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Energía
H2Med, el proyecto ‘verde’ que el ecologismo califica de “trampa para la transición energética”
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Las cosas claras y sin tapujos. “La posible construcción del H2Med responde más a la demanda del sector gasístico que a los intereses reales de la sociedad”. Es la opinión de la Fundación Renovables y Greenpeace ante el polémico hidroducto submarino —hasta hace unos meses gasoducto híbrido con la idea de ser futuro hidroducto— que el Gobierno y buena parte de la gobernanza europea, además del sector gasístico, quiere construir entre Barcelona y Marsella con un coste estimado de 7.000 millones de euros, 2.500 el hidroducto en sí y 4.670 más de adaptación y creación de infraestructuras, según los cálculos de ambas organizaciones.
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Fernando Ferrando, presidente de la Fundación Renovables, iba más allá este martes en la presentación del informe Desmontando el hidrógeno: H2Med, coartada para una falsa transición energética, redactado por la Fundación que preside junto a Greenpeace: “El H2Med supone hipotecar el futuro de la transición energética por una apuesta por el mantenimiento de un modelo convencional de infraestructuras que acabaremos tarde o temprano pagando todos, bien como consumidores a través de peajes o simplemente como contribuyentes”. En el pasado reciente se pueden encontrar desde la eclosión de regasificadoras, sobredimensionadas e infrautilizadas durante años, o el fiasco del proyecto Castor, que como recuerda Fernando, “nos va costando ya 4.400 millones de euros”.
Según estas organizaciones detrás del H2Med se encontraría el interés de convertir a España en un hub del hidrógeno destinado a exportación mediante la superproducción de una electricidad que hoy en día no nos sobra. “Es un sueño megalítico ajeno a la realidad del desarrollo actual tanto de las renovables como del hidrógeno”, sostiene Ferrando, añadiendo que el futuro hidroducto no es realista al no estar ligado a una demanda de hidrógeno creíble.
José Luis García: “Hay presiones fortísimas de los lobbies nuclear y gasista que llevan a los mismos intereses: preservar el statu quo”
Tal como sostiene, la infraestructura amenazaría la transición energética, al desviar los recursos y las prioridades de un desarrollo de las energías renovables respetuoso con las personas y la biodiversidad hacia infraestructuras sobredimensionadas e innecesarias para beneficio de los grandes lobbies energéticos. Los cálculos de la Fundación Renovables y Greenpeace cifran en 40.000 MW adicionales los necesarios para cubrir el horizonte que plantea el H2Med. “Eso es duplicar la potencia renovable prevista en el Plan Nacional de Energía y Clima 2023-30”, remarca Ferrando.
A vueltas con el sentido
El debate sobre la pertinencia de la infraestructura está ahora mismo candente en Europa. La última hora al respecto es que el presidente francés, Emmanuel Macron, plantea la posibilidad de que el hidrógeno circule de norte a sur y no de sur a norte, como se planteaba inicialmente y como se presentó ante la UE. Es una posibilidad sobre la que los ejecutivos portugués y español no han querido entrar aún para no molestar al socio galo e intentar frenar una nueva polémica.
De fondo se encuentra la taxonomía y nomenclatura europea sobre el hidrógeno, ya que desde las organizaciones ecologistas consideran como hidrógeno verde solo el obtenido con energía renovable, en lo que la península ibérica es potencia. Que lo sea también el que se consigue con la nuclear, una energía por la que Francia ha apostado históricamente y que tiene en abundancia, está en entredicho.
En España se consumen 500.000 toneladas de hidrógeno al año, de las cuales el 99% es producido a base de gas natural
Además, existe otro debate al respecto: el que plantea si el hidrógeno verde obtenido con el uso de energías renovables es sostenible aunque esa potencia necesaria para crearlo se derive de otros usos para los cuales haría falta entonces electricidad creada en las plantas nucleares o de energía fósil. Según las tesis de gran parte del ecologismo, no habría hidrógeno verde hasta que haya un excedente de potencia renovable que pueda ser usado para obtenerlo.
En cualquier caso, en la actualidad, en torno al 95% de la producción mundial de hidrógeno se realiza a través de combustibles fósiles, principalmente como rectificado del gas natural. En España se consumen 500.000 toneladas de hidrógeno al año, de las cuales el 99% es producido a base de gas natural sin captura de CO2 (hidrógeno gris). Asimismo, el 6% del consumo total de gas natural en España se destina a la producción de hidrógeno.
Statu quo
Las gasísticas están poniendo en la actualidad toda la carne en el asador para impulsar el H2Med. Enagás, el principal operador de la red española, que está apostando fuertemente por el hidrógeno, ha firmado esta semana un acuerdo de colaboración con la Generalitat Valenciana para que la región cuente con 450 kilómetros de hidroductos en el marco del proyecto H2Med. La gasística pone números sobre la mesa para captar apoyo y habla de 575 millones de euros en inversión y de que el plan está dentro de los Proyectos de Interés Común europeos, lo que facilitaría, de ser aprobado como tal, la financiación.
La apuesta de las gasísticas, para las dos organizaciones autoras del informe, estaría sobrevalorada y persigue mantener el modelo actual de una política energética concesional con los grandes grupos energéticos “con el único fin de captar fondos Next Generation”, apunta por su parte José Luis García, responsable del área de Clima, Energía y Movilidad de Greenpeace España. “Hay presiones fortísimas de los lobbies nuclear y gasisto que llevan a los mismos intereses: preservar el statu quo”.
“Es un sueño megalítico ajeno a la realidad del desarrollo actual tanto de las renovables como del hidrógeno”, apunta Fernando Ferrando
A pesar de la apuesta de las energéticas, desde Greenpeace y la Fundación Renovables se pone en entredicho el futuro uso del hidrógeno y la sobredimensión que hoy se plantea de sus infraestructuras asociadas. “El hidrógeno, aunque lo llamemos verde, no va a sustituir al gas fósil”, sostiene García. “Lo que nos rodea a diario no va a funcionar con hidrógeno, pues este no tiene las características de eficiencia y seguridad para ello. El hidrógeno va a tener una aplicación de excelencia pero acotado estrictamente a aquellas necesidades energéticas que la electricidad no pueda asumir”. El portavoz de Greenpeace se refiere a usos relativos principalmente al transporte: movimiento de mercancías por carretera, movilidad naval y aérea. A eso habría que sumar, principalmente, usos industriales que necesitan de una gran potencia calorífica en la que la electricidad no es eficiente o posible. Fuera de eso, la transición energética debería virar, para estas organizaciones, hacia la electrificación.
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La apuesta por el hidrógeno debería estar basada, según las tesis del informe presentado hoy, exclusivamente en su producción mediante hidrólisis del agua con electricidad de origen 100% renovable y centrada, inicialmente, en la sustitución de la actual demanda de hidrógeno de origen fósil por hidrógeno de origen renovable.