We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Literatura
Millanes Rivas: “El 25-M nos facilita generar una comunidad y creo que ‘Paisaje nacional’ contribuye a ello”

Tiene sólo treinta años pero maneja con extraordinaria destreza las artes de la narrativa. Nació en Moraleja (Cáceres), estudió Comunicación Audiovisual y Estudios Teatrales en Barcelona y vive actualmente en Asturias. Paisaje nacional es su segunda novela, una obra vibrante y enigmática que tiene como telón de fondo la historia de Extremadura y de España en el último siglo y de forma destacada las cicatrices de la propiedad y de la tierra.
El relato rasca en los silencios, en las fracturas familiares del pasado y del presente. Un grupo de okupas se ha asentado en El Álamo, un pueblo de colonización abandonado. En él se encontrará el narrador cuando el espectro familiar del bisabuelo se le aparezca. Ese es el misterioso punto de partida de la novela y a partir de ahí se inicia un viaje en el que el joven y sus tres tías, La Mayor, La Mediana y Lady Di, buscan entender y suturar las heridas.
Memoria histórica
Memoria histórica Más allá del 25 de marzo de 1936: revolución social y colectividades en Extremadura
El ritmo de los diálogos, vertiginoso, propio del teatro, los ritornelos poéticos, las reflexiones políticas, la atmósfera de intriga, los toques irónicos y de humor a lo Saramago, los ecos del cine neorrealista italiano, las digresiones históricas, todo ello se combina con maestría en una obra que bebe al mismo tiempo de la tradición y de la vanguardia.
Se trata de una mirada generacional, escrita desde un presente en el que late la necesidad de transformar el mundo, una perspectiva capaz de unir la revolución campesina del 25 de Marzo y las luchas emancipatorias de nuestros días. Una hermosa novela en la que resuena “el tambor de la revolución y del beso”.
Conversamos con Millanes alrededor de Paisaje nacional, un libro publicado por Alianza Editorial.
“Todas las historias estratificadas en un mismo lugar, sobre el mismo campo”. Paisaje nacional es una novela construida con capas, que aborda tres momentos históricos y tres comunidades distintas alrededor de un pueblo de colonización, El Álamo. 2024, 1963 y 1937 son las tres fechas de referencia. ¿Por qué eliges esas fechas, qué representa cada una de ellas, cómo se relacionan?
Efectivamente, ya desde el índice, quería visualizar una idea fundamental para estructurar la novela que son las capas. Capas del tiempo, capas de la tierra, también, que hay que ir despejando para recuperar lo que queda abajo. Y esas capas superpuestas, mezcladas, como un décollage es el resultado de nuestro presente, de nuestra realidad. Para El Álamo, así como para la familia formada por las tres tías y el sobrino que emprenden el viaje por carretera, 1937 y 1963 son años que articulan un cambio de organización y de generaciones.
Lo primero que llama poderosamente la atención es la audacia formal de la novela, el contraste entre su fuerte contenido histórico —que parece más proclive a un tratamiento realista— y su composición rompedora, experimental, pero capaz de atrapar al lector. La utilización de un solo párrafo en cada una de las tres partes, la ausencia de signos de interrogación o exclamación, el uso del femenino genérico, la condensación de lo poético, lo teatral, la intriga y el ensayo político, las volutas de imaginación o la presencia decisiva de la Aparición, el espectro de El Cordobés, bisabuelo del narrador. ¿Cómo nace, a qué obedece ese tratamiento tan vanguardista?
Siempre entiendo mi escritura como queer y política. Eso supone desanclarse de un cierto modo de hacer canónico o tradicional, buscar una genealogía en otras escrituras. Aunque de primeras parezcan recursos experimentales, no pensaba en todo eso cuando comencé a trabajar el proyecto. Sí estaba el teatro, depurar muchísimos los diálogos, una estructura propia que te contara el libro desde el principio. Algo como Los santos inocentes de Delibes. Para mí era importante que fuera un texto sencillo y muy depurado, aunque de primeras parezca todo lo contrario por ese largo bloque de texto que corre y corre porque el narrador no puede parar de hablar. La novela intenta abordar el silencio desde la verborrea.
Frente a la idea de “este es tu muerto” que en la propia novela se explicita, falta un entender a todos los muertos de la guerra como muertos propios. Aquí porque nos estamos refiriendo a la guerra, pero memoria histórica también serán los muertos del Covid abandonados en las residencias de ancianos
“Conocer a la Vidente me ha enseñado que además de oír a los muertos, hay que escucharlos”, afirma el narrador. “Soy una astilla de tierra que vuelve, hacia su antigua raíz mineral”, canta El Chinato. En tu novela parece que Walter Benjamin y El Cabrero, con su versión de Luz de luna, se dieran la mano, reivindicando la necesidad de recuperar la memoria histórica, pero también la de ir más allá de la nostalgia o de simplemente recomponer “la fractura de la narrativa familiar”. ¿Cuál es tu visión de la memoria histórica?
De manera urgente dar una respuesta a la generación de personas mayores que buscan a sus muertos para morir ellas en paz. Creo que este abandono político es uno de los más deleznables por parte del Estado. Después, las demás, podremos seguir tejiendo una memoria histórica que apele a lo colectivo y no tanto a lo familiar. Frente a la idea de “este es tu muerto” que en la propia novela se explicita, falta un entender a todos los muertos de la guerra como muertos propios. Aquí porque nos estamos refiriendo a la guerra, pero memoria histórica también serán los muertos del Covid abandonados en las residencias de ancianos.
“Háblame de mis ancestros. Háblame de aquellas que ocuparon la tierra”. Esta es la novela en la que el 25 de Marzo y el movimiento revolucionario campesino que lo puso en pie, adquieren por primera vez un papel central, explicativo de la historia de Extremadura. Incluso reproduces las instrucciones que la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra envió a los pueblos días antes. ¿Cómo se entiende que esta fecha haya sido relegada al ostracismo, qué hacer hoy con lo que ahora sabemos de ella, como dice el panadero de la novela, hablando de la memoria hurtada de sus bisabuelos?
Se hizo complicado abordar el 25 de marzo, que es la raíz de este proyecto, porque no hay mucho escrito sobre ello. Es difícil, además, anclar ciertos relatos orales si quieres hacer un abordaje meticuloso. Por eso, la novela juega mucho con la especulación, la suposición, la ficción. Se aleja de la idea de novela histórica tradicional. Me alegra haber escrito un libro que coloca el 25 de marzo, que piensa y se emociona con esta fecha, porque ayuda a construir una genealogía propia. El 25 de marzo nos facilita generar una comunidad y creo que Paisaje nacional contribuye a ello.
Otro de los grandes temas que abordas —prácticamente inédito en la narrativa española— es el de los pueblos de colonización, la conformación de las familias colonas como “máquina de trabajo poliarticulada”, la selección de los beneficiarios y su conversión en “empresarios agrícolas”, o las estrategias de las conserveras para dividir y cooptar a los campesinos. “Todas nosotras somos hijas de los planes de regadíos porque de los planes de regadíos surgieron nuestras casas”. ¿Qué han supuesto los planes de colonización, qué queda de ellos, cuál es su futuro?
Es que de la colonización interior de la península, lo poco escrito abordaba fundamentalmente la idea de los pantanos y los pueblos viejos cubiertos por el agua. A mí lo que me interesaba eran los nuevos pueblos, la gestación de nuevas comunidades que tanto ha definido lugares como Extremadura. Los planes de colonización fueron la solución propuesta a la miseria, muy centrada en la propiedad y el orden familiar, pero me gusta hablar de ellos teniendo en cuenta que existieron otras propuestas como la colectivización de los recursos. Incluso después de la dictadura, hubo en nuestros territorios propuestas de colectivización de los lotes del IRYDA. Recuerdo un caso recogido en la revista Ajoblanco del año 1978 que hablaba de una cooperativa en Entrerríos formada por los hijos de los primeros colonos que reivindicaba el acceso a la tierra, el comercio alternativo y el cuidado del medioambiente desde la autogestión. Se revelaban al paternalismo institucional para defender el asamblearismo. Ahora mismo en Extremadura solo se piensa en los pueblos de colonización como un recurso turístico, porque cuesta imaginar más allá del turismo, que es el producto estrella del capitalismo actual. Paisaje nacional ofrece la posibilidad de habitar El Álamo de otras formas.
Ahora mismo en Extremadura solo se piensa en los pueblos de colonización como un recurso turístico, porque cuesta imaginar más allá del turismo, que es el producto estrella del capitalismo actual
La propiedad en sus diversas formas es el eje sobre el que gira la novela. “El dinero, que nunca lo ha habido, siempre fue un cáncer silencioso en la familia”. Las pugnas por la herencia —la parcela de tierra— están en el origen de la ruptura entre el padre del narrador y sus tías. El magnífico retrato de las tres tías, sus relaciones, sus formas de llevarse la contraria, de discutir y de reconciliarse enriquecen el cuadro. ¿Qué pesan más, los cuidados o la propiedad? ¿También el amor está cercado por la propiedad?
En nuestro mundo la propiedad controla el amor. En esta novela no es menos, la propiedad está detrás de los roles de poder que se gestan en todas las tramas. Pero el amor también es un elemento de cuestionamiento. Yo siempre escribo sobre la familia desde la crítica, ya mi primera novela plantaba la muerte del padre como fin del patriarcado en el orden familiar, pero a la vez me acerco a ella desde el mayor aprecio por las personas que la conforman, que con mayor o menor decisión, siguen formando parte de una pequeña comunidad forzosa. En esta novela hay unas tías que quieren a su sobrino a matar, pero rabian porque el orden familiar, que se creó gracias al lote de la colonización, gracias a ser una máquina de trabajo, se ha vuelto en contra cuando todo esto se convierte en una herencia material que disputarse.
“Las teatreras somos hadas, brujas, reencantamos la realidad”, afirma Manto, una de las personas que integran las Diggers, el grupo que ocupa el pueblo de colonización abandonado. ¿Actualmente dentro del gremio cultural qué peso tienen los sectores emancipatorios, los que “no diferencian el teatro y la vida”?
Es complicado pensar en estas Diggers como parte de un gremio cultural más amplio. Las veo más como comunidades itinerantes, nómadas. Tenía en mente a la hora de escribirlo las teorías de la Zona Temporalmente Autónoma de Hakim Bey. Hasta en el libro se dice, que puede que algún día El Álamo también se marche de aquí.
“En los lugares del latifundio se ha perpetuado la figura del cacique a través de los aparatos de la democracia”, afirma el narrador, litigando con su tía la Mayor. En un artículo que escribiste hace dos años afirmabas lo siguiente:“Desconfío un poco no obstante de cierto regionalismo que busca reconstruir una idea romántica de lo que es ser extremeñx, con una lengua estanca, con una mítica estanca, con un cierto esencialismo identitario imposible de imponer a un modo de vivir culebrero y apátrida”. ¿Cómo ves hoy Extremadura? ¿Cuáles podrían ser en tu opinión los elementos en los que asentar la identidad extremeña?
En relación a todo esto, creo que no estoy colaborando tanto en el asentamiento de ninguna identidad regional porque mis condiciones materiales no están ahí. Soy extremeño y estoy muy arraigado, pero vivo en Asturias. Son dos territorios con mucho enraizamiento, con un gran empeño en su identidad cultural. Mi cultura no es la asturiana y mi lugar no es el extremeño, así que acepto mi desarraigo desde la escritura y desde la curiosidad por saber a dónde me lleva. También estoy bastante preocupado por saber cómo estas corrientes identitarias en lo regional gestionarán las crisis migratorias futuras. Tiene que haber guardianas de la cultura, pero también defensoras del mestizaje.
Quizá es lindo que la literatura vuelva a romantizar la lucha política, la colectivización, el encuentro. Es complicado, yo milito por convicción, pero a veces cuesta creer. Cuestión de fe
Me gusta mucho la presencia en la novela, a través de diversas metáforas, de la posibilidad y necesidad de un horizonte utópico, capaz de unir el 25 de Marzo y las nuevas revoluciones de hoy, representadas por los ocupas del Álamo. “Una zona volátil, desheredada, alejada de los preceptos del “buen colono”. El pueblo flotante que imagina Manto, un pueblo que, como en la película Milagro en Milán, “no está en el suelo ni en el mapa, es un pueblo imperseguible, un pueblo que se esfuma”. ¿Se puede transformar el mundo sin ilusión? ¿De dónde extraer la inteligencia colectiva y el coraje para hacerlo?
Ese es el gran reto. Quizá es lindo que la literatura vuelva a romantizar la lucha política, la colectivización, el encuentro. Es complicado, yo milito por convicción, pero a veces cuesta creer. Cuestión de fe. Me gustan épocas como la década de los 60 y los 70 precisamente porque los movimientos políticos sí creían en el cambio. Libros como Paisaje nacional ponen el foco en las posibilidades políticas del pasado si las ideamos en el futuro. Por supuesto, a día de hoy no habrá 80.000 yunteros en ninguna finca porque es un acontecimiento que responde a su tiempo, hay que pensar cuál es el trabajo de resistencia y también el de proposición para idear la sociedad en la que queremos vivir. Habrá quien lo piense desde lo comunitario, y habrá quien lo piense desde lo individual porque cada día es más fácil hacerlo así.
Para terminar, ¿cuáles consideras que han sido tus principales fuentes de formación literaria y cuáles son para ti hoy los principales referentes?
De adolescente creo que fueron autoras latinoamericanas quienes me facilitaron el acercamiento a la lectura: Mario Vargas Llosa, Laura Esquivel, García Márquez… Eso ya me hizo entender el español como una lengua con muchas posibilidades, lejano a mi castellano extremeño. Aunque he estado muy influido por autoras españolas del siglo XX: Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Miguel Delibes, quizá son estas a quienes cito más comúnmente. Juan Benet, que se comunica mucho con Paisaje nacional. Víctor Chamorro, por supuesto. También autores maricas, que escriban con mucha pluma, a eso me intento aferrar siempre a la hora de leer y de escribir: Pedro Lemebel, Terenci Moix, Pasolini, García Lorca… Me encantan. Por último, hay que tener en cuenta que yo de adolescente me crie haciendo teatro de sainetes, por lo que tengo una cosa muy ligada a la comicidad de Carlos Arniches o Berlanga. O los hermanos Álvarez Quintero. Ahora la literatura que más me sugestiona es leer una Sarah Kane o una Kathy Acker. También Annie Ernaux, que afortunadamente sigue escribiendo y publicando. Ya ves que mi pueblo particular está poblado de viejas y de muertas. Pero intento estar al tanto de las dramaturgas contemporáneas, es que el teatro siempre me ubica a la hora de pensar.
Enhorabuena por la novela, Millanes. Muchas gracias por tu tiempo y generosidad.