Derecho a la vivienda
Especulación, propiedad y ocupación

Se habla del derecho a la propiedad de las grandes empresas, de la libertad de los bancos o de los fondos buitre, pero no es la propiedad lo que se está defiendo, sino la especulación.

Callejo 13 - 6
La especulación de la que se aprovechan algunas personas ponen en riesgo a muchas otras Elvira Megías
7 oct 2020 05:00

La propiedad es un tema muy debatido hoy en día a causa de las situaciones que se están viviendo y de la cantidad de noticias sobre la vivienda y la okupación. Es además considerada desde el inicio del liberalismo como uno de los derechos fundamentales de las personas, pero también ha originado a lo largo del tiempo debates y controversia. Los movimientos disidentes del liberalismo, como el marxismo y el anarquismo, ponían en tela de juicio la inviolabilidad de este supuesto derecho, ya que vieron que era la base fundamental para la explotación de las clases trabajadoras. Pero conviene perfilar que lo que defendían estas ideologías era la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, que llevaba a las desigualdades sociales.

La desaparición de las tierras comunales a finales de la Edad Media supone un problema para muchas familias que se mantienen gracias al cultivo de estas parcelas. Pero los grandes propietarios se hacen con ellas y les dejan sin medios de subsistencia, por lo que muchas se ven obligadas a marcharse a la ciudad y vender su fuerza de trabajo. Se convierten en el proletariado y a partir de ese momento dependerán del asalario para vivir. Los dueños de las tierras apropiadas y los que poseen los medios de producción controlan la economía. La riqueza queda en manos de unos pocos, mientras que el resto sólo puede vivir a consta de su trabajo. Un trabajo que va a suponer una explotación, donde la clase obrera tiene que vender su tiempo y su vida para generar una riqueza que ella no disfruta. Esta apropiación de lo común, que genera una mano de obra barata, recuerda a lo que se está viviendo hoy en día con la eliminación de los público y la especulación inmobiliaria.

Proudhon comienza su obra ¿Qué es la propiedad? afirmando que la esclavitud lleva al asesinato, ya que se priva a las personas de su pensamiento, de su libertad y de su propia dignidad. Se les pone al servicio del otro, como si no fueran más que las piezas de un engranaje. También afirma que la propiedad supone un robo, ya que el beneficio queda en manos del empresario, sin que se distribuya entre la clase trabajadora, que es la que ha realizado el trabajo. Marx también defendía la idea de que la plusvalía correspondía al trabajador o trabajadora. Es el trabajo, según la teoría marxista, la que aumenta el valor de la mercancía. Si el empresario es el único que se beneficia del trabajo, les está robando a las personas trabajadoras, que son las que han aumentado el valor del producto. De ahí la defensa desde el marxismo, socialismo y anarquismo de la nacionalización o colectivización de las tierras y de los medios de producción.

Decir que nuestro sistema es un sistema asesino puede sonar muy fuerte, pero solo hace falta volver la vista a las aguas del Mediterráneo o a las fábricas de Inditex o a las minas de Coltán para ver la realidad

Pero, además, si seguimos el pensamiento de Proudhon de que privar a una persona de su libertad y de su dignidad es un asesinato, entonces el sistema liberal y el neoliberal tienen las manos manchadas de sangre. La explotación laboral no es otra cosa que una esclavitud tamizada, que consume los derechos y la vida de las personas más vulnerables en favor de los privilegiados. Decir que nuestro sistema es un sistema asesino puede sonar muy fuerte, pero solo hace falta volver la vista a las aguas del Mediterráneo o a las fábricas de Inditex o a las minas de Coltán para ver la realidad. La libertad de mercado y el derecho a la propiedad son cacareados como conquistas por la ideología liberal, pero son sólo la forma de mantener una esclavitud y de privar de derechos a las personas menos favorecidas.

A esto se suma que el sistema neoliberal solo funciona si crece y para ello tiene que generar nuevos mercados y nuevas necesidades, lo que supone extender la esclavitud a otras zonas. A esto se le conoce como globalización y es un paso más del propio sistema capitalista. Ya anunciaron autores como Rosa Luxemburgo o Lenin que el imperialismo y el capitalismo iban de la mano. Un sistema que solo puede crecer necesita extenderse, esclavizar más mano de obra y hacerse con las materias primas, expoliando nuevos territorios. Las conquistas por los derechos laborales, como la reducción de la jornada laboral o seguridad social, no llegan a todos lados y además el propio sistema se la apaña para saltarse estos derechos, incluso en los países llamados del primer mundo.

Lo cierto es que el capitalismo pone en el centro del sistema a los mercados, que se convierten en un Leviatán, que arrasa con todo, los derechos, la libertad y la propia vida de las personas. No hace falta irse a Bangladesh o a las minas del Coltán para ver la mercantilización de la vida y cómo se reduce la libertad a la libertad de mercado y los derechos a privilegios. La especulación con la vivienda que se viven en ciudades como Barcelona o Madrid parte de lo mismo. Se habla del derecho a la propiedad de las grandes empresas, de la libertad de los bancos o de los fondos buitre, pero no es la propiedad lo que se está defiendo, sino la especulación. Esta especulación, de la que se aprovechan algunas personas, ponen en riesgo a muchas otras, las deja sin acceso a una vivienda digna, desprotegidas frente a un virus que ha asolado todo el planeta y marginadas del sistema. Pero el derecho a especular queda justificado.

Derecho a la vivienda
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Cuando se oyen las voces neoliberales criticando y criminalizando la ocupación de pisos vacíos en manos de bancos y de fondos de buitre, cuando dicen que los ciudadanos de bien son los que pagan una hipoteca o un alquiler, mientras que los okupas ponen en peligro sus derechos y las bases de la sociedad, sin tener en cuenta que esas familias han sido desahuciadas o no pueden acceder a los elevados precios de los alquileres, se está justificando la especulación y jugando con la vida de las personas. No se puede tolerar que se defienda un sistema que está desahuciando a familias enteras en favor de la lógica del capital y encima que se considera a estas familias unas ladronas. Proudhon tenía razón la propiedad privada cuando se usa para esclavizar y para especular es un robo y, habría que añadir que un asesinato, ya que está condenando a esas personas a la indigencia, sin medios ya para seguir a adelante. No son los okupas los que roban, sino los bancos y el mercado.

¿Qué es la propiedad?

Pero, antes de seguir en este razonamiento, convendría ver qué es la propiedad, ya que se habla del derecho a la propiedad de unas personas, mientras que se niega la de otras. Quizás ocurra en esta ocasión como con la noción de libertad, que sólo se entiende por libertad aquella que viene bien a los que ostentan los privilegios o sólo la libertad de mercado, mientras se coacciona y se limita otras libertades como la asociación, como ocurre en la conocida ley mordaza en España, o la desarticulación de los movimientos sociales aprovechando la emergencia sanitaria que estamos viviendo. Quizás el derecho a la propiedad sea solo aplicable a los sujetos privilegios en el neoliberalismo, si no cómo se explica que se prive de la vivienda a una familia.

La diferencia crucial en este sentido la encontraríamos ya en la obra de Proudhon cuando separa la propiedad personal de la propiedad que supone especulación. La propiedad personal es aquella en la que yo me sirvo de un objeto para un medio, como puede ser una bicicleta o un libro o incluso una casa. En estos casos yo le doy a dicho objeto un valor de uso y lo puedo considerar mío. No es este tipo de propiedad la que criticaron los marxistas, socialistas ni anarquistas, sino aquella que implica la apropiación de los medios de producción y la acumulación del capital que esconde, al final, la explotación de los demás. El terrateniente que posee hectáreas no está dando un valor de uso a esa tierra, sino que se sirve de ella para acumular riqueza y ejercer poder sobre otras personas. La propiedad personal no genera desigualdades sociales ni luchas de poder, al contrario de lo que ocurre con la propiedad privada de los medios de producción o aquella que se usa para especular.

La propiedad personal no genera desigualdades sociales ni luchas de poder, al contrario de lo que ocurre con la propiedad privada de los medios de producción o aquella que se usa para especular

Destaca el autor anarquista que las personas sólo tienen derecho a lo que necesitan para vivir de forma digna y sin detrimento de los demás. “Lo que a cada uno pertenece no es lo que cada uno puede poseer, sino lo que tiene derecho a poseer. Pero, ¿qué es lo que tenemos derecho a poseer? Lo que baste a nuestro trabajo y a nuestro consumo (…) Así pues, que cada uno se coloque en su sitio como quiera, que lo embellezca y mejora, si puede; pero su actividad no puede rebasar jamás el límite que le separa del vecino”.

Esto lo que implica es que la propiedad personal, que Proudhon denomina ocupación para distanciarla de la noción de propiedad de los liberales, no es más que un valor de uso, que mantiene la vida de cada uno. Este derecho es el que nace del uso de las cosas y de la posesión efectiva de la tierra y los medios de producción. De ahí que destaque que el límite de esta ocupación es la que baste al consumo y al trabajo, sin que lleve a imponerse a los demás. Yo podría apropiarme de una tierra para alimentarme o de una vivienda; también podría organizarme con otras personas para facilitar el trabajo. Sin embargo, la propiedad de los medios de producción ya no sería una posesión de lo que me sirve a mí o a mi familia o a una comunidad para vivir con dignidad, sino que escondería una acumulación de capital y la explotación de las demás personas.

Esta propiedad es la que va contra la sociedad y contra la vida, ya que niega ese derecho a las personas que no tienen esos medios de producción o esas tierras o esas viviendas con las que especular. De ahí que Proudhon afirme que la propiedad y la sociedad están en lucha. ¿No queda clara está guerra cuando se echa a las familias de sus casas, del lugar donde viven, donde se resguardan del clima y pueden protegerse? ¿No clama a la Justicia que, mientras se nos aconseja permanecer en nuestros hogares por la crisis sanitarias del covid-19, haya familias que están siendo desahuciadas? ¿Qué protección tiene ellas?

En un sistema en el que los mercados están en el centro, la vida y los derechos de las personas pasan a un segundo plano

Se puede ver aquí la contradicción entre la lógica del capital y la lógica de la vida, como afirma Amaia Pérez Orozco: “En un sentido más hondo, enfrenta al capital con la vida. Afirmamos que existe una contradicción estructural entre el proceso de valorización de capital y el proceso de sostenibilidad de la vida y que, bajo la preeminencia del primer proceso, el segundo está siempre bajo amenaza”.

En un sistema en el que los mercados están en el centro, la vida y los derechos de las personas pasan a un segundo plano. Es el PIB lo que importa, no cómo viven la mayoría de las familias. De esta forma la vida queda instrumentalizada. La vida al servicio del capital, los derechos de una mayoría al servicio de los privilegios de unos pocos. El derecho a la propiedad personal, a una vivienda es eliminado por la libertad de mercado y las ganancias de unas pocas personas.

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¿Cuántos puntos del PIB vale una vida?

El Producto Interior Bruto es algo que se puede reconstruir, pero todo el oro del mundo no puede retornar a ninguna de las personas que van a morir innecesariamente.

Dicen Proudhon: “El derecho a la vida presupone el derecho a los medios para sostenerla, y la misma regla de justicia que ordena que la vida del inocente debe ser respetada, exige también que no se le prive de los medios para conservarla”.

Pero este sistema vulnera esos derechos y no da la posibilidad a muchas familias de vivir de forma digna y segura. De ahí que este pensador defienda que, si se reconoce el derecho a la vida, se deba reconocer el derecho a obtener los medios para conservarla y el derecho a la ocupación de un lugar, donde poder vivir, es decir, el derecho a la propiedad personal. Proudhon pone el ejemplo de los nativos de una isla que tratarán de expulsar a los náufragos medio ahogados que llegarán a ella. 

Tal cosa nos parecería una barbaridad, que lleva a algunas personas a la muerte, ya que se les niega un lugar seguro. Aunque esto nos puede recordar lo que está ocurriendo en el Mediterráneo, que se niega la entrada y el auxilio a las personas migrantes. Pero además se podría ampliar a otros aspectos del sistema neoliberal. Si se considera que las personas privilegiadas son los habitantes de la isla, los náufragos son los que sobran, los que son empujados a la mar para morir, de la misma manera que son desahuciadas de sus hogares muchas familias o se permite la explotación en los llamados países del tercer mundo o se niega la entrada a los refugiados. Pero si solo nos centramos en la cuestión de la especulación inmobiliaria, echar a una persona de un hogar implica condenarla a estar fuera del sistema, se la convierte en un paria.

Especulación urbanística
El fantasma de la okupación, agítese antes de usar
Los medios y partidos de derechas encuentran un nuevo chivo expiatorio en las personas forzadas a ocupar en un mercado inaccesible para las familias vulnerables.

Sin embargo, con todo ello se puede oír en los medios de comunicación que los okupas son unos caraduras que quieren vivir sin pagar alquiler ni luz ni agua. Si se pregunta a las familias que perdieron sus hogares en la crisis del 2008 o las que lo pierden hoy en día, no creo que contestarán que prefieren vivir de esta manera, sin saber cuándo les van a desahuciar o si les van a separar de sus hijos o hijas por perder sus casas.

Es la desesperación o, en algunas ocasiones, la disidencia política ante un sistema inhumano la que lleva a okupar esos espacios para darles un valor de uso, frente al valor de cambio, que les otorga el capitalismo

La inestabilidad económica de muchas familias se une a no saber si van a tener un techo sobre sus cabezas. Cualquier persona que haya pasado problemas económicos y sepa lo que supone pensar que no llega el dinero para finde mes, para comprar comida o pagar las facturas, puede darse cuenta de lo que implica esta situación. Las familias no ocupan porque sí, sino porque se ven movidas por la necesidad. Es la desesperación o, en algunas ocasiones, la disidencia política ante un sistema inhumano la que lleva a okupar esos espacios para darles un valor de uso, frente al valor de cambio, que les otorga el capitalismo.

Cooperación o Competitividad

La especulación y la acumulación de los medios de producción destruye la sociedad. Nos conduce a un estado similar al que planteaba Hobbes en su descripción del estado de naturaleza, en el que todas las personas están en guerra y en el que el egoísmo y la competencia son las bases de todo. Esto es lo que ocurre en la sociedad neoliberal. Se supone que, según el credo neoliberal, la competencia favorece el desarrollo, que el egoísmo impulsa la economía y el bienestar.

Pero no ocurre así, sino que, al final, es una traba a una sociedad donde todas podamos vivir bien, tener los medios dignos de subsistencia y poder desarrollarnos como personas. En la sociedad neoliberal las políticas que se aplican son cortoplacistas y miran sólo por el interés económico de unas pocas. No se construye un sistema sostenible y basado en la igualdad y en los derechos, sino un sistema injusto e insostenible desde el punto de vista ecológico y social. Se piensa en el beneficio inmediato, pero no en las medidas para crear un mundo más habitable para todas.

No se construye un sistema sostenible y basado en la igualdad y en los derechos, sino un sistema injusto e insostenible desde el punto de vista ecológico y social

La sociedad no puede basarse ni sostenerse en esa competencia y competitividad constante. De esta forma crece el PIB, pero cada vez hay más personas que sobran, más vidas que son dejadas al margen; ya que poner la economía en el centro oólo beneficia a unos pocas personas. Entonces ¿por qué defender este sistema?

Desde la perspectiva de la economía neoliberal la contaminación y el expolio de la naturaleza se consideran externalidades, que no se tienen en cuenta. Pero este sistema también trata a las personas como externalidades, cuando se las niega un acceso a la vivienda, cuando se las desahucia de sus hogares y cuando se las criminaliza por buscar donde vivir. Si nos basamos en la competencia, esas personas no importan, esas familias no tienen derechos. Cuenta más la libertad del banco, al que no se le puede obligar a sacar a alquiler los pisos vacíos, que las personas que han perdido su hogar. Cuenta más el rentista que tiene seis o siete pisos dedicados al turismo, que las personas jóvenes que necesitamos un alquiler y no lo vemos posible. Su libertad de mercado está por encima de nuestros derechos y de nuestra vida.

El ataque a iniciativas como Fraguas o a los Centros sociales autogestionados, que buscan crear alternativas para vivir y relacionarse, son un buen ejemplo de la criminalización de la pobreza

A esta lógica del capital se une, para legitimarla, la criminalización de la pobreza y de cualquier crítica al sistema. Resulta, al final, que somos nosotras las que atacamos la sociedad por exigir un derecho que debería ser incuestionable, como es el de la vivienda, o por buscar otras formas de propiedad, como sería el uso de los espacios para la comunidad. El ataque a iniciativas como Fraguas o a los Centros sociales autogestionados, que buscan crear alternativas para vivir y relacionarse, son un buen ejemplo.

La cooperación y la solidaridad es la que ha llevado al ser humano a vivir y a crear civilizaciones, no la competitividad y el egoísmo. Si cada persona tira por su cuenta, el sistema no avanza, se estanca. A esto nos está llevando el neoliberalismo, al colapso y una crisis tras otra, crisis ecologistas y sociales, donde sólo se valora el dinero y sólo se defiende los derechos y las libertades de los bancos y de los sujetos privilegiados.

Este sistema olvida muchas cosas. Olvida que no se puede crecer de forma infinita en un planeta finito, olvida que la sociedad neoliberal se mantiene a costa del trabajo de muchas personas, olvida que somos seres inter y ecodependientes, olvida todas las externalidades. Cada vez son más las personas que, como los náufragos del ejemplo de Proudhon, quedan fuera del sistema. No se puede tirar a las personas, como si fueran basura, y esto es lo que hace el neoliberalismo y un ejemplo claro es el desahucio y la especulación inmobiliaria. Al final, la sociedad sólo funciona si se busca una igualdad, de lo contrario nos encontraremos en la guerra de todas contra todas, como defendía Hobbes: “La balanza social es la igualdad del fuerte y del débil; porque, en tanto no son iguales, son extraños; no forman una alianza, son enemigos. Por tanto, si la desigualdad de condiciones es un mal necesario, lo será en ese estado primitivo, puesto que sociedad y desigualdad implican contradicciones; luego, si el hombre está hecho para vivir en sociedad, lo está también para la igualdad”.

Si realmente queremos vivir en sociedad, la igualdad se vuelve una asignatura pendiente. Las desigualdades sociales destruyen la sociedad y se lleva a su paso las personas más vulnerables. Cuando surgió la emergencia sanitaria del covid-19 lo que se pedía y se pide es solidaridad y cooperación. Se destacaron qué trabajos era esenciales, cuáles mantenían la vida. Surgieron redes de apoyo, que ayudaban a personas de riesgo a hacer la comprar, y también bancos de alimentos, para aquellas familias que habían perdido su sustento. No fue el individualismo ni el egoísmo lo que llevo a superar ese primer confinamiento, sino la ayuda y el ver a las otras personas como seres humanos, con los mismos derechos, libertades, dignidad que una misma, es decir, la solidaridad, la cooperación y la igualdad. 

¿Por qué no seguir por ese camino? 

La lógica del capital nos lleva luchar entre nosotras. Nos conduce a una sociedad desalmada, donde se puede echar a unas personas de su hogar sin que nadie, salvo algunos antisistemas, alce la voz. Esto me recuerda la película de Qué bello es vivir; todas las personas que la han visto reconocen al Señor Potter como un ser malvado, capaz de todo por ganar dinero. Este personaje se enriquece con la especulación inmobiliaria y no duda en construir pisos inhabitables o en desahuciar a las familias que no pagan el alquiler, similar al personajes de Dickens de Cuento de Navidad. Las simpatías del público van hacia el personaje de James Steward que no busca ganar dinero, sino que trata a cada persona como un fin en sí mismo, como un sujeto de derechos y libertades. La cuestión es por qué vemos tan fácilmente quién es el que se está saltando los derechos en una película, pero no en la vida real.

Las noticias y los medios de comunicación no ponen de malos a los bancos ni a las grandes fortunas, que se enriquecen con la especulación, sino a las personas que no tienen de que vivir

Las noticias y los medios de comunicación no ponen de malos a los bancos ni a las grandes fortunas, que se enriquecen con la especulación, sino a las personas que no tienen de que vivir. Estos son, según sus criterios, unos caraduras que están obviando el derecho a la propiedad de los ciudadanos de bien. Es una falacia que cala muy bien, pero también una falacia que se puede desmontar si recordamos la diferencia entre propiedad personal y propiedad privada para la especulación, entre el derecho de uso de las cosas y de los medios para una vida digna en contraste con la especulación y la acumulación de capital. No se está defendiendo el derecho a la propiedad cuando se critica la ocupación, sino justificando el robo y la explotación. Se está considerando la vida de las personas como externalidades.

Se acercan más desahucios por la crisis económica producida por el covid-19 y la estrategia del mercado es generar una alerta social que criminaliza a las personas más necesitadas. Se prepara el terreno para justificar la eliminación de nuevos derechos por parte del sistema neoliberal.

Cuando les enseño los Derechos Humanos a mis estudiantes, tengo que decirles que no se dan en ningún país, que no hace falta irse a Bangladesh ni a la India, solo mirar de cerca la sociedad que nos rodea para ver cómo se vulneran estos derechos. Se mire por donde se mire no puedo entender que se desahucie a una familia, que se justifique la especulación inmobiliaria; pero lo que no consigo comprender es que estos discursos calen en las clases trabajadoras. Quizás los trabajadores, ciegos a lo que supone este sistema, que sobrevive a consta de la vida de las personas, se han creído el mito de la clase media.

Si algo sabe hacer el neoliberalismo es venderse y manipular a los sujetos para que acepten sus normas, a pesar de que vayan en contra de sus intereses. Las nuevas normativas que quieren sacar para facilitar el desahucio no es más que otra de las medidas neoliberales, como los recortes en sanidad, transporte y educación, que nos están llevando a un callejón sin salida con una pandemia de por medio. Es el ataque constante al sistema público y a los derechos fundamentales, el ataque a la vida misma. El Estado debería asegurar los medios para que las personas puedan tener una vida digna, desarrollarse en libertad y en igualdad, lo que supone el acceso a una vivienda y a un sistema que garantice la salud, los medios de subsistencia y la educación. Pero en lugar de ello, lo que hacen es confinar a los barrios pobres en Madrid, criminalizar a las clases trabajadoras y desahuciar a las familias.

Si algo sabe hacer el neoliberalismo es venderse y manipular a los sujetos para que acepten sus normas, a pesar de que vayan en contra de sus intereses

Se podría ampliar el número de alquileres sociales, que, en comparación con otra ciudades europeas, España apenas tiene. Se podría regular los pisos vacacionales para evitar la subida de los precios y asegurar que las personas podamos alquilar. Se podría obligar a los bancos y empresarios a sacar al alquiler y a la venta los pisos vacíos. Pero en lugar de estas medidas, lo que se ve es la propaganda contra la okupación, que está generando una alarma social que no corresponde con la realidad y que está sirviendo a las empresas de seguridad para hacer su agosto particular. Se ve también la criminalización del pobre, de la familia desahuciada, sin medios para vivir. Se ve mayor presencia policial en los barrios y en los desahucios. Esas son las medidas que se proponen desde el neoliberalismo, especulación, eliminación de los derechos fundamentales y criminalización de las personas que quedan fuera de un sistema inhumano, un sistema que se vería representado en el personaje del Señor Potter.

Si una sociedad no protege a sus ciudadanos, a las que personas que viven y trabajen en él, ¿de qué sirve? Si este sistema es similar al estado de naturaleza de Hobbes, ¿por qué seguir en él?; ¿por qué mantenerlo, si nos lleva a una lucha constante por sobrevivir y nos vuelve a unas contra otras? Si el Estado no va a asegurar los Derechos Humanos y lo recogido en la Constitución, ¿qué legitimidad le queda? El neoliberalismo, como defendió Proudhon, es incompatible con la sociedad y esto es algo fácil de ver, si dejas de mirar hacia donde te indican los medios de comunicación vendidos y abres los ojos a las realidades de las personas vulnerables, que sostienen con sus derechos, trabajos y su propia vida este maldito sistema.

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Un espacio de encuentro y debate para personas que participan o están en los alrededores de ese difuso cuerpo conocido como Movimientos Sociales.
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#71482
7/10/2020 14:13

Que articulo mas simple y mas falso. Para convencer no hay que mentir y omitir en lo malo

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Erwindb
1/9/2022 13:56

Pues yo como joven e introduciendome a textos y pensadores como Prohudon lo he visto de lo más útil y esclarecedor

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