Instituciones culturales
Las editoriales migrantes exigen su lugar en la Feria del Libro de Madrid y en la industria cultural española

Una acción de protesta en la Feria del Libro de Madrid reclama más atención y apoyo a las editoriales impulsadas por personas migrantes y racializadas, que sobreviven pese a los obstáculos que reciben de las administraciones, según denuncian.

La Feria del Libro de Madrid, cuya edición número 84 concluye el domingo 15 de junio, es un lugar de encuentro central para el sector editorial, donde muchas empresas consiguen cuadrar las cuentas y salvar el año. En 2024 se vendieron más de 831.000 ejemplares, con un volumen de negocio en torno a 13,4 millones de euros y casi un millón de visitantes, según el primer estudio integral sobre el impacto cultural y económico de la Feria del Libro de Madrid elaborado por la consultora Gfk. Cuatro de cada diez librerías presentes alcanzaron hasta el 20% de su facturación anual en los 15 días de la feria en el parque de El Retiro. El beneficio neto medio declarado por caseta fue de 11.600 euros.

Pero este evento, dado su carácter simultáneo de ágora, escaparate y mercado, también es propicio para la expresión del descontento. En 2021, una treintena de librerías denunció el “lavado de cara” del gobierno colombiano en la Feria del Libro de Madrid, dedicada en esa edición al país sudamericano. En 2024, una campaña criticó la doble versión de Repsol en la feria, donde se presentó como proveedor de energía renovable mientras era la empresa más contaminante de España. Y en 2025 quienes han alzado la voz han sido las editoriales migrantes y racializadas para protestar por “los obstáculos administrativos y el racismo institucional” y para hacerse visibles “pese a la exclusión económica” a la que aseguran que les condena el mundo del libro en España. En la tarde del jueves 12 de junio, varias personas realizaron una acción de protesta escenificando una especie de top manta del libro. Hubo revuelo y la directora de la feria, Eva Orúe, apercibió al grupo que llevaba a cabo este “ejercicio de resistencia”, como lo califica una de las personas participantes. “Nos dijo que todos los libros de la feria tienen ISBN y están registrados, dando a entender que los nuestros no y que por eso no tenemos derecho a estar. Su lectura subjetiva está tan alejada de la realidad que parece que nosotras todavía estamos en taparrabos, pero sin decir quiénes fueron los colonizadores y los que arrasaron con nuestras culturas y nuestras tierras”, comenta a El Salto esta activista editorial, quien pronuncia una frase muy reveladora: “Hablan del libro español, no de los libros y las letras en español”. La protesta tuvo lugar en la puerta del Pabellón Iberoamericano de la Feria del Libro de Madrid poco antes de la celebración de una mesa de debate sobre la edición migrante en España.

En conversación con El Salto, Eva Orúe asegura que nunca ha recibido peticiones de estas editoriales para participar en la Feria del Libro de Madrid de este año y que está dispuesta a hablarlo de cara a ediciones futuras —“no han llamado ni se han puesto en contacto para manifestar sus reclamaciones”—, pero también recuerda que el reglamento de la feria obliga a que las editoriales cumplan unos requisitos como tener al menos 25 títulos publicados, ser miembro de uno de los gremios editoriales y tener ISBN español “porque la feria no es internacional, sino local, con editores de toda España”. 


“Siendo un país diverso, aún los universos culturales migras siguen siendo invisibilizados por la industria e instituciones culturales. Durante años nos han visto como mano de obra y no como agentes culturales. Es decir, la circulación de libros, pensamiento, obra y creación migrante y racializada es actualmente muy limitada y, si no se llega al público, es muy difícil generar cambios hacia una sociedad más inclusiva y respetuosa”, explica Dagmary Olívar, de la Asociación Yo soy el otre, quienes junto a La Parcería Edita y con la colaboración de Plataformacero, han impulsado Migraturas, una iniciativa para localizar y situar las editoriales migrantes y racializadas que operan en España.

Según sus cálculos, existen entre 80 y 100 editoriales independientes y autogestionadas que trabajan en torno a la creación literaria de autores migrantes y no blancos. “Más del 70% de gestores/editores lo hace de forma no remunerada, más de la mitad publica menos de cinco libros al año, la mitad trabaja con ISBN y registro, las menos con distribuidoras y las más comercializan sus libros a través de librerías, ferias y venta directa”, detalla Silvia Ramírez Monroy, de La Parcería Edita.

Son cifras modestas para un país en el que viven más de ocho millones de personas que nacieron fuera del territorio. Y números que se pierden en el global del sector editorial en España. Según el Avance del Informe de Comercio Interior del Libro, de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), en 2024 las ventas conjuntas en el mercado interior alcanzaron un total de 3.037,51 millones de euros, lo que supone un incremento del 6,3% con respecto a 2023. El año pasado se editaron 87.542 títulos, de ellos 59.758 correspondieron a libros impresos, un 0,4% más que en 2023. El resto, 27.784, fueron editados en formato digital, un 8,7% más que el año anterior.

Frente a esos guarismos que dibujan un negocio en expansión, la realidad de las editoriales migrantes pasa por obstáculos de todo tipo que hacen que estas iniciativas se vean abocadas a formas artesanales, públicos minoritarios y a no poder estar presentes en espacios como la Feria del Libro de Madrid. “Las propuestas independientes desde los márgenes producimos literatura con dificultad. Las tiradas que hacemos no son grandes, no llegan ni al 10% de lo que producen en total las grandes editoriales en España. No contamos con recursos suficientes para pagar los altísimos precios por stand en una feria como la de Madrid”, explica Quinny Martínez Hernández, fundadora en Barcelona de la Feria Itinerante del Libro Migrante (FILMIG), que ya ha celebrado dos ediciones. Sus canales de distribución tampoco son los habituales porque, como dice, “esas distribuidoras están hechas para un volumen rentable, no todas podemos dejar el 20% a una distribuidora y el 30% a una librería, además de pagar un stand. Hacemos tiradas de 100 ejemplares que tenemos que vender con esfuerzo”. Martínez Hernández, también editora y poeta, considera que en la medida en la que las grandes plataformas “generen intercambios” que les permitan acceder a encuentros multitudinarios como las ferias tradicionales, “estarán contribuyendo a una apuesta política que emerge desde las periferias y cuya calidad no tiene nada que envidiar a las grandes editoriales”.

Culturas
Culturas La FILMIG reflexiona sobre hacia dónde se dirige la producción cultural migrante en el Estado español
La primera edición de la Feria Itinerante del Libro Migrante convoca a Vivi Alfonsín, Moha Gerehou, Dagmary Olívar y Silvia Ramírez para dialogar sobre la creación y participación en la cultura de las personas migrantes y racializadas.

Iván Vergara lleva 21 años, los que han pasado desde que llegó a España, peleando con el bloqueo institucional y las barreras que enfrentan las iniciativas culturales impulsadas por personas migrantes. Gestor, poeta, editor en Ultramarina y creador de la Plataforma de Artistas Chilango Andaluces (PLACA), su actividad literaria periférica y subterránea desde Sevilla ha chocado una y otra vez con impedimentos administrativos que atribuye a un racismo de corte institucional. “Es cotidiano, constante”, lamenta. “Te hacen sentir que estás haciendo algo malo, como si no tuvieras que estar ahí. Las editoriales migrantes hacemos las cosas de una manera diferente y eso es un problema en España”. En su opinión, es algo que tiene que ver con “todo un sistema no sé si preparado deliberadamente para limitarnos y dejarnos en la periferia, para no tener visibilidad con respecto a la que tiene la actividad de una editorial convencional”. 

La escritora Gabriela Wiener, editora de Sudakasa Ediciones y, durante 2025, de la colección Yegua de Troya en Penguin Random House, entiende que “por reparación y memoria histórica, por la desigualdad generalizada del mundo editorial”, la Feria del Libro de Madrid debería ceder un stand gratuito el año que viene para las editoriales migrantes y racializadas. Ella rechaza como una opción participar en Indómitas, el espacio que, desde 2023, la feria madrileña ofrece a iniciativas editoriales alternativas y autogestionadas. Fueron 25 en ese primer año, 50 en 2024 y 44 en esta edición, 22 el primer fin de semana y 22 el segundo. “Las editoriales que reúne la Asociación del Nuevo Relato Social —Esto no es Berlín, La Mujer Rota y Sudakasa Ediciones— decidimos no ir porque este tipo de soluciones no van a la raíz del problema, son solo paliativos”, valora Wiener.

Literatura
Literatura al margen Las editoriales indómitas se asientan en la Feria del Libro de Madrid con un requisito: saltarse las normas
Más de 40 sellos no convencionales pasan por la cita literaria más importante de Madrid unidos por no seguir los canales habituales de distribución, prescindir del ISBN y entender el libro como un formato más allá del contenido.

Por su parte, Quinny Martínez Hernández resume de manera diáfana las peticiones que se realizan desde estos proyectos editoriales: “No queremos que nos regalen nada, nuestra exigencia de reparación no pasa por allí, lo que queremos es que nos den la oportunidad de estar bajo condiciones justas”.

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