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Especulación urbanística
Las dos torres
El urbanismo sevillano no deja de proporcionar ejemplos de hasta qué punto el progreso es algo reversible. Uno de los más recientes es la reforma del entorno de la Estación de Santa Justa. Esta consiste en la ordenación de un conjunto extenso de solares, engordados durante treinta años de revalorización, que van a entrar en juego por fin mediante un plan que vende suelos públicos para la construcción de viviendas y una torre comercial de 21 plantas.
La especulación de manual con los suelos de Santa Justa recuerda inevitablemente a otra época. El urbanismo de posguerra, alentado por la migración del campo a la ciudad, fue uno de hechos consumados, de meter el máximo número de pobres en el menor espacio, de crecimiento desordenado y de mucho hormigón. La década de los setenta implicó avances en muchos planos. Los primeros ayuntamientos democráticos de signo progresista tendieron a importar y asimilar ideas de otros lugares, apostando por la mejora de la ciudad construida frente a la expansión incontrolada, algo auspiciado por la reducción del ritmo de crecimiento de la población urbana. Frente al uso indiscriminado de la piqueta se produjo una revalorización del patrimonio y una apuesta por la rehabilitación, un control al crecimiento desordenado y un esquema de urbanismo vinculado a la provisión de dotaciones y espacios verdes para los barrios. En este marco se introduce la idea de las ciudades mediterráneas como un modelo de ciudad compacta, alejado tanto de la expansión suburbana como de la densificación mediante rascacielos de la ciudad anglosajona.
Pasada la influencia del proceso de transición, se fue imponiendo en la política urbana una visión más pragmática y neoliberal, especialmente a partir de los megaeventos de 1992
¿Qué ha quedado de eso? Sin duda, pasada la influencia del proceso de transición, se fue imponiendo en la política urbana una visión más pragmática y neoliberal, especialmente a partir de los megaeventos de 1992. Más recientemente, resulta llamativo como los dos últimos gobiernos auto-adscritos al progresismo en Sevilla han tenido como algunas de sus más significativas iniciativas urbanísticas el primer rascacielos de la ciudad (la Torre Pelli) y, ahora, una nueva y similar torre junto a la estación de Santa Justa. Podríamos imaginar a sendos alcaldes, Monteseirín y Espadas, saludándose desde ambas torres, como si fueran Saurón y Saruman conspirando contra la Tierra Media y el sentido común. Sin embargo, creo realmente que se trata en este caso de bajezas mucho más mundanas que la ostentación megalómana de poder. Se trata más bien de pura y simple especulación, aderezada con carencia de sensibilidad social, patrimonial y ambiental.
Es cierto que el plan para Santa Justa incluye una reserva generosa de viviendas protegidas, lo cual es loable y, a pesar de todo, algo que a día de hoy no garantiza un destino social para los terrenos. En este tipo de proyectos sobre zonas de gran centralidad, las viviendas supuestamente sociales acaban siendo alojamientos un poco más baratos para clases medias y, a menudo, dedicadas posteriormente a ser revendidas con beneficio.
Operaciones urbanísticas
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Más allá de eso, tenemos 100.000 m2 que se ponen en juego, casi la mitad de suelos municipales que serán privatizados en el proceso, y donde no se incluye una sola dotación o equipamiento público, a pesar de la carencia de dotaciones existente en los barrios circundantes. El entorno de Santa Justa no son solo los bloques caros en manzana cerrada que flanquean el oeste de la estación, sino también el polígono San Pablo y un montón de barriadas obreras anteriores a los ochenta en el otro lado de las vías del tren (Tartessos, San Carlos, San José Obrero, etcétera), a las que se sumarán las nuevas viviendas que incrementarán la sobrecarga de los servicios existentes. Un plan donde se incluyen prácticamente como únicos espacios verdes los jirones de suelo frente a la estación, que al menos se beneficiarán de un ajardinado digno del que han carecido hasta ahora. A esto se suma un nuevo atentado contra el modelo de ciudad, situando otra torre fuera de escala en lo que a día de hoy es prácticamente centro urbano.
Lo más llamativo es la inutilidad de tal ostentación. El planteamiento, más que liberal, es provinciano. La sensibilidad ambiental está hoy dentro del sentido común y eso es algo de lo que deberían ser conscientes los gobernantes de la ciudad. Cierta exhibición de preocupación ambiental es el complemento fundamental del urbanismo neoliberal. Planteamientos como el del área de reforma interior de Santa Justa remiten a algo más retrógrado, a un urbanismo especulativo de trazo grueso que claramente no se ha logrado superar en Sevilla.