Literatura
“Leer es un punto de partida, es resistencia frente a un ritmo de vida acelerado y centrado en el trabajo”

Sara L. Fernández es una de las fundadoras de la librería crítica Suburbia, un espacio cultural asociativo que late con fuerza en el centro de la malagueña barriada de Lagunillas.
Sara Jiménez Fernández Suburbia
Sara L. Fernández en Suburbia Rocío Velázquez
La Poderío
11 sep 2021 06:00

Popular y malagueña, la barriada de Lagunillas mira de reojo cómo la gentrificación y la museitis derriten la capital de la Costa del Sol. Limítrofe con la picassiana y archiconocida Plaza de la Merced, acoge desde hace unos años distintos proyectos artísticos y culturales que han conseguido que otros aires sean los que soplen entre sus calles grafiteadas. Uno de esos espacios transformadores que menean el aire de Lagunillas y renuevan el de Málaga es Suburbia. Ubicada en la calle Ana Bernal, la librería arrancó su andadura el pasado 23 de abril, Día Internacional del Libro, organizó en mayo la I Feria del Libro Radical y promete un otoño cargado de actividades como las sesiones dedicadas al pensamiento de Simone Weil que ya tienen el aforo completo. Sobre Suburbia, la cultura crítica, las lecturas, los libros, lo que está debajo y lo que trasciende, hablamos con una de sus fundadoras, Sara L. Fernández.

¿Qué significa Suburbia?
No le hemos dado un significado unívoco. A mí la palabra me lleva a lo que “subyace”, al “subtexto”. El propio nombre del barrio de Lagunillas, donde estamos, también hace alusión a algo que está bajo el asfalto. Pero la palabra, más allá de sus significados literales, puede darte una textura sobre lo que pasa “por debajo” de la ciudad, como algo que pasa del otro lado. De hecho, en este momento la propia palabra “ciudad” me da un poco de claustrofobia: temperaturas abrasadoras y pocos espacios verdes y de sombra, masas de turistas, más coches y menos seguridad para ir en bici, contaminación, falta de espacios donde convivir y cuidar(nos). 

Como se viene diciendo desde hace ya bastante, si se construyen otros tipos de ciudades (de mundos) habrá de hacerse desde abajo. Generar y sostener otros espacios de encuentro forma parte de ese proceso. 

¿La cultura nos hará libres?
¿De qué tipo de cultura hablamos? ¿Qué tipo de libertad? ¿La cultura de consumo? ¿La libertad que defiende Ayuso? Puede haber mucho elitismo, individualismo y mucha empresa colonial detrás del concepto de cultura. Sin embargo, cuestionar, extrañarse de lo que se da por sentado, descolonizar y despatriarcar el pensamiento son prácticas que, más que instrumentales a una determinada idea de libertad, pueden transformar nuestra manera de ser y estar en el mundo, incluso inventar nuevas, lo cual no me parece una opción, sino una urgencia. 

¿Y los libros en particular?
Los libros son herramientas imprescindibles para pensar. Pero creo que cada vez más nos estamos dando cuenta de que necesitamos tiempo. El tiempo es un campo de batalla, cada vez más tenemos la necesidad de trabajar menos horas para dedicarnos a otras cosas: para simplemente disfrutar, para cuidar, para organizarnos políticamente, para crear, para leer. Digo todo esto porque me parece llamativo que el tiempo sea el principal impedimento, y que justo nos imaginemos en muchas ocasiones el tiempo libre como tiempo en el que estamos leyendo un libro. Las formas de vida del capitalismo nos empujan a centrarnos en el trabajo, a capitalizar nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros afectos, de manera que la lectura va quedando fuera, en una virtualidad, y adquirimos libros con la idea, la ilusión, el privilegio de poder leerlos. Me parece que eso tiene que significar algo. Leer es un punto de partida, es resistencia frente a un ritmo de vida acelerado y centrado en el trabajo. Y precisamente leer es lo que nos hace ser conscientes de ello.

La librería tal y como la concebimos no es una tienda de libros aislada, sino que la sentimos formando parte de ecosistemas críticos del libro que queremos sostener

En este momento de pandemia, incertidumbre, de apuesta por lo tecnológico, ¿por qué montar una librería?
En nuestro caso llevábamos mucho tiempo imaginando y trabajando en la idea, y finalmente pudimos contar con una ayuda inicial para poder empezar, de lo contrario habría sido imposible. Además de eso, la librería tal y como la concebimos no es una tienda de libros aislada, sino que la sentimos formando parte de ecosistemas críticos del libro que queremos sostener. Al respecto fue fundamental, previo a la apertura, el apoyo continuo en la distancia de Alchu Padin, compañera de la librería Synusia (Tarrassa), con cuya sensibilidad y enfoque político tenemos mucha afinidad. Con respecto a la apuesta por lo tecnológico, ya sabemos que están Amazon y otras plataformas online con sus políticas comerciales y laborales agresivas que les permiten vender a precios más bajos que cualquier librería. Todo ello pone en peligro el sostenimiento de las librerías físicas, sobre todo las de escala más pequeña que apuestan por una especialización en contenidos más políticos. Frente a todo esto es muy necesaria la solidaridad y la unión entre librerías y editoriales críticas. En ese sentido hubo una iniciativa interesante durante la pandemia bajo el lema “Librerías contra Goliat, para amazonas nosotras”.

Más allá de eso, creo que cada vez más la gente valora y se siente parte de estos espacios y de todo lo que pueden aportar. Para una librería como Suburbia es una de las cosas más importantes.

¿Quiénes estáis tras Suburbia? ¿cómo os organizáis?
Sosteniendo el día a día y poniendo el cuerpo en la librería somos en este momento tres personas. Nos conocemos de hace tiempo, de haber participado de distintas maneras en los movimientos de Málaga. 

Intentamos organizarnos separándonos lo máximo posible de los ritmos y lógicas que caracterizan el “trabajo” tal y como lo hemos concebido tradicionalmente: productivismo, ritmos incompatibles con nuestras vidas, (auto)exigencias… y sobre todo nos prestamos atención y nos cuidamos. No es una receta mágica que nos hayamos inventado ni estamos exentos de todo conflicto, simplemente ponemos en práctica una ética que se va actualizando conforme la vamos experimentando en común. Pero en realidad hay una parte igualmente fundamental y por ello somos librería asociativa: ¡Las socias! Gente amiga de la librería que cree en el proyecto y lo cuida, colaborando en el sostenimiento económico, a través de ideas, propuestas, etc.

Tú, como librera, ¿qué aportas a la confección y configuración del catálogo que tenéis en la librería?
El catálogo lo hemos confeccionado en común, y en ese común confluyen muchas referencias e intereses distintos pero afines. En realidad hemos ido configurándolo a partir de nuestras propias lecturas y deseos, pero también ha sido y es importante el aporte de algunas lectoras que llegan a la librería y nos recomiendan o sugieren determinados temas, autoras o autores. Aparte de eso, me gusta bucear en el contenido de las editoriales que me gustan o que descubro y encontrar libros interesantes que traer y que leer. Pero el contenido de las estanterías es poroso y se nutre de conversaciones, de investigaciones profundas o de deseos.

Necesitamos espacios más allá del consumo, donde podamos relacionarnos de otras formas y simplemente vivir, inspirarnos, encontrarnos

¿Qué os impulsa a crear este espacio justamente en Lagunillas y no en otra zona de Málaga? ¿Qué aporta al barrio?
Lagunillas es un barrio sobre el que pesa la amenaza, desde hace un tiempo, de la gentrificación y la turistificación. Al mismo tiempo, y supongo que por eso mismo, hay un tejido vecinal que resiste frente a las subidas de alquiler y a los cada vez más numerosos apartamentos turísticos que expulsan y dificultan los afectos, el descanso y el pago de la renta, entre otras muchísimas cosas. Pero también frente al abandono institucional, que solo se activa para favorecer planes inmobiliarios. Yo en el barrio llevo poco tiempo, pero creo que es frustrante que cada vez más el centro de la ciudad y su singularidad (una singularidad muy fuerte en el caso de Lagunillas) se vea vaciada y homogeneizada por la especulación y el turismo agresivo que padece Málaga. Necesitamos espacios más allá del consumo, donde podamos relacionarnos de otras formas y simplemente vivir, inspirarnos, encontrarnos. En ese sentido nos sentimos muy cerca de espacios como La Invisible o La Medusa. Aparte de eso, tenemos muchos planes con respecto al barrio y con lo que ya se cuece, que no es poco.

¿Y es bidireccional ese aporte? ¿El barrio también aporta a la librería?
Creo que es un privilegio poder habitar y sostenernos en Lagunillas, pero no estamos aquí por una moda, o porque sea cool. En realidad no creo que una frontera muy definida entre la librería y el barrio. Pienso que los barrios se hacen, se defienden en las prácticas que convergen en sus territorios. En el caso de Lagunillas, por suerte, no somos los únicos. 

¿Qué diferencia a Suburbia de otras librerías?
Suburbia es una librería crítica, asociativa y de barrio. Lo que quiere decir que nunca es solo una librería, es un espacio de encuentro y de transformación. Su singularidad radica en poner en el centro e impulsar el pensamiento crítico en torno a la filosofía práctica, los (trans)feminismos, LGTBIQA+, el antirracismo o la ecología. Y este es siempre un proceso incompleto, que se va construyendo con sus socias, con los vecinos y vecinas, con los movimientos y que va mutando. Como diría al respecto una compañera y amiga: “va creciendo como un bello animal”.

¿Cuál ha sido el libro o los libros que te han dejado huella y que siempre recomiendas?
Hay libros y textos que influyen de manera determinante en la forma en que pensamos el mundo, en mi caso lo hicieron libros como Mil Mesetas o El Anti-Edipo, de Deleuze y Guattari.

Otros libros que me han dejado mucha huella son Ciencia, cyborgs y mujeres y Seguir con el problema de Donna Haraway, y The Mushroom at the End of The World de Anna Tsing (en castellano próximamente), que aportan perspectivas feministas y ecologistas que constituyen una crítica fundamental al Capitaloceno/Antropoceno desde un punto de vista afirmativo y multiespecies. También The Undercommons: Fugitive planning and Black Studies de Fred Moten y Stefano Harney; es un ensayo difícil de describir, con un enfoque decolonial imprescindible para pensar lo político y el (con)vivir juntas.

Creo que la producción editorial es muy difícil si no cuentas con recursos o determinadas infraestructuras, lo que dificulta la circulación de textos más marginales

Las novedades en el panorama editorial son continuas. No hay semana sin publicaciones, no llegamos a leer tanto. ¿Cómo describirías la producción literaria y editorial actual?
No me considero una experta en el tema, pero creo que la producción editorial es muy difícil si no cuentas con recursos o determinadas infraestructuras, lo que dificulta la circulación de textos más marginales. Creo que debería haber más políticas públicas que faciliten la producción, pero también el acceso a lo que se produce, mediante ayudas que lo fortalezcan a las librerías asociativas, al transporte y envío de libros, etc.

¿Tienes alguna editorial favorita, de esas que no fallan y de la que te fíes a ciegas?
Algunas de mis favoritas de siempre son Cactus, Tinta Limón o Traficantes de Sueños. De un tiempo a esta parte también tengo muy presentes otras como Consonni, que en los últimos años apuestan por otro tipo de narrativas y ensayo que ensanchan nuestros imaginarios feministas con matices más especulativos e imaginativos, o Crononautas, a las que agradezco infinitamente su labor de poner en circulación en castellano novelas increíbles de ciencia ficción feminista y afrofuturista. 

Por último destacaría Pensaré Cartoneras y Ona Ediciones, colectivos editoriales independientes con un catálogo de textos feministas, antirracistas y ecologistas que merece muchísimo la pena. 

De cara al otoño y a la nueva temporada, ¿qué habéis planeado?
Ya tenemos en marcha dos grupos de lectura: uno sobre Simone Weil y otro más intensivo, de lectura-traducción de All Incomplete de Fred Moten y Stefano Harney, y que publicaremos en castellano desde Subtextos. En breve, además, pondremos en marcha un grupo de lectura online de ciencia ficción feminista entre varios territorios y librerías. 

La idea para este otoño es potenciar los grupos de lectura en dos ritmos: unos más largos, y otros más introductorios al pensamiento de determinados autores y autoras o temáticas.

¿Qué perspectivas de futuro tenéis?
Creo que con el presente ya tenemos demasiado en que pensar. Pero me gusta pensar que, entre otras cosas, seguiremos en y con la librería, organizando encuentros, leyendo y conspirando juntas al calor de los libros. Nuestro presente va en esa dirección.

¿El fascismo se cura leyendo?
Solo leyendo, lo dudo, porque va a depender mucho de lo que se lea, con quiénes o en qué contexto. Pero tengo clarísimo que las librerías y editoriales críticas constituyen un arma fundamental contra el fascismo. Por eso no podemos permitirnos prescindir de ellas.

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