Un niño de nueve años se ha suicidado en EE UU por sufrir bullying homófobo. Puede evitarse

Normalizar la diversidad sexual en los centros educativos es fundamental para evitar el bullying homófobo, un trabajo que se ve entorpecido por la desidia de las administraciones y los ultras organizados.

lgtb logroño
Irene Martínez Manifestación Orgullo 2016 en las calles de Logroño.

Se llamaba James, tenía 9 años y se suicidó a los pocos días de la vuelta a cole y tras sufrir bullying homófobo en un centro escolar de Denver, Estados Unidos. Había hablado con su hermana y su madre, ambas sabían que era gay y estaban pensando cómo abordarlo en el colegio.

A su hermana, el pequeño le contó que otros niños le habían dicho: "suicídate". James comenzó el curso el 20 de julio. Se suicidó cuatro días después. Su madre asegura que lo hizo por sufrir bullying homófobo, algo que investiga ahora la policía: “Me puedo imaginar todo lo que pasó en cuatro días”, declaró la madre a un canal de televisión.

“Para un niño de nueve años ser insultado en el colegio es un ataque a su línea de flotación, a su autoestima, al concepto que tiene de sí mismo”, explica Joaquín Álvarez, profesor del instituto Duque de Rivas, en Rivas Vaciamadrid (Madrid), que desde 2003 cuenta con una tutoría LGTB que muchas organizaciones ponen como ejemplo. “Llega a desarrollar estrategias de autoodio y autorrechazo y lamentablemente a veces encuentra en el suicidio la peor de las salidas”, explica.

Para Álvarez, “los centros escolares tienen que anticiparse a una realidad que conocen perfectamente”. Para ello, mostrar referentes de personas relevantes de la comunidad LGTB, visibilizar la diversidad (no solo sexual) y trabajar con toda la comunidad educativa es fundamental.

Pero, ¿qué pasa cuando se produce un insulto homófobo? “Cuando esto ocurre, nuestra estrategia es decirles a los alumnos que la víctima no es solo la persona agredida, sino que la agresión daña a la comunidad y a sí mismos, que están actuando como con un condicionante cultural que pone en indefensión a lo que entiende como minoría sexual”.

Pese a que la tutoría del centro ripense se suele poner como ejemplo y ha sido reconocida en multitud de ocasiones, Álvarez pone de relieve el poco o ningún apoyo que recibe por parte de las administraciones, especialmente las autonómicas. Y aunque su queja en concreto es por la actitud de la Comunidad de Madrid, asegura que la situación es similar en comunidades gobernadas por el PSOE.

“Todos los años se suicidan en nuestro país adolescentes LGTB, pero ocurre que muchas veces la familia no quiere unir al propio dolor el estigma que aún supone esto y evitan que salga en los medios”, lamenta Álvarez. Entre los pocos casos de adolescentes que se han rendido ante la descomunal batalla contra un sistema sordo y que que sí se han podido conocer, gracias en parte al trabajo de la asociación de menores trans Chrysallis, están los de Ekai, Alan o Thalía.

“Las administraciones ante una noticia de este tipo salen a decir que no podemos permitir esto y luego pasan página”, dice este docente, que recuerda que la comunidad LGBT supone el 10% de la población, y que la tasa de suicidio entre estas personas es superior a la de la población general.

Rubén Lodi, responsable del Observatorio de Delitos de Odio de Arcópoli, que en 2017 registró 287 incidentes y delitos de odio en 2017 en la Comunidad de Madrid, recuerda la importancia de normalizar la diversidad sexual en las aulas. “La visibilización es nuestra arma”, dice.

Sobre la dejadez de las instituciones, pone un ejemplo: cuando hace dos años enviaron cartelería con el número de teléfono del que dispone el Observatorio para denunciar agresiones a centros educativos de la Comunidad de Madrid, no recibieron ninguna respuesta. Sin embargo, un medio ultra no dudó en decir que presionaban a los centros.


Arcopoli Cartel Acoso
Uno de los carteles de Arcopoli para denunciar el bullying LGTBfóbico.

Más preocupante aún es que cuando un centro decide tomar alguna iniciativa, surjan grupos homófobos organizados para frenarlas, explica Lodi, como ha ocurrido en Murcia en abril de este año, cuando Foro por la Familia celebró que la Consejería de Educación de Murcia frenase charlas sobre diversidad sexual en institutos, o cuando un padre logró frenar una charla sobre igualdad en un colegio de Madrid en mayo por alegar que se trataba de un taller “ideológico”. “Los homófobos están muy bien organizados”, se lamenta.

Para la vuelta al cole, Lodi recuerda la importancia de que la comunidad educativa trabaje en sintonía: “Al personal del centro y padres hay que pedirles que estén muy pendientes, que vigilen si el niño o niña no quiere ir al colegio, o cómo se comporta en pasillos, entradas del colegios, zonas que para algunos han sido un infierno”, dice, recordando la etiqueta #MeQueer con la que miles de personas han compartido en Twitter sus experiencias, entre ellas muchas de bullying homófobo en el colegio.

Y, de nuevo, la visibilidad: “Es fundamental la visibilidad: que se hable de ellos, que se hagan campañas, que se nombre a Lorca, Gloria Fuertes o el Greco y se dé una pincelada de normalidad a la diversidad sexual para que los niños pueden contribuir a asimilarla como una faceta más de la vida”.

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