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Juegos olímpicos
De los cinco aspirantes extremeños a medalla en los Juegos Olímpicos, sólo uno entrena en la región
Minutos después de su histórica medalla en los Juegos Olímpicos, la cuenta secundaria en Twitter de Alberto Ginés —el cacereño de tan sólo dieciocho años que ha conseguido, con su oro, ser el primer Campeón Olímpico de la historia de la escalada— se viralizó por sus posicionamientos de izquierdas y en contra del partido ultraderechista VOX. “Los jóvenes no os queremos a vosotros”, en referencia a un tuit de la organización de Abascal, o “La gente diciéndome en Twitter que no me merezco representar a España en los JJOO porque soy rojo, ¿todo bien?” contaron, a raíz de su triunfo, con miles y miles de retuits y comentarios en redes sociales.
Los jovenes no os queremos a vosotros https://t.co/qHtzki2gXG
— me gustan los sabados (@lilcabeSa) March 5, 2021
Sin embargo, otras reflexiones del joven medallista pasaron desapercibidas. “El otro día iba tranquilamente en el coche y de la nada me puse a llorar, simplemente me planteé si de verdad merecía la pena perderme la vida de mi familia. Parece una gilipollez, pero llevo tres años sin estar en el cumpleaños de mi hermana, veo a mis padres una vez cada muchos meses, a mis abuelos apenas los veo en vacaciones y no recuerdo el último cumpleaños de mis primos en el que estuve”, confesó hace apenas cinco meses, cuando su cuenta contaba con menos de 400 seguidores (ahora tiene más de 140.000). Otros tuits como “Me deprime hacer la maleta”; “Llorar a las 9 de la mañana no mola”; “Quiero volver a ser el niño que era antes”; “¿Y si mando todo a tomar por culo?”; “¿Quién decidió que tengo que saber gestionar mi vida?”; nos acercan a una realidad más verdadera que la que, a veces, los medios de comunicación proyectan de la vida de alguien que acaba de proclamarse campeón del mundo.
“El otro día iba tranquilamente en el coche y de la nada me puse al llorar. Simplemente me planteé si de verdad merecía la pena perderme la vida de mi familia”
Y es que Alberto, con apenas quince años, tuvo que dejar atrás a familia y amigos para trasladarse al Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vallés (Barcelona), la estructura deportiva que le permitía, a 900km de su casa, evolucionar en la disciplina de su vida. Desde entonces hasta la preparación de los Juegos Olímpicos de Tokyo, ha estado entre Barcelona y Pamplona. A veces incluso ha tenido que viajar a países como Austria, Francia o Portugal. De la experiencia forzosa de su hijo, Alberto, como también se llama su padre, ha hablado en múltiples ocasiones.
En una entrevista del año 2018 en el Diario Hoy, el padre del escalador se quejaba de la falta de instalaciones para la práctica competitiva de su hijo: “Son muy precarias. Solemos ir al rocódromo de Plasencia, al de Mérida y al de Cáceres, que es muy pequeño y está ubicado en el Pabellón Multiusos. No hay mucho más en la región. Con esas infraestructuras, cuando sales a competir te das cuenta de las grandes diferencias que existen entre países. En Francia, en cualquier pueblo de más de 5.000 habitantes hay un rocódromo. Es como si un esquiador que participa en el campeonato del mundo, entrena en Xanadú”. Su entrenador, David Macià, ha llegado a reconocer que a veces se han visto obligados a pagar por entrenar en rocódromos privados.
Llama la atención que, paralelamente a la falta de infraestructuras, el alto rendimiento en las prácticas deportivas sea considerado por la ley extremeña de interés para la Comunidad Autónoma por su función representativa de Extremadura y por el estímulo que supone para el fomento del deporte base extremeño, o, tal y como se expone en la Ley 15/2015, de 16 de abril, por la que se ordena el ejercicio de las profesiones del deporte en Extremadura, que entre los derechos de los deportistas figure “el de recibir unos servicios adecuados a sus condiciones y necesidades personales”. Aunque otras legislaciones, como la Ley 2/1995, de 6 de abril, del Deporte de Extremadura, tenga en sus principios rectores “la construcción y equipamiento de instalaciones deportivas” o atribuya a los entes locales “la promoción deportiva y la construcción, mejora y buen uso de las instalaciones de su territorio”, la realidad es bien distinta.
Llama la atención que, paralelamente a la falta de infraestructuras, el alto rendimiento en las prácticas deportivas sea considerado por la ley extremeña de interés para la Comunidad Autónoma
No parece que los deportistas olímpicos en Extremadura hayan disfrutado de “La planificación y promoción de una red de instalaciones deportivas en Extremadura, suficiente y racionalmente distribuida” (artículo 5C) o del apoyo “a los deportistas de alto nivel, procurando el apoyo técnico, científico y médico necesarios, así como su plena integración social” (artículo 57). ¿Puede haber integración social de los deportistas de élite en la región si de los cinco aspirantes extremeños a medalla en los Juegos de Tokyo ninguno entrena en Extremadura?
Javier Cienfuegos entrena habitualmente en Montijo
Nacido en Montijo, el atleta especializado en lanzamiento de martillo empezó su vida deportiva federado en el Club de Atletismo de Montijo a la edad de quince años. Dos años después, tuvo que salir hacia Alicante para continuar su progresión deportiva. Ser de un club deportivo extremeño no implica siempre que tu lugar de entrenamiento sea Extremadura.
Del Benacantil Puerto de Alicante, donde estuvo dos años (de los diecisiete a los dieciocho), pasó al Club Atletismo Playas de Castellón, por el tiempo de cinco años (de los diecinueve a los veintitrés). Tras breve retorno de dos años al club de Montijo, regresó al Playas de Castellón en 2016, con veintiséis años, donde pertenece desde entonces (durante la pandemia de la COVID-19 entrenó en Gran Canaria) hasta ahora. Es el único que entrena habitualmente en Extremadura.
Álvaro Martín, de Llerena a Castellón
Nacido en Llerena, el atleta especializado en marcha comenzó su andadura deportiva en Almendralejo. Allí estuvo dos años, desde los quince hasta los dieciséis. Luego, al igual que su paisano Cienfuegos, tuvo que fichar por un club fuera de Extremadura: el Club Playas de Castellón, donde ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional.
De 2011 a 2020 (desde los diecisiete hasta los veintiséis), Álvaro se ha formado fuera de la región hasta llegar a ser uno de los mejores marchistas españoles. En este último año, al menos, ha podido entrenar en su club, CAPEX, equipo de atletismo de Villafranca de los Barros.
Miriam Casillas, de Badajoz a Ferrol
Nacida en Badajoz, la triatleta extremeña comenzó a entrenar en un club de triatlón pacense. Con doce años, entrenar duatlones y triatlones era un pasatiempo complementario a sus clases de natación. Sin embargo, poco a poco empezó a tomarse en serio la disciplina, y para entrenar debidamente, tuvo que emigrar a Madrid a los dieciocho años.
Teniendo que vivir y entrenar lejos de su tierra, pasando del Centro de Alto Rendimiento de la capital hasta Ferrol, donde entrena habitualmente con el equipo Club Triatlón Ferrol, la deportista ha criticado en varias ocasiones la falta de medios en Extremadura. En una entrevista en la revista Grada, llegó a decir que “en lo deportivo solemos estar a la cola de todas las regiones y creo que tenemos mucho más potencial del que se piensa. La realidad es que muchos deportistas extremeños estamos fuera”.
Cristina Cabaña, de Mérida a Madrid
Nacida en Mérida, la judoca practica la disciplina deportiva desde el colegio. Sus comienzos se ubican en el Centro Deportivo Stabia de Mérida, aunque como casi todos los deportistas de élite tuvo que mudarse a Madrid para entrenar en el Centro de Alto Rendimiento. De allí pasó recientemente al gimnasio del medallista Quino Ruiz, en Brunete.
Cristina ha reconocido en alguna ocasión la necesidad de crear estructuras que ayuden a los deportistas a mantener el nivel, infraestructuras, medios y ayudas para compaginar entrenamientos y estudios. En una entrevista que concedió al Periódico de Extremadura afirmó que “necesitamos que se cree un programa que sea capaz de mantener eso (el nivel de los judocas infantiles) en absoluto: apoyar a los judocas para que no pierdan su progresión y puedan seguir en la universidad”.
Como hemos visto, los y las deportistas de élite en Extremadura se ven abocados a salir de la región para labrarse un futuro deportivo. No contar con infraestructuras deportivas públicas preparadas y suficientemente dotadas en la región termina significando emigración, soledad, distanciamiento de familias y amigos, estudios intermitentes y la separación forzosa de sus ciudades y pueblos, de sus entornos y círculos próximos. ¿Servirán las experiencias vitales de nuestros deportistas y el foco mediático de los Juegos Olímpicos de Tokyo para que existan políticas públicas que promuevan el deporte de cercanía, en el territorio, y no forzosamente fuera de Extremadura?