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Literatura
El vacío de Almudena
profesor de historia en la UC3M, especialista en historia del anarquismo
Han pasado ya unos días desde que nos enteramos del fallecimiento inesperado de Almudena Grandes. Cuando el pasado 27 de noviembre vi la noticia no daba crédito. Ni siquiera me había enterado que unas semanas antes había escrito que estaba enferma pero que estaba luchando contra su enfermedad.
Tuve la suerte conocer a Almudena Grandes en dos ocasiones. Una con motivo de un encuentro literario en Azuqueca de Henares, en noviembre de 2008. Dado que la biblioteca de esta población de Guadalajara lleva el nombre de la escritora, eran frecuentes sus visitas. Dado que yo vivía entonces allí, tuve la oportunidad de acercarme en aquella ocasión, donde me firmó un ejemplar de El corazón helado y tuvimos la oportunidad de hablar un rato tras el acto sobre cuestiones de historia y de memoria. La segunda ocasión fue en Madrid, en otro encuentro literario con motivo de la publicación de Inés y la alegría. En aquella ocasión solo hubo un saludo ya que había mucha gente y no pudimos departir.
Literatura
Almudena Grandes Medalla de oro al mérito para una escritora que cuidó la memoria colectiva silenciada
La muerte de Almudena Grandes, de forma tan temprana, es una enorme pérdida por muchas cuestiones. Los lectores que hemos disfrutado de una buena parte de la obra de Almudena llegamos a ella por sus primeros escritos, que, como Las edades de Lulú o Atlas de geografía humana, eran lecturas de interés de esa nueva generación de escritores que nutrían el panorama literario español. No olvidemos que hoy en los temarios de literatura se estudia la figura de Almudena Grandes entre los literatos y literatas que saltaron a la opinión pública con su buena pluma en las décadas de 1980 y 1990. Parece que solo se estudia la literatura de los momentos más álgidos (Siglo de Oro, Edad de Plata), pero como la historia del tiempo presente, en la actualidad tenemos grandes escritores y escritoras, dramaturgos, dramaturgas y poetas. Almudena Grandes estaba entre ellos.
Almudena Grandes también ha tenido una enorme contribución al conocimiento de nuestro pasado traumático reciente y al compromiso de la intelectual con la memoria histórica
Yo no soy ni filólogo ni profesor de lengua y literatura, pero como historiador y profesor de historia es evidente que Almudena Grandes también ha tenido una enorme contribución al conocimiento de nuestro pasado traumático reciente y al compromiso de la intelectual con la memoria histórica. Su obra El corazón helado fue el punto de inicio de ese compromiso literario de la autora con la historia de aquellos que fueron derrotados, fusilados, exiliados y olvidados por la historia. Ese libro, que me regalaron unas buenas amigas, lo leí con enorme interés y muchas ganas y detrás de él vi una oportunidad de introducir un tema de enorme trascendencia. Porque Almudena Grandes, a diferencia de otros autores que pueden trabajar estas cosas desde la literatura, partía de la documentación previa para poder escribir una trama narrativa con un componente de fondo investigador y serio. No podemos olvidar que Almudena Grandes era licenciada en Historia y que sabía muy bien las técnicas de investigación y el tratamiento de las fuentes documentales. Además, para analizar determinadas tramas la autora manejaba bibliografía actualizada y documentos de primera mano.
En su obra, las mujeres, aquellas que perdieron la guerra hasta en una triple forma, son la piedra angular de una lucha con final incierto y traumático
Aquel libro fue el pistoletazo de salida para que la autora intentara ejecutar una galdosiana aportación a la historia reciente de España, que a modo de nuevos Episodios Nacionales denominó como “Episodios de una guerra interminable”. Aquella serie de libros, que ya permanece de forma indeleble en el panorama literario español, consta de cinco títulos (y parece que uno póstumo que saldrá en breve): Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García y La madre de Frankenstein. Unos libros que, a través de personajes del día a día, nos narran la dureza de la dictadura franquista, la represión, el ostracismo, la falta de oportunidades, etc. Pero también son obras de combate y de lucha, de la esperanza de conseguir un mundo mejor por gente anónima que nunca perdió la ilusión de derrotar a una dictadura y restablecer un régimen de libertades. Republicanos, comunistas, anarquistas, socialistas, falangistas, militares, maquis, exiliados, etc., son eje clave de su obra. Y las mujeres, pues en estos episodios el protagonismo femenino, aquellas que perdieron la guerra hasta en una triple forma, son la piedra angular de una lucha con final incierto y traumático.
Como si perteneciese a esa época de esperanzas que nos lega en sus novelas, Almudena Grandes se alejaba del intelectual aséptico que domina nuestra sociedad
El último de los episodios que nos legó, La madre de Frankenstein, nos cuenta la vida de Aurora Rodríguez Carballeira, aquella mujer que concibió a su hija Hildegart con el propósito de que se convirtiese en un referente de la emancipación de la mujer y que acabó con su vida al ver que su idea inicial fracasaba. Ya no solo tenemos para conocer esta historia el libro de Eduardo de Guzmán, el de Carmen Domingo, Rosa Cal o María Losada, o la película de Fernando Fernán Gómez, sino esta novela de Almudena. Si su contribución literaria y aportación a la memoria histórica, antifascista y democrática fueran poco, Almudena Grandes tenía también una dimensión intelectual comprometida con su tiempo. Y ese es un aspecto que ese sector de la sociedad que conocemos como intelectuales lo va perdiendo. Como si perteneciese a esa época de esperanzas que nos lega en sus novelas, Almudena Grandes se alejaba del intelectual aséptico que domina nuestra sociedad.
En los momentos más activos de la historia de España, los intelectuales mostraban un compromiso con su época. Podemos decir que ahora también, pero quizá mas adecuado al establishment y a lo políticamente correcto. Nuestra autora se salía de ese contexto y tenía un compromiso con los derrotados, con los desposeídos, con los que no tenían voz. Y, además, era un compromiso sincero, lo que lo hace valioso en toda su dimensión. Quizá por esas características, por tener la lucha como eje fundamental de su obra y de su vida, porque de la derrota se pueden sacar conclusiones y fuerzas para conseguir la victoria, Almudena era del Atlético de Madrid. Un punto más de conexión con esta autora para los que también tenemos el carné de socio del club. Y con todo el respeto a nuestros vecinos del Rayo Vallecano, también de esa estirpe combativa, el modus vivendi del seguidor atlético también esta en esos valores. De ahí ese bonito homenaje que el estadio Metropolitano le brindó en el partido frente al Mallorca.
Su entierro fue una colección de simbología de sus pasiones y compromisos. Toda esta trascendencia hace de Almudena Grandes un personaje de unas dimensiones enormes para una sociedad que la va a echar en falta. El día de su entierro las calles de Madrid se llenaron de dignidad. Sus restos reposan en el lugar donde la dignidad fue mancillada por el odio. Ese cementerio civil de Madrid alberga los restos mortales de aquellos que tenían en mente una España mejor, más digna y más justa. Allí está también Almudena Grandes. Los que desde su posición de poder ignoraron a la autora y su legado solo demostraron su mediocridad e inanidad. Quizá no seamos conscientes del vacío que deja la pérdida de un personaje como Almudena Grandes. Gracias por haber existido.