
Fotogalería
Fotogalería | 150 días sin luz en la Cañada Real
Cinco meses sin suministro eléctrico. Se dice fácil y se sobrelleva mal. Cuando el 2 de octubre se apagaron las lámparas en un amplio sector de la Cañada Real Galiana nadie pensó que iba pasar tanto tiempo sin respuesta de las administraciones. Algunas mirando hacia otro lado porque no es de su competencia, otras poniendo sobre las sombras de un barrio precarizado el ojo de quien solo ve tierras para los futuros negocios de ladrillo y cemento.
Se fueron las vacaciones de invierno –nunca tan invierno– y unas fiestas navideñas de árboles apagados y sidras sin refrigerar. Filomena pareció despertar a una población madrileña hasta allí más dispuesta a señalar con su dedo criminalizador que a empatizar con la dramática situación que vivían 4.500 personas de los sectores 5 y 6 de la Cañada. En especial con esos 1.812 menores de edad que ni siquiera la intervención de organismos de Naciones Unidas ha sabido proteger.
En El Salto acompañamos la lucha vecinal desde un principio, porque entendemos que más allá de los discursos simplificadores hay una realidad que se impone, la de esos miles de cuerpos condenados a vivir en la peor condición imaginable. Vivir sin suministro eléctrico es hacerlo sin poder almacenar alimentos frescos, sin la ducha caliente, con juegos que duran lo que dura el sol, con libros que se estudian a la luz de una vela.
Basta pensar en la familia de la pequeña Lina, arrancada del barrio para que la niña, dependiente de suministro de oxígeno las 24 horas, pueda tener unas condiciones que no pongan en riesgo su vida. O en todas esas chicas o peques que cinco meses después siguen, tozudas, empeñadas en salir adelante contra el olvido de una sociedad que mira para otro lado. Detrás de su andar hacia la escuela queda un rastro de dignidad del que quizá tengamos mucho que aprender.
Hemos andado parte de ese recorrido con el fotógrafo Bruno Thevenin y en nuestro número de papel de febrero publicamos una galería que compartimos aquí íntegra. Se metió en la nieve y en los charcos, porque no hay otra forma de contar lo que sucede a nuestras gentes que andar en el barro. Disfrútenlas. Ojalá sea la última antes de poder anunciar que Cañada vuelve a encenderse. Mientras tanto estaremos obligados a contar que a Cañada la están apagando.




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