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Entrevista La Poderío
TerritoriAS: “El espacio está segregado y es violento para las mujeres migrantes”
Inspiradas en los feminismos comunitarios, descoloniales y escogiendo el enfoque conceptual y metodológico del cuerpo-territorio que surge de la geografía crítica latinoamericana, el estudio nos ayudará a comprender las conexiones entre los cuerpos, las emociones, los espacios y los lugares. TerritoriAS, a través de esta perspectiva, situará y analizará las experiencias de vida de las mujeres migrantes en el contexto de la violencia de género en Andalucía.
TerritoriAS es un espacio interdisciplinar construido para producir conocimientos y experiencias situadas de mujeres migrantes en Andalucía. Articula una investigación-acción con enfoque espacial, es decir, cómo sufren distintas formas de discriminación en los lugares por los que transitan. Estas violencias tienen consecuencias emocionales, por lo que exigen una necesidad de politizar esta dimensión, carente en otros estudios sobre violencia de género: miedo, soledad, tristeza, rabia o estancamiento.
Desde Sevilla, ponen énfasis en el acompañamiento a procesos existentes desde lo más íntimo a lo común, de lo personal a lo colectivo, con una actitud de escucha, respeto y cuidado.
Para conocer mejor el trabajo realizado, hablamos con Daniela Ramos Pasquel, arquitecta de origen ecuatoriano, nacionalizada en España. La acompaña Zareli Gamarra Rivera, antropóloga. Ambas, residentes en Sevilla, han diseñado junto a Alicia Pérez García el estudio “Re-interpretar la violencia de género en mujeres migrantes desde la experiencia del cuerpo-territorio". Esta investigación ha sido posible gracias a la red y el conocimiento colectivo de mujeres que han sufrido diferentes formas de violencias. El patriarcado, el colonialismo y el capitalismo han quebrantado una forma de habitar los cuerpos y el territorio. Como arquitectas y antropólogas deciden aplicar esta dimensión a la mirada de la migración, que ya tenían incorporadas en sus prácticas profesionales.
De los feminismos comunitarios y descoloniales realizáis este estudio de re-interpretar la violencia de género en mujeres migrantes desde la experiencia del cuerpo-territorio. ¿Cómo lo habéis abordado?
En Latinoamérica se está abordando este enfoque para hablar de violencia desde las luchas territoriales. Propusimos acercar este concepto y metodología que parte de nuestras propias experiencias de vida y nos dimos cuenta de que existían cuestiones que nos afectan como mujeres migrantes. Estas pasan a un plano subjetivo, que no tiene un valor tan importante, pero no se puede separar la mente, el cuerpo y los sentires. Estamos acostumbradas a una homogeneización del sujeto mujer y pensamos que todas estas interseccionalidades no juegan un punto decisivo a la hora de afrontar la violencia de género.
Estudios anteriores evidencian la sobrerrepresentación de la violencia de género en mujeres migrantes que viven en España. Estos nos motivaron a formular este proyecto que presentamos a la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía. Quisimos hacer una re-interpretación de las violencias que se dan en las mujeres migrantes porque faltaban otros enfoques, como el espacial, y otras metodologías, como el cuerpo- territorio, que son el corazón de este estudio de investigación.
Habláis del cuerpo-territorio como lugar de experiencia emocional. ¿Qué implicaciones tiene este concepto?
Todo el mundo está estructurado desde ese sujeto de la modernidad donde se priman ciertas categorías como la mente sobre el cuerpo, lo productivo sobre lo reproductivo. Esto se despliega sobre todas las formas en las que habitamos la ciudad.
Nos centramos en los sentires dentro de la migración con los espacios. Esta dimensión emocional se expresa en la tristeza, en la soledad, en la incertidumbre constante
Nos centramos en los sentires dentro de la migración con los espacios. Esta dimensión emocional se expresa en la tristeza, en la soledad, en la incertidumbre constante. Es una mochila tan grande que todo el tiempo te está oprimiendo. Esto es violencia de género, porque nos pasa por ser mujeres, pero también por ser mujeres migrantes.
TerritoriAs ha gestado un conocimiento colectivo con mujeres migrantes de Andalucía durante 10 meses procedentes de distintos lugares. Habéis trabajado en cómo surgen los malestares que producen violencia de género.
La soledad que se da por tener la familia lejos, dejar a tus hijas e hijos o incluso esta presión cultural de sentirte en un lugar en el que vuelves a nacer a la edad en la que hayas llegado. Es empezar a aprender desde cero. Con lo que viniste, no sirve, no tiene valor aquí. Quisimos trabajar poniendo las experiencias de las mujeres migrantes en el centro de la investigación. Creemos que todo el mundo tiene un sitio para aprender y para enseñar. Cómo habitan en los territorios de Sevilla, Cádiz y Huelva. ¿Qué es lo que pasa en su día a día? ¿Por qué hay dimensiones que, a pesar de que nosotras somos mujeres migrantes, no conocemos porque tenemos una realidad que a veces es diferente de las personas con las que trabajamos?
Nos dimos cuenta de que esta dimensión emocional se intensifica en ciertos lugares, principalmente en los espacios institucionales. No se sienten bien ni cómodas. Hay una barrera que produce miedo, incertidumbre que me hace súper pequeñita y no me hace reclamar los derechos que merezco. Se le suma el desconocimiento de todos los derechos que tenemos por la propia forma en la que se estructura el discurso. Si para la gente autóctona es difícil acceder a un trámite porque el lenguaje burocrático es imposible, cuando vienes de fuera, se suma el desconocimiento de los derechos, todo el tiempo te hace sentir que eres de fuera.
¿Cómo habéis re-interpretado estas formas de violencia a partir de la feminización de la migración?
Como país de llegada de muchas personas migrantes, el género es determinante. Conocer estudios previos nos ha permitido comprender el origen de las mujeres, la pluralidad del contexto migratorio, las relaciones geopolíticas que tiene cada país y que también determinan cómo vamos a ser tratadas aquí. Todo esto nos lleva a entender por qué se da este fenómeno migratorio, por qué de mujeres. ¿Por qué tiene que ver con el género este problema, que es global? Aquí vamos entendiendo las relaciones Norte-Sur, las migraciones que se están dando del sur hacia el norte, las relaciones centro periferia, las que todavía existen en formas de neocolonialismo. Curiosamente, esto que vemos como una estructura global macro va impactando de manera puntual en el cuerpo de cada una de las mujeres migrantes.
Estas formas de violencias las vinculáis con los espacios y lugares donde se dan y tienen consecuencias emocionales y psicológicas.
La violencia deja de ser física, son violencias invisibles, psicológicas. Toma otras dimensiones y tiene que ver mucho con los espacios, ambientes sociales e infraestructuras. A partir del cuerpo-territorio reinterpretamos las emociones del bienestar y malestar. Estas van a estar vinculadas con cuestiones que son estructurales.
Trabajamos desde las emociones porque existe una complementariedad con lo físico. Esto tiene una repercusión en la parte emocional que se ha olvidado y es que las emociones no son subjetividades individuales. Son producidas por un sistema y por las relaciones de poder.
Tienen un gran componente social y no se pueden ver de manera aislada. Estas emociones conforman relatos comunes. Un ejemplo de ello es el miedo a caminar por la calle. Ese miedo que se siente, no es cosa de una, sino que nos está pasando a muchas. En este caso, el miedo también está producido por la violencia institucional, simbólica, la violencia laboral, la maternidad y la familia transnacional.
Cuando migras, el hecho de ser mujer y siendo o no madre, tienes esta responsabilidad emocional con tu familia, con tus amistades y con la gente con que te relacionas en el país de origen. Son relaciones que no se pueden cortar y se llevan a la distancia como una mejor lo puede.
Por mucho que haya un montón de gente a tu alrededor, te sientes sola porque las relaciones culturales [...] se rompen y tienes que volver a re-territorializar para construir una nueva identidad en el país de destino
Además del miedo constante, la emoción que más se intensifica es la soledad. Y esto es una cuestión también de género. Por mucho que haya un montón de gente a tu alrededor, te sientes sola porque las relaciones culturales que se dan desde el lenguaje, la comida, las formas de ser de lo cotidiano, se rompen y tienes que volver a re-territorializar para construir una nueva identidad en el país de destino.
La dimensión emocional se cruza con otras como la social, institucional, laboral. ¿Cómo se manifiesta en lo cotidiano de las mujeres migrantes?
El reconocimiento académico y profesional que tenías en tu país de origen, lo pierdes. Es como volver a nacer a los 30, 40, 50 años sin experiencia, sin formación, pero con todo un saber que tienes y con el cual estás aportando al territorio porque la cultura se enriquece con las aportaciones de distintos lugares. Pero no tiene lugar en el destino. Estas emociones de rechazo provocan impotencia.
El espacio es una producción social. Si somos una sociedad desigual, jerarquizada, racista, machista, el espacio va a producir esos mismos valores. Vemos como el espacio está segregado, como el espacio es violento nuevamente para las mujeres, más cuando las mujeres son migrantes.
Resulta imposible solo hablar de la violencia institucional, si no la cruzamos con la violencia simbólica, si no vemos los efectos que tiene con estas relaciones, con los vínculos familiares o con los de la maternidad a la distancia. Tenemos que ver el problema de manera holística.
Además, la dimensión emocional conforma nuestra manera de relacionarnos. Tener unas emociones que son producidas por la violencia, obstaculizan la integración en la sociedad, el sentido de pertenencia, el crear vínculos. Esta dimensión se ha abordado poco o se ha hecho desde perspectivas eurocéntricas, donde lo comunal no es el hacer, ni el ser.
Habéis reflejado resultados en el estudio de mujeres con distintos perfiles en Sevilla, Cádiz y Huelva. ¿Cuáles son los relatos más comunes?
Trabajamos con dos técnicas de producción de conocimiento: los grupos focales y talleres de reconocimiento de las violencias en el cuerpo. 38 mujeres participaron de forma activa, donde hubo reflexiones y diálogos entre ellas. Escribieron ficcionando su realidad, cómo se ven desde fuera, cómo se ven a ellas mismas.
Gracias al tejido asociativo existente, que ya trabajaba solucionando problemas de las mujeres migrantes, les propusimos trabajar con ellas, la mayoría de América Latina (26), otras provenientes de distintos países de África. Estos diferentes orígenes de la migración, producían diferentes narrativas. Deshomogeneizan esta cartografía de la migración, poniendo en juego otros lugares.
Algo revelador del estudio es que estas violencias, al cruzarlas con los espacios como la oficina de extranjería y otros lugares donde las mujeres tienen que recurrir cotidianamente, son violentadas. Nos permitió identificar qué espacios generan malestar. También hay emociones de bienestar que son mínimas, pero interesantes a destacar. Identifican a las asociaciones, pequeños grupos y colectivos de mujeres migrantes como soportes que generan alivio, tranquilidad y seguridad.
Hay una desprotección a preservar los derechos fundamentales de las personas migrantes ¿El Estado hace aguas en cuanto a garantizar esos bienestares?
¿Qué pasa cuando una mujer decide estudiar?, ¿qué pasa con los títulos?, ¿qué pasa con cada una de las cosas? Las estructuras garantizan los derechos solo a determinadas personas y las mujeres migrantes no hemos disfrutado de vidas libres, sin violencias y en condiciones de igualdad y justicia social. Está operando un tipo de violencia que es transversal, la violencia simbólica. Escuchamos un testimonio que aludía a que un parque ni siquiera puede ser un lugar de esparcimiento, porque no deja de ser vista, de ser leída con una mirada estereotipada, poniendo en cuestión sus costumbres, el cómo hace uso de un espacio público.
Lo mismo sucede en los buses. Cada espacio que se transita está incrustada una violencia simbólica, la carga de cuándo hay que hacer el recorrido de trámites para acceder a tus derechos, la violencia institucional que está presente, etc.
La estructura patriarcal permea en todos los espacios, incluso en las instituciones. La violencia institucional es un tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres migrantes
Todas estas violencias funcionan como un entramado. Mientras no se resuelvan todas en su conjunto, no habrá solución. La estructura patriarcal permea en todos los espacios, incluso en las instituciones. La violencia institucional es un tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres migrantes y está arraigada en la Ley de Extranjería.
Uno de los factores que más generan violencia es la Ley de Extranjería
La Ley de Extranjería hace que todas estas situaciones que identificamos se profundicen aún más. Si estás en un contexto de irregularidad, se prolonga durante años la violencia.
No tener a tu familia cerca, no poder regresar a tu país o ser víctima continuamente de la violencia laboral. La mayor parte de las mujeres participantes de este estudio se dedican a trabajos del hogar y los relacionados con los cuidados. Aquí observamos que la Ley de Extranjería tiene un papel matriz dentro de todo esto. La incertidumbre constante, la tristeza que deriva por no saber qué va a pasar con los papeles, cómo lo van a conseguir, cuándo…
Las condiciones laborales se vuelven precarias y aún más los trabajos menos valorados como son los cuidados. ¿Cómo afecta emocionalmente a las mujeres, mientras esperan a una reagrupación familiar, en muchos casos?
Esto se tiene que entender desde una dimensión global. El trabajo del hogar, de la vida y los cuidados es un trabajo que, por ser realizado por mujeres históricamente, nunca ha sido una prioridad para el sistema.
Las condiciones de trabajo que tienen las mujeres migrantes cuando llegan a España son muy precarias. Existen estudios que demuestran que, cuando el salario interprofesional era de 950€, el 60% de las mujeres migrantes cobraba muy por debajo del mínimo.
Cuando hablamos de la familia y de la maternidad transnacional es importante rescatar el lado desde donde lo ven ellas. Migrar es brindarles la oportunidad a su familia y a sus hijos que ellas no tuvieron. Es cierto que es un sacrificio que realizas porque lo dejas todo y te metes en un trabajo para el cual no estás cualificada porque no es lo que hacías en tu país de origen. La mayoría con las que trabajamos tenían un título profesional, algunas eran universitarias y ejercían su profesión en sus países de origen, pero por diversos motivos tuvieron que migrar.
Al llegar, les aconsejan borrar del curriculum toda la experiencia profesional porque el primer acceso al mercado laboral, es el trabajo del hogar y los cuidados que se ejerce en condiciones muy precarias. Motiva hacerlo porque estás creando un bienestar económico para tu familia y está reconstruyendo los lazos desde otro lado, pero a su vez, tienes esa imposibilidad de crear redes y de encontrar sistemas de apoyo.
Las mujeres migrantes son las que están sosteniendo la vida de las personas aquí en España porque realizan el trabajo en precarias condiciones
El tema de los cuidados es una cuestión pendiente para todo el mundo. Y es el único trabajo que sostiene una vida digna. Las mujeres migrantes son las que están sosteniendo la vida de las personas aquí en España porque realizan el trabajo en precarias condiciones. Emocionalmente les afecta la pérdida de identidad, además de las vivencias de abusos laborales, no solo por el salario, sino también por las situaciones de violencia que se generan por los propios empleadores.
Otra de las formas de violencia que exponéis en el estudio es el del acceso a la vivienda.
El problema de la vivienda en España nos afecta a todas las personas. Además, existe una feminización y sobre todo, una racialización en el acceso a la vivienda y lo hemos vivido en carne propia. No es una cuestión de tener una economía que se pueda probar, es una cuestión que te atraviesa porque no eres de aquí, porque no hablas de aquí y porque siempre vas a ser visto como el otro.
¿Es el sostén de los bienestares frente a tanta violencia relacionarse de forma comunitaria? ¿Es posible hacerlo donde la configuración espacial urbana está pensada para la individualidad?
En el contexto europeo, la individualidad es mucho más profunda, pero también hay espacios donde la colectividad existe, y un ejemplo de ello son los pueblos y Andalucía donde hay movimiento de mujeres y mucha colectividad.
El otro día hablábamos del acompañamiento a mujeres migrantes. Todo el mundo va a Extranjería sola, pero había mujeres que pensaban que extranjería, como es un lugar tan horrible, deberían de ir acompañadas para apoyarse emocionalmente. Toda la estructura que tenemos aquí en occidente reproduce la individualidad, no reproduce sujetos colectivos.
Los grupos de mujeres actúan como contrapoder porque entre ellas se están salvando de forma estratégica de situaciones violentas
Sin embargo, existen espacios residuales donde las mujeres se autoorganizan y gestionan la colectividad. Muchos grupitos, feministas o no, están ahí para lo que haga falta. Es muy importante el papel que realizan las asociaciones frente a este poder aplastante que es individualista, machista, racista y colonial. Los grupos de mujeres actúan como contrapoder porque entre ellas se están salvando de forma estratégica de situaciones violentas.
No se sienten seguras en una comisaría, pero sí en una asociación de mujeres migrantes. Son esos los espacios de bienestar. Aquí no son cuestionadas constantemente.
Para acabar, ¿cuáles son los aspectos que destacarías de lo aprendido en este proceso de trabajo con las mujeres?
Este trabajo ha sido un repensarse a sí misma, de escucha activa. Saber que existen mujeres maravillosas que tienen experiencias de resiliencia en una sociedad en la que continuamente te está vulnerando. Y a pesar de ello, tienen la predisposición de seguir adelante y, además, de construir conocimientos.
Este estudio nos atraviesa porque también somos mujeres migrantes racializadas. A lo largo de la práctica hemos ido aprendiendo cómo desdibujar esa línea de investigadora - investigada. Al principio, ellas no se veían como productoras de conocimiento, porque siempre habían sido tratadas como objeto de investigación. Son ellas las que han puesto de frente, desde el dolor, esas experiencias de vida, para que el resto aprendamos.
Se ha transformado en una investigación colectiva donde ellas aportan, tienen un papel y nosotras acompañamos. La reflexión que han tenido ha sido muy profunda, de cómo nombrar, porque no hay vocabulario posible para conceptualizar todo lo que se vive y se siente.