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Entrevista La Poderío
El pulso estético de Lula Amir: “Lo singular sobrevive siempre que le bajemos el volumen al miedo”
Lula Amir (Montevideo, 1985) es mucho más que alguien que ama la danza contemporánea. Esta migrante afincada en Málaga defiende la cultura desde la periferia y la necesidad de tejer espacios desde la capital de la Costa del Sol, como Málaga danza, colectivo que se enfrenta a la dinámica individualizadora y precaria que nos atraviesa para repensar juntas diversas problemáticas. Desde hace doce años, la artista participa de distintos procesos creativos y culturales en la ciudad andaluza, como demostró hace unas semanas en la II edición del festival Autóctonxs, en la que creadoras locales mostraron sus propuestas en uno de los pocos espacios habilitados para ello en Málaga.
La pieza programada en Autóctonxs, “Maldito Bolero”, mezcla siempre la pasión por el arte sin miramientos y la denuncia social, ¿de dónde surgió esa pieza?
“Maldito Bolero” es un ritual de paso, una ceremonia, una trasmutación. Lo primero que pujó creativamente fue jugar con el imaginario y la estética que entrañan los boleros. Hay algo en esa estética que es muy atrayente, no soy original en esto, creo que nos pasa a muchas. Lo que compone la dramaturgia de los boleros es absolutamente plástico, tiene texturas, temperaturas, un clima. Tiene un hombro desnudo, unas flores en la basura, tiene unos labios con rush, una despedida, calles vacías, atardeceres, tumbas.
Dentro de los temas recurrentes sobre los que versan los boleros (amor no correspondido, traición, mujer hermosa que muere, hombre bueno que sufre) hay un imaginario riquísimo, quiero decir, es infinita la paleta de colores que ofrecen, los escenarios.
Acompañé este primer pulso estético poniendo a rodar ideas en torno a lo que habilita la poética cliché. Me gusta pensar que la narrativa de los boleros, las telenovelas y otras joyas abren una “zona cero”, un espacio donde es legítimo lo miserable, lo patético, el despecho y el desbarre. Me pregunto si retratan modos de ser, amar y vivir o los edifican. Y entre estas ideas e imágenes nació un primer boceto.
Durante la obra provocas que el público se sienta incómodo, riéndose o quedándose boquiabierto frente a situaciones sumamente tensas en un mundo en el que cada vez más nos rechina enfrentarnos con lo que no nos gusta, ¿crees que este tipo de herramientas nos ayudan a dialogar con lo diferente?
Sí, lo creo y creo que pasa en general con las artes. Nos permiten tomar contacto con ideas, pensamientos, creencias o afectos desde un lugar sensible y sensitivo. Quiero decir, lo que nos gusta, nos conmueve e impacta, no lo hace, necesariamente, en el plano de lo lógico, de lo que pasa por la razón. Somos capaces de resonar con sensaciones producidas por una imagen, por el color o por el clima de una escena.
Cuando se dice que algo nos pasa por el cuerpo, creo que es esto, que otros lenguajes y herramientas nos facilitan entender algo sin entenderlo, sin intelectualizarlo
Cuando se dice que algo nos pasa por el cuerpo, creo que es esto, que otros lenguajes y herramientas nos facilitan entender algo sin entenderlo, sin intelectualizarlo. Lo verdaderamente importante cuando vemos una obra de cualquier disciplina artística no es capturar el sentido literal que tiene para quien la compuso, sino que en algún lugar de esa creación nos sintamos acogidas.
También utilizas redes sociales para entablar un diálogo con las personas que asisten a la pieza en tiempo real. ¿Cómo se articula lo que te plantea cada persona en redes sociales a través de un lenguaje corporal?
La verdad es que en esto soy absolutamente intrusa, no manejo las redes apenas, ni en general la tecnología, pero me parecía la forma más eficaz y ecológica de tener un feedback del público en directo. La idea no es tanto articular en escena las propuestas que me lanzan, sino más bien tener una instantánea del imaginario colectivo. Qué está viendo la gente de lo que yo estoy mostrando.
En relación con la pregunta anterior, pienso que este juego apunta la idea de que dos personas puedan tener viajes completamente diferentes viendo la misma obra, eso es genial. Una experiencia artística puede ser muy rica si nos desprendemos de la necesidad de entender todo y dejamos que nos pase algo, ese algo tendrá que ver con nuestras experiencias, gustos, deseos, creencias, no está bajo ningún dominio. Esto también vale para quienes creamos.
A veces en los procesos creativos, de entre todos los pánicos que aparecen, el de “esto ya se hizo y mejor” te toma, pones en duda tu capacidad de contar algo de manera singular. Está buenísimo no olvidar que siempre la magia está en el cómo y no en el qué de lo que hacemos, no olvidar nunca que lo singular sobrevive siempre que le bajemos el volumen al miedo. Eso es poderosísimo.
Una de las fortalezas de Autóctonxs, que muchos de sus participantes destacan en las dos ediciones, es el poder de la transformación compartiendo saberes y experiencias durante el tiempo que dura ese festival. ¿Cómo se podrían fomentar este tipo de experiencias en el tiempo?
No es en absoluto complejo. Se fomenta apoyando con financiación, infraestructura, material, personal, promoción, etc. Para que programaciones arriesgadas sean sostenibles, necesitan apoyo, de otra manera son siempre la denostada escena off. Digo arriesgadas en tanto que, compuestas por creadoras locales, muchas sin repercusión aún en la escena contemporánea, que apuestan por nuevas dramaturgias y lenguajes escénicos. Las gentes que promovemos la cultura y nos organizamos en torno a ella tenemos muchísima energía, imaginación, nos reinventamos sin parar, golpeamos puertas sin parar, sabemos mil maneras de solventar cuestiones logísticas sin un duro, lo que necesitamos son duros e infraestructuras.
Las grandes programaciones ofrecen, en general, un contenido con el que está asegurado que no habrá queja, ni pérdida
Hace falta que los grandes teatros y salas abran su programación a nuevos contenidos y relatos, el público se hace a ello, pero viéndolo. Las grandes programaciones ofrecen, en general, un contenido con el que está asegurado que no habrá queja, ni pérdida; en general, digo.
Un festival de las características de Autóctonxs, como otros, facilitan que se genere tejido, vínculos entre las que nos dedicamos a las escénicas, esto es fundamental para enriquecer la escena, para diversificarla y generar sinergias.
Frente a posturas fuertemente academicistas y clasistas, defiendes que toda persona tiene una opinión válida frente al arte. ¿Por qué crees que a todas nos atraviesa de una forma distinta la danza?
Creo que en la danza hay mucha más capacidad expresiva que comunicativa, la nomenclatura del movimiento es infinita, no se puede capturar en conceptos. La danza, como otros lenguajes, goza de lo abstracto, es fácil para la danza no ser representativa, literal, no presentar una única línea de sentido. Como hablábamos antes, creo que estando frente a una misma obra de arte podemos tener percepciones y reflexiones muy diferentes.
En la danza hay mucha más capacidad expresiva que comunicativa, la nomenclatura del movimiento es infinita
Hace poco me pasó concretamente al ver una pieza de danza, tenía un contexto histórico detrás que yo desconocía por completo. Al acabar charlando con mi compañera de butaca, la que sí estaba puesta en ese contexto histórico, nos maravilló que realmente habíamos visto dos obras distintas. La información que añadimos a lo que estamos viendo, completa el relato de manera absolutamente subjetiva, es subjetiva entonces la mirada. Pensado así, la obra nunca estaría acabada, se termina en cada cuerpo que la ve. Ninguna mirada es más completa ni acertada, simplemente cada mirada responde a los conocimientos, vivencias y sensibilidades de quien mira.
Tienes un firme compromiso con la construcción desde la periferia. ¿Cuál es el panorama de la danza en Andalucía para una coreógrafa que trabaja tanto aquí como en el extranjero?
Para las artes escénicas en general siempre el panorama es precario. Es un sector que padece de muchas carencias. Es un tópico en nuestra profesión el tener que irse, estar programada fuera más que en casa, es casi una condición.
No quiero marcarme el pisto al hablar de que quedarse es una resistencia. Soy, de hecho, una persona migrada afincada en España, lo de movernos buscando oportunidades, un territorio mejor, menos hostil donde sea posible desarrollarnos como personas y profesionalmente es inmanente al ser humano, aunque esté criminalizado. Y migrar por el deseo de encontrarnos con otras en otros escenarios es legítimo y nos enriquece, la contradicción es que el motor casi siempre es la carencia y no el deseo.
En Málaga, particularmente, la escena contemporánea lo tiene difícil; faltan espacios de desarrollo, producción, investigación, formación, registro, encuentro y pensamiento. En mi deseo de permanecer aquí, de que este sea mi hogar, intento dinamizar junto a otras compañeras ese tipo de espacios donde se entrecruce la producción artística y lo político. Hace un tiempo conformamos el colectivo Danza Málaga con el fin de poner en común problemáticas y necesidades de nuestro sector para generar estrategias en comunidad. El encuentro nos permite trascender los malestares personales, la inmovilidad que provoca el ahogamiento económico, pensarnos juntas siempre es una potencia, nos da una visión estructural, salimos del “a mí no” para entrar “en esto que pasa, nos pasa”.
Algunas de las coreografías más conocidas de los movimientos feministas en Málaga tienen parte de tu impronta. ¿Cómo se articulan discursos corporales en colectividad?
No sé si te refieres concretamente a intervenciones que hemos realizado en la calle en torno a convocatorias feministas. Eso ha pasado y ha tenido mucho sentido. Hay muchas maneras de procesar, de asimilar lo que nos pasa.
Cuando las violencias se ejercen sobre los cuerpos, a veces entenderlas en el plano del logos no es suficiente
Cuando las violencias se ejercen sobre los cuerpos, a veces entenderlas en el plano del logos no es suficiente. Entender algo, el porqué pasa un algo, no necesariamente facilita su procesamiento.
Aquí el trabajo corporal tiene muchísimas herramientas que ofrecer. Nos cuesta, porque la hegemonía de lo intelectual corta el paso, pero creo que es muy necesario aunar las dos vías, la de lo que se piensa con la de lo que nos pasa por el cuerpo para poder elaborar.