pero, ¿tan degradada está la filosofía actual, más de 2000-2500 años más tarde, que también parece recurrir a los click-baits (sensacionalismo que aumenta las posibilidades de que pinchemos en la noticia) que están destruyendo en buena medida al periodismo?
Precisamente, de este modo cada vez es más vigente el "conócete a ti mismo"...
Con el argumento de que no escribió nada, nada podríamos decir de él, ni que fue demócrata ni lo contrario. Si tomamos las fuentes más cercanas y coincidentes, Platón y Jenofonte, difícilmente se puede sostener la postura de Popper.
Buen artículo. Buena explicación.
No quiero hundir más el dedo en la yaga. Solo diré que Sócrates defendió la dignidad y, por encima de todo, a la humanidad.