La Colmena
Prostitución después de la salida de misa

Unas breves notas históricas sobre la prostitución en Extremadura con el ruido de fondo del debate interminable entre la abolición y la legalización.
19 may 2025 11:19

Que la prostitución es consentida por el Estado, tanto por el de ayer como por el de hoy, no es solo un secreto a voces, sino también una evidencia contrastada.

De diversas formas, pero con iguales resultados, hay prostitución de norte a sur y de este a oeste, sin límite de edad. Esta esclavitud sigue existiendo más allá de la abolición de la misma esclavitud, una práctica normalizada que no aturde conciencias a mansalva ni escandaliza la moral de una sociedad complaciente con su ejercicio, en la convicción de que es una institución más, alimentada, protegida y propiciada por actores que van más allá de los puteros que la consumen, sin que se salven gobernantes, jueces, policías, plutócratas, clerigallos e incluso organismos supuestamente protectores de la infancia, que por acción u omisión, toleran violaciones con marchamo de negocio.

En el siglo XIX se hablaba de trata de blancas por el hecho de que solo se consideraba este mercadeo de cuerpos cuando la piel era blanca y europea. El resto de pieles, ni blancas ni europeas, no entraban en la categoría, por entender que más allá del mundo no colonial quedaba el mundo de la barbarie, donde la prostitución era parte del tinglado, de forma natural. Con la descolonización y los tiempos modernos se cambió del término de trata de blancas, racista, a trata de personas, acorde con los derechos humanos, una declaración que sirve solo para una reducida parte del planeta. Para la otra, solo existen los derechos torcidos.

El nombre de las mujeres prostituidas queda a veces para la Historia, entre líneas perdidas de recriminación, desprecio y morbo. El de los proxenetas, el oficio más antiguo del mundo, se pierde en el anonimato o se camufla con el reconocimiento

El nombre de las mujeres prostituidas queda a veces para la Historia, entre líneas perdidas de recriminación, desprecio y morbo. El de los proxenetas, el oficio más antiguo del mundo, se pierde en el anonimato o se camufla con el reconocimiento. Entre siglos del XIX y del XX abundaban en la ciudad de Badajoz las casas de mala nota, que se distribuían entre la calle de Afligidos y de Corregidores. En la primera ejercían Felisa Suárez y Petra Serra, de costumbres retratadas en el periódico La Región Extremeña del 19 de abril de 1896; el mismo periódico, apenas un par de años antes, el 29 de septiembre de 1894, señalaba el consentimiento y la implicación de la guardia municipal en los negocios de esta calle. Petra Serra se suicidó, o la suicidaron, a principios de mayo de 1913, tirándose desde el pretil del puente sobre el río Guadiana. Ningún juez abrió investigación sobre la causa de su supuesto suicidio. Ningún periódico extremeño dio noticia del suceso. Solo El Popular, Diario Republicano de Almería, del 6 de mayo de 1913, detalló su muerte: “la infeliz cayó de cabeza sobre unas piedras, deshaciéndose el cráneo”. Fin del episodio. Nada más que reseñar.

Había otras casas de mujeres prostituidas, como las de María Franco Flores, en la calle Encarnación, número 20, Luisa Rosa Álamo, Isidra González Ríos, todas ellas con casa en la Plaza Alta o aledaños, reconocidas en su miseria por los periódicos de la época sin que se diga, en ningún momento, el nombre de sus explotadores.

En 1975 todavía los negocios de prostitución en la ciudad de Badajoz se seguían dando en estas calles. También en la zona de la Estación, San Roque y La Picuriña. La Hoja del Lunes de Badajoz, el único periódico que podía salir ese día de la semana, publicó el 27 de enero y el 3 de febrero de 1975 un reportaje sobre la prostitución en Badajoz, en el que opinaban policías, sociólogos, sacerdotes… e incluso las mismas mujeres prostituidas.

El reportaje denunciaba el hecho de que muchas de las casas que se utilizaban eran de arriendo. “Algunas personas que se llaman cristianas”, decía la publicación, en referencia a los propietarios, “las explotan en esto, ya que pagan muchas de ellas una cantidad que en algunos casos llega a las 10.000 pesetas en concepto de alquiler”.

La cantidad de mujeres prostituidas, sin llegar a una cifra exacta, se databa en más de doscientas, pero mucho más elevado era el número de hombres y otro tipo de monstruos que vivían a costa de ellas.

“Algunas personas que se llaman cristianas”, decía la publicación, en referencia a los propietarios, “las explotan en esto, ya que pagan muchas de ellas una cantidad que en algunos casos llega a las 10.000 pesetas en concepto de alquiler”

La publicación de este reportaje le costó a la Hoja del Lunes de Badajoz una denuncia, a cargo del Ministerio de Información y Turismo, cuyo titular era el franquista León Herrera, antiguo requeté durante la guerra que iniciaron los golpistas en 1936, todo ello en virtud de la entonces vigente Ley 14/1966, de 18 de marzo, de Prensa e Imprenta, que establecía en su artículo segundo las limitaciones a la libertad de expresión y difusión de la información. Se consideraba que el artículo atentaba contra la moral, y por ello su director, José Carlos Duque García, un joven periodista que se había atrevido a ponerle de nombre a su hija Libertad y que había cubierto para algunos medios los primeros días que siguieron a la Revolución de los Claveles en Portugal, fue condenado a 50.000 pesetas. Ayer, como hoy, la moral no tolera que se aireen sus pecados en la plaza pública.

Hoy día la prostitución en Extremadura no está solo en las capitales de provincia. Las mafias se han especializado en distribuir su género esclavo por entornos rurales, donde son más difíciles de detectar por las instituciones encargadas de amparar los derechos de la ciudadanía y donde el vecindario, en general, mira hacia otro lado cuando sospecha que hay víctimas de trata o presuntas víctimas de trata. No hay límites de edad. Las estrategias empleadas por las redes de trata para la explotación comienzan con la captación mediante falsas promesas de empleo, bien mediante un familiar, un novio, captadores profesionales, agencias matrimoniales e incluso secuestro, y continúan con el endeudamiento de la persona para su posterior control, sometimiento y explotación.

Feminización de la pobreza y trata de mujeres son realidades que van de la mano. El Estado y sus gobiernos, interesados en defender las fronteras, intervienen desde el enfoque de la represión a la inmigración irregular y el control de las redes de explotación, mientras la sociedad en general entona un debate interminable entre la abolición y la legalización. Al margen de los empeños de unos y de otros quedan las condiciones de vida, los derechos legítimos, la protección de quienes son objeto más que sujeto. Las grandes olvidadas. Las apestadas.

Amech Zeravla.

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