Opinión
Carmena, cuatro años más de cambio

La alcaldesa de Madrid anuncia que se presentará a las municipales de 2019 en una agrupación de electores dando carpetazo al ciclo de Ahora Madrid.

Carmena pleno ayuntamiento madrid
Álvaro Minguito Manuela Carmena, en el Ayuntamiento de Madrid
10 sep 2018 17:15

El aleteo de una mariposa entre el Palacio de Cibeles y el puente de Segovia puede alterar los debates en Twitter. Dicho de otro modo, y como sabe quien se maneje en esa red social de intercambio de pareceres, lo que pasa en Madrid no se queda en Madrid, y, con desgana o con cabreo, los y las tuiteras de fuera de la ciudad saben que si empieza a llover en la capital, se sabrá; que si hay atasco, se sabrá; o que si unos absurdos patinetes ocupan las calles, será elevado a noticia de tipo nacional. Falta mucho para una descentralización de la política realmente existente, así que Twitter es un reflejo de eso.

Pese a ese punto de partida, no es fácil explicar —en el vis a vis, en la conversación fuera de la esfera digital— cuál ha sido el desarrollo político de la candidatura Ahora Madrid, cuál ha sido la real politik que siguió a la efervescencia de finales de abril y mayo de 2015, cuándo los muros y las cronologías de la “España de izquierdas” —y, entiéndase, que con España de izquierdas nos metemos en un jardín— se llenaron de bienintencionados retratos, caricaturas y declaraciones de amor pictórica hacia Manuela Carmena, guinda de una sinfonía o primer violín de un pastel compuesto en uno de los escasos periodos “bellos y buenos” de encuentro entre las distintas corrientes políticas de transformación en el Madrid del siglo XXI.

Carmena conquistó la atención de un público al que, probablemente —como han recordado estos días varios intelectuales y tuiteros—, no se hubiera llegado desde el simple trabajo colectivo. Sobre esa guinda, sobre esa solista, se ejecutó un proceso electoral rápido en el que se postergaron debates organizativos y métodos de rendición de cuentas en la confianza, o con el anhelo de que la concordia alcanzada por casi todas las corrientes en ese proceso se mantendría después del 22 de mayo de 2015.

El caso Carmena muestra que la cultura de la atención, las razones del márketing, es más poderosa que las decisiones, los presupuestos y los debates municipales

Quedaron, claro está, unos cuantos pelos en la gatera. Izquierda Unida acudió rota, una parte en Ganemos y otra con su propia candidatura. El proceso de primarias mostró, también, que Ganemos Madrid era un proyecto complejo y hasta cierto punto apresurado en el que confluían militantes de políticas con marca 15M a huérfanos —si no directamente tránsfugas— de proyectos antes citados. La concordia no llegó siquiera a las elecciones y Ganemos se desgajó —eso sí, sin demasiados traumas públicos— en las primarias que dieron forma a la lista final presentada en las elecciones de mayo.

Párrafo aparte merece Podemos, el Podemos de 2015, aún definido por la prevalencia de una marca, Claro que Podemos, de la que hoy apenas queda su huella digital. Por aclarar los términos, en aquella marca se encontraban lo que hoy se sigue llamando “el pablismo”, encabezado por Jesús Montero, muñidor del acuerdo con la independiente Manuela Carmena, y el “errejonismo”, cuya cara más visible sigue siendo, en el Ayuntamiento, la portavoz Rita Maestre.

Agitados pero sin mezclar, aquellas corrientes, familias, grupos y partidos (allí estaba Equo y Anticapitalistas había dejado de serlo apenas unos meses antes) dieron en formar Ahora Madrid tras una serie de cesiones, giros tácticos y deslumbrantes fichajes. Pese a la poca memoria del personal, el resultado sigue siendo recordado y, mirándolo desde lejos y a conveniente distancia, sigue siendo un éxito e incluso un hito de la historia de la democracia. Por primera vez “se ganó” o, aún más en modo fan, el cambio llegó a la capital.

Ganar, vencer, el rollo de siempre

El aleteo de una alcaldesa en el Palacio de la Cibeles es incluso capaz de competir a título informativo con las escasas justificaciones de una ministra de Sanidad sobre su máster. Así es la política, así son las redes, así es el periodismo. Que nada iba a cambiar en ese sentido se supo aún antes de la investidura del nuevo equipo municipal. El caso Zapata y el arbitraje de la cabeza de lista de Ahora Madrid avanzó una realidad con la que el sustrato organizativo de Ahora Madrid no había contado o nunca quiso percibir antes del cambio (a.C.). Carmena ejerció de juez, el concejal electo Guillermo Zapata no asumió el área de Cultura —lo haría Celia Mayer hasta la siguiente crisis— y el partido Ahora Madrid comenzó a ser visto como algo redundante, como un bulto sospechoso en el camino de la gestión emprendido por la alcaldesa.

Si el primer año fue el de las crisis —Zapata, reyes magos, titiriteros—, el proyecto de la alcaldesa se plasmaría más adelante

La victoria de Carmena en las urnas —o la victoria pírrica e insuficiente del PP de Esperanza Aguirre— se tradujo en su triunfo total en la corporación local. Pocas semanas después, la alcaldesa abandonó la mesa de Coordinación de Ahora Madrid y situó a personas de su confianza en cargos fundamentales: su mano derecha electa, Marta Higueras, en los asuntos sociales y relacionados con vivienda, y su otra mano derecha, no electa, Luis Cueto, al frente de Madrid Destino. En el vocabulario de Carmena se instaló a “los mejores” al frente de un proyecto de ciudad “modernizada”, en la que el Ayuntamiento tenía la necesidad de “seguir innovando”.

Si el primer año fue el de las crisis —Zapata, reyes magos, titiriteros—, el proyecto de la alcaldesa se plasmaría más adelante. Políticas securitarias, de vivienda o de patrimonio al margen, —muy criticadas por el sindicato de manteros, las organizaciones de defensa de la vivienda digna y del patrimonio— ese proyecto ha tenido dos momentos de clímax, suficientes para definir la política real llevada a cabo en este periodo. Primero, con otra crisis, que provocó la salida del concejal de Economía y Hacienda, Carlos Sánchez Mato —procedente de IU— y, con ello, el acatamiento del marco presupuestario “a la Montoro” que impide al Ayuntamiento emplear su superávit presupuestario en otra cosa que no sea amortizar deuda (y aquí lo importante es la palabra superávit). En segundo lugar, con la aprobación, cueste lo que cueste, de la Operación Chamartín, pelotazo fosforescente a costa del suelo público en palabras de Eduardo Mangada un referente del (ojo) PSOE, en políticas urbanísticas. 

Innovación y cambio

Pero Carmena ha conseguido el objetivo de “seguir innovando” en la práctica política. Su caso muestra que la cultura de la atención, las razones del márketing, es más poderosa que las decisiones, los presupuestos y los debates municipales. Esto, dicen sus defensores, seguidores y fans, la convierte en inmune a los ataques del PP —y lo muestra el desangelado José Luis Martínez Almeida cada vez que interviene— y fuera del alcance de PSOE —por más que le haya “pasado por la izquierda” en repetidas ocasiones— y Ciudadanos, que únicamente ha encontrado y tratará de seguir explotando el marco securitario-policial desde el que la candidata Begoña Villacís pretende edificar su carrera. Puede que incluso les salga bien.

Sus detractores, concentrados casi exclusivamente en Madrid y la Comunidad de Madrid, han tratado, sin éxito, de contrarrestar ese foco de atención privilegiado bajo el que actúa la alcaldesa invocando el contenido que dio paso al encuentro que hizo posible Ahora Madrid. Democracia interna, rendición de cuentas, listas abiertas, sistemas de corrección de mayorías… democracia real, en dos palabras. Su mensaje se pierde en algún punto entre Cercedilla y Griñón, lo que lo convierte en poco más que un quejío para el “gran público”.

Con todos los focos apuntándola, la alcaldesa ha dicho lo que se esperaba, que solo necesita una plataforma que encabezar para darnos otros cuatro años de cambio

El movimiento de Carmena, anunciando su disposición a repetir en el cargo solo bajo sus condiciones —enterrando a Ahora Madrid y seleccionando a “los mejores” para su Gobierno de “los mejores”—, establece dos marcos diferenciados y opuestos y la sensación de que solo el primero se va a producir. En el primero —el que ya está cocinado—, Carmena acepta elegir a algunos colaboradores procedentes de la etapa anterior. Se produce así una continuidad, al margen de la marca. Los concejales de Participación, la portavocía, Urbanismo, la economía y puede que la movilidad se mantienen en los mismos términos, si bien algún nombre bailará para que entren “los mejores” a las concejalías fuertes. Desaparecen los nombres de IU, seguramente destino Entrevías, y los nombres más asociados a Ganemos, tanto los de quienes se han mostrado más afines al proyecto de Manuela Carmena, como quienes hace tiempo explicitaron su oposición interna, los Pablo Carmona, Rommy Arce y Montserrat Galcerán.

En el segundo camino, Ahora Madrid, como el magma político que fue en 2015 se reagrupa —al menos en parte— y presenta un proyecto de regeneración de la democracia interna en el proyecto municipal, con un programa más similar al aprobado hace cuatro años: reinversión del superávit en políticas sociales, remunicipalización, freno a las operaciones urbanísticas tuteladas por banca y constructoras. Las opciones son escasas y se cargará con el escarnio público de presentar una lista que va “a quitar votos” a la lista ganadora, por supuesto, encabezada por Carmena y avalada por la dirección de Podemos —que lo apostó todo esta primavera por el tándem Errejón-Carmena para la Comunidad— y, aunque más renuente, de Izquierda Unida. Si existe ese camino y, sobre todo, quién está dispuesto a andarlo, se sabrá en las próximas semanas (si no, será todavía más tarde).

La carrera para llegar a 2019 que comenzó muchos meses antes del anuncio hoy de la alcaldesa ha sido definida, en los términos en los que ella ha explicitado esta mañana, con una frase que quedará para el recuerdo: “Un gran síntoma de que esta ciudad está viva es que seremos capaces de innovar electoralmente”. Con todos los focos apuntándola, la alcaldesa ha dicho lo que se esperaba, que solo necesita una plataforma que encabezar para darnos otros cuatro años de cambio.

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