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Estados Unidos
Roberto Montoya: “Nos dicen que hay que armarse contra Putin cuando el mayor peligro para el mundo es Trump”

Con mayoría en las dos cámaras, con el control del Tribunal Supremo y de su propio partido, con el apoyo de importantes sectores sociales y también de los grandes multimillonarios tecnológicos, Donald Trump ha vuelto para acabar lo que comenzó en su primer mandato, ahora sin contrapesos internacionales. El periodista Roberto Montoya traza en Trump 2.0 (Akal, 2025) el recorrido vital que llevó a este multimillonario nacido en “una cuna de oro” y presentador de TV a la presidencia de Estados Unidos en 2016 y a la reelección en 2024, así como lo que hay detrás del trumpismo, un auténtico movimiento social reaccionario sin precedentes en la historia del país.
Después de ser torturado y encarcelado en los años 70 en Argentina, su país natal, Roberto Montoya se exilió en París y luego en España, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera periodística. Montoya trabajó en Radio Exterior de España, colaboró con medios como Triunfo, Argumentos, El Viejo Topo, La Calle, Le Monde Diplomatique, fue corresponsal de Página12 de Argentina, editor de Internacional de El Independiente y El Mundo, entre una larga lista de responsabilidades y corresponsalías a lo largo de sus cinco décadas de trayectoria como periodista y escritor. Es autor de El imperio global (La esfera de los libros, 2003), La impunidad imperial (La esfera de los libros, 2005) y Drones. La muerte a control remoto (Akal, 2014). Colabora con El Salto desde 2017 con su propio blog, El Lado Oculto de la Noticia.
El Gobierno de Sánchez se está burlando de la opinión pública. Se está burlando de su socio minoritario y de los otros partidos a su izquierda que le permitieron entrar en La Moncloa
Pedro Sánchez anuncia un aumento del gasto militar de 10.000 millones de euros después de un desencuentro con Estados Unidos y una nueva estrategia de la Unión Europea que, al final de cuentas, consiste en hacer lo que quería Trump. ¿Cómo se traga esta contradicción?
Es coherente con la política de este Gobierno y de la Unión Europea. Lamentablemente estamos viendo que la postura que mantienen gobiernos socialdemócratas, liberales, conservadores o de ultraderecha dentro de la UE se diferencia muy poco.
En determinadas medidas sociales o temas como la inmigración hay matices, pero las grandes líneas de la política exterior están marcadas por EEUU desde hace décadas y ahora quedan mucho más en evidencia en temas como el genocidio del pueblo palestino. Los 27 Estados miembro ni han emitido un comunicado exigiendo a Israel un alto el fuego permanente, ni han aplicado sanciones ni cortado la compraventa de armamento al criminal régimen sionista.
Con respecto al rearme, desde el primer mandato de Donald Trump, ya comenzó a exigir que los países de la UE subieran el presupuesto militar por encima del 2% del PIB. Joe Biden continuó con esa política y ahora ha vuelto a hacerlo el nuevo Trump. No sé por qué sorprende. Y en eso estamos. Hay poco que esperar por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.
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Sin duda, lo estamos comprobando estos días cuando se destapa el juego de trileros con el comercio de armas a Israel. Hay todo un intento de mantener la apariencia de un país que se diferencia del resto de la UE, pero en la práctica no es así. Se están burlando de la opinión pública. Se están burlando de su socio minoritario y de los otros partidos a su izquierda que le permitieron entrar en La Moncloa. Si con un tema como este no hay una crisis fuerte de Gobierno y una gran movilización social, pues apaga y vámonos. En este sentido, Sumar, y en concreto Yolanda Díaz, se lo pone fácil a Sánchez al tranquilizarlo diciendo a la prensa que a pesar de las diferencias ‘no hay peligro en la coalición, goza de buena salud’.
Todo esto tiene mucho que ver con la forma de negociar de Trump. ¿Qué papel juegan los faroles, las fake news, los insultos, los gritos?
Trump ya lo había hecho en su primer mandato, pero en esta segunda presidencia se siente con las manos mucho más libres: ahora controla las dos cámaras, controla el Tribunal Supremo y ha sumado el apoyo de los oligarcas tecnológicos. Trump se siente sin limitaciones, sin contrapesos internacionales. Ahora, tanto dentro de EEUU —desoyendo las órdenes de los jueces—, como fuera, está viendo hasta dónde puede ir rompiendo las costuras institucionales. A pesar de la conmoción que se vivió en Europa con los aranceles, Trump hace lo que enseña en sus libros para hacerse millonario. Él habla del arte de negociar, de presionar. Hay mucho de farol, él sabe que si dice que va a aplicarte un 100% de aranceles y, después de una negociación, te lo deja en un 10%, tú te quedas contento porque crees has llegado a un buen acuerdo, pero te quedas con un arancel que antes no tenías.
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Esa es la cuestión, a los dos días de anunciar su política arancelaria, 70 mandatarios de todo el mundo lo llamaron para negociar. Parte del éxito ya lo tiene asegurado. Otra cosa es si podrá seguir adelante y superar los conflictos internos, porque las propias empresas estadounidenses y los propios grupos tecnológicos más poderosos de Silicon Valley también se ven afectados por esos aranceles, que tienen una dimensión global. Ahí pueden empezar las contradicciones y vamos a ver si tiene que recular.
En eso se basa el tira y afloja. Evidentemente, por estas contradicciones no va a poder conseguir el ingreso de dos billones de dólares que pretendía con su política arancelaria. Pero lo que demuestra, en definitiva, es la ausencia total de contrapesos a nivel internacional, de la ONU, de la Unión Europea, de la Corte Penal Internacional. Ya ha quedado demostrado que Trump se quiere erigir en una especie de emperador, en un César del siglo XXI.
Hacía muchos años que no veíamos a un presidente que volviera a los valores de expansionismo territorial tradicionales de Estados Unidos
El poder de EEUU se ha basado en las últimas décadas en eso que se llamó la Pax Americana, un poder blando, una imposición no siempre militar, con herramientas como el libre comercio o la cooperación internacional, elementos que el propio Trump está poniendo en cuestión. ¿No puede ser contraproducente con los intereses de EEUU?
El fenómeno Trump solo puede explicarse porque hasta ahora han fallado los presidentes anteriores en el intento de frenar el declive del imperio estadounidense. Ante esa decadencia, lenta pero irreversible, Trump se erige como el salvador, pero ya no es el mundo unipolar que quedó tras el fin de la Guerra Fría, hay otras potencias en el tablero global, China, los BRIC, se avanza hacia un mundo multipolar. En 1991 EEUU se negó a disolver la OTAN a pesar de la disolución de la URSS, asegurando que era necesaria ante eventuales nuevas amenazas a la paz mundial.
Desde esa época, EEUU demostró que no iba a abandonar su política de fuerza. Era su resguardo, con 800 bases en 80 países y 180.000 hombres desplegados. Y no ha disminuido ese tipo de fuerza, sino al contrario, ha seguido instalando bases y enviando destructores a Rota. Y ahora Trump considera que tiene que hacer una muestra de que esa fuerza sigue existiendo, que puede utilizar el garrote. Hacía muchos años que no veíamos a un presidente que volviera a los valores de expansionismo territorial tradicionales de EEUU.
Al poco tiempo de su nacimiento como república independiente, EEUU comenzó su guerra de anexión en México y una serie de invasiones de países en el Caribe, en Centroamérica, con derrocamientos y secuestros de presidentes hasta nada menos que 1989, con la operación en Panamá. En 1991, cuando se disuelve la URSS y cae el muro de Berlín parecía que esta vía ya no era tan necesaria. Han pasado más de 30 años de eso y este hombre recupera esas ansias de expansionismo territorial con objetivos de tipo estratégico, de tipo económico y de seguridad y defensa, como demuestra la amenaza de tomar por la fuerza Groenlandia, que forma parte de Dinamarca, otro país de la OTAN. Y no pasa nada. Y cuando habla de recuperar por la fuerza el Canal de Panamá o de convertir a Canadá en el Estado 51 hay una cierta preocupación en los medios de comunicación durante unos días, pero eso no provoca ningún tipo de reunión de ningún organismo internacional, ni de la ONU, ni de la Unión Europea, para exigir explicaciones a EEUU. ¿Y quién se atrevería a enfrentarse a EEUU si toma una decisión de ese tipo?
El trumpismo no es un modelo nuevo, es una variante del neoliberalismo más autoritario, más agresivo para avanzar en el lema neoliberal “El mejor estado es el estado que no existe”.
En el fondo está siempre la duda de si Trump está loco, va de farol o es una pieza más en su estrategia de negociación.
Las características personales de Trump sin duda influyen, pero él es un producto, un reflejo de ese declive de EEUU. Un fenómeno que tiene una peculiaridad: un magnate que tiene, por un lado, el apoyo de multimillonarios, pero tiene también el respaldo de un sector popular significativo y un movimiento social, el trumpismo, algo con lo que no ha contado ningún presidente previo, algo totalmente nuevo y nadie hubiera apostado porque fuera posible en un país con un sistema bipartidista tan sólido.
Ha quedado claro que Trump defiende los intereses económicos de los milmillonarios, pero tampoco es un neoliberal clásico. ¿Qué ejes definen el trumpismo en política económica?
Es un neoliberalismo autoritario, un modelo que estamos viendo en distintos países del mundo. No se trata de un cambio de sistema, los llamados ‘libertarios’ quieren ir más lejos en el intento de desmantelar el Estado. En la historia de EEUU, hay un cierto hilo conductor con la defensa de la libertad individual, la defensa de la propiedad privada, la tenencia de armas, con la desobediencia a las leyes federales en muchos estados, sobre todo en la América profunda. Trump tiene gran apoyo porque estos sectores se reconocen en él. Pero él va más lejos de lo que se ha hecho hasta ahora. Recordemos que la revolución conservadora de Reagan y Thatcher en los 80 inició todo un periodo de cambio muy importante, pero en los 90 Bill Clinton fue uno de los grandes impulsores del neoliberalismo de los tratados de libre comercio.
Ahora Trump intenta ir más allá, desmontando la propia estructura del Estado, para dar muchísima más libertad a las empresas, abolir las medidas regulatorias de la economía que quedan y derogar cualquier ley medioambiental que haya dejado Biden. Trump habla de “libertad total”, sí, pero para las empresas.
No se trata de un modelo nuevo, es una variante del neoliberalismo más autoritario, más agresivo para avanzar en el lema neoliberal “El mejor estado es el estado que no existe”.
Aprovechando que conoces bien la situación en Argentina, ¿qué diferencias puedes ver entre la política económica de Javier Milei y Donald Trump?
En lo esencial siguen el mismo patrón. Cuando Milei habla en entrevistas de la justicia social como algo condenable ya lo dice todo. Defiende la ley de la selva, la ley del más fuerte, lo mismo que reivindica Trump. Sus libros van por ese lado: “No te quedes del lado de los perdedores, tienes que ser rico, aunque tengas que atropellar a quien sea”. Milei viene a decir lo mismo.
En Argentina, Milei aprovechó un hartazgo aún mayor que en el caso de EEUU y se presentó como una fuerza nueva, que no es el caso de EEUU. El hartazgo de los argentinos con la clase política después de décadas de corrupción, de promesas incumplidas, explica que aparezca un salvador, como anteriormente han aparecido salvadores militares. En el caso de Argentina, los rasgos autoritarios son aún más fuertes, más evidentes que en EEUU, especialmente cuando se manda a reprimir abiertamente manifestaciones, incluso en manifestaciones de jubilados, donde se muestra hasta qué punto están dispuestos a imponer por la fuerza, si hace falta, su modelo económico y social.
El hecho de que tengamos a Pedro Sánchez como aparentemente lo más progresista entre los líderes de la Unión Europea dice mucho de la pobreza y de los retrocesos de la izquierda
En el libro hablas del Proyecto 2025 como un compendio de la estrategia de Trump para EEUU.
El Proyecto 2025 ya era considerado desde que se inició la campaña electoral como el verdadero programa en la sombra de Trump para este segundo mandato. Aunque Trump negó que fuera a implementarlo, este documento tenía la fuerza de haber sido hecho por la Fundación Heritage, la organización neoconservadora más importante en EEUU desde hace décadas. Antes de cada proceso electoral ha sacado recomendaciones que, en general, han sido seguidas por cada nuevo presidente. Este plan ha sido elaborado por muchos de los asesores de Trump del primer mandato y lleva la firma de 100 corporaciones estadounidenses de primer orden. Algunas de las pautas ya se están cumpliendo, como el desmantelamiento del Estado, el despido de miles de puestos de funcionarios públicos o los recortes en la educación y la sanidad pública.
El Proyecto 2025 también defiende que el presidente tenga más prerrogativas para que no esté maniatado por el Congreso y los vaivenes de la política, lo que supone un ataque a la separación de poderes. El documento también habla del peligro del enemigo interno, y dice que el presidente no debe dudar en apelar a las Fuerzas Armadas para sofocarlo. Muchas de las medidas que se están llevando a cabo responden a ese plan. Lo curioso es que este Proyecto 2025 se conoce hace tiempo y, sin embargo, los medios de comunicación mayoritarios apenas le han dado difusión. En la Unión Europea, por ejemplo, tendrían que haber estudiado un poco este documento para saber cómo armarse frente a lo que ha ido pasando.

En el momento que acabe el segundo mandato, muchas demandas y condenas judiciales contra Trump se podrían reactivar. ¿Podría convertirse en un incentivo para forzar un tercer mandato al que, en principio, no tendría derecho según la Constitución de EEUU?
Todo lo que ha rodeado las causas judiciales contra Trump, algunas de ellas muy graves, ha sido un circo. Una de ellas fue instigar el asalto al Capitolio para impedir que Biden fuera reconocido presidente. Otra, llevarse miles de documentos clasificados a su mansión en Florida sin protección alguna. Otra, presionar al gobernador de Georgia para que consiguiera miles de votos de algún lado para dar vuelta al resultado en este estado, es decir, causas muy graves que tuvieron su recorrido y que evidenciaron una lucha interna dentro del Poder Judicial. Pero cuando se acercaba el proceso electoral se apeló al Tribunal Supremo y ahí se terminaron por congelar todos estos procesos, al fallar que el presidente no tenía que responder por nada de lo que hubiera hecho durante su mandato, incluso cuando algunas de las acusaciones eran por temas que no tenían nada que ver con su cargo de presidente. Quedó cubierto con un manto de inmunidad total.
Trump siempre se ha negado a entregar sus datos fiscales para que no se supiera el capital real que poseía, porque él siempre infló su fortuna para jactarse de que era un hombre poderoso y rico
Algunos de los fiscales más duros, como Jack Smith, que fue el fiscal especial en dos de estas causas, terminaron al final diciendo que Trump era claramente condenable, pero que la decisión del Supremo le impedía seguir adelante. En teoría, en 2028, una vez que Trump termine su segundo mandato, se podrían reactivar algunos de estos procesos, pero seguramente el presidente encuentre formas en este tiempo para desmantelarlos del todo.
En cualquier caso, las intenciones de Trump de presentarse a un tercer mandato no son nuevas. Él ya venía diciendo durante los cuatro años que estuvo en la oposición que para cumplir su “misión histórica” no podía tener una atadura de ese tipo. Y en este caso sí admitía cambios en la Constitución, con una enmienda que permitiera en situaciones excepcionales un tercer mandato. Para intentarlo necesita llegar a ese periodo con un control de las dos cámaras, algo que explica esta carrera que empieza el primer día de gobierno con la firma de cerca de 200 órdenes ejecutivas. Y todos los días nos está aportando titulares. No hay mucho tiempo porque en noviembre de 2026, que está a la vuelta de la esquina, son las elecciones de medio mandato, donde se renueva parte del Senado, de la Cámara de Representantes y de las gobernaciones. Trump tiene que asegurarse que mantendrá el control. Para ese hipotético tercer mandato, también se tienen que dar otras condiciones, como que esté bien de salud o ver qué pasa con esa alianza con los multimillonarios y otros poderes porque hay candidatos que quisieran sustituirlo. Uno es el propio vicepresidente JD Vance; otro podría ser el mismo Elon Musk, que puede verse tentado por una ambición de poder a usar su poder como el hombre más rico del mundo y al mismo tiempo ser el líder de la mayor potencia del mundo. Ahí puede haber un duelo entre egos y entre ambiciones, con mucha testosterona de por medio y que todo eso altere los planes de Trump.
En el libro haces un buen repaso a la biografía de Donald Trump. ¿Qué elementos de su infancia, su juventud o su desarrollo profesional crees que arrojan datos que nos ayuden a entender cómo piensa, cómo actúa o cómo puede actuar Trump?
Trump nació en una cuna de oro, aunque él siempre se intenta mostrar como un hombre hecho a sí mismo. Su padre ya tenía un holding inmobiliario montado y él se enfrentó con sus propios hermanos para convertirse en el verdadero heredero que encabece ese grupo empresarial. Hay una tradición familiar de ambiciosos, de dar codazos a uno y otro lado y una forma de hacer negocios muy agresiva, sin escrúpulos con prácticas como la discriminación a las minorías étnicas en los alquileres o la utilización de matones tipo Desokupa para echar a quienes se retrasan en los pagos. En toda su vida, él fue demostrando que es un matón. En uno de sus libros, habla con orgullo de que, en su clase en el colegio, era de los que le gustaba torear a los demás. En todo momento sus características personales muestran a alguien muy soberbio y muy egocéntrico, que piensa que va a llegar muy lejos. De joven ya empieza a hacer sus pinitos en el negocio inmobiliario, construyendo grandes bloques, edificios de lujo, casinos que va ampliando. Su holding contempla desde vodka hasta productos de cosmética, cosas muy variadas.
Cuando Trump pierde las elecciones en noviembre de 2016 y en enero de 2021 se produce el asalto al Capitolio, hay un distanciamiento claro de todos estos personajes, que consideran que es peligroso tener al expresidente como aliado
Su ambición y su ego lo llevaron a meterse en el mundo de la televisión. El dinero le ha abierto muchas puertas, como cuando compró el concurso de Miss Universo y de Miss USA, lo que le dio una gran popularidad. También le dio mucha visibilidad el programa de TV “El Aprendiz”, en el que Trump ejercía de presentador implacable. Los concursantes aspiraban a tener un puesto en su empresa y Trump les humillaba, les sometía a durísimas pruebas, mostrando un perfil muy agresivo, de matón, sin escrúpulos de ningún tipo.
Y en algún momento se plantea utilizar esa popularidad para dar el salto a la política. Él ve que el verdadero poder pasa por ahí, que ser un hombre popular de televisión no es suficiente, que tiene que ir a más, lo mismo que le sucede a Zelenski, un cómico con un programa en el cual hacía de presidente de Ucrania. También Milei es un personaje de la TV salido de la nada e impulsado por un sector del propio peronismo para dividir al macrismo. Otra tanto ocurre con Bukele en El Salvador, como todos los demás, producto de la crisis de las democracias liberales, del hartazgo de la gente con el bipartidismo, con los partidos tradicionales y la búsqueda constante de fórmulas alternativas y, al mismo tiempo, una muestra del fracaso de la izquierda.
El hecho de que tengamos a Pedro Sánchez como aparentemente lo más progresista entre los líderes de la Unión Europea dice mucho de la pobreza y de los retrocesos de la izquierda.
Comentabas en Trump 2.0 que su padre se hizo rico con las ayudas públicas a la vivienda de Franklin D. Roosevelt.
La saga de los Trump viene de lejos. Su abuelo, un inmigrante alemán, había hecho dinero con burdeles para los buscadores de oro. Y esa saga siguió. Siguió con el padre de Trump acercándose al Partido Demócrata en un momento, al Republicano en otro, a la ultraderecha y el Ku Klux Klan, en otro. Y utilizó las ayudas federales del Gobierno de Roosevelt, al que criticaba, pero del que se benefició. Con el tiempo se abrieron causas judiciales contra el padre, los hermanos y contra el propio Donald Trump por las técnicas que utilizaron para evadir impuestos y utilizar subvenciones federales. Es toda una trayectoria empresarial llena de trampas. Una de las últimas causas fue precisamente por eso, el holding fue condenado y tuvo que pagar indemnizaciones. A esto se debe que durante todo su primer mandato se negó a aportar sus datos fiscales, que es una condición básica que se le exige a todos los presidentes de los EEUU. Sin embargo, hasta el último día se negó a presentarlos: por un lado, para ocultar todos esos chanchullos y, por otro, para que no se supiera el capital real que poseía, porque él siempre infló su fortuna para jactarse de que era un hombre poderoso y rico. Pero sus empresas no siempre tuvieron un camino de rosas, tuvo quiebras, montón de problemas, pero él siempre ha tratado de negar todo ese tipo de datos que han salido publicados para mostrarse como un hombre exitoso, porque es parte de la imagen que quiere vender.
Volviendo a lo que fue su primer mandato, ahora queda como desdibujado. Incluso habría quien podría decir que no fue tan malo ni tan radical, al menos si se compara con el inicio del segundo.
Comparado con lo que está pasando, el primer mandato se podría considerar moderado, pero recordemos que Trump tuvo una gran apuesta racista, que fue la construcción del muro en la frontera sur con México. En realidad, el muro se empezó a construir durante la época de Bill Clinton y fue continuado posteriormente por los otros Gobiernos. Lo que pretendía Trump es terminar ese muro de 3.000 kilómetros, que no es tanto un muro físico, sino un complejo de vallas, fosos, radares. Barack Obama fue el presidente que más migrantes deportó, pero es verdad que durante el primer mandato de Trump se tomaron medidas muy humillantes con los inmigrantes, como la separación de los niños migrantes en centros de internamiento.
En el terreno económico, empezó la política de recortes en educación y sanidad, que tuvieron un reflejo cuando salta la crisis del covid-19 y dejó en evidencia el problema generado por la falta de cobertura universal y gratuita. Trump intentó tapar el escándalo de las muertes por covid-19 de cualquier forma para que no le estallara antes de las elecciones. Pero no lo logró. Esta fue una de las razones principales que minaron su imagen.
Pero hay más. Durante esa época, EEUU se retiró del Acuerdo de París contra el Cambio climático y de la Organización Mundial de Comercio por considerar que era muy benévola con China. Ahora parece que todo ha sucedido en el segundo mandato, en estos 100 días que lleva Trump en el poder, pero el primero ya mostró sus dientes. Lo que ocurre es que hubo iniciativas, como la política arancelaria, que no tuvieron el apoyo interno suficiente como para llevarlas a cabo. En relación a Oriente Medio, tanto gobiernos demócratas como republicanos siempre han estado muy presionados por el lobby judío de EEUU y han tenido una política de beneplácito con el régimen del apartheid israelí. Pero Trump fue más lejos, rompió el acuerdo nuclear con Irán y cambió la localización de la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, violando el acuerdo internacional de neutralidad para la capital. También forzó la firma de los Acuerdos de Abraham para que los países árabes empiecen a retomar las relaciones diplomáticas con Israel. Durante este primer mandato, Trump también llevó a cabo una guerra comercial con China, identificado como el gran enemigo de EEUU. Muchos de los temas que han salido en el inicio de su segundo mandato ya estaban ahí.
Al terminar su primer mandato Trump estaba muy desgastado, fundamentalmente por la gestión del covid-19, por la cantidad de muertos y por el deterioro de su imagen internacional. Ahora ha vuelto con muchos de aquellos temas, pero con una mayoría aplastante en las dos cámaras, el control del Tribunal Supremo y una experiencia de gobierno que antes no tenía. Y el apoyo, repito, muy importante, de los oligarcas tecnológicos. Con ese respaldo se siente con capacidad para imponer en EEUU y en el mundo entero una política mucho más agresiva.
Tras el primer mandato y durante la presidencia de Biden, muchos multimillonarios le dan la espalda a Trump. ¿Están ahora intentando redimirse por aquella ‘traición’?
Ahí hay que diferenciar. Muchos de estos millonarios en los años 90 eran jóvenes informáticos, ingenieros en telecomunicaciones que aterrizaron en Silicon Valley salidos de las mejores universidades de EEUU, con una visión muy creativa, muy innovadora. Todos parecían muy cool, incluso muchos tenían reticencias a utilizar publicidad en sus plataformas. Las discusiones que tenían muestran sus miedos sobre el peligro de una desviación de los objetivos de horizontalidad en las comunicaciones, de libertad, de no depender de los grandes poderes. Todos esos valores que en ese momento conmovieron al mundo capitalista antiguo se fueron deteriorando rápidamente. Y esos jóvenes que se sentían más cercanos al Partido Demócrata en los años 90, fueron cambiando gradualmente en la medida que sus empresas se hacían grandes, hasta que se convierten en magnates. La mayoría se mantenía en una órbita políticamente neutral, apostando por los gobiernos que más favorecieran su negocio, pero poco más. Uno de los pocos que se distingue de este grupo es Elon Musk. Desde hace muchos años, diversificó sus empresas y apostó por la carrera aeroespacial. Con SpaceX, consiguió contratos con la NASA, acuerdos con Defensa, recibió subvenciones importantes para investigaciones científicas y se acercó mucho más al poder. Después llegó Starlink, que tiene más de 6.000 satélites en órbita, no solo de empresas sino también de uso militar.
Cuando Trump pierde las elecciones en noviembre de 2016 y en enero de 2021 se produce el asalto al Capitolio, hay un distanciamiento claro de todos estos personajes, que consideran que es peligroso tener al expresidente como aliado. Todo esto, a pesar de que Facebook había tenido una gran complicidad con el Partido Republicano durante la campaña electoral de Trump de 2020. De hecho, Mark Zuckerberg tuvo que atestiguar frente a una comisión del Senado por haber facilitado 40 millones de usuarios de Facebook para dirigirles una propaganda personalizada que incidió en las elecciones. Pero entonces se pusieron una serie de filtros para evitar ese tipo de injerencia y para evitar también los discursos de odio y las fake news en esta red social.
Cuando Trump vuelve a ganar las últimas elecciones ya venía estrechando relaciones con Elon Musk. El multimillonario había aportado 150 millones de dólares a su campaña, aparecía en los mítines como un político más, y fue haciéndose fuerte al lado de Trump. Y los otros, cuando vieron que ganaba Trump, intentaron retractarse y que Trump se olvide que ellos no estaban entre los empresarios que pusieron dinero para su campaña. Una vez que gana Trump cada uno pone un millón de dólares para la fiesta de festejo y ahí se los empieza a ver en el palco, al lado de Trump, aceptan retirar sus programas de diversidad, los filtros de las fake news. Se empiezan a acomodar totalmente a él.
Con el apoyo de estos multimillonarios, se ha ido conformado bloque político y económico que tiene proyección global a través del poder de las redes sociales.
Frente a fenómenos como este del rearme, si no hay un revulsivo, un cuestionamiento y una movilización social, hay pocas expectativas de que las cosas cambien. Hay que acabar con este adormecimiento y movilizarse
Cuando ganó Trump en el 2016 era casi una excepción. Ahora mismo sucede casi lo contrario. Cada vez hay más gobiernos autoritarios. ¿Qué podemos esperar de los próximos años?
Realmente soy bastante escéptico. Sabemos que en el mundo siempre ha habido olas conservadoras y olas progresistas. Cuando en la primera década de este siglo la derecha se asentaba más y más en la mayoría de los países e instituciones de la UE, en América Latina se vivió una fuerte ola de gobiernos progresistas y de avances hacia una mayor integración regional de esos países. En esa época, Europa miraba a América Latina con esperanza. Ahora, lamentablemente, por ningún lado se vislumbra una corriente fuerte que pueda revertir esta ola reaccionaria. Y no es una ola solamente conservadora. La ultraderecha ha tomado posiciones muy fuertes, también en la propia Europa. Lo vemos no solo en los Gobiernos de ultraderecha, sino en países como Francia, Alemania, que eran el gran motor de Europa. Hoy, están en crisis económicas y políticas, con grandes posibilidades de triunfo de la ultraderecha. Lo vemos que copan los parlamentos en otros países. Y Trump es una referencia muy importante para toda esta ultraderecha. Es un aliento importante y lo que se ha ido conformando es una internacional de ultraderecha, que va ganando peso en la medida que se ayudan entre ellos. La esperanza que cabe es que esta ofensiva tan brutal provoque un revulsivo. Desgraciadamente, ha cambiado mucho el tipo de movilización social que provocó la guerra de Iraq en 2003, el Occupy Wall Street en EEUU o el 15M en España. Hay un relato que está ganando que nos dice ahora que la solución es armarnos hasta los dientes y tener kit de supervivencia cuando no se recuestiona siquiera de qué nos tenemos que defender.
Ese rearme que nos quieren imponer y para el cual se quiere dedicar 800.000 millones de euros nos lo venden como un proyecto europeo cuando en realidad es lo que viene exigiendo Trump desde su primer mandato. ¿Qué debate se ha hecho para ello? ¿Quiénes son nuestros enemigos, de quién nos debemos defender? ¿De Putin, que es un autócrata y ha llevado a cabo una invasión criminal en Ucrania, pero que no ha amenazado a ningún país de la UE? ¿O de Trump, que sí amenaza abiertamente con apoderarse por la fuerza del Canal de Panamá, y de Canadá, un país miembro de la OTAN, o Groenlandia, que pertenece a Dinamarca, también miembro de la OTAN y de la UE, y partidario de terminar de arrasar la Palestina histórica para construir en ella un resort? La situación es gravísima y si nuestras sociedades no despiertan, se movilizan y presionan a nuestros dirigentes vamos hacia un mundo más cruel aún, hacia un pozo muy profundo.
Frente a fenómenos como este del rearme, si no hay un revulsivo, un cuestionamiento y una movilización social, hay pocas expectativas de que las cosas cambien. Hay que acabar con este adormecimiento.