Yeli Yeli, cuando el cante nace de las manos de un obrero del flamenco

Álvaro Romero presenta su proyecto musical en el Centro Federico García Lorca de Granada
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José Albornoz Álvaro Romero en su concierto en el Centro Federico García Lorca de Granada.
29 oct 2025 06:00

Escuchar a Álvaro Romero (El Puerto de Santa María, 1983) es dejarse llevar por una voz libre, genuina, que parece nacer del movimiento de sus manos sobre el escenario. Nacido en el Puerto de Santa María; con el alma anclada en Sevilla, y la mirada puesta en Roma, gracias a una beca que acaba de ganar, este artista polifacético es un torbellino de expresión.

El pasado 11 de octubre, el cantaor clausuró el I Encuentro de Músicas Populares Contemporáneas en el Centro Federico García Lorca de Granada con la potencia de su proyecto más reciente: Yeli Yeli. Una propuesta que lo ha conducido a los espacios más luminosos del flamenco, dejando atrás la oscuridad introspectiva de su anterior trabajo, Romero, en el que colaboró con Soleá Morente o revisó la vida del artista visual y escritor chileno Pedro Lemebel en su particular Nana del culo.

El flamenco siempre ha habitado los márgenes, ese lugar donde las cosas no están del todo definidas, donde los tiempos se cruzan y las voces desplazadas toman el centro

Con Lorca como faro y bálsamo en los malos tiempos, y acompañado por su amigo de la infancia, el percusionista Esteban Perles, Romero hizo bailar al público granadino desde sus butacas. Entre composiciones propias y versiones memorables, como la del Junco, su arte dialoga con la disidencia sexual, la crítica social más punzante y el clamor por el genocidio en Gaza.

El nombre de tu proyecto, Yeli Yeli, ya es toda una declaración de intenciones. ¿Qué significa para ti y cuál es la esencia de esta nueva etapa?
Vengo de otro proyecto, RomeroMartín, también con música electrónica, pero con un sonido más oscuro, más sucio. Era un trabajo con letras muy reivindicativas sobre la disidencia de género, con poetas potentes en la temática LGBTIQ+, como Miguel Benlloch o Ioshua, un poeta argentino que murió de sida en 2015—.

En cambio, con Yeli Yeli quería cambiar el sonido, buscar otra luz. Empecé a producir con Pedro Dalinha, productor de Buraka Som Sistema, y nos juntaron en una residencia artística. El nombre surgió de la idea de la virginidad, de la inocencia del encuentro: ninguno nos conocíamos, no sabíamos qué iba a pasar. Además, Yeli Yeli es una onomatopeya muy flamenca (canta).

En la presentación del concierto se habló de cómo el franquismo, en gran medida a través de la Sección Femenina, distorsionó la música tradicional española. ¿Cómo aborda Yeli Yeli esa recuperación de lo popular desde una mirada contemporánea
Para mí el flamenco es mucho más que música o tradición, es decir, más que cante, baile y toque. Lo entiendo como un campo artístico y político desde la radicalidad, donde las normas se rompen y los límites se desdibujan. El flamenco siempre ha habitado los márgenes, ese lugar donde las cosas no están del todo definidas, donde los tiempos se cruzan y las voces desplazadas toman el centro.

No lo concibo de forma estática, sino como una práctica viva, que pone en diálogo cosas aparentemente opuestas. Por ejemplo, lo queer y el flamenco, lo culto y lo popular, la sátira y el cuerpo contemporáneo. Me interesa ese choque, ese cruce de energías y tensiones.

El franquismo, en cambio, fijó el flamenco y la música popular dentro de una imagen rígida de lo español, muy ligada al folclore oficial de la Sección Femenina, como si fuese una postal religiosa o una Semana Santa eterna. Yo lo entiendo desde otro lugar: desde la apertura, desde la grieta.

Para mí hay tres cosas que siempre me acompañan: el flamenco, la música electrónica y mi forma de sentir desde la diferencia, desde ser marica

Mi trabajo con Yeli Yeli busca precisamente eso, abrir fisuras en lo popular, dejar que las contradicciones respiren. Usar el flamenco como una herramienta para hacer colisionar lo oculto y lo visible, el pasado y el presente. Porque el flamenco tiene esa condición mágica, casi fantasmática, que conecta con lo que fue. Pero también con los cuerpos y las preguntas de ahora.

En esa tensión conviven rumbas, bulerías, guajiras o tangos. ¿Cómo eliges un repertorio que transita entre el poderío flamenco y la electrónica?
Yo siempre me dejo llevar por las emociones. Para mí hay tres cosas que siempre me acompañan: el flamenco, la música electrónica y mi forma de sentir desde la diferencia, desde ser marica. Eso también atraviesa mi manera de crear, de estar en el mundo, de mirar y hacer música.

Necesitaba conectar esas tres vertientes, porque son parte de mi vida cotidiana, de mi identidad. De ahí nace todo. RomeroMartín surge justamente de esa necesidad de unir esos mundos: el cante, el deseo y el sonido electrónico. Luego sentí que quería seguir experimentando, acercarme a letras más tradicionales, a esas coplas que me han acompañado siempre, pero desde otro lugar, con un nuevo cuerpo y otra mirada.

Tu directo es muy performático: bailas, dibujas con las manos los giros de tu voz. ¿Sientes que ha habido una evolución escénica respecto a tus proyectos anteriores?
Sí, es que, ¿sabes qué pasa? yo lo hago de forma natural, tampoco es una cosa trabajada en sí. A la hora de ejecutar el cante, me pide hacer ese gesto y, oye, no es la primera vez que me lo dicen. Después me veo en los videos y digo: “Tío, estoy haciendo con la mano lo que realmente necesito hacer con la voz”. Ejecutar el cante flamenco implica mucho esfuerzo físico e, incluso, violencia. Y eso se me transforma en el cuerpo.  Cuando hablo de la voz, siempre hablo también del cuerpo. No se puede disociar a una cosa de la otra. 

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Romero acompañado del percusionista Esteban Perles. José Albornoz

La figura de Federico García Lorca fue central en tu concierto en Granada. ¿De qué manera la sensibilidad y el legado de Lorca, alguien que también bebió de lo popular para crear arte contemporáneo, influyen en tu manera de entender y hacer arte?
Lo que te puedo decir de Federico García Lorca es que es de los pocos artistas que me han sanado. He tenido épocas en las que he estado anímicamente mal y, de repente, me he puesto a leer a Lorca y de alguna manera me ha sanado.

 Mis referencias suelen venir de escritores y poetas homosexuales, de voces maricas que me han acompañado y me ayudan a pensar el arte desde otro lugar

Es verdad que Lorca es una figura como muy contradictoria dentro del mundo del flamenco, porque creo que tanto él como Falla se equivocaron en algunas cosas. Como, por ejemplo, el tema de que romantizaron mucho el flamenco o intentaron asentar cátedra muchas cosas. Yo creo que el flamenco es mucho más maleable, en el sentido de que se presta mucho a estar siempre en los márgenes. Creo que si estuvieran ahora y vieran la evolución del flamenco y cómo se entiende más como una práctica artística donde se hace contemporánea y donde se puede trabajar de muchísimas formas... Yo comparo mucho con el funambulista que está en la cuerda floja, en esa tensión. Aparte de esto, ¿Qué decir de Lorca? Un poeta y un artista, pues yo qué sé, una cosa para mí elevada, un ángel, realmente. 

Hablando de funambulistas, en tus letras a menudo abordan temas de identidad y conciencia social inspiradas en otras obras, ya sean musicales o literarias, como el libro El funambulista de Jean Genet que es un "autor marica, como yo”, según explicaste en el concierto. ¿Cómo fue el proceso de creación de esta canción?
La cuestión marica siempre va conmigo, porque lo soy, porque lo llevo en la sangre. Por eso mis referencias suelen venir de escritores y poetas homosexuales, de voces maricas que me han acompañado y me ayudan a pensar el arte desde otro lugar.

En el caso de Palestina, sentí la necesidad de nombrarlo. Me parece fundamental señalar la hipocresía europea, esa forma de mirar hacia otro lado mientras se cometen atrocidades

Hace un tiempo me invitaron al IVAM, al Instituto Valenciano de Arte Moderno, para dialogar con la obra de Miguel Benlloch, artista y activista granadino, de Loja. En ese proyecto una de las comisarias, Mar Villaespesa, me habló de El funambulista de Jean Genet. Lo leí y me impresionó mucho, porque conecta con esa idea del flamenco como algo que transita entre la vida y la muerte. Genet describe al funambulista como un niño que juega en el abismo, que baila con la muerte sin miedo. Y ahí vi una imagen muy cercana al artista flamenco: alguien que camina sobre el alambre sin saber si caerá, pero que sigue.

La letra de la canción no repite exactamente el texto de Genet; la transformo, la hago mía. Es una relectura emocional, más que literal.

Después está La colombiana, que tiene letra propia. Para mí es difícil separar lo que soy de lo que hago. En ese tema aparece también lo marica, pero desde otro lugar: el deseo, el cuerpo, el consumo del sexo. Habla de esas experiencias que muchas personas del colectivo LGTBI hemos vivido. Está inspirada en un poeta muxe mexicano, Elvis Guerra, que me parece fascinante por cómo escribe desde esa frontera del género y la identidad.

Durante el concierto también hiciste referencia a la situación en Palestina. ¿Qué papel juega lo político en tu obra?
Mira, ayer fui a ver una obra que no tenía ningún tinte político, y me costó conectar. En mi caso, necesito que el arte tenga algo político; si no, me resulta vacío. Al final, casi todo en la vida es político, aunque a veces no queramos verlo.

Yo trabajo desde ahí, desde lo político, porque me atraviesa. Me interesa mucho ese lugar donde lo poético y lo político se tocan, porque, sinceramente, todo gesto artístico tiene una posición, una mirada, una consecuencia. Lo que pasa es que muchos prefieren disimularlo.

En el caso de Palestina, sentí la necesidad de nombrarlo. Me parece fundamental señalar la hipocresía europea, esa forma de mirar hacia otro lado mientras se cometen atrocidades. No podemos separar el arte de lo que está pasando en el mundo.

Has estado acompañado en Granada por Esteban Perles a la percusión, un compañero del proyecto desde el inicio, que es también amigo de la infancia. ¿Qué importancia tiene este equipo en la definición sonora y visual de Yeli Yeli?
Me parecía que le aportaría mucho al proyecto un percusionista en directo, aunque le quitáramos algunas capas a la electrónica para que no sonara tan saturado de ritmos. A nivel performance, también me parece interesante que viniera un percusionista en directo. De hecho, creo que mis próximos proyectos van a ir ya con más banda, porque lo echo mucho de menos. Empecé a cantar flamenco con instrumentos, con la guitarra flamenca y en los dos últimos proyectos han sido más hacia la electrónica. Básicamente solo el productor y el cantante, el cantaor. En este sentido, echaba mucho de menos llevar músicos en directo. En uno de los proyectos en los que estoy trabajando llevo conmigo a un clarinetista que me da la vida.

El flamenco es una cosa de obrero, se trabaja el día a día, se interpreta al público a diario

Y con Esteban… Es que para mí el tema de trabajar es comunitario, o sea, desde la comunidad. Me parece primordial. Estoy siendo más consciente de que cuando algo es comunitario, salen cosas más interesantes y más bonitas. Y quiero apuntar ahí en lo próximo que estoy haciendo. 

¿Qué demandas tú, como artista, en tu nueva etapa?
A mí me cansa mucho y me quita mucha energía el tema de estar solo produciendo en casa. Yo sin el escenario es que no soy nadie. Ahora mismo, por ejemplo, me está pasando un poco eso. Venía de un pico muy alto y después, como todos los picos, tienen una bajada. En ese sentido, empecé a sacar el disco, lo autogestioné todo yo, me dejé una pasta que flipas y cambié de agencia. Y ahora, una de las cosas que demando a mi manager es que necesito que esté más presente porque si no tengo que buscarme la vida por otro lado porque para mí el escenario es primordial. Es que sin público no hay artista. Esta es mi demanda principal. Más para la gente que venimos del flamenco.

El flamenco es una cosa de obrero, se trabaja el día a día, se interpreta al público a diario.  Es una cosa que yo veo con música que no es flamenco, como el rock o la electrónica. No tienen esa oportunidad que tenemos los flamencos de estar con un público todo el día en el tablao, que te enfrentas a 20, 40, 50 u 80 personas, depende. Para mí eso sí que es una suerte que tenemos los flamencos.

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Álvaro Romero habla con el público durante su concierto. José Albornoz

Cuando he empezado a hacer el formato concierto que ya pasa a otro tipo de escena, yo echo mucho de menos enfrentarme a un público a diario porque eso te da una vivencia y una experiencia que es una suerte. A veces es complicado, pero uno tiene que tener un buen equipo que te apoye y te ayude a visibilizarte. La industria es un poco mierda, tienes que estar todo el rato ahí subiendo música. Escuché una entrevista a Björk que decía que le daba lástima que la gente malgastara su música subiéndolo a Spotify. Yo estoy totalmente de acuerdo con ella. Muchas veces no estás de acuerdo con la política de Spotify y tienes que entrar.

Plataformas como Spotify están siendo muy cuestionadas, no solo por priorizar a determinados artistas con el algoritmo, sino por sus conexiones con empresas que participan en el genocidio en Gaza. 
Yo, de hecho, no pago Spotify ni escucho música ahí. A veces me da apuro decirlo, sobre todo cuando me ponen en la portada de alguna lista como Jaleo, pero hay que decir las cosas como son. Lo de los drones y las conexiones de estas plataformas con empresas que financian la guerra es muy grave.

Lo que me parece más interesante de todo esto es cómo la situación en Palestina ha evidenciado hasta qué punto los artistas están obligados (o se sienten obligados) a posicionarse. Muchos prefieren callar por miedo a perder espacio, a que no los vuelvan a llamar ni desde instituciones ni desde festivales, tanto públicos como privados. El caso de Rosalía con Miguel Adrover fue muy revelador en ese sentido: mostró cómo se castiga cualquier gesto que se salga del guion, cualquier intento de señalar lo que incomoda. Y ahí está el problema: la libertad artística no debería depender del silencio.

Creo que ya está bien de tanta hipocresía. Las disqueras, las plataformas y los mercados responden a intereses que poco tienen que ver con la ética o la justicia. Y los artistas, al fin y al cabo, tenemos el derecho y la responsabilidad de decir lo que pensamos, sin miedo.

Hace unos días has recibido una muy buena noticia y en breve viajarás con una beca a la Escuela de Roma. ¿En qué consistirá ese nuevo proyecto?
Sí, ya es oficial. He propuesto hacer siete performances a través de las 16 sátiras de Juvenal, un autor de los siglos I o siglo II después de cristo que hacía críticas mordaces a la política y a la hipocresía social de esa época, que están muy vigentes hoy en día. Además de las performances, habrá una instalación sonora vinculándolo con textos contemporáneos como puede ser María Zambrano, quien se exilió a Roma tiene una conferencia que se llama Las Ruinas de Europa.

Ninguna expresión artística es imparcial ni debe mirar hacia otro lado ante la injusticia. El  compromiso de Álvaro Romero brota en cada palabra y sobre el escenario. Con Yeli Yeli, el cantaor atraviesa tangos, guajiras y ritmos electrónicos para recorrer las dos orillas del Atlántico sin perder de vista la realidad de Palestina ni la dictadura de lo políticamente correcto en la industria musical. En un mundo donde los algoritmos dictan tendencias, Álvaro Romero marca su propio compás a golpe de flamenco, electrónica y orgullo marica.  

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