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Hoy conmemoramos un doble aniversario. Los cincuenta años de Mayo del 68 y los 7 del 15M. En un día tan señalado queremos reflexionar acerca de las interferencias entre estos dos movimientos en un plano que no suele ser atendido: el modo en que el 15M surge como respuesta a la derrota de un Mayo del 68 convertido en coartada por el neoliberalismo y extiende socialmente una crítica prácticamente sepultada durante tres décadas.
Es un lugar común definir el Mayo del 68 francés como un acontecimiento complejo, ajeno a la imagen tradicional de la revolución. El mismo presidente de la República francesa Charles De Gaulle expresaba esta perplejidad el 14 de mayo de 1968 cuando se preguntaba de qué se quejaban unos estudiantes que tenían de todo: pantalones vaqueros, chicles, whisky, pelo largo, películas, libros y coches.
En efecto, estas palabras de De Gaulle encierran una verdad importante: esta rebelión no está inspirada única ni primeramente por la miseria, sino que en buena medida surge como reacción frente a la sociedad de la abundancia y el consumo que emerge en la posguerra. Este modelo es definido por una economía fordista-keynesiana (que implica un relativo reparto de la riqueza acompañado por una política pública de fomento del consumo) y una producción taylorista (que trata de minimizar los tiempos muertos a través de la "organización científica del trabajo").
Pero para comprender el Mayo del 68 francés al menos hay que remontarse a la década anterior a 1968. La emergencia de diferentes luchas anticoloniales a lo largo de los años 50 y s en un contexto de crítica al estalinismo y de apertura hacia posiciones marxistas "heterodoxas" constituye el caldo de cultivo de esa "izquierda radical" que romperá con el PCF y encontrará especial arraigo en el mundo universitario.
Asimismo el Mayo francés también se vuelve indescifrable si no atendemos a las transformaciones en las extraordinarias condiciones económicas después de la II Guerra Mundial. Estas vienen marcadas por un periodo de expansión del capitalismo que permite que el PIB francés aumente alrededor del 5% anual y que la tasa de desempleo se sitúe en el 2%. Aunque bajo la perspectiva actual nos parezcan cifras que debían asegurar la paz social, teniendo en cuenta además la fuerza subjetiva del "pacto social" de la posguerra, como señala Bruno Astarian en su obra Las huelgas en Francia durante mayo y junio de 1968, ya al final de la década de 1960 esos marcadores comenzaban a desestabilizarse apareciendo una cierta tendencia a la precarización de las condiciones laborales, especialmente en los obreros menos cualificados.
generador de desencanto
Para analizar el movimiento de Mayo del 68 (y su posterior derrota) resulta útil en nuestra opinión la distinción que presentan los sociólogos Luc Boltanski y Ève Chiapello entre "crítica artista" y "crítica social" en El nuevo espíritu del capitalismo. En su esquema, la crítica artista responde a dos fuentes fundamentales de indignación: el capitalismo como generador de desencanto e inautenticidad y de opresión.
Se trata, por tanto, de una reivindicación de libertad, autonomía y creatividad frente a los poderes uniformadores del mercado y la producción. Esta perspectiva nos permite entender que la explosión de imaginación política de Mayo no responde mecánicamente a determinadas condiciones materiales, sino que remite también a nuevas formas de subjetividad cuyo deseo de libertad es constreñido por la organización económica, pero también política, social y cultural de la Francia de los años 60.
La segunda forma de crítica ("crítica social") está ligada a la dimensión material y hunde sus raíces en dos experiencias, de las que extrae los motivos de su indignación: el capitalismo como fuente de miseria y desigualdad y como fuente de oportunismo y egoísmo.
La clave para entender la potencia del Mayo francés se sitúa en su capacidad para construir una nueva forma de oposición que arraiga en las condiciones de existencia y las formas de subjetivación de la juventud en la Francia de los 60
Este esquema conceptual, que será interesante sobre todo para comprender cómo el neoliberalismo se apropia de una parte del discurso de Mayo, muestra que en Mayo es imposible separar crítica artista y crítica social, ya que la primera lleva inexorablemente a la segunda y viceversa. Desde esta perspectiva lo que está en juego en los acontecimientos de 1968 no es únicamente una reivindicación juvenil del yo hedonista y su derecho a la palabra como se puede leer estos días en la prensa de todo el mundo, pero tampoco lo es la reinvención del viejo obrerismo fabril que algunos esperan sin suerte desde hace décadas. La clave para entender la potencia del Mayo francés, en nuestra opinión, se sitúa en su capacidad para construir una nueva forma de oposición que arraiga en las condiciones de existencia y las formas de subjetivación de la juventud en la Francia de los 60.
En cualquier caso, retomando el hilo de este Mayo social, los datos son inapelables: una huelga general que secundan más de diez millones de trabajadores y trabajadoras, todas las instituciones del país colapsadas durante semanas, militarización de la seguridad del Estado, suspensión de la cotización del franco en los mercados internacionales, construcción de un "doble poder" que levanta toda una red no mercantil de distribución de productos conectando la capital y las provincias… Difícilmente se puede sostener que una revuelta hedonista y expresivista de los hijos de la clase media parisina pueda tener este alcance, por más que Pasolini ofrezca una coartada izquierdista para ello (al decir que, aunque los jóvenes que protestaban en el 68 italiano tuvieran la razón, era la policía a la que se enfrentaban la que pertenecía a la clase obrera). Por el contrario fue, en nuestra opinión, esa confluencia de la potencia emergente de las nuevas subjetividades (que aparecían sobre todo entre la juventud universitaria pero también permeaban el ámbito laboral) con el papel aun central de la fuerza de trabajo industrial, la que posibilitó tal situación.
Un "hombre nuevo"
Aunque aquí analicemos el Mayo del 68 francés hay que tener presente que no se trata de un acontecimiento aislado, algo que se pone aún más de relieve cuando atendemos a su derrota, al modo en que su potencia acaba siendo canalizada por el neoliberalismo en los años 60 y 80. Este primer neoliberalismo, que William Davies ha definido como "combativo", representa una forma de gobierno a la vez social, económica, política, ética y cultural cuyo objetivo no es otro que el de las grandes utopías del siglo XX: crear un "hombre nuevo". Margareth Thatcher lo tenía claro cuando decía que la economía es el método pero el objetivo es cambiar el alma.
En buena medida podemos relacionar algunas de las estrategias neoliberales con el impulso que animaba el Mayo francés. Uno de los movimientos a través de los cuales el neoliberalismo construye su hegemonía consiste en recoger el impulso de lo que hemos llamado su crítica artista a cambio de borrar del mapa todo rastro de crítica social. A pesar de que esa fuerza que cristalizó en 1968 no fue totalmente suprimida, permaneciendo en diferentes experiencias de lucha obrera y en la contracultura y contribuyendo a la aparición de nuevos movimientos sociales (como el feminismo, el ecologismo…), creemos que el horizonte general a partir de los años 80 es el de una derrota inapelable de sus aspiraciones. Tanto es así que una mirada a estos desplazamientos nos hace pensar que la tan cacareada "revolución divertida" y hedonista de los hijos de la clase media no ocurrió en 1968 sino en 1989 cuando el neoliberalismo, que se había impuesto en buena medida a sangre y fuego (frente a una resistencia obrera, cultural y social que, como decimos, pertenece a una tradición en la que se identificaba Mayo del 68), apareció como la única forma de organización política y económica posible.
La tan cacareada "revolución divertida" y hedonista de los hijos de la clase media no ocurrió en 1968 sino en 1989 cuando el neoliberalismo, que se había impuesto en buena medida a sangre y fuego, apareció como la única forma de organización política y económica posible
Casi cinco décadas después, los movimientos de la primavera de 2011 que recorren el planeta de Túnez a Wall Street constituyen en nuestra opinión la primera respuesta global (tanto por su extensión como por su capacidad de reconstrucción de la crítica) a la hegemonía neoliberal. Del mismo modo que decíamos que Mayo del 68 no surgió en 1968, estos movimientos (especialmente el 15M, en el que nos vamos a centrar) también se incardinan en una determinada historia.
Además de las movilizaciones internacionales (especialmente articuladas alrededor de las luchas antiglobalización) y las breves pero intensas experiencias de politización social en la primera década del siglo en España (como las movilizaciones del "no a la guerra" o contra el uso político de los atentados del 11M), para comprender el surgimiento y la forma del movimiento 15M debemos atender a todo un catálogo de nuevas experiencias sociales que marcan nuestra época y el modo de relacionarse de toda una generación. Entre estas cabe destacar: la cultura de la comunicación permanente (extensión del teléfono móvil y las redes sociales) y la aparición de nuevas formas de socialización que implican la ocupación del espacio público (de las que el botellón es solo un ejemplo, aunque importante).
Si entendemos que estos elementos permiten comprender parte de la experiencia de las acampadas, sería imposible pensar el 15M sin tener en cuenta la situación económica y social desde el estallido de la crisis económica entre 2007 y 2008. En España esta crisis global tuvo su correlato en la implosión de la burbuja inmobiliaria y crediticia: un modelo no solo económico, sino también social y cultural cimentado en la política de vivienda franquista y desarrollado hasta sus últimas consecuencias desde los años 80 con el ingreso de España en las estructuras europeas. La fragilidad de este modelo productivo se hace evidente cuando uno de sus pilares (el de la construcción) quiebra. Con él comienza un efecto dominó que generará una tasa de desempleo que ha llegado a superar el 26% y unos indicadores de riesgo de pobreza que alcanzan al 22,4% de la población.
El peso de la derrota
En un contexto así no es de extrañar que las formas de crítica del 15M difirieran sustancialmente de las presentadas por Mayo. Mientras que quienes ocupaban la Sorbona aún podían identificarse como herederos y herederas de una tradición de lucha, el movimiento indignado aparece en un contexto marcado fundamentalmente por la derrota política y social de los años 80 y 90, dificultando su reconocimiento en las luchas de décadas pasadas (de hecho, a pesar de que el "adanismo" del 15M ha sido a veces exagerado, hay que dar la razón a Adriana Razquin cuando señala que las referencias en las que los propios indignados se reconocen están más cerca de Gandhi que del movimiento por la insumisión, tan importante para comprender la España de los 90).
A pesar de este contexto de derrota, en nuestra opinión el 15M reactiva ese encuentro entre crítica política y social que identificábamos en el 68 (quizá ese anhelo de libertad y justicia social sea el rasgo común a todas las revoluciones, aunque necesariamente adopta tonalidades históricas muy diferentes). En especial entendemos que la novedad del 15M es que la llamada crítica artista, preocupada por la cuestión de la alienación, la autenticidad y la autonomía, pierde parte de su centralidad discursiva dejando su lugar a una omniabarcante crítica socio-política y traduciéndose, sin embargo, en una energía emotiva alrededor del encuentro y la celebración de lo común. De este modo la crítica artista no ocupa un lugar tan central en las reivindicaciones, pero sí en cuanto a los rituales que constituyen uno de los elementos más importantes del 15M y que tienen también una enorme fuerza subjetiva y politizadora.
Mientras que quienes ocupaban la Sorbona aún podían identificarse como herederos y herederas de una tradición de lucha, el movimiento indignado aparece en un contexto marcado fundamentalmente por la derrota
De acuerdo con este análisis entendemos que el tablero de juego político en nuestro tiempo estaría marcado por el relativo cierre de las exigencias de libertad y autonomía en un contexto que de algún modo obliga a los sujetos a ser libres y auténticos (porque libertad y autenticidad son simultáneamente engranajes del modo de gobierno y disposiciones necesarias para la expansión del mercado). El neoliberalismo parece haber conseguido hacer real aquella consigna de Mayo del 68 que invitaba a "vivir sin tiempos muertos", pero en lugar de liberar la vida de las cadenas del trabajo, la ha sometido totalmente a este. Este movimiento se implementa a través de una "política social individual" que se basa en la extensión del modelo de la competencia a todos los ámbitos de la vida y pone crecientemente el acento en la autorresponsabilización del individuo ante la quiebra sistemática y programada de los sistemas de bienestar público en beneficio de los privados (seguros médicos, planes de pensiones…).
En nuestra opinión, la crítica del 15M apunta a esta conjunción del proyecto económico y social neoliberal y en este sentido creemos razonable considerarlo un movimiento conectado de algún modo con lo que tradicionalmente ha venido conociéndose como "lucha de clases", aunque evidentemente responda a dinámicas de explotación y procesos de subjetivación diferentes a los del capitalismo industrial con el que solemos asociar ese concepto.
En su dimensión política, frente al movimiento despolitizador y tecnocrático del neoliberalismo, el 15M constituye también una reivindicación de nuevas formas de subjetividad asociadas a la democratización de lo social y a experiencias de autogobierno opuestas al gobierno de las élites. Esta apertura de un nuevo horizonte de politización de los conflictos retoma aquella idea de Mayo de que "lo personal es político" pero en un contexto totalmente diferente en el que debe enfrentarse no ya a la exclusión de la vida cotidiana, sino a su reverso privatizado: "Todo lo político es personal".
El retorno de la crítica implica una politización de las contradicciones que ya no pasa como en el 68 por una mirada hacia las relaciones personales o los "micropoderes", sino hacia aquellas dimensiones de la vida social que tradicionalmente se comprendían como cuestiones políticas y bajo el influjo neoliberal se habían intentado convertir en problemas privados (el derecho a la vivienda, el desempleo, la deuda, las condiciones de vida, los salarios, los servicios públicos…). El movimiento indignado pone en marcha una lógica que es, en este aspecto, profundamente antineoliberal e instituye un proceso de subjetivación que parece tender puentes en la construcción de lo común frente al impulso de la lógica empresarial y competitiva que configura las formas de subjetividad dominantes.
Repensar la "lucha de clases"
A pesar del enorme parecido que se suele señalar entre algunas dimensiones de Mayo del 68 y del 15M (el asamblearismo, la creatividad, la toma de palabra, la ausencia de un programa de gobierno, la renuncia a la toma del poder…) hemos querido asomarnos a la relación que ambos guardan con la justicia social y la libertad porque entendemos que alrededor de ellas se anuda cierto "hilo rojo de la historia".Desde esta perspectiva creemos que se puede repensar la idea de "lucha de clases" porque entendemos que la dinámica de fondo de ambos acontecimientos no es otra que la insatisfacción (material y subjetiva) que produce el capitalismo y que las críticas e incluso los afectos que movilizan no pueden entenderse en toda su profundidad si renunciamos a este esquema en beneficio de alguna forma de "autonomía de lo político".
El neoliberalismo habría conseguido hacer real aquella consigna de Mayo del 68 que invitaba a "vivir sin tiempos muertos", pero en lugar de liberar la vida de las cadenas del trabajo, la ha sometido totalmente a este
Por supuesto el 15M no puede entenderse como la reacción automática a una crisis económica; la construcción de todo movimiento social requiere una articulación política, discursiva y afectiva. Pero pensar que lo único importante del 15M son los discursos y afectos que moviliza supone ignorar una dimensión fundamental no solo para comprender lo que ocurrió en las plazas sino también el ciclo de movilizaciones que inauguró. Incluso aunque la cifra con la que la primavera de 2011 identificó esta lucha de clases (la del 99% contra el 1%) parezca poco realista no podemos dejar de encontrar en esa formulación un impulso evidentemente antielitista que apunta a la conexión entre poder político y económico.
En este sentido el lema con el que se inició el 15M ("no queremos ser mercancía en manos de políticos y banqueros") nos hace pensar en una reactivación de la crítica (en su doble dimensión artista y social) que en el fondo responde a las formas de desposesión de la vida cotidiana que definen la lucha de clases en nuestro mundo.
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15/05/2018 :: Madrid
Mayo del 68 en España: evocaciones indiscretas
x Gregorio Morán
Quizá somos el país europeo más propenso a que el pasado no deje de cambiar
Es sabido que éste era el sueño estalinista: lograr que el presente obligara al pasado a adaptarse a las necesidades del poder. Pero donde alcanzamos los más altos niveles es en lograr que cualquier descerebrado ahíto de ignorancia imponga su historia. Así es como una alcaldesa puede denominar “facha” a un militar liberal decimonónico, o una familia como los Franco puede convertir en propiedad inalienable lo que robó a punta de pistola. No hay semana sin novedad en el terreno del desfalco histórico. La última, que Jordi Pujol e Hijos Sociedad Limitada se exhiban para que el capo se explaye ante la parroquia sin que a nadie se le ocurra denunciarlos por apología de la estafa como forma de gobierno. La siguiente podría ser la Amical de Millet y Compañía Defensores de las Esencias de la Música, o el grupo de ínclitos dirigentes del PP, que se denominarían “¡Santas Pascuas!” por su empatía hacia los jubiladosy su abnegación al soportar los gritos de los indignados.
Algo similar sucede con recientes evocaciones históricas como la de París del 68. La influencia del mayo parisino en la sociedad española fue poco menos que nula y sólo la ignorancia y las ganas de sacar pecho, ahora que está tan de moda, puede consentir la reconstrucción de un pasado muy alejado del nuestro.
La primera decisión del Régimen de Franco ante “los acontecimientos de París”, que es como se denominaba en la prensa oficial (es decir, toda), fue la de convocar de urgencia a los directores de los periódicos más importantes del momento, desde ABC y La Vanguardia, pasando por Ya, Informaciones y Pueblo, el más leído entre el magma de los diarios que orbitaban el Movimiento Nacional, aunque en puridad dependía de los Sindicatos Verticales, de donde recogía sus fondos, y del inequívoco franquista de la primera hora, Emilio Romero, su director, considerado a la sazón formador de periodistas por todos sus plumillas. Sería un gesto de pornografía política citar la lista de quienes se deformaron con él. Me viene a la memoria el de mayor trayectoria, Juan Luis Cebrián, futuro director de El País.
Apenas sabemos nada de la reunión del adlátere y cuñado del ministro de Información Manuel Fraga, Carlos Robles Piquer, con los directores de los medios periodísticos. Salvo una cosa: se les conminó a ser parcos hasta el ocultamiento sobre lo que estaba sucediendo en París, bajo riesgo de sanciones o cierre. Se había retirado el sistema de censura previa que había regido los periódicos hasta los primeros años sesenta y se había implantado la autocensura; podías publicar pero ateniéndote a las consecuencias, que iban desde el cierre total, como le ocurrió al vespertino Madrid, o la suspensión durante meses, como sufrió y con cierta reiteración el semanario Triunfo.
En otras palabras: la gente apenas se enteró de nada y los escasos protagonistas españoles en aquel París de las barricadas, que no alcanzaban la media docena, tardaron en volver y se cuidaron como es lógico de expansiones. Es verdad que la ocupación del universitario Colegio de España parisino acogió a muchos visitantes, pero la participación callejera apenas tuvo acento español como podrán atestiguar, si aún sobreviven, dos protagonistas de excepción como José Luis, un asturiano que luego se dedicaría a las marionetas y cuya entrada a España le estaba vetada gracias a uno de los chanchullos del que se había beneficiado el antiguo general republicano conocido como El Campesino. El otro protagonista sesentayochista fue Quico Espresate, cámara de la ORTF, de la familia Espresate de donde saldría la editorial mexicana Era. La mayoría de los voceros españoles de mayo del 68 pisaron París años después o eran becarios en alguna universidad norteamericana.
Mayo del 68 se convirtió en icono hispano de una minoría de avispados sin pasado que exhibir durante la fulgurante Transición. Ni estaban, ni era imaginable que estuvieran, ni tenían ganas de correr un riesgo por encima de sus posibilidades. La imagen de Cohn-Bendit burlándose de un imperturbable policía uniformado, justo a un palmo de su jeta musculada, era algo impensable para una minoría española que siempre se manifestó corriendo, por la cuenta que le tenía. La calle era de la Policía Armada y sólo se podía ocupar durante los segundos que tardaban en llegar los uniformados. No había lugar para chanzas, sólo para carreras. No eran manifestaciones sino signos minoritarios de protesta. Vivíamos, conviene recordarlo, en una dictadura de verdad y no de plexiglás.
Nuestro mayo del 68, si es que alguno hubo, no fue otro que el recital de Raimon en la Facultad de Económicas de Madrid. Pero esa ya es otra historia.
cronicaglobal.elespanol.com
Texto completo en: https://www.lahaine.org/mayo-del-68-en-espana
mayo del 68 es la primera mierda posmoderna; hijos academicistas de clase media provenientes de la primera generacion del estado de bienestar con reivindicaciones hedonistas (que hay de los mio) y el 15M la misma mierda posmoderna unos cuantos años despues.
Estamos esperando a que nos ilumines y des la receta para politizar los malestares materiales de forma tan masiva e influyente como se hizo aquí. No se a que espera para poner en marcha la fórmula si la tienes. Ah no, que la culpa es de los demás, de los que hacen cosas que no soportan mis lógicas ortodoxas, y que son una mierda ¿verdad?. Cuánto tiempo estamos perdiendo sin que vengas a enseñarnos a hacer la revolución, simplista
Primer paso: Librarnos de "los comunes". La izquierda tricornio a la que perteneces.
Date por iluminada. Son diez mil €.