Fascismo
Allí donde hay humo, hay fuego

A unos días de las elecciones alemanas, donde la ultraderecha acude fortalecida, un repaso sobre el proceso de desnazificación posterior a la Segunda Guerra Mundial y sus medias verdades. La memoria lucha contra el olvido mientras la historia más siniestra amenaza con repetirse.
Casa atacada en Solingen
Casa atacada por neonazis en Solingen, en 1993. Foto: Sir James (CC BY-NC)


21 feb 2025 07:00

La noche del 28 al 29 de mayo de 1993 cuatro jóvenes neonazis de Solingen, en Alemania, le prendieron fuego a una barraca de tres plantas donde vivían 20 inmigrantes turcos. El mayor de los atacantes tenía 23 años y el menor 17. A eso de las dos de la madrugada pusieron un potente explosivo en la puerta de la infravivienda y las llamas hicieron el resto. Algunos vecinos salieron al oír los gritos de quienes luchaban por escapar, e incluso vieron a una de las víctimas arrojarse por una ventana del tercer piso.

Aquella noche murieron tres mujeres y dos niñas. La mayor tenía 26 años y la menor 4. Apenas a 20 metros de la vivienda incendiada, en un jardín de infancia, apareció una cruz gamada pintada en el suelo. Los nombres de las víctimas, para que no se olvide, eran: Gürsün Ince, Hatice Genç, Gülüstan Öztürk, Hülya Genç, Sayme Genç.

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Die Linke deberá conseguir que quienes lideran su candidatura sean un poco menos desconocidos para el gran público cuando llegue el día de las elecciones. Las encuestas no le acercan al 5%, pero la formación sigue confiando en ganar tres distritos.

Aunque ya se habían sucedido una serie de atentados de este tipo en otras ciudades, todos dirigidas contra población inmigrante, la alarma saltó en Europa: el nazismo seguía vivo y contaba con buena salud.

Por Solingen pasaron autoridades de todo tipo, dando sus condolencias a la comunidad turca, que se enfrentó durante varias noches en diversos lugares del país a la Polizei, encargada, supuestamente, de protegerla. El derecho al asilo y al refugio volvió a ser motivo de discusión en las tertulias de televisión y radio, junto a las políticas de inmigración de los estados miembros de la entonces CEE, la Comunidad Económica Europea.

Los debates abiertos entonces por estos atentados racistas fundamentaban la causa en el proceso de la reunificación alemana que se dio entre 1989 y 1990, por el que la República Federal de Alemania (RFA) se anexionó a la República Democrática Alemana (RDA). Con tal de no despertar viejos fantasmas -que jamás habían estado dormidos- en aquellos debates se evitaba hablar del proceso de “desnazificación” de la Alemania dividida tras la ocupación aliada de 1945.

Uno de los primeros en hablar sobre la desnazificación impuesta a una sociedad que poco antes comía en sus salones bajo la atenta mirada de la foto del Führer fue el anarquista sueco Stig Dagerman. En 1943, con 20 años, comenzó a colaborar con la redacción de Arbetaren (El trabajador), el periódico de la Sveriges Arbetares Centralorganisation, organización anarcosindicalista sueca conocida como SAC y reconocida por la CNT española como organización hermana en Suecia. Apenas tres años después, en 1946, recorrió la Alemania ocupada por las potencias victoriosas de la guerra, dejándonos el maravilloso testimonio de sus artículos reunidos bajo el título Otoño alemán, publicados por primera vez en español en 2001 bajo el mismo título por Ediciones Octaedro, S.L., con traducción de José Mª Caba. Seguía así Dagerman, en su crónica de la destrucción y de la desesperación por la Alemania de 1946, la estela que pocos años antes había dejado otro de sus compañeros anarcosindicalistas del SAC, el periodista Axel Österberg, quien envió sus crónicas al Arbetaren y otros periódicos suecos anarquistas, como el Storm, durante los primeros meses de la Guerra Civil española en Barcelona. Solía firmar con el seudónimo Kluck y sus reportajes se publicaron bajo el título Bakom Barcelona Barrikader. En español Tras las barricadas de Barcelona está publicado como libro por la editorial La Linterna Sorda, con prefacio de Ana Muiña, profusamente ilustrado y con traducción de Concha Moral.

“Toda Alemania ríe o llora ante el espectáculo de la desnazificación, esa comedia en la que los Spruchkammern desempeñan un lamentable doble papel como el de un amigo de la familia instalado en la casa; estos tribunales, cuyos abogados piden disculpas al acusado antes de dictar condena”

Stig Dagerman, en su recorrido por las ruinas y el hambre, pudo asistir a la humillación de una población ocupada por unas potencias aliadas que no habían tenido tampoco piedad a la hora de bombardear las ciudades y masacrar civiles, y que la historia, por aquello de que fueron los vencedores, exoneraría de ser juzgados. Testigo de las primeras elecciones “libres” que se dieron en Alemania, sobre todo las municipales para elegir cargos que iniciaran la reconstrucción, Dagerman informaba que en muchos lugares se elegía a la CDU, el partido cristianodemócrata, no por ideología, sino por eliminación del resto. “A los comunistas”, escribía, “no se les puede votar, ya que se teme a los rusos, el Partido Liberal es demasiado pequeño para desempeñar ningún papel importante, el Partido Conservador es demasiado desconocido. Si se quiere, pues, votar, no queda más que el partido socialdemócrata y se vota a pesar de decir que da lo mismo quien gane las elecciones; de cualquier manera, el país está ocupado”.

Todo estaba dominado por el hambre y por la supervivencia. En una frase memorable que da qué pensar a la hora de la opción del voto cuando la pobreza y la miseria acucian, Dagerman escribió que, “en realidad, es un chantaje analizar la posición política del hambriento sin analizar al mismo tiempo su hambre”.

Dagerman dejó constancia de la reacción de la población alemana a los juicios de Nürenberg: la indiferencia. Aun así, en algunos lugares vio pintadas contra estos juicios sobre los muros de las casas derruidas. En otra ocasión escuchó quejas de los alemanes sobre quién juzgaría los crímenes de los ocupantes. En cuanto a los juicios secundarios que se llevaron en muchos lugares sobre los “nazis de a pie”, quienes habían pertenecido al partido o apoyado sus crímenes en las localidades vecinales, escribió:

“Toda Alemania ríe o llora ante el espectáculo de la desnazificación, esa comedia en la que los Spruchkammern desempeñan un lamentable doble papel como el de un amigo de la familia instalado en la casa; estos tribunales, cuyos abogados piden disculpas al acusado antes de dictar condena, esos enormes molinos de papel que ofrecen frecuentemente, en esta Alemania que escasea de papel, el espectáculo de un acusado que ha presentado cien certificados que prueban una conducta irreprochable y que consagran un tiempo considerable a casos insignificantes, mientras que los casos verdaderamente importantes parecen desaparecer por una escotilla secreta”. Los Spruchkammern eran los tribunales de justicia destinados a juzgar a quienes habían participado en el partido nazi o colaborado en sus crímenes.

Hannah Arendt señaló en su reportaje Eichmann en Jerusalén la opinión de que los juicios de Núremberg habían partido del expreso deseo de las fuerzas ocupantes, sobre todo las occidentales, de hacer borrón y cuenta nueva con el nazismo

En cuanto a las enseñanzas sobre democracia que los ocupantes norteamericanos se encargaron de transmitir a la población, únicamente consistieron en crear clubs de beisbol que cada vez despertaban mayor afición entre los jóvenes alemanes.

Hannah Arendt señaló en su reportaje Eichmann en Jerusalén la opinión de que los juicios de Núremberg habían partido del expreso deseo de las fuerzas ocupantes, sobre todo las occidentales, de hacer borrón y cuenta nueva con el nazismo, mientras acomodaban en sus sociedades con carta de nacionalidad a aquellos genios de la energía atómica que antes contribuyeron a la criminal industria armamentística alemana. Después, en 1961, el juicio a Eichmann a cargo del Tribunal de Jerusalén, que adelantaba la costumbre de Israel de violar el derecho internacional con prácticas de secuestro legitimadas, respondió al deseo del estado inventado en 1948 de pasar también página a la trágica historia de los judíos durante la primera mitad del siglo XX. Tanto en Núremberg como en Jerusalén no se permitió que la defensa aportara testigos.

Hasta casi finales de los 70 del pasado siglo, Europa y el resto del mundo no volvió a recordar que durante esa primera mitad del siglo XX el fascismo y sus remedos habían impuesto un proyecto de vida aberrante, no solo en Alemania o Italia, sino en otros muchos estados donde el fascismo despertó un gran entusiasmo y auge. Aquellos gobiernos no germánicos también colaboraron con las políticas anti inmigratorias y antisemitas, un dato que se suele callar a la hora de estudiar aquel periodo en los libros de texto escolares. Keith Lowe, en Continente salvaje, donde se describen los años inminentemente posteriores a la guerra, con una Europa aún sumida en el caos y la violencia, recordó el interés de los gobiernos colaboracionistas con el Lebensraun, el espacio vital alemán nacionalsocialista, por olvidar su pasado de nazificación. Según Lowe, la erradicación de los nazis, sobre todo en la zona americana, molestaba a todo el mundo. El proceso terminó en 1949, cuando se instauró en Alemania Occidental la República Federal. “Como en otras partes de Europa”, escribe Lowe, “al mismo tiempo que oficialmente se daba por terminada la depuración, muchos de los castigos que recibieron los antiguos nazis fueron anulados o revocados formalmente. El 20 de septiembre de ese año, el nuevo canciller de Alemania occidental Konrad Adenauer anunció en su primera alocución oficial al parlamento que había llegado el momento de dejar el pasado atrás. Había que olvidar la pesadilla de la guerra a favor de nuevos sueños de futuro” (Keith Lowe, Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, 2012, traducción del inglés de Irene Cifuentes).

“A medida que las ruinas iban desapareciendo del campo visual, se iniciaba -a pesar de que muchos volvían a las andadas como si nada hubiera pasado- una época de cambio, marcada por la ingenua creencia de que se podía crear algo nuevo sobre cimientos viejos”

La miniserie televisiva Holocausto, que comenzó a emitir la cadena norteamericana NBC en 1978, contribuyó a rescatar aquella memoria de lo que había sucedido. Otro testigo de primera fila, Primo Levi, había publicado su libro Si esto es un hombre (Se questo è un uomo) en 1946, pero no fue hasta las reediciones de los 80 cuando de nuevo la conciencia europea se vio zarandeada ante la lectura desgarradora de su testimonio.

Otro autor testigo de los hechos, esta vez desde el uniforme nazi, fue Günter Grass, quien sorprendió al mundo a inicios del presente siglo con la declaración de algo que ya se intuía, su pertenencia durante su juventud a estructuras cómplices de los crímenes nazis como las Juventudes Hitlerianas o la Waffen-SS. En uno de sus artículos, Escribir después de Auschwitz, Grass había dicho en referencia a la posguerra que tan de cerca vivió:

“A medida que las ruinas iban desapareciendo del campo visual, se iniciaba -a pesar de que muchos volvían a las andadas como si nada hubiera pasado- una época de cambio, marcada por la ingenua creencia de que se podía crear algo nuevo sobre cimientos viejos” (Günter Grass, Artículos y opiniones, Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores, 1999, traducción de Joan Parra, pp. 131-132).

La extrema derecha vuelve a ser favorita de grandes sectores de la población en la misma Alemania que vio nacer y crecer el totalitarismo y el fascismo, con el coqueteo de la derecha a secas

Recientemente, el libro de Géraldine Schwarz, Los amnésicos. Historia de una familia europea, publicado en español por Tusquets editores, con traducción de Nuria Viver Barri, ya por la novena edición, ha venido a recordar que la memoria histórica no va solo de víctimas y verdugos, con unos límites claramente diferenciados. Su reflexión sobre su familia paterna como heredera de los mitläufer durante el período nazi en Alemania, conocidas así como aquellas personas “que siguen la corriente” y que permanecen ciegas e indiferentes ante lo que pasa a su alrededor, establece una continuidad con lo expresado por Hannah Arendt en su Eichman en Jerusalén en cuanto a la responsabilidad del pueblo alemán en los crímenes que se estaban cometiendo, y ante los que muchos después dijeron no saber nada, mientras se beneficiaban de la desgracia y el horror en el que cayeron las víctimas, como sucedió con el abuelo de Géraldine Schwarz. Sobre la existencia o no de la culpa colectiva, Arendt había escrito que “toda generación, debido a haber nacido en un ámbito de continuidad histórica, asume la carga de los pecados de sus padres, y se beneficia de la gloria de sus antepasados. Pero (…) únicamente en sentido metafórico puede uno decir que se siente culpable, no por lo que uno ha hecho, sino por lo que ha hecho el padre o pueblo de uno. (Moralmente hablando, casi tan malo es sentirse culpable sin haber hecho nada concreto como sentirse libre de toda culpa cuando se es realmente culpable de algo)” (Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, DeBolsillo, 2008, traducción de Carlos Ribalta, p. 433).

El pasado agosto un joven refugiado sirio, fanatizado por su religión, apuñaló a tres personas en Solingen, que murieron a consecuencia del ataque. Este y otros atentados similares, con causas y motivaciones parecidas, en diversas ciudades alemanas y otros países, han azuzado el auge de la extrema derecha, que vuelve a ser favorita de grandes sectores de la población en la misma Alemania que vio nacer y crecer el totalitarismo y el fascismo, con el coqueteo de la derecha a secas. Parece como si el tiempo no hubiera pasado, y el incendio que se inició con el ataque de los neonazis en 1993 a la barraca donde vivían varias familias turcas aún humeara. Un humo que se extiende por Europa y por el resto del planeta y que no nos permite ver la magnitud que está alcanzando el incendio.

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Sirianta
Sirianta
21/2/2025 13:16

¡¡Súper interesante!! Muchas gracias

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ricardo-3
21/2/2025 10:42

Gracias de nuevo, Chema. Y en esta ocasión, además, por facilitar el conocimiento de algunxs autorxs para mí desconocidos. Un abrazo

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