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Capitalismo
De gorriones y el modelo
Debemos decidir entre hacer una reflexión colectiva, urgente, en torno a si realmente queremos cambiar este modelo absolutamente destructor de la vida o simplemente unirnos a los gorriones, e ir poquito a poco, desapareciendo.
Según un estudio de una prestigiosa asociación ornitológica, en España, han desaparecido treinta millones de gorriones en una década. En palabras de esta asociación “hay estudios que apuntan a la contaminación, ruido, alimentos de mala calidad, falta de refugios …” Claro está, que esto no va de gorriones. Ni siquiera de derechos animales. No. Esto va de en qué tipo de sociedad estamos sobreviviendo o mejor dicho, en qué clase de sociedad estamos pereciendo.
Cuando el modelo económico se basa en un consumo desaforado de cosas y recursos, sin mayor criterio que el de mantener no me digas qué niveles de crecimiento, para mayor gloria y acumulación capitalista, la menor de nuestras preocupaciones debiera ser la población de gorriones. Pobres. Sin embargo, son un indicador de lo rematadamente imbéciles que somos, abrazando una forma de vida que ni siquiera lo es, ya que estamos contribuyendo, entre todas, más que a una forma de vida, a la forma de muerte con más aceptación jamás contada.
Chile
Franck Gaudichaud: “Observemos Chile para entender en qué clase de mundo quieren que vivamos”
El autor de “Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo” (Sylone, 2017) habla de los más de seis meses de agitación social que sacudieron al país.
Para mantener nuestra forma de muerte, sobreexplotamos los recursos del planeta como si éstos fueran inagotables; contaminamos nuestro entorno, haciéndolo cada vez más invivible, como si no nos fuese a afectar; consumimos toneladas de cachivaches electrónicos que reemplazamos por otros en cada vez menos tiempo, llenando vertederos que no van a ser capaces de asumir tal cantidad de desechos (ya no son suficientes pero siempre nos quedará África, India,… como enormes contenedores); requerimos cada vez de una mayor cantidad de energía para nuestro día a día, sin hablar del consumo de plásticos y sus efectos. Hasta un millón de especies están al borde de la extinción por la acción humana. Sin embargo, aún nos llama la atención que 30 millones de gorriones la hayan espichado en 10 años. Definitivamente somos la especie más imbécil del universo conocido.
Lo somos porque abrazamos un modo de vida que no es tal. Tres cuartas partes del planeta sirven al cuarto afortunado, que dicho sea de paso, cada vez lo es menos, lo somos menos, aunque sin comparación con los lugares más empobrecidos. Y el tiempo pasa y la solución, si la hay, está cada vez más lejos de ser factible. Cada vez más alejada de nuestras manos. No es una cuestión de ver el vaso medio vacío, es una cuestión de meternos en la cabeza la absoluta emergencia que, como especie, tenemos ante nuestras narices y no queremos ver.
Estamos entregados a un modo de vida en el que nuestro bienestar individual y nuestro aspecto, priman sobre los problemas colectivos, que nos aburren y nos obligarían de alguna forma a cierto compromiso social. No tenemos tiempo o tendríamos que dejar a ir a spinning. Para evitar cualquier tentación de vivir hacia fuera, socializando este sinsentido de existencia, corremos o meditamos o tiramos con arco, eso da igual, la cosa es que nada ni nadie altere nuestra felicidad. ¡Sólo se vive una vez!
Todo esto, que no es poco, nos tendría que llevar a una reflexión colectiva, urgente, en torno a si realmente queremos cambiar este modelo absolutamente destructor de la vida -buscando una austeridad activa en nuestra cotidianidad, menos espectáculo y más solidaridad con el prójimo- o simplemente unirnos a los gorriones, e ir poquito a poco, desapareciendo. Los gorriones no pueden reflexionar, nosotras como especie, al menos deberíamos cuestionarnos esa capacidad. Hagamos al menos el esfuerzo.