Literatura
Las escritoras de ‘clima ficción’ que llegan de América Latina

Autoras como Andrea Chapela, Clauda Aboaf, Alejandra Bruno, Laura Ortiz o Silvia Moreno-García amplían los límites de la ciencia ficción o la fantasía en clave ecologista, decolonial y de memoria.
Deudas que ahogan Nº 72 2
Una familia se dispone a navegar por el rio Magdalena, en tierras colombianas. David F. Sabadell
31 may 2024 06:00

“No creo que la ciencia ficción haga profecías, pero sí estira el presente en el curso de la imaginación”, dice Claudia Aboaf (Buenos Aires, 1960), autora de la ‘Trilogía del agua’. Tres novelas sobre una América posapocalíptica en la tercera de las cuales, El ojo y la flor, publicada en 2019, imaginó un río Paraná con su lecho vacío lleno de basura y peces muertos, cuya agua dulce se subastaba al mejor postor para trasladarse a Europa o Estados Unidos. En 2021, como residente en el delta del río Tigre, fue testigo de un episodio muy parecido: una sequía histórica dejó largos tramos del que es el segundo río más largo de Sudamérica con el cauce seco y escenas muy similares a las descritas en sus libros.

Aboaf ha ejercido como docente en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), impartiendo los seminarios de Ciencia Ficción, Ecoficción y Ciencia Ficción Climática. Esta última etiqueta es la que prefiere usar para describir su trabajo, la apodada como ‘cli-fi’, aunque un estudio reciente definió sus novelas como “hidrofeministas”. “Vivo en un delta y escribo desde la perspectiva de un país como Argentina, con muchos ‘recursos naturales’ que son usados como mercancía. El agua dulce está en el corazón de toda disputa socioambiental. Las premisas de la ciencia ficción me permiten salir de la imposición de esa verdad neocolonial que nos empuja a la crisis socioambiental”.

Un reportaje reciente de Andrés Arroyave en la revista argentina Anfibia incluía a Aboaf en una oleada de autoras latinoamericanas, no todas ellas residentes en el continente, que retratan los conflictos del agua desde la ciencia ficción. Por ejemplo, la colombiana Laura Ortiz, que en su libro de cuentos Sofoco (2021) recogió el conflicto ecológico del río Cauca. También la brasileña Ana Paula Maia, con Así en la tierra, como debajo de la tierra (2017). O Alejandra Bruno, otra vecina del río Tigre, en su novela La hija del Delta (2020).

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Pero el agua es solo un aspecto de la reformulación de la ciencia ficción, la fantasía o el llamado new weird que se está moviendo en las letras en español y por parte de las autoras. Así, están casos como el de la mexicano Silvia Moreno-García, que en La hija del doctor Moreau (2023) reformula el clásico de H.G. Wells con una secuela en clave decolonial. O la boliviana Gio Rivero y su cuento “Pasó como un espíritu”, que da protagonismo a las cholas, las mujeres campesinas, y se muestra crítica con la figura de Evo Morales. Igualmente, la argentina Flor Canosa y su novela La segunda lengua materna (2023), que analiza la maternidad desde la óptica del ciberpunk. O experimentos como Los multipatópodos (2017), el bestiario ficticio de la chilena Yosa Vidal.

“Existe una literatura de ciencia ficción crítica a la gran metáfora del patriarcado de los últimos siglos, y que nos lleva a la perspectiva ecofeminista. También, hay, en común, una mirada vuelta hacia el territorio interior, al mundo de las relaciones”, analiza Aboaf.

“Todos los problemas actuales del mundo son temas de ciencia ficción: el cambio climático, la IA, la robótica… Así que es una herramienta útil para contar el presente”, dice la escritora mexicana Andrea Chapela

“Todos los problemas actuales del mundo son temas de ciencia ficción: el cambio climático, la IA, la robótica… Así que es una herramienta útil para contar el presente. Y es muy lógico que, si uno no está contento con la realidad, busque formas literarias que la pongan de cabeza, así que por eso, sobre todo en inglés, es un género que han empezado a tomar las minorías”, comenta a El Salto Andrea Chapela (Ciudad de México, 1990), autora de una generación diferente, pero que coincide en preocupaciones. En su caso ha cultivado tanto la fantasía, con la saga de novelas Vâudïz (2009-2015), como el relato y el ensayo sobre ciencia ficción en Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio (2021), entre otras.

“Creo que sí que está sucediendo algo con los géneros en América Latina, y me gustaría poder decir que la narrativa de ciencia ficción que se hace ahora en México es distinta. Pero como está pasando ahora mismo, estamos demasiado cerca para verlo bien”, analiza Chapela. “Lo que sí veo es que desde África, América, Asia… hay alguna clase de combinación que hace que las fronteras entre los géneros se vuelvan porosas, algo que no pasa en Europa… o en España. Es una ciencia ficción que bebe del misticismo, del indigenismo, de las desigualdades… Una en la que tenemos claro que la tecnología no nos va a salvar y que a veces sirve para abrir aún más la brecha entre clases”.

No existen los temas “femeninos”

Otra cosa que distingue a estas autoras es la autoconciencia y el estudio del género. La cubana residente en España Maielis González (La Habana, 1989) es una de las creadoras de Las Escritoras de Urras, un proyecto transmedia, que incluye web, revista y pódcast, para hacer accesible la obra de autora inéditas o poco conocidas en España. El nombre remite directamente a Los desposeídos, del referente inevitable. Pero, a pesar de este trabajo de reivindicación tanto de la genealogía como la ingente cantidad de autoras actuales, González rechaza varias etiquetas. “No creo que podamos hablar de ciencia ficción escrita por mujeres como un conjunto en oposición a una ciencia ficción escrita por hombres, como no podemos hablar de literatura de personas negras o racializadas frente a literatura de personas blancas; o literatura homosexual frente a una literatura heterosexual”, explica la escritora y divulgadora. “Esa clase de esencialismos pretenden reducir la complejidad de un autor o autora a un solo elemento. Es un ejercicio, cuando menos, ingenuo y, a la larga, muy peligroso. Cuando se habla de ‘literatura femenina’ nunca se está pensando en oposición a una ‘masculina’, sino a una ‘literatura universal’, y esta como masculina, blanca y heterosexual”.

En la misma línea se expresa Cristina Jurado (Madrid, 1972), escritora, editora y divulgadora (y ganadora de tres Premios Ignotus, los más prestigiosos de la ciencia ficción española): “Llevo años luchando por visibilizar las obras de las autoras de ciencia ficción en español, pero no como un movimiento, oleada o moda pasajera, sino como un derecho que se nos ha negado o dificultado. El problema era publicar, porque las mujeres siempre hemos escrito géneros fantásticos. Lo que está sucediendo ahora es que el público, y con ello las editoriales, demanda obras que reflejen mejor la diversidad de nuestra sociedad, ofreciendo más oportunidades a autoras migrantes, del colectivo LGTBIQ+ y, en general, quienes escriben fuera del circuito anglosajón”.

González añade que “hace unos seis años era común escuchar que en la ciencia ficción casi no había autoras y las que había no eran muy buenas. Hoy por hoy, nadie se atrevería a decir algo como eso”. Esa nueva variedad “ha servido para enriquecer el género, pero no creo que sea motivo para segmentarlo en nombre de no sé qué esencias”.

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Aun así, la ciencia ficción desde esos nuevos espacios tiene diferencias, como en el tratamiento de la distopía, el género predilecto del mainstream en los últimos 15 o 20 años, desde el cine hasta el videojuego. “Las distopías producidas o difundidas por sujetos del Norte Global se han despolitizado y ya no cumplen la función de advertencia mediante la exageración. Parecen alabanzas al statu quo: ‘Mejor no cambiemos nada que mira lo mal que puede salir’”.

“En Latinoamérica la distopía continúa siendo extremadamente política y constituye una herramienta de insurrección frente al poder, un instrumento de crítica muy poderoso”, valora Maielis González

Sin embargo, “en Latinoamérica la distopía continúa siendo extremadamente política y constituye una herramienta de insurrección frente al poder, un instrumento de crítica muy poderoso”. La exigencia de “especular desde la esperanza” es “un privilegio y hay que vivir en una gran enajenación para pretender que desde tierras empobrecidas, precarias, en pie de guerra, bajo dictaduras, expoliadas y saqueadas se practique una percepción de la realidad o el futuro colmada de optimismo”, concluye González.

El “Nuevo Extraño” y las sensibilidades ajenas

¿Es esa sensibilidad un estilo o una ola en sí misma? Desde la teoría se ha especulado con que el new weird, un género netamente anglosajón y nacido en los años 90, que naturalizaba con técnicas del realismo los tropos de la ciencia ficción, el terror o la fantasía tradicionales, caló con facilidad en América del Sur gracias al realismo mágico. Cristina Jurado opina que “es más bien que los ingredientes en que en el ámbito angloparlante harían que una obra se enmarque en el new weird, en la narrativa latinoamericana están presentes de forma natural. Lo inquietante, al igual que lo terrorífico, no es algo insólito sino cotidiano, al igual que la relación con el medioambiente”.

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Claudia Aboaf ve la huella del subgénero en el gusto de Borges por la obra de H.P. Lovecraft o en algunos cuentos de Silvina Ocampo, pero añade: “Apenas estamos trazando nuestra propia cartografía New Weird, o Nuevo Extraño: es un estado de desobediencia necesario en esta incertidumbre que cuestiona la mirada del otro como un monstruo”.

“El cuentito que te contaron tantas veces, el policial, el terror que te contaron de la misma manera tantas veces, ya no alcanza, la literatura del yo no alcanza. Hace falta otra cosa. Y la ciencia ficción nos da eso”, opina Alejandra Bruno

Para su compatriota Alejandra Bruno, determinados recursos y mezclas de géneros responden, más bien, “del agotamiento” de los tradicionales para expresar el momento actual. Autora de la mencionada La hija del Delta, ha mezclado la distopía de ‘clima-ficción’ con la memoria democrática de la dictadura cívico-militar argentina, proyectando hacia el futuro el recorrido de recomponer la propia historia familiar al que se vieron obligadas muchas personas de su generación en el país. En su caso, explora estos caminos tanto en su vertiente de escritora como de diseñadora y profesora de guión de videojuegos. “Durante muchísimos años en cine, por ejemplo, se enseñó el modelo aristotélico, después vino la teoría del conflicto, la teoría de la confrontación, de la que estamos empapados en todas las historias, en todos los medios posibles, esa idea del otro, siempre midiendo en términos de protagonista-antagonista”, explica a El Salto. “La hibridación, que puedes llamar New Weird o como quieras, viene a salvarnos de repetir lo mismo o con sensibilidades ajenas. Si yo empiezo a leer una novela de suspense que imita a Raymond Chandler, pero ambientada en la actualidad, no me interesa tanto, preferiría que el autor hablase con su propio lenguaje. Es un signo de estos tiempos, la idea de que ya el cuentito que te contaron tantas veces, el policial, el terror que te contaron de la misma manera tantas veces, ya no alcanza, la literatura del yo no alcanza. Hace falta otra cosa. Y la ciencia ficción nos da eso”.

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