We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Estados Unidos
Asalto al imaginario colectivo
Un análisis del asalto al Capitolio desde la perspectiva del renovado juego de bloques, del papel de China en el concierto de las superpotencias y del protagonismo del populismo de extrema derecha en la fase de descomposición del sistema parlamentario liberal.
El asalto del Capitolio de Washington por una turba de gamberros y delincuentes solo puede ser una sorpresa para gente desinformada, que apenas conocen de la realidad social lo que se les presenta a través de los medios de comunicación de masas. Pura propaganda al servicio de la conservación del orden existente, dirigido por la oligarquía financiera.
Las actividades de los grupos de extrema derecha son bien conocidas desde hace tiempo, pero son consideradas irrelevantes o poco significativas por esa propaganda. En los medios de comunicación de masa se nos presenta la democracia americana como el paradigma del orden institucional bien organizado, guardián del mundo libre y garantía de las libertades individuales. Por el contrario, lo sucedido en Washington es tan solo un paso más dentro de una escalada fascista que viene desarrollándose desde hace ya tiempo. ¿Por qué no se han puesto medios eficaces para combatirla?
Se me ocurre una respuesta: porque esos movimientos populistas de extrema derecha realizan una función dentro del sistema democrático liberal. Los senadores y congresistas estadounidenses, que han tolerado y apoyado durante décadas toda clase de tropelías políticas, revoluciones de colores, golpes de estado judiciales, guerrillas integristas, terrorismo de estado, policías criminales, etc., han recibido una dosis de su propia medicina. Quien siembra vientos recoge tempestades.
La semana política
Opinión América desmadrada
Estados Unidos vive una doble crisis. En el orden interno, la revolución de la mayoría no blanca se enfrenta al emergente supremacismo que asaltó el Capitolio el 6 de enero. En el orden externo, los movimientos de China y la crisis económica y sanitaria debilita el principio de la excepcionalidad que hizo de “América” el gran imperio del último siglo.
La contradicción principal de la actual coyuntura histórica es la lucha del imperialismo liberal por mantener su hegemonía mundial, cuando su dominación está cuestionada por el ascenso económico de la República Popular China
Quizás la foto más significativa del momento es la que nos presenta al golpista venezolano Guaidó junto a Trump en alegre compañía. No porque Biden se parezca a Maduro, sino porque la extrema derecha americana tiene una evidente afinidad en todo el continente, ya sea el norte o el sur. Y si bien al día de hoy el intento de golpe de estado de Trump parece haber fracasado, el problema no termina aquí, pues es un elemento estructural de las democracias liberales en la fase de decadencia del capitalismo liberal: no es una casualidad que el ascenso del fascismo acompañe a una larga depresión económica, que repite una vez más el ciclo capitalista de crisis periódicas.
La contradicción principal de la actual coyuntura histórica es la lucha del imperialismo liberal por mantener su hegemonía mundial, cuando su dominación está cuestionada por el ascenso económico de la República Popular China. Con una estructura económica centrada en el Estado y la planificación pública, esa nueva hegemonía mundial pone en peligro dominación del mundo por los bancos y las transnacionales. La antigua URSS no llegó tan lejos, aunque los movimientos comunistas del pasado siglo consiguieran limitar el poder financiero, promoviendo grandes avances sociales. Pero lo que ahora está en juego no es una limitación de las ganancias capitalistas, sino la hegemonía misma de los capitalistas. Y eso significa que estamos entrando en una nueva fase del desarrollo del capitalismo. Es desde esta perspectiva que se deben comprender la evolución política y los acontecimientos que la acompañan en los EE.UU.
Opinión
Las diferencias entre el asalto al Capitolio y Rodea el Congreso
Conviene desconfiar siempre del vago y facilón recurso de los paralelismos, pues quienes enarbolan el discurso del “todos son iguales” buscan con toda seguridad banalizar y disimular el mal.
Vamos a los hechos. Lo primero que ha sido resaltado por diversos observadores de la política norteamericana es la permisividad de la policía con los manifestantes. Parece difícil que esa actitud pasiva derive de un efecto sorpresa, cuando ha habido cientos, miles de declaraciones en contra de reconocer el resultado electoral. ¿Se permitió el asalto al Capitolio?
Y si bien los cuerpos de seguridad del estado norteamericano han reaccionado tarde y débilmente —a pesar de que ha habido cuatro muertos—, el entramado militar ha permanecido fiel a las reglas políticas de la democracia. ¿Durante cuánto tiempo? El desenlace de los acontecimientos nos deja unos cuantos interrogantes.
Como suele suceder en estas democracias liberales, los cuerpos que ejercen la violencia legítima del estado y los aparatos judiciales están profundamente infiltrados por la derecha más conservadora. ¿Hasta qué punto está dispuesto ese aparato de estado a respetar las reglas de la democracia? Eso depende de la estabilidad del sistema. La cuestión es hasta qué punto el sistema oligárquico del capitalismo liberal necesita que la derecha política se radicalice hacia el extremismo para sostener su hegemonía político-militar.
Los cuerpos de seguridad del estado norteamericano han reaccionado tarde y débilmente –a pesar de que ha habido cuatro muertos–, el entramado militar ha permanecido fiel a las reglas políticas de la democracia. ¿Durante cuánto tiempo?
Conforme se consolida y define cada día con más firmeza la República Popular China más agresivo se vuelve el imperialismo liberal. Estas décadas pasadas hemos contemplado la destrucción de una región entera por la OTAN, para afianzar los intereses de los estados imperialistas al servicio de la oligarquía financiera mundial. Nada tan significativo de la decadencia del sistema liberal, incapaz de garantizar sus propios principios ni mantener su hegemonía si no es por la violencia.
También se ha podido observar la llegada al poder de numerosos partidos de extrema derecha en Europa oriental, mientras que en Europa occidental aumentaban su influencia social. La guerra imperialista y el fascismo son fenómenos concomitantes y paralelos. Hoy la amenaza es transformar el hegemón militar en un monstruo fascista. No estamos lejos de ello.
Mientras los ideólogos liberales fingen no enterarse del peligro, nos encontramos frente al abismo. El peligro no son los asaltantes del Capitolio, sino las fuerzas sociales que ocupan lugares de poder decisorio y pueden permitir a esos energúmenos destrozar la legitimidad institucional. Todos esos grupos de extrema derecha que pululan por la sociedad americana desde hace años, ¿no han sido capaces de crear una organización política más consistente que los alborotadores que han apoyado las tesis de Trump sobre la falsificación electoral? Podría ser tan solo la punta del iceberg, y entonces lo que hemos visto estos días podría ser un ensayo y una advertencia.
La guerra imperialista y el fascismo son fenómenos concomitantes y paralelos. Hoy la amenaza es transformar el hegemón militar en un monstruo fascista. No estamos lejos de ello
Un ensayo de un verdadero golpe de estado donde estuviera involucrado el alto mando del Pentágono, que impusiera una administración títere. Si mi descripción de la actual coyuntura política es acertada, se desprende que el auténtico poder político estadounidense reside en el entramado militar, incluida la industria bélica, y que el resto de las instituciones del estado son el recubrimiento y un apoyo para esos intereses. Pues la guerra ha pasado a ser el auténtico decisor en el rumbo político del neoliberalismo en decadencia.
Por tanto, permitir que Trump se saliera con la suya hubiera equivalido a quitarse la careta para ese entramado de poder militar —el verdadero fin de la historia liberal, no el fin liberal de la historia—. Lo que todavía no ha parecido conveniente: es más fácil cometer genocidio en Oriente Medio si el presidente es Noble de la Paz; o como ahora un católico amigo del buen Papa Francisco. Con un presidente así se pueden cometer masacres sin que lo parezca, lavándose las manos como buen funcionario del imperio. Visto así parece otra cosa: una defensa de los legítimos intereses de las poblaciones desarrolladas del globo y sus sistemas político-económicos, frente a los infelices de otros continentes —incluidos los chinos—.
Estados Unidos
Donald Trump, ese gran desestabilizador planetario
La escalada del conflicto con Irán es el último episodio de desestabilización y boicot al multilateralismo que ha marcado la presidencia de Donald Trump.
Todavía no ha sonado la hora de quitarse la careta; el leve barniz democrático del estado americano todavía no se ha descascarillado completamente. Quizás por falta de un auténtico liderazgo o de una organización más consistente de los asaltantes. Trump se parece más a Berlusconi que a Hitler, y es posible que tenga graves dificultades con la justicia en los próximos años. Lo que por otro lado puede significar que para la OTAN aún no llega el momento de una guerra total. ¿Por qué nos informan de que Nancy Pelosi está al habla con el Pentágono para saber si hay peligro de que se active el botón rojo nuclear?
Pero lo que desconocemos es la profundidad del entramado fascista en la sociedad americana —aunque podemos sospechar que hay un abismo bajo nuestros pies—. Insisto: no me refiero a los camorristas que patrullan las calles de las ciudades norteamericanas y que han escenificado la bravuconada del Capitolio, auténticas SA del momento político actual. Sino a una organización criminal de millones de individuos de clases medias, capaces de establecer un estado terrorista en la América del WASP, como ya existe en numerosos lugares de América latina. Como en Colombia, por ejemplo, estado miembro de la OTAN.
Ahora todos se esfuerzan por volver a la normalidad, pero la normalidad ya ha sucedido: el poder político no estaba en el Capitolio, ni lo volverá a estar
Y es una advertencia de lo frágil que es la democracia liberal. Con los congresistas y senadores corriendo por las catacumbas del Capitolio para huir de la turba enfurecida; se ha creado un vacío de poder en el estado norteamericano, que nadie se ha decidido a ocupar…, porque el poder real está en otra parte. Ahora todos se esfuerzan por volver a la normalidad, pero la normalidad ya ha sucedido: el poder político no estaba en el Capitolio, ni lo volverá a estar. Así que de todas maneras ha habido un desenmascaramiento. Y no será fácil recomponer la imagen idílica de la democracia americana capaz de imponer su modelo al resto del mundo en el imaginario de la humanidad moderna.
Con razón los chinos han comparado a los camorristas americanos con los hongkoneses. También podría hacerse otra comparación con los manifestantes del Maidan ucraniano, lo que nos dará una visión más clara de los hechos. Sobre todo si nos fijamos en algunas diferencias significativas: primero, Ucrania era una democracia demasiado débil para resistir el golpe de la extrema derecha, apoyado por la OTAN y las democracias occidentales. Trump no ha contado con ese apoyo; y la cuestión clave es si ese fracaso marca un máximo de tensión de las fuerzas reaccionarias, o solamente un punto de inflexión en la curva de ascenso del fascismo. Segundo, a diferencia de la Ucrania prefascista, con una sociedad civil totalmente desmovilizada ante la ofensiva de extrema derecha, la izquierda norteamericana ha estado generando importantes movimientos políticos en los últimos tiempos, y especialmente en el último año con el Black Lives Matter. Por eso el fantasma de la guerra civil ha estado rondando a esta nación americana. No, no es el fin de la historia, quizás nunca como ahora la historia se está volviendo interesante otra vez.